Lecturas de la imagen

  • Josep M. Català Domènech

     Josep M. Català Domènech

    Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona. Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Master of Arts in Film Theory por la Universidad del estado de San Francisco de California. Ha sido profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Guadalajara, México, e instructor del Departamento de Cine de la Universidad del estado de San Francisco. Ha ejercido de realizador en diversos canales de televisión nacionales y extranjeros. Fue colaborador del Museo del Libro de la Biblioteca Nacional de Madrid. En 1992 obtuvo el premio Fundesco de ensayo por la obra La violación de la mirada y en 1996 el premio de ensayo del XXVII Certamen literario de la ciudad de Irún por Elogio de la paranoia. La Academia Española de Historiadores de Cine (AEHC) le concedió el premio al mejor artículo sobre cine publicado en el año 2000. Actualmente es profesor de Estética de la imagen y Dirección cinematográfica en la Universidad Autónoma de Barcelona, y también coordinador del máster de Documental creativo que se imparte en esta universidad, donde también ocupa los cargos de director del Centro de la Imagen y director académico del Servicio de Publicaciones Multimedia. Es coeditor del volumen Imagen, memoria y fascinación: notas sobre el documental en España (2001) y autor de La puesta en imágenes: conceptos de dirección cinematográfica (2001).

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Introducción

Este módulo se adentra en las diferentes teorías que han ido surgiendo en torno al análisis de las imágenes y en las diversas metodologías que se pueden aplicar a la hora de interpretarlas. Se observará qué tipos de imágenes se pueden encontrar y qué usos se pueden hacer; se trabajarán diversos autores y movimientos (formalistas rusos, Roland Barthes, Umberto Eco) que han tratado el estudio de las imágenes, de manera que se puedan comparar los diferentes métodos de análisis (formales, culturales, lingüísticos, fenomenológicos) y observar cuál se acerca más a vuestros intereses. También se establecerán relaciones entre el estudio de las imágenes y disciplinas como la antropología, la sociología y la mitocrítica.

Objetivos

El estudio de este módulo os ayudará a:
  1. Introducir las múltiples facetas del fenómeno visual, tanto por sus características genéricas como por el uso, las técnicas y la significación.

  2. Hacer una aproximación a las principales metodologías de análisis de la imagen.

  3. Aprender a detectar las manifestaciones visuales del fenómeno cultural.

1.Tipologías

1.1.Tipos de imagen

Hablar de imágenes en general puede resultar tan ambiguo como hablar de textos en general: en un caso nos referiremos a construcciones visuales, en el otro, a construcciones verbales o lingüísticas, pero sin aclarar realmente las características de ninguno de los elementos.
De la misma manera que es obvio que hay una gran diversidad de construcciones textuales, que van desde un letrero o un mensaje publicitario hasta la poesía o la novela, también se ha de tener en cuenta que cuando hablamos de construcciones visuales nos estamos refiriendo a una gran variedad, con estructuras y finalidades diferentes.
El problema se complica al hacer referencia a la imagen, ya que la noción de cultura visual es muy reciente y detrás de todo intento clasificatorio apenas hay una tradición consolidada por el uso, mientras que, en cambio, los géneros textuales tienen un largo recorrido a sus espaldas.
Algunos autores, como Mitchell, recurren a criterios histórico-filosóficos para establecer su clasificación. Otros, como Paul Virilio, prefieren hablar de un conglomerado de lo que es visual, del que surgirían diversas manifestaciones según el tipo de imagen.
Tipo de imagen
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Podemos considerar que hay una ecología de la imagen artificial que se superpone a la visión natural de manera cada vez más indiscriminada, y a partir de la cual se establecen diversos usos de la imagen que dan lugar a funcionamientos diferentes.
1.1.1.La estética de la imagen
En 1750, Baumgarten acuñó el término estética (derivado de una expresión griega que quiere decir 'percepción sensorial') para calificar una ciencia de la percepción propia de los sentidos y contrapuesta al conocimiento intelectual. Para Schiller, por ejemplo, la estética sería una ciencia de la belleza.
Se trata de dos criterios de acercamiento a la imagen que han quedado desfasados ante la proliferación del fenómeno visual. Explicar el funcionamiento de la imagen recurriendo a la estética clásica no es útil, porque con este criterio se lleva a cabo una contraposición, muy típica del período ilustrado y ampliada después por la metodología científica, entre percepción sensorial y saber intelectual, mientras que, por el contrario, la tendencia presente es considerar que los dos son una fuente de conocimiento equiparable.
Dado que percepción sensorial y razonamiento no son modos contrapuestos, sino complementarios, el criterio de belleza seguido por la estética clásica para determinar el objeto es igualmente reduccionista, y quizá se tenga que reservar, con muchas prevenciones, al campo específico del arte.
La belleza, concepto muy subjetivo, no puede ser un criterio de análisis de la imagen. La estética, entendida como un apartado propio de los sentidos contrapuestos al intelecto, tampoco puede fundamentar un acercamiento. La imagen, por lo tanto, es un fenómeno diferente tanto de la estética como disciplina como de la belleza concebida como ideal.
Algunos autores, como Valeriano Bozal, reconsideran la idea de estética ante una problemática más moderna que puede servir para establecer un primer criterio de acercamiento al fenómeno de la imagen. Según Bozal, la estética se encargaría de los siguientes apartados, equivalentes a sus grandes temas actuales:
  • El específico artístico.

  • La estructura del discurso artístico.

  • El problema del significado artístico.

  • La estructura de la imagen y el signo artísticos.

  • La relación entre denotación y connotación en la obra de arte.

  • La articulación de la obra en el medio histórico, social.

