TIC, democracia y ciudadanía

  • Albert Batlle Rubio

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Introducción

Habiendo descrito cuáles son los elementos esenciales con los que podemos definir y medir la existencia de la sociedad de la información y las perspectivas teóricas que orientan su análisis, en este módulo analizaremos cuáles son los efectos de la aparición y generalización de las TIC en la acción política individual y colectiva que se produce al margen de las instituciones políticas tradicionales. Dicho en otros términos, intentaremos responder a cuestiones como por ejemplo cómo se utilizan las TIC en la acción política, para qué se usan, quién las utiliza y cuáles son las consecuencias de su uso en el ámbito político.

1.Democracia y participación política

En las sociedades occidentales la participación individual (y también colectiva) en los procesos políticos ha experimentado una decadencia que se arrastra desde hace algunas décadas. Este hecho es especialmente relevante si se consideran los canales de participación política tradicionales (por ejemplo, los partidos políticos o los procesos electorales). Estos datos se han interpretado de manera reiterada como una muestra de la crisis de las democracias representativas y de su déficit creciente de legitimidad. Parece que la gente ya no está interesada en los fenómenos políticos.
Tabla 1. Niveles de participación política en las elecciones al parlamento en diferentes países europeos desde los años cincuenta (en porcentajes)
Países
1950
1960
1970
1980
1990
2000*

Bélgica

88

87

88

89

84

86

Dinamarca

78

87

86

85

82

83

Alemania **

84

83

86

79

74

73

Grecia

-

-

83

86

85

80

España

-

-

76

76

79

77

Francia

71

67

67

64

61

51

Irlanda

74

74

82

76

70

68

Italia

93

94

94

93

90

82

Países Bajos

88

90

85

81

73

77

Austria

89

90

88

87

77

74

Portugal

-

-

87

81

75

69

Finlandia

76

85

82

79

70

69

Suecia

77

83

87

86

81

79

Reino Unido

79

74

74

73

72

58

Los datos están basados en población con edad de votar (voting age public, VAP). * Hasta 2008 / Grecia hasta 2007. ** O cuando corresponda, la República Federal de Alemania. Fuente: Adaptado del Institute for Democracy and Electoral Assistance.

Aun así, aunque la participación política de carácter tradicional parece que está en crisis, aparecen nuevas formas de participación política individual y colectiva que están en alza (Putnam, 2000). Dicho de otro modo, los canales de participación política están cambiando y surgen nuevas arenas y mecanismos para su desarrollo; la acción política que se enmarca en una estructura institucionalizada de carácter colectivo –por ejemplo, por medio de un partido político– se está sustituyendo gradualmente por formas de acción política más individualizadas –por ejemplo, firmar una petición o establecer contacto directo con los políticos para formular una demanda– (Johansson, 2003) o por formas de participación política de carácter colectivo que recurren a canales alternativos a los tradicionales.
Por participación política se entiende el conjunto de actividades que llevan a cabo ciudadanos para influir en los resultados de la política. Estas actividades pueden ser muy diversas, pueden ir desde el voto hasta la recogida de firmas, la participación en manifestaciones o huelgas, la donación de dinero, el boicot de productos por motivos políticos, el contacto con los medios, etc.
Además de la cuestión sobre cómo se canaliza la acción y la participación política de los ciudadanos en democracia, otra pregunta relevante que ha despertado un gran interés entre politólogos y analistas políticos es la de quién participa realmente en política. La pregunta es muy pertinente: si la participación y la acción política acaban influyendo en los resultados y en las políticas públicas, analizar qué individuos o colectivos son más proclives a movilizarse políticamente nos permite tener una idea sobre qué temas tendrán más visibilidad en la agenda pública y qué intereses tendrán más o menos voz en el escenario político. De hecho, una de las conclusiones a las que llegan los analistas políticos es que la participación se distribuye de manera desigual entre la población.
Uno de los modelos más influyentes para el análisis de la participación política es el modelo del voluntarismo cívico (Verba y otros, 1995), el cual explica de una manera muy sencilla la variación en la participación política en función de tres motivos principales: los ciudadanos participan porque pueden, porque quieren o porque alguien se lo ha pedido. El hecho de poder está unido con los recursos y las capacidades de los individuos, el hecho de querer se relaciona con la actitud del individuo hacia la política, y el hecho de haber sido animado se explica por la conexión del individuo con los actores o las redes de movilización política. Así pues, los factores que se deben tener en cuenta son los siguientes:
  • Recursos individuales. El estatus socioeconómico del individuo influye en los recursos y la capacidad para la acción política. De este modo los individuos que tienen menos recursos (como por ejemplo las personas que tienen ingresos bajos, pocos estudios, que tienen poco tiempo libre, etc.) cuentan con menos posibilidades de participar en política. También la edad es un factor relevante que se debe tener en consideración, dado que está relacionada con la experiencia y el desarrollo de habilidades y conocimientos sobre cómo funcionan las instituciones y las organizaciones. Por otro lado, los jóvenes tienden a desentenderse de la política convencional (relacionada con las elecciones y los partidos políticos) y a preferir modos de participación política alternativa.

