Teoria del dret   M-4   El método jurídico (interpretación)



XXIV El fundamento semántico2

Toda interpretación del derecho legislado comienza con un texto, esto es, una fórmula lingüística escrita. Si las líneas y puntos negros que constituyen el aspecto físico del texto de la ley son capaces de influir sobre el juez, esto es así, evidentemente, en razón de que ellos poseen un significado que nada tiene que ver con la sustancia física real. Ese significado es atribuido a lo impreso por la persona que mediante la facultad de la visión tiene experiencia de dichos caracteres. La función de éstos es la de ciertos símbolos, es decir, ellos "designan" o "apuntan a" algo distinto de sí mismos.

Hay muchas cosas que tienen una función simbólica entre las personas de un grupo determinado. Ciertos emblemas usados por un oficial indican su rango; un distintivo en la solapa acredita que quien lo usa pertenece a una cierta asociación; la hoz y el martillo son el símbolo de una convicción política; los químicos se han puesto de acuerdo en que H significa hidrógeno, O, oxígeno, etc. Los carteros, los militares, los policías, los boy scouts, los sacerdotes, los reyes y muchas otras personas usan vestimentas o condecoraciones que simbolizan su ocupación, dignidad o rango. Por todas partes, tanto en las comunidades primitivas como en las más civilizadas, nos encontramos con símbolos de los tipos más diversos.

Es posible formular una distinción entre signos y símbolos. La humedad de la tierra es un signo de que ha llovido recientemente, el trueno un signo del rayo, el llanto de una criatura un signo de que le ha ocurrido algo desagradable. La diferencia entre signo y símbolo consiste en el hecho de que el signo es "natural" mientras que el símbolo es "artificial", un producto elaborado por seres humanos. Más precisamente, la significación del signo está simplemente en mi conocimiento del curso de la naturaleza y del juego recíproco de las cosas. Sabiendo por experiencia que A y B ocurren por lo común juntos, tomo a A (la humedad de la tierra, el trueno, el llanto del niño) como signo de B (la lluvia, el rayo, la experiencia desagradable). Una luz roja que se alterna con otra verde y con otra amarilla en un cruce de calle es, para una persona que posee el conocimiento necesario, el signo de una instalación eléctrica y de un mecanismo que enciende y apaga las luces en un cierto orden regular. Sin embargo, que la luz roja sea también símbolo de una restricción policial respecto del cruce depende de una convención que muy bien podría haber dado al rojo un significado diferente. Todos los símbolos son convencionales; esto es, la conexión entre el símbolo y lo que él simboliza es producida por seres humanos mediante acuerdo al uso (costumbre).3

De todos los sistemas de símbolos, el lenguaje es el que se encuentra más plenamente desarrollado, el más efectivo y el más complicado. El lenguaje puede manifestarse como una serie de formas auditivas o visuales (habla y escritura). El significado atribuido a estas formas es claramente convencional. Nada impediría que la palabra "gato" fuera usada para designar al animal doméstico de cuatro patas que hace "guau-guau", y "perro" para designar al que hace "miau". El significado atribuido a los símbolos lingüísticos está determinado por las costumbres de la comunidad referentes a las circunstancias en las que se considera adecuado emitir ciertos sonidos. Quienes se han hecho a los hábitos de una comunidad de habla española están tan acostumbrados a ellos que consideran adecuado decir: "mire, ahí hay un gato" cuando se aproxima el animal doméstico que maúlla, pero hallarían esa expresión totalmente fuera de lugar si se la usara para aludir al animal que ladra.

Las costumbres o normas lingüísticas que establecen la función simbólica del lenguaje sólo pueden ser descubiertas mediante un estudio de la manera en que la gente se expresa. Por "expresión" entiendo la unidad lingüística más pequeña que es soporte de significado por derecho propio. "Mire, ahí hay un gato" es una expresión. Ella, en su integridad, es el soporte de un significado. La comunicación lingüística entre los seres humanos tiene lugar por medio de tales unidades y, en consecuencia, ellas deben constituir el punto de partida para el estudio de la función simbólica del lenguaje.

Es importante subrayar esto, porque de otra manera se puede fácilmente caer en el error de que el significado de una expresión es el resultado de la suma total de los significados de las palabras individuales que la forman. Las palabras individuales carecen de significado independiente, sólo tienen un significado abstraído de las expresiones en las que aparecen. Si uno dice "gato" en forma aislada, esto nada significa. No es una expresión, a menos que la palabra, de acuerdo con las circunstancias (por ejemplo, si huelo y miro inquisitivamente en derredor), pueda ser interpretada como una forma abreviada de un juicio tal como: "debe haber un gato por aquí cerca".