Si sustituimos el concepto de lo que es artístico por el de imagen, nos podemos encontrar ante un programa capaz de delimitar un primer acercamiento a su fenomenología, aunque de manera limitada y sin perder de vista que el arte es un caso particular del amplio paradigma de lo que es visual. Teniendo en cuenta eso, hay que entender los puntos anteriores de esta manera:
  • Determinar la especificidad de las imágenes nos puede servir, como hemos visto en otros apartados, para reconocer fenómenos de la retórica visual que de lo contrario nos pasarían desapercibidos. Pero en ningún caso tenemos que utilizarla para establecer criterios excluyentes que encierren la imagen en un compartimento estanco, al margen de cualquier otra fenomenología.

  • Establecer la estructura del discurso visual es necesario para determinar cómo funciona en comparación con otros tipos de discurso, teniendo siempre presente que, desde el punto de vista cognitivo, los diversos discursos se acaban interrelacionando en nuestra mente. De todos modos, desde la perspectiva estética es importante delimitar las características de cada discurso, porque de eso depende la posibilidad de profundizar en la fenomenología de cada uno. El problema de los signos está relacionado con una determinada metodología de análisis y, por lo tanto, es un error considerarlo como una cuestión ontológica (como si las imágenes estuvieran compuestas naturalmente de signos en vez de ser estos signos un instrumento para estudiarlas). Esta distorsión teórica nos sirve para subrayar el hecho de que, al analizar la imagen, lo mejor es una actitud puramente observacional que, sin renunciar a los apriorismos teóricos, los deje momentáneamente en suspenso.

  • El problema del significado artístico se incluye en el seno del problema del significado de la imagen en general. De todos modos, conviene tener siempre presente que hay un significado intrínseco de la imagen para no olvidarnos de su existencia cuando lo estudiemos en relación con otros significados.

  • Analizar la estructura de la imagen tiene que servirnos para delimitar los dispositivos visuales que se utilizan para producir significado y comunicarlo, siempre que tengamos en cuenta que el fenómeno visual se encuentra enlazado con una red fenomenológica mucho más amplia (como hemos visto específicamente al tratar la relación entre imagen y texto).

  • La relación entre denotación y connotación en la imagen se tiene que considerar como un problema de la recepción. La fenomenología de la imagen (igual que la de otros fenómenos comunicativos) no se puede considerar completa sin considerar la función del receptor, a través del cual los elementos denotativos se abren a la connotación. De todas maneras, hay que tener en cuenta, también en este caso, que la formulación del problema mediante la diferenciación entre denotación y connotación hace referencia a una metodología muy concreta y, por lo tanto, plantea problemas relativos principalmente a esta metodología.

  • Finalmente, la articulación de la imagen en el medio histórico y social constituye una garantía necesaria para determinar no tan solo el significado, sino también los mismos mecanismos de representación que, sobre todo, surgen del entorno histórico-social. Si bien los análisis formales son imprescindibles en el terreno de la imagen, ya que de lo contrario se perderían de vista la mayoría de los fenómenos que la configuran, también hay que tener en cuenta que las imágenes se pueden considerar siempre, aparte de su significado expreso, como mapas de una determinada problemática histórica o social que se manifiesta de una manera mucho más obvia, por visible, que en otras circunstancias comunicativas.

1.1.2.Imagen realista e imagen abstracta
A comienzos del siglo xx se produce un giro radical en la trayectoria de las imágenes de la cultura occidental, en el momento en que se abandona la tradición del realismo y se penetra en el territorio, prácticamente inexplorado hasta entonces, de la abstracción.
En la ilustración siguiente, se consigue visualizar la paradoja que representa el arte abstracto para los no entendidos.
Vemos a un caballero absorto (materialmente envuelto por una composición que ocupa prácticamente todo el campo visual) en la contemplación de una superficie llena de manchas de colores que, a falta de la anécdota típica del realismo, no parece capaz de suscitar tanto interés como el que parece que desvela. Nosotros, espectadores del cuadro de Rockwell, también somos espectadores del cuadro que observa al caballero interesado: nos convertimos en su doble, ya que estamos situados en el mismo eje que él, y no podemos dejar de preguntarnos qué atrae tanto su atención. De hecho, para nosotros, el interés del cuadro en general se encuentra en el hecho de que está presente la figura de un espectador que marca la diferencia entre la abstracción del cuadro representado y el realismo del de Rockwell. La composición es, por lo tanto, una alegoría perfecta del humanismo.

"Mientras que la escultura explora el espacio tridimensional, la pintura es insistentemente bidimensional. Para lograr la lisura, es necesario superar cualquier trazo de ilusión. El ideal de plenitud supone, por lo tanto, un constante esfuerzo para eliminar la representación o convertir la representación en no referencial mediante su cambio en abstracción. Cuando la pintura representacional crea ilusiones, se convierte en engañosa, embaucadora y deshonesta. La abstracción, por el contrarío, es directa, honesta, inmediata y por tanto fidedigna. Para superar el error y alcanzar la verdad, es necesario arrancar las representaciones ilusorias y descubrir la cosa misma. A medida que la representación se desvanece y la superficie plana entra en foco, la experiencia de lo que Greenberg denomina opticalidad se hace posible. La opticalidad supone el inmediato disfrute de la superficie como tal. En ese momento, objeto y sujeto se convierten en uno solo. Igual que la obra de arte auto-referencial, esta experiencia visual inmediata no se dirige más que a sí misma."