  • Actitudes políticas. Además de la capacidad o de los recursos individuales, es indispensable el hecho de querer participar y actuar políticamente. En este sentido, por actitudes políticas hay que entender las ideas, los valores o las motivaciones que afectan al comportamiento político de los individuos, y que se han formado a lo largo de la socialización política y según la experiencia personal. Por ejemplo, las personas que muestran mucho interés por la política tienden a implicarse más en acciones políticas que las que muestran un sentimiento de apatía o de indiferencia. Otras actitudes pueden tener un papel importante a la hora de explicar la participación política, como por ejemplo la posición ideológica, el grado de simpatía hacia los partidos políticos, el grado de satisfacción o de insatisfacción con el contexto político, la percepción de eficacia política (es decir, la percepción de ser capaz de influir sobre el proceso político), etc.

  • Recursos de grupo y movilización. Este conjunto de factores hacen referencia a cómo el individuo se relaciona con el contexto social y político. Las relaciones con otras personas (amigos, familiares, vecinos, etc.) o con asociaciones cívicas o políticas pueden ejercer una gran influencia en la movilización política de un individuo, a la hora de convencerlo para ir a votar, participar en una manifestación, firmar una petición, tomar parte en una campaña electoral, etc. Por otro lado, la participación en grupos y asociaciones sociales (por ejemplo, ser voluntario en una ONG, dirigir una reunión de vecinos, ser miembro de la asociación de padres de una escuela, etc.) puede favorecer la acción política en el sentido de que, por ejemplo, permite al individuo ejercitar habilidades cívicas y sociales, desarrollar contactos personales o acceder a flujos de información de todo tipo, que después pueden hacer menos costosa la participación en actividades de tipo político.

Teniendo en cuenta que la participación política se distribuye de manera desigual, en función de toda una serie de factores, nos podríamos preguntar hasta qué punto las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han variado este panorama. ¿Las TIC han reducido los costes de la participación política? ¿Han facilitado la movilización política entre los ciudadanos? ¿Han abierto nuevas vías y nuevas oportunidades para la movilización y la participación políticas? O bien, ¿han introducido nuevas barreras y formas de exclusión? ¿Han hecho más desigual el acceso a la política? A lo largo de este módulo intentaremos dar una respuesta a estas preguntas y evaluaremos el papel que han tenido y tienen las TIC en la dinámica política de las democracias. Para hacerlo, centraremos el análisis en una doble vertiente. Por un lado, tendremos en cuenta los efectos de las TIC sobre la acción política en el ámbito individual y, por otro, estudiaremos los efectos sobre la acción colectiva.

2.Acción política individual y TIC

2.1.La discusión teórica

Normalmente, los estudios sobre la participación política individual y TIC establecen como marco de referencia los procesos electorales y, por lo tanto, la pregunta que se formulan queda reducida a cómo las TIC (esencialmente internet) pueden incrementar este tipo concreto de participación política. Detrás de esta preocupación está la constatación de que los resultados electorales podrían ser diferentes si se consiguiera la participación completa de un electorado plenamente informado (Tóka, 2000).
Una de las conclusiones principales de las perspectivas normativas sobre el impacto de las TIC en los procesos políticos se debe al enfoque populista: el aumento de flujo de información política debido a las TIC –el gran volumen de la información política presente en internet– provocará de manera automática un incremento de la participación política individual que, a su vez, transformará las relaciones entre los ciudadanos y los decisores políticos, que tenderán a nivelarse y a hacerse más igualitarias. En el estadio final, la intensificación de las relaciones directas entre los ciudadanos y los decisores políticos conduciría a la desaparición de los intermediarios políticos.
Según las tesis ciberoptimistas, las TIC generarán un mobilization effect que favorecerá la participación política individual (Norris, 1999).
Aunque esta tesis no especifica los mecanismos causales que permiten vincular el volumen de información política con un aumento de la participación (es decir, no especifica cómo, por medio de qué mecanismos, se pasa de la información a la acción), es relativamente sencillo descubrirlos:
  • Se atribuye a la información política un poder causal sobre la participación por medio del efecto que tiene sobre el interés. Dicho de otro modo, el mayor volumen de información política en circulación tendría un primer efecto positivo sobre el interés por la política y, por lo tanto, un efecto indirecto sobre la implicación y el compromiso político de los individuos.

  • El poder de comunicación de las TIC permitiría a los ciudadanos comunicarse directamente con los decisores políticos sin necesidad de utilizar los intermediarios políticos, lo que aumentaría la participación política individual porque modificaría los incentivos de participación de cada ciudadano.