¿Qué significa la palabra "mesa"? La respuesta sólo puede ser dada estudiando un gran número de expresiones en las que aparezca esta palabra. Tal es el procedimiento adoptado en la preparación de un diccionario. Se colecciona una vasta cantidad de material consistente en expresiones que constituyen ejemplos de usos de la palabra. El contexto mostrará la referencia con que la palabra ha sido usada en cada individual. Si se anota así cada referencia individual, surgirá un campo de referencia correspondiente a la palabra, que puede ser comparado con un blanco. En torno al centro habrá una densidad de puntos, cada uno de los cuales marca un impacto en la referencia. Hacia la periferia la densidad decrecerá gradualmente. La referencia semántica de la palabra tiene, como quien dice, una zona central sólida donde su aplicación es predominante y cierta, y un nebuloso círculo exterior incertidumbre, donde su aplicación es menos usual, y donde gradualmente se hace más dudoso saber si la palabra puede ser aplicada o no. No dudo por un instante que puedo llamar "mesa" al mueble a cuyo lado estoy sentado y sobre el que escribo. Del mismo modo usaré la palabra para otros objetos semejantes, pero de tamaño menor: la mesa del cuarto de los niños, la mesa de una casa de muñecas. Pero ¿no hay un límite en cuanto a la pequeñez del objeto? En otros casos parece que es la función, y no la forma, lo que determina el uso lingüístico. "¿Colocamos la mesa?", pregunto a mi compañero de viaje en el compartimento del ferrocarril, y aludo aquí a una tabla colgante. Normalmente no describiríamos a un cajón de madera como una mesa. Pero si por falta de algo mejor hemos tendido un mantel sobre ella y depositado allí la comida, podemos muy bien decir que "la mesa está puesta". ¿Podemos llamar mesa a una mesa de operaciones o sólo puede usarse la expresión compuesta?

No tiene objeto, por lo tanto, preguntar qué es lo que una mesa "realmente es".4 Si en ciertos casos dudo si algo es o no una mesa, esta duda no revela falta de conocimiento acerca de la "naturaleza" del objeto; nace, simplemente, del hecho de que no estoy seguro si estará de acuerdo con el uso aplicar la palabra "mesa" para designar el objeto particular. Esta vacilación, a su vez, resulta del hecho de que es posible usar la palabra de esta manera en ciertas circunstancias. Hemos visto, por ejemplo, que en ciertas circunstancias puedo describir un cajón de madera como una mesa, mientras que, claro está, generalmente no lo haría.

Estas observaciones acerca de la palabra "mesa" valen para todas las palabras en el uso ordinario cotidiano. Para todas ellas vale que su significado es vago, o que su campo de referencia es indefinido y consiste en un zona central de aplicaciones acumuladas, que se transforma gradualmente en un círculo de incertidumbre que abarca posibles usos de la palabra en condiciones especiales no típicas.

La mayor parte de las palabras no tienen un campo de referencia único, sino dos o más, cada uno de ellos construido en la forma de una zona central a la que se añade un círculo de incertidumbre. Tales palabras son llamadas ambiguas. Tal es el caso, por ejemplo, de la palabra inglesa nail que quiere decir "uña" y "clavo".

En resumen, los siguientes axiomas se aplican a las palabras en el uso cotidiano:

  1. El significado posible de toda palabra es vago; su posible campo de referencia es indefinido.
  2. La mayor parte de las palabras son ambiguas.
  3. El significado de una palabra se determina en forma más precisa cuando ella es considerada como parte integrante de una determinada expresión.
  4. El significado de una expresión -y con ello el significado de las palabras contenidas en la misma- se determina en forma más precisa cuando la expresión es considerada en la conexión en que es formulada. Esta conexión puede ser lingüística (el contexto) o no lingüística (la situación). A partir de 3) y 4) es posible formular la siguiente generación: el significado de una palabra es una función de la conexión -expresión, contexto, situación- en que la palabra aparece. Para analizar más cerca el papel que desempeña la conexión, veamos unos pocos ejemplos.