M. C. Taylor (1999). The Picture in Question (págs. 6-7). Chicago: University of Chicago Press.

Como podemos ver por esta cita de Taylor, referida a las ideas del crítico Clement Greenberg, defensor por excelencia del modernismo abstracto, en la base de la abstracción hay un fundamento ideológico que entronca con la creencia tradicional de que la imagen tiene que responder a un criterio de verdad, de equivalencia con la realidad. En este caso, sin embargo, lo que varía es la idea que se tiene sobre lo que es real en la pintura: en vez de promover la ilusión de la presencia de algo, se tiene que ofrecer como mera presencia óptica. Un cuadro, según esta creencia, no es la representación de una realidad ausente, sino una realidad en sí misma, referible únicamente a su propia existencia como propuesta visual.
Esta justificación de la imagen abstracta por medio de la validez de su mero juego visual la podemos encontrar, sin el sustrato ideológico que acompaña al arte abstracto, en las imágenes ornamentales cuyo juego formal parece destinado al simple placer de la mirada.
En la ornamentación, la forma no se disuelve en el color, como en el arte abstracto, sino que se convierte en ritmo. Aquí la imagen se encuentra muy cerca de la música. En estos dos ejemplos, vemos un juego de impulsos visuales muy próximos a la abstracción de un Kandinski, por ejemplo. Por otra parte, el movimiento de estas imágenes las emparienta con las propuestas posteriores de abstracción de las imágenes en movimiento del cine y el vídeo.
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1.1.3.Abstracción y movimiento
La imagen en movimiento, al introducir el tiempo en la imagen, también nos induce a pensar no solo en una imagen abstracta, sino también en un tiempo abstracto.
¿Qué es el tiempo abstracto? Pensemos en las características fundamentales de una imagen realista desde la mera visualidad: por ejemplo, la imagen que se presenta a continuación y que es bastante sencilla. ¿Qué la caracteriza de manera más destacada?
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Una respuesta sensata sería decir que lo que la caracteriza ante todo es su unidad de composición, la homogeneidad. Lo que hace que la imagen sea realista es que no hay ninguna discontinuidad en el campo visual. Una imagen realista (por mucho que pueda variar el grado de ajuste mimético) se distingue por la no interrupción de la lógica visual interna. Las imágenes de Magritte, por ejemplo, destacan porque el pintor altera voluntariamente esta lógica visual.
Tiempo transfigurado, de René Magritte (1938).
Tiempo transfigurado, de René Magritte (1938).
Por lo tanto, podemos concluir que el tiempo abstracto es aquel cuya continuidad general queda interrumpida de alguna manera. Ahora bien, fijémonos en que si nos conformáramos con esta definición, toda forma cinematográfica, presidida por la lógica del montaje, tendría que ser considerada inmediatamente una manifestación de tiempo abstracto.
No es inútil que profundicemos en esta paradoja, dado que en ella se basa precisamente el tiempo verdaderamente abstracto. Para comprenderlo, nos tenemos que referir a un medio que presenta esta contradicción de una manera mucho más obvia: el cómic.
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Podemos contemplar esta página de F. C. Ware de dos maneras: como conjunto unitario de espacios representativos (viñetas), o bien activando la temporalidad al observar paso a paso cada una de las viñetas. En el caso de que sigamos el orden de las viñetas propuesto por el autor (que nos permitirá experimentar una serie de ritmos visuales muy heterogéneos), estaremos dentro de una lógica temporal realista (si bien rítmicamente creativa). Por el contrario, si contemplamos la página en general como un conjunto de momentos temporales inmovilizados en el espacio, es obvio que estaremos ante una manifestación de tiempo abstracto.
Para que se pueda producir esta visualización de la abstracción temporal tiene que haber una conciencia del tiempo diferente de la clásica (que ofrecía imágenes espacialmente homogéneas). Esta nueva concepción del tiempo la encontramos tanto en la crisis de la ciencia newtoniana, expresada por Einstein en su teoría de la relatividad (1905), como en la filosofía de pensadores contemporáneos del nacimiento del cine, como...
Rybczynski, gran visualizador de las paradojas espacio-tiempo contemporáneas a través de sus obras videográficas, nos ofrece en este vídeo una intrigante combinación de cine y cómic.
Se-ma-for, Rybczynski. © Canal+ España, 1992.
Se-ma-for, Rybczynski. © Canal+ España, 1992.
En el cine, esta dicotomía (que también se da entre el nivel técnico de los fotogramas y la disposición narrativa del montaje sobre la pantalla) no es tan evidente. Por lo tanto, en la imagen en movimiento, la ruptura con la continuidad temporal se tiene que hacer a un nivel más elevado que el meramente estructural para que se convierta en una abstracción.
Comparemos una composición con diversos fotogramas y un collage.
a) Fotogramas de El acorazado Potemkin, de Sergéi Eisenstein (1925); b) Cut With The Kitchen Knife, collage de Hannah Höch (1919).
a) Fotogramas de El acorazado Potemkin, de Sergéi Eisenstein (1925); b) Cut With The Kitchen Knife, collage de Hannah Höch (1919).
El collage no es espacialmente realista a causa de la falta de unidad figurativa (está compuesto por fragmentos de otras imágenes acoplados en una nueva unidad), y tampoco es temporalmente realista, ya que también representa un acoplamiento de tiempos diferentes. El irrealismo espacial del collage pone de manifiesto la idéntica imposibilidad de una homogeneidad temporal.
Es esta falta de continuidad temporal lo que se encuentra en la base de una estructuración de imágenes como la que propone Eisenstein (aunque todas hagan referencia a un acontecimiento común), solo que en este caso la fluidez propia de la proyección cinematográfica enmascara la discontinuidad de la estructura, es decir, la plasmación de un tiempo abstracto, cosificado.
Una de las formas más interesantes de la abstracción en la imagen cinética consiste en romper el velo naturalista que el movimiento impone a la representación, superpuesto a su fragmentación en cortes de tiempo artificiales. El cine, incluso el más realista, funciona estructuralmente más como un collage (o un cuadro cubista) que como una pintura realista (homogénea temporal y espacialmente), aunque tengamos la impresión contraria.