2.1.1.Información política y TIC
El argumento basado en el vínculo causal información-interés-participación podría ser cierto si la información política no fuera costosa. Este supuesto, que obviamente en ningún caso es considerado por la literatura normativa, plantea dos cuestiones fundamentales. La primera gira en torno a los costes asociados con la información, y la segunda, en torno al efecto de las TIC sobre los costes de la información.
La información política es costosa.
Downs (1957) ofrece una explicación sobre las operaciones mentales y los costes implicados en el proceso de obtener información. Estos costes se pueden medir en términos de la necesaria inversión de recursos limitados para conseguir la información –mentales y de tiempo– y en términos del coste-oportunidad –aquello que perdemos poniendo estos recursos a trabajar en esta actividad y no en otra alternativa.
No cabe duda de que las TIC han aumentado el volumen y la visibilidad de la información política en circulación, pero esta realidad no ha eliminado los costes asociados a este tipo de información. Incluso se puede argumentar que las características de las TIC (concretamente de internet) encarecen el proceso de obtener la información:
  • No podemos obviar la existencia de la brecha digital, un fenómeno que necesariamente implica un encarecimiento de la obtención de información política para las personas fuera de línea.

  • Si bien es cierto que las TIC aumentan el volumen de información política en circulación (en términos cuantitativos), esto no simplifica sino que más bien complica el proceso de selección, procesamiento y asimilación de la información (Downs, 1957).

  • Los requisitos para informarse por medio de las TIC son más exigentes debido al carácter proactivo del nuevo medio, en contraste con el carácter pasivo de otros medios como la televisión y la radio.