La palabra inglesa nail puede referirse a una parte del cuerpo humano y a un artículo de uso general. En la expresión "my nail hurts" ("me duele la uña" o "mi clavo hace doler") parecería claro que la palabra es usada en el primer sentido, porque sólo en ese sentido la expresión parece tener un significado razonable. Partimos de la hipótesis, por lo tanto, de que la expresión tiene un significado razonable. Sobre la base de esta hipótesis la interpretación espontánea es la más obvia, pero no la única. Es posible imaginar circunstancias en las que una interpretación diferente sea la indicada; por ejemplo, si la expresión se formula cuando dos personas están tratando de ver si duele pincharse con diferentes tipos de clavos.

Lo mismo se aplica a la manera en que el significado de una expresión es especificado por el contexto o por la situación. Si tomamos la frase "The nail is too long" ("la uña es o está demasiado larga" o "el clavo es demasiado largo") en forma aislada, es imposible ver con qué significado se emplea la palabra nail. Pero si del contexto o de la situación resulta claro que la expresión se formula como preliminar de un pedido de que le corten a uno las uñas, entonces no cabe duda alguna.

De todo esto podemos deducir que el papel desempeñado por las conexiones en la determinación del significado consiste en que ellas proporcionan un fundamento para decidir, sobre la base de ciertas hipótesis, cuál de las varias interpretaciones -cada una de ellas posible si sólo se toma en cuenta el uso lingüístico- es la más probable. La interpretación por conexión no se apoya en el uso lingüístico y no utiliza como herramientas las palabras empleadas, sino otros datos. Ella trabaja con todos los hechos, hipotesis y experiencias que puedan arrojar luz sobre lo que una persona intentó comunicar. La interpretación por conexión es un estudio de prueba indiciaria, que hace recordar a la labor de un detective que investiga un crimen.

El mérito a todo esto hay que decidir qué puede ser aceptado, de acuerdo con las circusnstancias, como contexto y situación. El contexto se extiende hasta donde se pueda suponer que una expresión fue formulada teniendo otra en mente, y que el autor quiso que ambas se aplicaran en forma conjunta. A menudo se da por sentado, no sin optimismo, que ello ocurre con todas las expresiones que aparecen en una misma obra científica. Pero si las primeras obras de un autor se toman como datos de interpretación hay que tener en cuenta que sus opiniones junto con su terminología y su estilo, pueden haber cambiado con el correr del tiempo. En el campo jurídico es frecuente considerar que las expresiones que aparecen en una misma ley (decreto, contrato, etc.), forman parte del mismo contexto. Si se toman en consideración provisiones legales antiguas junto con otras más recientes, es menester hacer las mismas reservas. La situación abarca todos los hechos y circunstancias que pueden indicar cuál era la intención del autor. Incluye así la orientación política de éste, sus ideas filosóficas, las características de las personas a quienes estaban dirigidas sus declaraciones, la razón probable que lo movió a formularlas, los ademanes, las expresiones faciales, el énfasis, etc., además de toda la situación vital fáctica, física y social, que condicionó la expresión.

La actividad que se dirige a exponer el significado de una expresión se llama interpretación. Esta palabra se usa también para designar el resultado de tal actividad. La interpretación puede asumir dos formas. Puede ser hecha de manera tal que el significado de una expresión sea definido más claramente por medio de una descripción formulada en plabras o expresiones diferentes, cuyo significado sea menos vago. O bien puede ser hecha de manera tal que frente a un conjunto de hechos concretos experimentados en forma definida sea posible decidir con un "sí", un "no" o un "quizás", si el conjunto de hechos constituye o no una referencia que corresponde a la expresión. Tomemos, por ejemplo, la expresión "cuando se combina ácido clorhídrico y zinc se libera hidrógeno". Una interpretación del primer tipo, apuntará a explicar en palabras, con más plenitud, qué es lo que ha de entenderse por cada una de las expresiones usadas. Podría mostrar, v. gr., que "se combina" significa que el zinc es puesto en contacto con el ácido pero no, por ejemplo, que un pedazo de zinc y una botella de ácido clorhídrico son envueltos uno al lado del otro en un pedazo de papel. Una interpretación del segundo tipo estará dirigida a decidir si un cierto curso de hechos "satisface" el significado de la expresión, de modo que pueda afirmarse que nos hallamos en presencia de hechos que la expresión designa. La interpretación del primer tipo se llama interpretación por significado, y la del otro tipo interpretación por referencia.