Leed Del fragmento al movimiento continuo, de Josep M. Català, del dossier de lecturas.

También podemos encontrar abstracciones en las imágenes en movimiento en lo que podríamos llamar cine-pintura o vídeo-pintura (de hecho, gran parte del videoarte, sobre todo en los orígenes, ha estado más cerca de la pintura que del cine). En estos casos, no se trata tanto de crear un discurso propio sobre la abstracción como de insuflar movimiento a las composiciones abstractas de tipo pictórico.
Resumen
  • Aunque podamos establecer una tipología general de la imagen, distinguiendo entre las que pertenecen al arte y las que no, o entre las concretas y las abstractas, lo cierto es que en cada caso la imagen propone un discurso propio que incluye una multitud de factores.

  • Al establecer tipos de imágenes, más que acomodarlas a una nomenclatura establecida lo que hacemos es descifrar su fenomenología y definirla con un título determinado.

1.2.Usos de la imagen

Parece sensato suponer que el pensamiento es fundamentalmente visual y que solo a través de un determinado aprendizaje se le superpone a este sustrato visual una estructura lingüística. Eso es lo que permite que muchos filósofos, como Leibniz, hayan considerado que la imagen es una idea confusa, ya que le haría falta una estructura lingüística para concretarse, cosa que, en general, ha generado la desconfianza que el pensamiento ilustrado ha mostrado siempre hacia la imagen.

"Según él (R. Harré), no se puede considerar ninguna habilidad, ya sea tocar el piano o hacer tallas de madera, sin volver inmediatamente al ámbito social y lingüístico [...] hace falta que el propio esfuerzo esté representado en los términos lingüísticos correspondientes. Eso quiere decir que ni siquiera la habilidad más simple puede ser descrita como mera manifestación de la actividad fisiológica."

V. Burr (1997). Introducción al construccionismo social (pág. 127). Barcelona: Proa.

Sin embargo, aunque lo anterior sea cierto, sería un error suponer que, como consecuencia de esta superposición, de una relevancia cultural extraordinaria, cualquier intento de producción visual de significado tiene que ser intrínsecamente inferior a un proceso textual del mismo tipo. Lo cierto es que todas las formas de expresión y conocimiento, por muy alejadas que parezcan, tienen algún tipo de relación con la imagen, y esta relación con la imagen, esta visualidad significativa, es lo que se interpone entre la representación lingüística de una habilidad y la mera actividad fisiológica de que habla Harré.
Cada medio tiene su visualidad correspondiente, es decir, su relación específica con la imagen, de la menos concreta, que puede surgir de una reflexión filosófica, a la más analógica, como la que corresponde a una fotografía.
Modos de la imagen
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Cualquier intento de clasificación está abocado al fracaso si pretende ser absoluto: es imposible confeccionar un cuadro mínimamente simple en el que se incluyan todos los casos posibles de una determinada fenomenología. Con este mapa conceptual se ha pretendido propiciar un acercamiento a la posible interacción entre tres modos posibles de la imagen: medios (y su relación con la imagen), funciones y géneros (a los que dan lugar las funciones).
La clasificación de los medios es problemática: en primer lugar, porque cada uno tiene diversas facetas que complican la relación con lo que es visual, y, en segundo lugar, porque en algunos (especialmente el cine y la televisión) los mestizajes con otros medios son frecuentes. Por otra parte, no sería difícil encontrar funciones diferentes de las establecidas si profundizáramos un poco más en las características de los medios o diéramos más importancia a las situaciones histórico-sociales concretas. Finalmente, es obvio que el capítulo de los géneros tan solo es indicativo y que, en algunos casos, concretamente en el de la fotografía, la posición en que se la había colocado en el cuadro es muy discutible.
El mapa conceptual pretende suscitar la reflexión sobre la visualidad de cada uno de sus apartados, por lo tanto conviene ir repasándolos y considerar la conexión con los otros, teniendo siempre en cuenta que el criterio es el tipo de imagen que suscita esta relación. Por ejemplo, la ópera suscita imágenes mentales con respecto a su vertiente musical, pero también tiene componentes escenográficos que obviamente se combinarán con las evocaciones musicales, etc.
Por lo tanto, las imágenes no son entidades independientes, sino que están ligadas a las técnicas que las producen, a los medios en que se establecen y al uso que se les da. Cada uno de los elementos tiene una fuerza visual determinada que se trasluce en la estructura de la imagen: es otra capa de significado visual que se tiene que tener en cuenta, y que está todavía antes de que la imagen entre dentro del régimen lingüístico para producir un significado concreto.
1.2.1.Técnicas de la imagen
¿Cuáles son los dispositivos básicos que intervienen en la confección de una imagen?
Las herramientas utilizadas para confeccionar las imágenes son innumerables y la aparición de cada una representa la condensación en un instrumento técnico de una serie de funciones que antes correspondían a la acción manual, a la percepción visual experta (mirada) y a la reflexión.
La imagen tiene muchos más usos que los que se relacionan con la expresión artística. De hecho, la mayoría de las imágenes que nos rodean no tienen nada que ver prácticamente con el arte: en cambio, tienen una finalidad práctica muy concreta.
De todas maneras, la fenomenología básica de la imagen continúa siendo prácticamente la misma, tanto si se trata de una expresión artística como utilitaria. Ahora bien, cada modalidad de imagen tiene sus propias características, que se fundamentan, por un lado, en la tradición expresiva del medio y, por el otro, en la ideología de la institución que las ha generado.
La finalidad práctica de una imagen (su significado más inmediato) se alcanza a través de los diversos filtros por los que tiene que pasar su construcción: estos filtros van desde la estructura general de la visualización, tal como hemos ido estudiando, hasta la tradición mediática y la ideología institucional mencionadas.
1.2.2.La imagen técnica
A partir del invento de la fotografía, las imágenes dejan de ser producidas directamente por la acción del autor sobre el medio (la actuación de la mano sobre la ropa, el mármol, el papel, el cobre, etc.) y se convierten en el resultado de una acción técnica, interpretada por un instrumento o un aparato determinado.