Cuando introducimos el supuesto –mucho más realista– de que la información política es costosa y de que las TIC no eliminan los costes relativos a su obtención, todo el edificio argumentativo de las tesis populistas se derrumba.
Si se asume que la información política es costosa, difícilmente se puede argumentar que esta preceda al interés en la secuencia que explica el comportamiento político individual. De hecho, la secuencia información-interés-acción viola dos supuestos básicos del comportamiento instrumental:
1) Viola la intencionalidad asociada al comportamiento instrumental. Este supuesto está conectado directamente con la idea de que el comportamiento humano no es errático ni aleatorio, sino que se dirige a la consecución de unos fines y que las acciones son medios para satisfacer estos fines. Dicho con otras palabras, en el comportamiento instrumental la intención (o interés) precede siempre a la acción (evidentemente, esto no significa que la intención se traduzca siempre en comportamiento, pero sí que sin intención no hay comportamiento). Desde esta perspectiva, es difícil imaginar que la acción de informarse políticamente preceda a un interés político que apelaría directamente a la intencionalidad.
2) Viola el criterio de la maximización de la utilidad: ¿por qué un individuo tiene que asumir un coste si no espera obtener beneficios claros con su acción?
Necesariamente, el orden de esta secuencia se debe invertir: la acción de informarse –precisamente porque es costosa– no solamente ha de estar precedida por la intención o el interés, sino que debe ser el producto de un cálculo en el que los beneficios que se esperan de la acción superen los costes de esta. Esto nos lleva a la pregunta siguiente: ¿en qué condiciones los beneficios de adquirir información serán superiores a los costes? Es decir, ¿cuándo será racional para un individuo invertir recursos en obtener información política? Según Downs (1957), será racional informarse políticamente cuando los beneficios que se esperan de obtener una unidad adicional de información superen los costes; esto dependerá tanto de la diferencia de utilidad que el individuo obtiene tomando la decisión correcta por contraste con la decisión errónea, como de la probabilidad de que una unidad adicional de información contribuya a modificar su decisión.
El problema fundamental para explicar la participación política individual en estos términos es que a la diferencia de utilidades que se deriva de tomar una decisión correcta o equivocada para el individuo hay que descontar el impacto que una decisión correcta tendrá en el resultado –es decir, la influencia de su participación en el resultado final. Dado que el impacto de esta decisión (medido por medio de la probabilidad de que la participación política individual sea decisiva en el resultado político final) es próximo a cero, Downs concluye que lo que es racional para el ciudadano común será no informarse. Esta conclusión ha dado nombre a la paradoja del ignorante racional.
Según Downs, lo que es racional para el ciudadano será no solo rechazar la inversión de recursos limitados en la obtención de información política, sino limitar la absorción de información política gratuita. Es evidente que bajo estos supuestos teóricos, la racionalidad de la participación política individual quedaría en entredicho. Aun así, como Downs también señala, esto no significa que todos los individuos que invierten recursos en obtener información política y que participan políticamente sean irracionales.
La posición y ubicación social de los individuos –es decir, la división del trabajo– explica que entre ellos haya diferencias en cuanto a la información política, tanto en las dificultades de acceso como en la necesidad.
La división del trabajo explica que, aunque la función de utilidad de informarse políticamente pueda ser generalmente negativa como ciudadanos, como empresarios políticos, hombres y mujeres de negocios o profesores de universidad esta función de utilidad puede ser positiva.
Ejemplo
Para un hombre o mujer de negocios cuyos ingresos dependen de un sector económico determinado, es altamente rentable estar informado sobre la política del gobierno en este sector; o para un empresario político, cuya finalidad es convencer a los demás de que lo voten, estar informado puede ser de vital importancia para satisfacer sus deseos. En estos casos, obtener información política no solo puede ser altamente rentable, sino que la utilidad que proporciona al individuo se puede medir en ingresos, en beneficios materiales.
Los usuarios y consumidores principales de la información política que proporcionan las TIC serán aquellos para quienes la inversión en obtención de esta información sea rentable.
La obtención y el consumo de información política serán rentables –en cuanto a la demanda– para los individuos politizados que ya participan en política, y –en cuanto a la oferta– para los agentes que actúan como intermediarios políticos. Para los primeros, los costes de hacer una actividad que ya llevaban a cabo previamente se ven reducidos gracias al uso de las TIC; para los segundos, los beneficios directos que esperan obtener de mantener el control sobre la información política continúan siendo muy elevados.
Evidentemente, también existe la posibilidad de que de la acción de informarse se derive cierta utilidad de otras formas menos materialistas.
En este caso, la información política no tendría un valor instrumental, sino finalista. Precisamente el interés individual por el mundo de la política podría propiciar este tipo de valor finalista a la información política.
La asociación ciberoptimista entre la información política y la participación política no tiene sentido si se consideran los costes derivados de la obtención de la información. Introducir el supuesto de que la información política es costosa vacía de contenido la cadena causal información-interés-participación en la que se basa la conclusión principal del enfoque ciberoptimista.
Pero, además, partir de este supuesto desmonta otra de las conclusiones de esta perspectiva, la del hecho de que las TIC provocarán la desaparición de los intermediarios políticos que son utilizados por los individuos como un sistema de adquisición de información política, como un atajo para reducir los costes de obtener la información política. Si la información es costosa (es decir, exige una inversión de recursos escasos que se podrían dedicar a un uso más productivo) y los beneficios de esta inversión son imperceptibles (porque la acción política individual no afecta al resultado político colectivo), ¿por qué debe elegir el ciudadano sustituir un sistema de atajos informativos basado en la existencia de intermediarios políticos (diarios, agencias de noticias, partidos políticos, grupos de interés, etc.) por otro en que él deba asumir directamente los costes de seleccionar, procesar y asimilar la información y decidir finalmente su participación política?
2.1.2.Comunicación política y TIC
El segundo argumento utilizado por la literatura normativa (concretamente por el enfoque ciberoptimista) para defender un aumento de la participación política individual provocado por un efecto TIC se basa en las nuevas posibilidades que ofrecen las TIC para establecer una comunicación directa entre los ciudadanos y los gobernantes. Según este argumento, la posibilidad de poderse comunicar directamente con los decisores políticos aumentará los incentivos para la participación política individual, dado que eliminará los costes derivados de la intermediación política.
Este argumento podría ser cierto si los ciudadanos estuvieran seguros de que su opinión o acción individual influirá en el sentido de la decisión política que suscita su interés. Otra vez es necesario considerar los costes asociados a la información política: la incertidumbre sobre el grado de influencia de la participación individual en las decisiones políticas puede provocar que no sea racional asumir los costes de la participación (y, sin duda, que tampoco lo sea informarse políticamente con la intención de minimizar la probabilidad de tomar una decisión errónea).
Por otro lado, hay otro factor que contribuye a incrementar el grado de incertidumbre de las consecuencias que pueda tener la participación individual sobre las decisiones políticas. La participación política de un individuo también dependerá del nivel o grado de participación esperado: cuantos más individuos se espera que participen, menor será el incentivo para un individuo cualquiera a participar (ya que la probabilidad de que su participación sea decisiva también será más baja) y, en sentido inverso, cuanto más baja sea la participación que se espera, más incentivos habrá para la participación política individual (ya que la probabilidad de que su opinión sea decisiva será más alta). Precisamente este segundo escenario provocará lo que se conoce como bandwagons: si se espera una participación reducida, lógicamente aumentarán los incentivos de participar para un número más alto de individuos. Pero, a su vez, un aumento efectivo de la participación política reducirá los incentivos de la participación y devolverá el índice de participación política individual a su equilibrio original.
En el mejor de los casos, la posibilidad de comunicarse directamente con los decisores políticos no provocará un aumento masivo de la participación.