El principio guía para toda interpretación es el de la primaria función determinativa de significado que cumplen la expresión, como una entidad, y las conexiones en que ella aparecen. El punto de partida de toda comprensión es la expresión como entidad, tal como es experimentada por la persona que la recibe en una situación concreta definida. A partir de ese punto la interpretación puede proseguir, parcialmente hacia un análisis de los elementos que constituyen la expresión: las palabras individuales y su conexión sintáctica, y parcialmente hacia un análisis del contexto en el que la expresión aparece, y de la situación en que fue formulada.

En el primer análisis -esto es, el que se dirige al significado de las palabras- es importante entender que el significado de una expresión no está construido como un mosaico con el significado de las palabras individuales que la componen. Por el contrario, el significado que el análisis puede atribuir a los elementos individuales es siempre una función del todo en el cual aparecen. A menudo nos encontramos con la opinión de que la interpretación de la ley puede o tiene que tomar como punto de partida el significado ordinario de las palabras tal como resulta de su uso. Este parecer es ilusiorio. No existe tal significado. Sólo el contexto y el deseo de hallar un significado "bueno" o "razonable" en relación con una situación dada, determinan el significado de las palabras individuales. Pero con frecuencia no nos hacemos cargo de la función del contexto. Si en una de las entradas de una exhibición ganadera hay un cartel que dice: "Por aquí sólo pueden entrar cuidadores con animales", nadie imaginaría que el cartel autoriza la entrada a cuidadores que lleven consigo a sus canarios. Es fácil pasar por alto el hecho de que la palabra "animal" recibe aquí una interpretación condicionada por la situación y el propósito, que es mucho más restringida que una definición del significado de la palabra según el uso. Por supuesto que en otras situaciones la palabra podría incluir a los canarios.

En el segundo análisis, referente al contexto y a la situación en que la expresión es formulada, las cosas son algo diferentes. La conexión externa de la expresión no resulta dada en forma inmediata junto con ésta. El contexto no es aprehendido en forma simultánea, sino sucesiva. Cuando leo un libro, no es verdad que no atribuyo ningún significado a la primera frase hasta que he leído toda la obra. Pero, de todos modos, el contexto es co-determinativo. Ocurre a menudo que mi comprensión de las primeras páginas del libro ha cambiado cuando lo termino y comienzo a leerlo de nuevo. Tiene lugar una curiosa "vibración interpretativa". Mi comprensión de las primeras frases co-determina la comprensión de las siguientes. Pero mi aprehensión del libro en su totalidad, que surge como resultado, puede tener un efecto retroactivo modificador que influye sobre mi comprensión de las frases individuales, y esto, a su vez, ofrece la posibilidad de que mi concepción del todo pueda resultar cambiada, y así sucesivamente. Algo semejante puede ocurrir respecto del papel de la situación en que la expresión ha sido formulada.

En el lenguaje cotididano el contexto y la situación constituyen los factores más importantes en la determinación del significado. Pero no son los únicos. El significado de las palabras es relativo o dependiente en un plano totalmente distinto, que podríamos llamar sinonímico o sistemático. Esto quiere decir que el significado de una palabra queda determinado más precisamente si se la compara con otras palabras que pueden ocupar el mismo lugar en una frase y que ofrecen un "campo de significado" más amplio. Por ejemplo, la escala de adjetivos: ardiente, caliente, tibio, fresco, frío, helado. Al comparar una determinada palabra con otras cercanas a ella o con palabras opuestas, podemos determinar su posición relativa en un campo de significado. El significado, por ejemplo, de la palabra "intencionalmente" en una expresión dada, es definido en forma más precisa imaginando qué otras palabras o giros pueden ocupar el mismo lugar en la expresión y determinando así la posición relativa ocupada por "intencionalmente" en el campo de significado deslindado de esa manera (accidentalmente, con negligencia, con negligencia grave, intencionalmente, con premeditación deliberada y así sucesivamente). Para el lenguaje cotidiano, sin embargo, el método sinonímico nunca puede remplazar al contexto y a la situación como fundamento de la interpretación. El lenguaje científico, por otra parte, está caracterizado por una tendencia a cultivar la formación pura de conceptos sistemáticos, independizándose así del contexto y de la situación. Sin embargo, sólo en la forma más elevada del lenguaje científico, en el lenguaje símbolo de las matemáticas puras, este esfuerzo ha tenido pleno éxito. Puesto que las directivas jurídicas están preponderantemente acuñadas en la terminología del lenguaje cotidiano, el contexto y la situación son los auxiliares fundamentales para la interpretación judicial. El método sinonímico-sistemático sólo desempeña el papel más modesto que le cabe en otros usos lingüísticos no científicos.