"La imagen técnica es aquella producida por un aparato. A su vez, los aparatos son producto de los textos científicos aplicados; por tanto, las imágenes técnicas son producto indirecto de los textos científicos."

"Su significado parece grabarse automáticamente sobre sus superficies como en las huellas digitales donde lo significado (el dedo) es la causa, y la imagen (la huella) es el efecto. Parece como si el mundo significado en las imágenes técnicas fuera la causa de ellas."

"De ahí que parezca como si existieran en el mismo nivel de realidad que su significado. Parece que aquello que vemos al contemplar las imágenes técnicas no son símbolos que necesiten descifrarse, sino indicios del mundo al que significan, y que podemos percibir ese significado a través de ellas, aunque sea indirectamente."

"El observador confía en ellas como en sus ojos. Si las critica, no lo hace como una crítica de la imagen, sino de la visión; sus críticas no se refieren a la producción de imágenes sino al mundo «en cuanto visto a través de ellas»."

V. Flusser (1990). Hacia una filosofía de la fotografía (págs. 17-18). México, DF: Trillas Sigma.

Este poder casi hipnótico que ejercen sobre nosotros las imágenes técnicas y que conocemos muy bien a través especialmente del cine y la televisión, no es la única característica excelente de su advenimiento. También tenemos que prestar atención a la fenomenología de los instrumentos en sí, ya que tienen una ambivalencia parecida en nuestra actuación en cuanto autores de imágenes.
Para comprender las implicaciones de esta fenomenología, tenemos que profundizar un poco más en el concepto de herramienta que hemos apuntado antes y distinguir entre los aparatos y las herramientas.
  • Los aparatos (en contraposición con las herramientas = extensión de la mano) son complejos.

  • En una herramienta, la destreza necesaria para utilizarla se acumula en el ser humano, en la mente (en forma de experiencia: el hombre se convierte en un experto de la herramienta hasta al punto de poder establecer con ella una simbiosis muy intensa).

  • En los aparatos, en cambio, se acumula la experiencia técnicamente, es decir, el entrenamiento necesario para dominar una herramienta. La destreza que la herramienta había desplazado a la mente humana en forma de experiencia necesaria para utilizarla vuelve totalmente al aparato.

  • En los aparatos, la experiencia de la herramienta se incluye en su estructura técnica: no hace falta el experto.

Hay, por lo tanto, una separación muy clara entre el mundo de las herramientas y el de los aparatos, separación que está marcada por el invento de la fotografía. La práctica totalidad de los instrumentos anteriores son herramientas, mientras que la cámara fotográfica ya es un aparato.
La diferencia está en el hecho de que para manejar una herramienta correctamente hace falta un aprendizaje "manual", contabilizado en un tiempo que se tiene que invertir necesariamente. Por el contrario, los aparatos no necesitan ningún aprendizaje "manual-temporal", quizá la lectura de un manual de instrucciones. Cuanto más evolucionados son los aparatos, menos conocimientos se precisan para hacerlos funcionar.
Este fenómeno tiene diversas lecturas:
  • Si nos dejamos llevar por el automatismo de los aparatos (por ejemplo, las modernas cámaras fotográficas completamente automatizadas), nos convertimos en un apéndice prescindible de estos aparatos.

  • Como contrapartida, tenemos que el tiempo y el esfuerzo que antes hacían falta para dominar las herramientas, ahora se pueden invertir en utilizar el aparato, es decir, en la producción de lo que permite hacer.

  • En este sentido, los aparatos nos liberan del aprendizaje de las herramientas y nos permiten ir más allá de la simple cualidad de expertos en una herramienta concreta: nos convertimos en creadores a través de un aparato.

El ejemplo más claro de la complejidad que han alcanzado los aparatos lo tenemos en el ordenador. El aprendizaje del ordenador no tiene nada que ver con su funcionamiento (en el sentido de que aprender a utilizar un pincel requiere, por el contrario, adaptarse a la técnica del pincel: el pincel no funciona si no se conocen todos sus secretos; en cambio, el ordenador ha empezado a funcionar en el momento en que hemos podido ignorar completamente los suyos). El aprendizaje del ordenador representa, por el contrario, la acumulación de experiencia a partir de las potencialidades que ofrece el aparato para producir un conocimiento que se sitúa más allá.
La herramienta encierra al experto en su ámbito de funcionamiento, mientras que el aparato lo proyecta a una dimensión diferente. A veces sucede, sin embargo, que utilizamos los aparatos como si fueran herramientas, y las herramientas como si se tratara de aparatos.

"Tan recientemente como diez o quince años atrás, era impensable hablar de la relación del ordenador con las ideas acerca de significados inestables y verdades imposibles de conocer [...] El ordenador tenía una clara identidad como máquina de calcular. Cuando tomé un curso introductorio en Harvard en 1978, el profesor introdujo el ordenador en la clase llamándolo una calculadora gigante. La programación, nos aseguró, era una actividad específicamente técnica cuyas reglas eran cristalinas.