2.2.La contrastación empírica

Los argumentos derivados de la discusión teórica precedente son consistentes con las conclusiones principales que proporcionan la mayoría de los estudios empíricos que existen sobre los usos políticos de las TIC y el perfil de sus usuarios. De manera implícita, la gran pregunta a la que quieren responder estos estudios empíricos se refiere a la direccionalidad de las relaciones entre las TIC y la participación política individual: ¿tienen las TIC algún efecto positivo en la participación política individual o son los individuos políticamente activos los que precisamente hacen un uso político de las TIC?
Aunque circunscriben sus análisis a tipologías diferentes de participación política (como, por ejemplo, la participación electoral, la participación en debates electrónicos o la formulación de peticiones mediante las TIC), varios estudios empíricos permiten generalizar la validez de la conclusión siguiente: el acceso a las TIC tiene un impacto limitado en la participación política de los ciudadanos. Dicho en otros términos, el comportamiento político individual de las personas con acceso a internet no es significativamente diferente al de las personas fuera de línea. En realidad, estos análisis demuestran que las TIC suponen un aumento de las posibilidades para la participación política que tiende a ser aprovechado por los ciudadanos que ya son activos políticamente (precisamente las personas con un nivel más alto de confianza y conocimiento del sistema político, las personas con un grado más bajo de desafección política –Norris, 1999–).
Estudios pioneros
Algunos ejemplos de estudios pioneros en esta línea son los análisis elaborados por Norris (1999), Bimber (2001), Owen y Davis (1998) o Hill y Hughes (1998). Los análisis de encuestas parece que apoyan la hipótesis de que las personas que tienden a utilizar las TIC con finalidades políticas son las que ya están movilizadas políticamente:
“El perfil de quienes participan en línea no es significativamente diferente al activista tradicional”.
S. Ward; T. Vedel (2006). “Introduction: the potential of the Internet revisited”. Parliamentary Affairs (vol. 59, núm. 2, pág. 214).
Un estudio más reciente sobre el uso de internet y participación política en España (Anduiza y otros, 2010) también constata que la pauta más habitual es que quienes participan políticamente en línea sean también los que lo hacen con los medios tradicionales. De todas formas, también se detecta a una minoría de personas que, a pesar de no movilizarse políticamente con los canales tradicionales, sí lo hacen exclusivamente por internet; habrá que ver si este comportamiento continuará siendo minoritario o si tenderá a crecer con el tiempo.
El análisis de las características sociodemográficas de los activistas nos puede aportar información relevante sobre quién se moviliza políticamente por medio del canal de las nuevas tecnologías. ¿Quiénes son estas personas? ¿Qué características sociodemográficas presentan? ¿Son representativas del conjunto de la sociedad o únicamente de un segmento de la población que presenta determinados atributos? ¿Las variables que influyen en la participación política fuera de línea son las mismas que influyen en la participación política en línea? Evidentemente, una respuesta afirmativa a esta última pregunta implicaría que nos referimos al propio colectivo. Si se comprueba empíricamente que determinadas variables, como por ejemplo el nivel educativo, el nivel de ingresos y el empleo (como variables socioeconómicas), la edad y el sexo (como variables demográficas) y el grado de atribución de eficacia política del sistema y de interés por la política (como variables actitudinales) están fuertemente asociadas con la participación política por medio de las TIC, se reafirmará la percepción de que son las personas políticamente activas las que tienden a hacer un uso político de las TIC.
En este punto, hay que destacar la necesidad de más estudios empíricos para contrastar esta hipótesis, para analizar el peso relativo de estas variables y describir el grado de representatividad del colectivo de personas que utilizan las TIC con finalidades políticas en relación con la totalidad de la población. De todos modos, la evidencia empírica acumulada hasta ahora tiende a apuntar a las conclusiones siguientes:
  • Como en el caso de la participación política fuera de línea, las variables relacionadas con los recursos personales (el nivel educativo, la ocupación y el nivel económico), las variables de carácter actitudinal hacia el sistema político (lectura de periódicos, frecuencia de discusiones políticas, etc.) y la pertenencia a grupos o asociaciones son buenos predictores de la participación política por medio de las TIC.

  • Hay que tener en cuenta que los factores relacionados con el acceso a las TIC y la habilidad a la hora de usar las tecnologías de la información y la comunicación también son determinantes para explicar la participación política en línea. Esto acentúa algunas desigualdades; por ejemplo, las personas con un nivel educativo bajo o con pocos ingresos (que suelen tener más dificultades para poder acceder a las nuevas tecnologías) tienden a estar subrepresentadas entre quienes utilizan internet como instrumento político.

  • En todos los estudios, la edad aparece como la única variable con incidencia en la participación política por medio de las TIC que invierte su relación respecto a la participación política fuera de línea: las personas jóvenes parecen más predispuestas a un uso político de las TIC, hecho que claramente debe ser interpretado como un efecto generacional.