Una interpretación, sea de un tipo o de otro, con frecuencia no nos conducirá a un resultado preciso exento de ambigüedad. Consideremos los siguientes ejemplos tomados del filósofo noruego Arne Naess 5. Algunos estudiantes creían que más del 25% de los candidatos que en un cierto año habían intentado aprobar un examen de filosofía habían fracasado. En este enunciado la frase "más del 25% de los candidatos habían fracasado" puede interpretarse por lo menos de las siguientes maneras distintas:

1) "Más del 25% de los candidatos que se anotaron para el examen no obtuvieron una nota suficiente para aprobar".

2) "Más del 25% de los candidatos que efectivamente se presentaron a dar examen no aprobaron" (algunos candidatos no se presentaron por razones de enfermedad, etc.).

3) "Más del 25% de los candidatos que se presentaron a dar examen y no abandonaron el aula en seguida de haber leído las preguntas, no aprobaron" (algunos candidatos se presentan para abandonar de inmediato si las preguntas les resultan demasiado difíciles).

4) "Más del 25% de los candidatos que intentaron contestar las preguntas no aprobaron".

5) "Más del 25% de los candidatos que entregaron respuestas no aprobaron."

¿A cuál de estos posibles significados se refería la opinión de los estudiantes? Hay dos razones para que esta pregunta probablemente no pueda ser contestada. En primer lugar puede ocurrir que una interpretación basada en el contexto y en la situación no conduzca a resultado alguno, tal como puede ocurrir que un detective no sea capaz de encontrar pruebas concluyentes que permitan identificar al autor de un asesinato. En segundo lugar, puede ocurrir que el resultado negativo se deba al hecho de que los propios estudiantes no tenían conciencia clara de lo que exactamente querían decir. Esto puede hacerse visible si se los interroga al respecto, porque ellos pueden admitir que no se les habían ocurrido las diversas posibilidades y, por lo tanto, que no se habían decidido por ninguna de ellas. En una situación como ésta el detective no puede resolver el asesinato por la sencilla razón de que no se ha cometido asesinato alguno.

Frente a estos casos Naess diría que el tema a interpretar posee menor "exactitud de intención o profundidad intencional" que las interpretaciones posibles.

Una falta de exactitud de intención no es necesariamente un defecto del autor. Probablemente un cierto grado de inexactitud es siempre inevitable, puesto que es posible imaginar en todos los casos determinaciones cada vez más sutiles. El propósito práctico de una expresión determina el grado de exactitud de intención apropiado. Es perfectamente sensato decirle a un automovilista que la distancia entre Nueva York y Boston es de 184 millas. Es verdad que la intención puede ser profundizada mediante precisión interpretativa (desde qué punto de Nueva York hasta qué punto de Boston y así sucesivamente), de modo que podamos expresar la distancia en pulgadas, pero en la práctica esto carecería de objeto.

Si por una razón u otra (es decir ya sea porque no se puede hallar prueba concluyente o porque la intención no tiene suficiente profundidad) no es posible llevar adelante la interpretación más allá de un punto que deja abierto un número de posibilidades, entonces el intérprete debe abandonar. Si, con todo, elige una posibilidad en particular, ello no constituye el próximo paso dentro de una interpretación, sino que es una decisión motivada por consideraciones ajenas al deseo de aprehender el significado de una expresión. La interpretación de directivas, especialmente, exige decisiones de ese tipo. Si hay una regla, por ejemplo, en el sentido de que cuando más del 25% de los candidatos fracasa en los exámenes de filosofía, el jefe del departamento debe tomar ciertas medidas, entonces éste puede verse forzado a elegir una u otra de las posibles interpretaciones especificadas. En tal caso, el jefe del departamento toma una decisión que nada tiene que ver con la interpretación de la directiva.