Estas concepciones capturan la esencia de lo que yo llamo la estética modernista de la computación. La imagen de un ordenador como calculadora sugiere que por muy complicado que pueda parecer un ordenador, lo que sucede en su interior puede ser mecánicamente analizado. La programación era un ejercicio técnico que podía hacerse bien o mal. La capacidad de hacerlo bien venía dictada por la esencia computacional del ordenador. Esta forma positiva era lineal y lógica. Mi profesor dejó claro que esta máquina lineal y lógica, combinada con un método de confeccionar software, estructurado y regulado, ofrecía una guía para pensar no solamente acerca de la tecnología y la programación, sino acerca de la economía, la psicología y la vida social. En otras palabras, las ideas computacionales eran presentadas como una de las grandes metanarrativas modernas, historias acerca de cómo funcionaba el mundo que suministraban imágenes unificadas y analizaban cosas complejas mediante su fragmentación en elementos simples. La estética computacional modernista prometía explicar y descubrir, reducir y clarificar. Si bien la cultura del ordenador no ha sido nunca monolítica, y ha incluido siempre culturas disidentes y subculturas alternativas, durante muchos años los profesionales pertenecientes a la línea hegemónica (que incluía científicos de la electrónica, ingenieros, economistas y científicos del conocimiento) compartieron esta clara dirección cultural. Estaba asumido que los ordenadores serían más poderosos, tanto como herramientas que como metáforas, si se convertían en máquinas de calcular cada vez más rápidas y en mejores y más rápidos ingenios analíticos."

S. Turkle (1997). La vida en la pantalla. Barcelona: Paidós.

1.3.Polivalencia de la imagen

1.3.1.Visiones de la imagen
El estudio de la historia de la imagen nos muestra que ha habido diversas maneras de entender las configuraciones visuales, y que cada una tiene una contrapartida. En general, podríamos distribuir la historia de los modos y los usos de la imagen con pares de propuestas que se enfrentan de forma dialéctica, porque mientras una expresa la visión ideológica y muchas veces hegemónica, la otra propone una solución cuya existencia acostumbra a estar oculta por el velo ideológico que destila la primera.
Ante una imagen que se considera transparente (paisaje de Thomas Cole, izquierda), que lanza el mensaje ideológico de que a través de ella se puede ver lo que es real, como si su marco fuera el de una ventana, situamos la imagen opaca de un mapa (publicado por Johannes Blaeu, a la derecha) que hay que interpretar para comprenderlo. La primera imagen deja pasar la mirada hacia una realidad ilusoria que esconde los mecanismos de representación, mientras que la segunda detiene nuestra mirada y nos obliga a examinar los dispositivos, que en el ejemplo no hacen únicamente referencia a las convenciones de la representación geográfica, sino que además presentan una serie de elementos figurativos y compositivos que aumentan la opacidad, mientras la abren a un proceso interpretativo más directo.
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La transparencia de la imagen es una característica fundamental en la concepción de la imagen perspectivista, pero que de hecho proviene de un concepto anterior y todavía más arraigado: la mímesis. La imagen mimética, como lo ejemplariza esta naturaleza muerta de Zurbarán (1630), tiene su ideal en la copia de la realidad, de manera que una imagen se considera tanto más perfecta y valiosa cuanto más capaz sea de imitar la naturaleza óptica del referente en que se basa.
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Como contrapartida, tenemos una imagen de Jan van Kessel (1666) que, si bien no renuncia a su capacidad mimética (la imagen está perfectamente compuesta según los cánones más estrictos del realismo mimético), sitúa esta característica en la cúspide de sus aspiraciones expresivas y comunicativas. Las copias de los referentes reales se encuentran instaladas en el seno de un entramado e inmersas en situaciones no estrictamente figurativas (ved el detalle del cuadro central) que nos informan sobre el juego de valores estéticos y sociales que han producido la imagen.
Esta cualidad expositiva de la imagen (que se fundamenta en su opacidad, de la misma manera que la capacidad mimética tiene como consecuencia la idea de transparencia) es una de las características esenciales de algunas imágenes contemporáneas, como las que se encuentran en Internet. Pero donde adquieren más relevancia es sobre todo en la nueva disposición de las exhibiciones, tanto en los museos (sobre todo en su vertiente virtual) como en las galerías, con las llamadas instalaciones.
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La imagen de Zurbarán nos maravilla por su ilusionismo (la capacidad mimética), mientras que la de Kessel nos obliga a pensar no solo en el contexto de las imágenes, sino también en su forma de presentación.
La imagen sin un valor artístico destacado (es decir, la gran mayoría) acostumbra a ser considerada una ilustración, sobre todo cuando entra en relación con algún tipo de texto. El significado de una ilustración está ligado de esta manera al texto base, al que acompaña muchas veces como un ornamento (los libros ilustrados acostumbran a ser más caros y estar considerados como lujosos). Si bien ahora ya estamos en condiciones de extraer mucho significado de la imagen de Gustave Doré (1832-1883) que hay a la izquierda, incluso sin saber nada del texto que ilustra (Doré era un ilustrador típico), la verdad es que, para la mayoría de sus intérpretes, no sería más que un apéndice de este texto que no añadiría nada a su significación y, además, sería por sí misma irrelevante (a menos que la consideráramos relevante artísticamente).
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Por el contrario, la imagen de Norman Rockwell (1894-1978) (a la derecha) no tan solo se sostiene por sí misma, sin necesidad de un texto que la acompañe (de hecho, su título, Triple autorretrato no amplía nada el significado de lo que vemos), sino que, además, se trata de una imagen que reflexiona sobre sí misma.
En el típico retrato (o autorretrato) que se presenta como una imagen transparente-mimética-ilustrativa (porque conduce la mirada a través del cuadro hacia el referente; porque pretende hacer una copia del modelo; y porque, en principio, su significado parece estar ligado al del personaje retratado), Rockwell contrapone una imagen que es opaca (en este caso parcialmente opaca, porque Rockwell es un dibujante apreciado por su realismo). La imagen de Rockwell se puede considerar opaca porque detiene la mirada en un juego de reflejos que van del espejo al cuadro dentro del cuadro y de este último al modelo, situado en este caso también en el interior de la representación (añadimos las imágenes de otros retratos colgados de la tela que hacen referencia al contexto de la pintura de retratos en general). También es una imagen expositiva porque su representación se reparte en una serie de fragmentos que juegan de forma dialéctica entre sí: en vez de limitarse a copiar la realidad, exponen su estructura. Y también se trata de una imagen reflexiva porque, como hemos dicho antes, propone como aparte de su estructura representativa una reflexión sobre la pintura, la representación, el retrato, la mímesis, la metáfora del espejo, etc.
Puede parecer extraño que una imagen realista de un ilustrador popular sea capaz de proponer una estructura tan compleja. Eso nos tiene que servir de aviso para no confundir el prestigio (del autor, del medio, del contenido) con la capacidad expresiva: muchas veces, en imágenes menores encontramos grandes éxitos, y viceversa. En todo caso, el autorretrato de Rockwell nos sirve para introducir un nuevo concepto: el de metaimagen.