Por lo tanto, los estudios empíricos ponen de relieve que el perfil del usuario de las TIC que consume información política o que participa políticamente en línea coincide a grandes rasgos con el de quien participa generalmente en política. En resumen, no parece que las TIC tengan ningún efecto positivo sobre la acción política individual porque si bien permiten un mayor acceso a la información política, generan unos efectos muy limitados sobre el interés de los ciudadanos por los asuntos políticos. Dicho con otras palabras, las TIC pueden llegar a facilitar la obtención de información política y la comunicación política directa entre los ciudadanos y los gobernantes, pero su existencia y desarrollo no convierte necesariamente a los individuos en “animales políticos”, no incrementan de manera automática el interés individual por los asuntos políticos.
En el ámbito político, las TIC pueden tener consecuencias positivas sobre el segundo elemento de la secuencia interés-información-acción, pero no así sobre su origen.
El consumo de información política: ¿nuevas desigualdades?
El efecto que tiene el consumo informativo sobre la relación de los ciudadanos con la política ha sido objeto de estudio por parte de analistas de la comunicación y de analistas políticos. Algunos autores apuntan a que los cambios en los nuevos entornos comunicativos (por ejemplo, con la difusión de la televisión por cable y de internet) están cambiando las pautas de consumo de información. Hoy en día, por ejemplo, los programas de noticias compiten al mismo tiempo con una infinidad de programas diferentes basados en el entretenimiento. Si antes todas las cadenas ofrecían diferentes telediarios a lo largo del día, actualmente hay canales de televisión en los que solo se proyectan películas, concursos, etc., de manera que, si se quiere, se puede ver la televisión sin entrar en contacto con programas de noticias o de actualidad política. Por otro lado, internet contiene grandes cantidades de información pero es el propio usuario quien decide cuál es la información que quiere consumir y, por lo tanto, quien filtra qué quiere ver y qué no. Algunos autores sostienen que esta multiplicidad de opciones en manos del consumidor tiene el efecto siguiente: quien está interesado en política tiene muchos más medios para informarse sobre política, y quien no está interesado tiene muchas alternativas a su disposición para consumir otros contenidos (Prior, 2005). Esto haría que los nuevos entornos informativos y las TIC aumentaran las diferencias de conocimiento político entre los que ya están interesados en la política (y que tienen un amplio abanico de contenidos políticos a su alcance) y los que no (es decir, los que optan por no consumir información política y seleccionan otros tipos de contenidos).

3.Acción colectiva y TIC

En el apartado anterior hemos podido comprobar cómo y por qué el uso político de las TIC en el plano individual responde a unos parámetros muy concretos que están significativamente relacionados con los costes de la información política. El propósito de este apartado será describir los posibles efectos que tienen las TIC en la participación de los grupos en el ámbito político, en la acción política de carácter colectivo. Dejaremos para más adelante la acción de grupos institucionalizada, como por ejemplo la de los partidos políticos.
Aunque las TIC no reducen los costes de la información política para el ciudadano común ni disminuyen las ventajas que los “empresarios políticos” continúan teniendo en este mercado, podemos considerar que tienen unos efectos muy interesantes que favorecen la acción colectiva de los grupos. La simple existencia de un interés compartido por diferentes individuos no implica que este interés se convierta de manera automática en una acción colectiva para su defensa o su promoción, del mismo modo que tampoco implica que las diferentes organizaciones políticas asuman su representación. En cierto sentido, para que el interés exista más allá de los individuos considerados aisladamente se debe compartir y se ha de traducir en acción colectiva. Los individuos interesados se tienen que encontrar, descubrir que poseen el mismo interés y articular su presentación pública. En este proceso, las TIC pueden tener un papel destacado.