A menudo se hace una distinción entre las llamadas interpretación subjetiva e interpretación objetiva, en el sentido de que la primera se dirige a descubrir el significado que se intentó expresar, esto es, la idea que inspiró al autor y que éste quiso comunicar, mientras que la última se dirige a establecer el significado comunicado, esto es, el significado que está en la comunicación como tal, considerada como un hecho objetivo. Un trabajo literario o científico, por ejemplo, puede ser interpretado tratando de llegar a lo que el autor realmente pensó y quiso expresar, o puede ser considerado como una manifestación intelectual objetiva, desligada de su autor, en cuyo caso la interpretación procura encontrar el significado que la obra puede transmitir a una persona que la lee. Del mismo modo una promesa puede ser interpretada teniendo en vista lo que el promitente realmente intentó expresar (aún cuando se haya expresado mal), o teniendo en vista el significado que sus palabras puedan haber transmitido al destinatario. Tomada así como un contraste absoluto entre intención y comunicación, entre lo que se quiere decir y lo que se dice, la distinción es insostenible. Por una parte, la intención, siendo un fenómeno de conciencia interno del autor, es fundamentalmente inaccesible. Lo que entendemos por interpretación subjetiva es en realidad la interpretación que alcanzamos cuando tomamos en cosideración no sólo la expresión lingüística, sino todos los otros datos relevantes: el contexto y la situación, que incluye las opiniones políticas y filosóficas del autor, el propósito declarado y el propósito presumido que lo guió al formular la expresión, etc. Podemos incluso interrogarlo, y su respuesta proporcionará datos interpretativos adicionales. Por otra parte, la comunicación como tal no tiene un significado objetivo preciso, la comprensión que suscita en los demás varía con los datos de interpretación que el destinatario toma en cuenta. La diferencia entre interpretación subjetiva y objetiva, por lo tanto, no ha de ser buscada en el contraste entre los propósitos de la interpretación (el significado intentado como cosa opuesta al significado comunicado). Toda interpretación parte de la comunicación y procura llegar a la intención. La diferencia depende de los datos que se toman en cuenta al interpretar. La interpretación subjetiva se vale de todas las circunstancias que pueden arrojar luz sobre el significado, en particular todas las circunstancias personales y de hecho ligadas a la composición de la expresión y a su declaración. La interpretación objetiva limita los datos a aquellos que son discernibles por el destinatario en la situación en que se halla al aprehender la expresión. La diferencia és más significativa cuando la situación en que la expresión es aprehendida difiere de la situación en que ha sido formulada. Si, por ejemplo, el objeto de la interpretación es una obra literaria del pasado, una interpretación subjetiva investigará las opiniones culturales básicas del período y la vida del autor, con la esperanza de hallar allí indicios para la comprensión de la obra; una interpretación objetiva, en cambio, prescindirá de todo esto e intentará comprender la obra a partir de su contenido ideal "inmanente". Esto no quiere decir, empero, que la interpretación objetiva es puramente lingüística. Tal como señalaremos en los párrafos siguientes, la creencia en una "interpretación literal" es una ilusión. La interpretación se apoya siempre en otros factores; en particular, en conjeturas acerca de la "idea", el "propósito" o "la intención" asociados a la obra. La misma conciencia del hecho de que uno está ocupándose de un poema, de una obra científica, de una ley, etc. es en sí importante. La interpretación objetiva simplemente se rehúsa a investigar la intención estudiando la manera en que la obra llegó a producirse. De tal modo, la interpretación objetiva (en obvio contraste con lo que la terminología autorizaría a creer- adquiere un tono de mayor inexactitud y arbitrariedad que la interpretación subjetiva. La interpretación "objetiva" de obras poéticas tales como el Fausto de Goethe o el Hamlet de Shakespeare, tiende a transformarse en "subjetiva", en el sentido de que llega a ser la expresión de lo que épocas diferentes han visto en estas obras.

La interpretación objetiva puede llegar a ser una construcción ideal en conflicto directo con la intención del autor. Las diversas interpretaciones de Kant, por ejemplo, no se dirigen a verificar lo que Kant "realmente quiso decir". Incluso la respuesta de éste, si fuera posible interrogarlo, no sería decisiva para determinar cuál de las interpretaciones es la "correcta". Estas interpretaciones por decir así, traspasan la obra del autor y poseen una profundidad intencional mayor que la de la propia obra. Ella se apoyan en un ideal de consistencia lógica interna al sistema, que no respeta los hechos, y apuntan a un significado hipotético-ideal, más que al significado de Kant en tanto que hecho histórico-psicológico. Pero ese "traspasar" con el pensamiento puede hacerse en más de una manera9, según que es lo que se considere de mayor importancia en el sistema. Las interpretaciones de este tipo son, pues, valorativas y creadoras, y están más allá de los límites de una interpretación genuina, en el sentido en que esta palabra ha sido entendida aquí.

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