"El uso principal de las metaimágenes es, obviamente, explicar qué son: poner en escena, como si dijéramos, el «autoconocimiento» de las imágenes. Quizá pensemos que hablar de autoconocimiento es tan solo una metáfora cuando no se aplica a unas imágenes que, al fin y al cabo, no son sino líneas, formas y colores sobre superficies planas. Pero ya sabemos que las imágenes han sido siempre un poco más que eso: también han sido ídolos, fetiches, espejos mágicos, etc. Por ello el uso de las metaimágenes como instrumento para la comprensión de las imágenes parece traer a colación inevitablemente el autoconocimiento del observador."

W. J. T. Mitchell (1995). Picture Theory (pág. 57). Chicago: The University of Chicago Press.

Metaimágenes
Mitchell llama metaimágenes a las imágenes que son opacas, expositivas y reflexivas: es decir, que hacen visibles los mecanismos de representación, precisamente los dispositivos que sirven para fomentar la invisibilidad proverbial de la imagen occidental.
En este dibujo de Winsor McCay, vemos cómo el dibujante utiliza los elementos de la representación para deconstruir sus fundamentos.
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El cuadro de Velázquez es el prototipo de la imagen reflexiva que no solo detiene la mirada en la representación, sino que además la revierte sobre su mecanismo compositivo.
Las Meninas, de Diego Velázquez (1656).
Las Meninas, de Diego Velázquez (1656).
Desde el momento en que se pinta a sí mismo pintando un cuadro (como Rockwell), Velázquez nos obliga a plantearnos cómo está organizada toda la representación, pero no tan solo en lo referente a sí misma, sino también en relación con el espectador y la realidad externa.
Más que el realismo de la imagen, lo que el cuadro pone en entredicho es la linealidad de la relación entre la representación y la realidad: la pretendida frialdad especular de la imagen.
¿Qué pinta en realidad Velázquez? ¿La imagen reflejada en un espejo, como nos insinúa la composición de Rockwell? ¿O bien las figuras de los monarcas, cuya presencia está latente en la composición general de la pintura, y al mismo tiempo presente como reflejo en el espejo que hay al fondo de la estancia representada?
The Looking Glass, vídeo de Juan Downey
© TVE S.A. 1989
The Looking Glass, vídeo de Juan Downey
© TVE S.A. 1989
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Las técnicas de la perspectiva pictórica, establecidas durante el Renacimiento, establecen una serie de reglas para construir una imagen que se dirige idealmente a un solo espectador, es decir, una imagen para un sujeto situado en un lugar privilegiado delante de esta imagen y a una cierta distancia. La imagen de Botticelli (1445-1510) (a la izquierda) nos muestra un escenario en el que se produce un determinado acontecimiento (en este caso, la Anunciación) que nosotros contemplamos a distancia, sin intervenir. Esta serie de características –lugar privilegiado, distancia entre el espectador y la representación– han sido constantes en las imágenes occidentales desde la pintura hasta el cine y la televisión, pasando por el teatro (o, cuando menos, esta es la idea tradicional que tenemos sobre estos medios que en realidad son, como veremos, más complejos).
La imagen de la derecha, más que por su valor expositivo (que, por lo tanto, sería espectatorial), es decir, por lo que vemos representado ante nuestra vista, tenemos que considerarla como el mapa general de una serie de interacciones posibles con la imagen y entre las imágenes. Se trata de un nuevo tipo de imagen que permite salvar la distancia que hay proverbialmente entre el espectador y la representación, ya que este espectador puede interaccionar y dar paso, por lo tanto, a una navegación entre imágenes: se trata, pues, de una multiimagen, más que de una imagen unitaria y fija.
Resumen
  • La historia de las imágenes, con respecto a su lenguaje, no se establece a través de transformaciones absolutas de formas de representación diferentes, sino que formas parecidas se consideran de manera diferente según la época y el lugar.

  • Las formas hegemónicas de representación se construyen a través de la preponderancia de unas formas determinadas, que predominan no por la desaparición absoluta de sus contrarias, sino por su resituación respecto de ellas.