3.1.Internet, web 2.0 y redes sociales

La filosofía de lo que se ha venido a conocer como web 2.0 ha provocado toda una serie de cambios en el entorno comunicativo de internet. La idea de web 2.0 hace hincapié en la posibilidad de personalizar, intercambiar y compartir información, y de interaccionar virtualmente con otros usuarios (son ejemplos de esto las redes sociales, los blogs, las wikis, etc.). Este concepto aparece en contraposición a un entorno web basado en el consumo pasivo y aislado de información. La posibilidad de crear y compartir contenidos por la red ofrece un gran potencial para la participación y la movilización políticas, en la medida en que permite poner en contacto a personas con intereses similares, compartir información y contenidos de manera fácil e inmediata. El uso de redes sociales está ampliamente difundido. De acuerdo con datos de Eurostat para el año 2011, más de la mitad de los usuarios de internet de la Unión Europea, en concreto un 53%, ha participado en redes sociales (por ejemplo, creando un perfil de usuario, colgando contenidos, haciendo contribuciones en Facebook, Twitter, etc.). Este porcentaje aumenta hasta el 86% en el caso de los jóvenes entre dieciséis y veinticuatro años.
El hecho de estar conectado a las redes sociales permite formar parte de amplios colectivos virtuales que comparten flujos de comunicación y de información. Son muy diferentes los usos que se hacen de estas, y muchas veces sirven sencillamente como canal de entretenimiento o como vía de intercambio de informaciones muy variadas, pero también pueden tener y tienen su potencial político. De hecho, las redes sociales permiten por ejemplo la difusión de noticias, pueden servir para difundir acontecimientos que no han tenido eco en los medios de masas o pueden servir para hacer circular mensajes de apoyo a determinadas causas políticas o sociales, o incluso para organizar y convocar manifestaciones o actos de protesta.
Ejemplo
La amplia difusión de internet ha permitido la existencia de un nuevo canal por el cual vehicular la movilización política. Tanto las organizaciones políticas tradicionales como los nuevos movimientos sociales emplean la red para diseminar mensajes políticos y conseguir adhesiones o apoyos para determinadas causas. Las TIC, por ejemplo, han tenido un papel importante en la organización de manifestaciones, protestas u otras actividades políticas (Bennet y Segerberg, 2012); basta con pensar en la relevancia que han tenido las TIC a la hora de convocar y organizar grandes protestas, como por ejemplo el movimiento contrario a la guerra de Irak o más recientemente el movimiento de los Indignados o las protestas de Occupy Wall Street. La posibilidad de transmitir información de manera instantánea y masiva, por el correo electrónico o por las redes sociales, abarata enormemente los costes de la acción colectiva e incluso ha permitido la articulación de movimientos a escala global (como el movimiento altermundista). Por otro lado, hay que destacar el efecto democratizador de las TIC en la difusión de la información. En efecto, internet permite saltar los filtros habituales de la comunicación (como por ejemplo los medios de masas) y establecer formas de comunicación de carácter más horizontal, de modo que cualquier persona puede lanzar mensajes en la red y convertirse en un agente facilitador de la movilización. Esto hace de internet un medio impredecible, y de hecho no es extraño que países no democráticos hayan puesto trabas a la libre circulación de información en la red para evitar la articulación y la difusión de ideas contrarias al régimen político.

3.2.Consecuencias de las TIC sobre la acción colectiva

Las TIC tienen consecuencias positivas para la participación política en línea y fuera de línea que llevan asociadas altos costes de organización y coordinación –es decir, para la participación política que se concreta en la actividad de los grupos. De hecho, algunos de los efectos sobre los procesos políticos más importantes que se han asociado con las TIC afectan a este tipo de participación colectiva:
1) Las TIC reducen los costes de entrada al mercado político
Tanto el acceso descentralizado como la interactividad –dos de las características esenciales de las TIC– reducen los costes de entrada al mercado de la información política para el “pequeño empresario”, para el activista político que identifica una nueva oportunidad de acceso al mercado político, para la defensa de un interés compartido que no está presente en la agenda política. Las TIC permiten la fácil creación de vínculos políticos que anteriormente no existían en torno a la expresión de un determinado interés compartido. Como comprobaremos, el coste más bajo que tiene para el activista político la entrada en este mercado, unido a la reducción de los costes de coordinación propiciado por el uso de las TIC, puede tener efectos positivos importantes sobre la actividad política de los grupos.
2) Las TIC reducen los costes relativos a la formación de los grupos
Como sostenía la literatura ciberoptimista, las TIC posibilitan la existencia de un meeting place que facilita la comunicación descentralizada, la interacción inmediata y la transmisión de información política relevante entre los miembros potenciales de un grupo. Este nuevo contexto comunicativo facilita la formación de grupos que, en un momento dado, pueden emprender acciones colectivas más allá de los canales tecnológicos que propiciaron su constitución. Esto es así porque, en primer lugar, en esta nueva arena política factores como el espacio y el tiempo no actúan como barreras que dificulten la acción política de los grupos y, en segundo lugar, porque gracias a las características de las TIC la actividad política de los miembros de los grupos se puede ejercer sin la presencia de un control jerárquico top-down, sin el control editorial característico de las organizaciones políticas tradicionales.
Las TIC son un instrumento que facilita la captación de las personas interesadas en determinados temas: el uso político de las TIC en el ámbito colectivo acentúa las potencialidades de los nuevos canales de comunicación para la creación de grupos, para la articulación de colectivos interesados en un tema determinado.
Dicho con otras palabras, las TIC pueden actuar como un mecanismo facilitador para el encuentro de personas con un mismo interés, que pueden llegar a identificar la necesidad de coordinar acciones para su defensa o promoción.
Además, las TIC no tienen únicamente un carácter instrumental (permiten reducir los costes asociados a la formación de grupos y los costes de coordinación de la acción colectiva), sino que pueden ayudar a construir la propia organización y a determinar su naturaleza. Es decir, la acción colectiva en línea puede llegar a ser un sustituto de la acción colectiva fuera de línea, aunque, evidentemente, los efectos que se buscan por medio de la acción política en línea deban traducirse en resultados efectivos y palpables. En términos olsonianos (Olson, 1965), las TIC reducen los costes de la acción colectiva porque facilitan la creación de unos incentivos selectivos que, más allá del carácter supuestamente instrumental de la acción, incentivan la participación de los miembros del grupo, destacando el valor intrínseco del propio acto de participar. Así, el uso instrumental de las TIC para la acción colectiva favorecería la participación al atribuir con más facilidad valor a la propia participación (más allá de los resultados políticos de esta).
Acción colectiva
Jones demuestra empíricamente que uno de los incentivos selectivos que más favorecen la acción colectiva de los grupos en línea es la percepción de los miembros del grupo de que los objetivos políticos de la organización no se reducen a la consecución efectiva de determinados intereses o bienes, sino que, al contrario, la pretensión de la acción colectiva se identifica claramente con el desarrollo de ciertos bienes públicos que permiten al grupo identificarse como una organización altruista –not for profit– (Jones, 2004).
Aun así, la facilidad para la formación de grupos políticos puede tener efectos perversos. En este sentido, la literatura relativa a los efectos de la aplicación de las TIC en la acción colectiva destaca el efecto balcanizador derivado de este uso: precisamente debido a los bajos costes asociados a la formación de grupos, estos se pueden articular en torno a un único tema (single issue groups) que resulte impermeable a la influencia de otras cuestiones colaterales. La extensión de este efecto puede derivar en una polarización de los grupos, dado que la segmentación de la demanda que posibilitan las TIC facilita la formación de grupos homogéneos y especializados integrados por individuos con fuertes preferencias respecto al tema que los agrupa.
Reforzamiento de grupos
Cass R. Sunstein (2007) advierte de que uno de los peligros de internet es precisamente la creación y el reforzamiento de grupos homogéneos con opiniones extremas. Sunstein menciona un experimento sobre democracia deliberativa que se llevó a cabo en Colorado (2005), donde se reunió a un conjunto de ciudadanos para que debatieran sobre temas controvertidos de la agenda política americana (como por ejemplo las uniones civiles entre personas homosexuales, la acción afirmativa en beneficio de grupos desfavorecidos o la lucha contra el cambio climático). Para hacerlo, se crearon diferentes grupos de ciudadanos según su afinidad ideológica (se formaron grupos de ciudadanos liberales y grupos de ciudadanos conservadores) con el fin de que discutieran sobre estos temas de manera separada, y se recabaron las opiniones de los participantes de manera anónima antes y después de la deliberación dentro de cada grupo. La conclusión que se extrajo del experimento es que, después de la deliberación, los participantes acabaron con opiniones más fuertes y extremas sobre cada uno de los temas, y en sentidos opuestos entre liberales y conservadores. Según Sunstein, internet es un mecanismo que amplifica este fenómeno y que, por lo tanto, puede acabar contribuyendo a la polarización y al extremismo político.
3) Las TIC reducen los costes relativos a la coordinación de la acción colectiva
La velocidad, la inmediatez y la superación de la barrera espacial en las comunicaciones proporcionada por las TIC representa la existencia de una verdadera tecnología para la coordinación y la planificación de la acción de los grupos, que, de este modo, ven considerablemente reducidos los costes asociados a la acción colectiva.
En conclusión, el coste más bajo de entrada al mercado político, unido a la reducción de los costes de formación y de coordinación de los grupos, puede provocar una “intensificación” de la acción de estos –un fenómeno que es consistente no solamente con las prescripciones teóricas que sostienen algunos autores, sino también con lo que se ve en la realidad política. De hecho, Bimber (1998) defiende que el hecho que caracterizará la política en la era de las nuevas tecnologías será lo que denomina accelerated pluralism. Bimber defiende que las TIC acelerarán la aparición (y también la desaparición) de los grupos y que su efecto principal en el ámbito político se comprobará con la intensificación de la actividad de estos.
Las TIC representan nuevas oportunidades para la acción colectiva, representan una nueva estructura de oportunidades políticas para los grupos, que pueden contribuir a aumentar la oferta política.
En cierto sentido, la contrastación empírica del aumento de la actividad política en línea (y de la actividad política fuera de línea de los grupos formados y coordinados gracias al uso de las TIC) permite recuperar ciertos elementos de las conclusiones de la perspectiva comunitarista: las TIC reducen de manera significativa los costes asociados a la formación y coordinación de los grupos y, por lo tanto, favorecen la creación de comunidades virtuales. Aun así, estos grupos se caracterizan por el hecho de que los miembros no establecen el tipo de relaciones personales que identificarían a una comunidad. En realidad, las características de las TIC facilitan la formación de lo que se ha denominado thin communities, de grupos con intereses políticos compartidos pero sin vínculos personales fuertes.

Bibliografía

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