2.Metodologías

2.1.Pensar la imagen

Frente a la idea de que la imagen surge de su autor como una inspiración o mediante una serie de gestos artesanales que consiguen conjurar la realidad casi automáticamente, es decir, la idea de que entre la imagen y la realidad no hay prácticamente ninguna mediación racional, oponemos la noción de que la imagen puede y tiene que ser pensada, tanto en la fase de confección como en la de interpretación.
Hay que tener en cuenta que los grandes pintores clásicos acostumbraban a disponer a los modelos de manera casi teatral en sus talleres antes de ejecutar las obras sobre la tela.
Tránsito de la Virgen, de Jacopo da Pontormo (primer tercio del siglo xvi).
Tránsito de la Virgen, de Jacopo da Pontormo (primer tercio del siglo xvi).
Esta técnica también fue utilizada por algunos fotógrafos, que así imitaban a los pintores.
Escena de Passion, Jean-Luc Godard (1982).
Escena de Passion, Jean-Luc Godard (1982).
En los dos casos, descubrimos una tarea estratégica, previa a la confección de la obra en sí, que comporta una reflexión sobre sus parámetros expresivos.
Los pintores vanguardistas de final del siglo xix y principio del xx, por influencia de la fotografía y su técnica supuestamente inmediata de conseguir imágenes, promovieron definitivamente la idea de que la obra de arte se ejecutaba directamente sobre el medio, sin pensar: como plasmación directa de la voluntad del autor. La llamada Action Painting fue uno de los momentos culminantes de esta ideología y Jackson Pollock, uno de sus representantes más destacados.
Lavender Mist n.º 1, de Jackson Pollock (1950).
Lavender Mist n.º 1, de Jackson Pollock (1950).
Podemos considerar que las imágenes son básicamente el producto de las tres circunstancias siguientes:
  • Un proceso racional por parte del autor, más o menos consciente y asumido.

  • Un conocimiento técnico parcialmente en posesión del autor, a través del aprendizaje y la experiencia, y parcialmente asimilado por los instrumentos que utiliza.

  • Unas características sociales, culturales y psicológicas (pulsiones) que forman el marco en que se inscribe la imagen y le confieren una serie de parámetros básicos de carácter estilístico, estructural, emocional, ideológico, etc.

Una imagen es la visualización compleja de una serie de procesos, elementos y mecanismos que se interrelacionan entre sí.
De la misma manera que la imagen ha sido pensada para ejecutarla, puede y tiene que ser pensada para comprenderla e interpretarla.
Tenemos que distinguir, por tanto, tres fases en el pensamiento de la imagen desde el punto de vista del espectador o el usuario:
  • La comprensión del proceso que la produjo (racionalidad, técnica y pulsión).

  • La comprensión de la imagen propiamente dicha. Es decir, la asimilación de todos sus componentes formales, temáticos, etc. (tal como los hemos ido estudiando hasta ahora).

  • La interpretación en sentido estricto. Es decir, la investigación del significado de la imagen.

Prácticamente todos los sistemas interpretativos de las imágenes las consideran un medio susceptible de transportar determinados significados (en el lenguaje de la teoría de la información, las imágenes ni siquiera son el código a través del cual se transmite un mensaje del emisor al receptor, sino que quedan relegadas a la posición de simple canal transmisor). Sin embargo, son muy pocos los que otorgan capacidad significativa a los constituyentes propios de la imagen.
Muchas veces, en el proceso de interpretación el conocimiento de la imagen es sustituido por el conocimiento del código interpretativo (es decir, el lenguaje que se transmite por el canal), de manera que la imagen sirve para corroborar el funcionamiento, sin casi revelar nada sobre sí misma.

"¿Qué tipo de crítica, de comentario sobre el arte, es deseable hoy en día? Ya que no estoy diciendo que las obras de arte sean inefables y que no puedan ser descritas o parafraseadas. Pueden serlo. La cuestión es cómo. ¿Cuál sería el tipo de interpretación que se dedicaría a servir a la obra de arte en lugar de usurpar su lugar?

Lo que se necesita primero es más atención a la forma en el arte. Si la excesiva insistencia en el contenido provoca la arrogancia de la interpretación, descripciones de la forma más extensas y más intensas la silenciarían. Lo que se necesita es un vocabulario –un vocabulario descriptivo más que prescriptivo– de las formas. Las mejores críticas, que no abundan, son de este tipo: disuelven las consideraciones sobre el contenido en las de la forma."

S. Sontag (1969). Contra la interpretación. Barcelona: Seix Barral.

Actividad
Examinad atentamente y en profundidad la imagen siguiente e intentad detectar todos los dispositivos estudiados hasta ahora:
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Resumen
  • Hay que distinguir entre la comprensión y la interpretación de las imágenes.

  • Comprender la imagen quiere decir pensarla, asimilar todos los elementos que la constituyen como tal.

  • Interpretar significa pensar a través de la imagen: asimilar un significado que se le superpone y diluye la estructura visual que lo sostiene.

  • Antes de proceder a la interpretación de una imagen, hace falta haberla comprendido en profundidad.

2.2.Análisis formales

Nos tenemos que plantear una pregunta fundamental: ¿qué tenemos que estudiar cuando nos ocupamos de una imagen, qué consideramos que resulta más relevante de su fenomenología? ¿El autor, la época a la que pertenece, el estilo, el tema, el contenido, la estructura formal?
La respuesta no es sencilla, ya que, de hecho, cada uno de estos elementos ha dado lugar a diversas aproximaciones a la imagen:
  • Las tres primeras, autor, época y estilo, pertenecen al ámbito de la historia del arte, en sus modalidades más destacadas: biográfica, historiográfica o estilística.

  • El estudio del tema, aunque también interesa a la historia del arte, determina el campo de los estudios culturales, desde la Escuela de Warburg, a principios del siglo xx, hasta el multiculturalismo actual.

  • Por su parte, el estudio del contenido, aunque sea relevante en el campo del estudio de las ideas que buscan en las imágenes ejemplos históricos, tiene una vertiente que ha sido más determinante y que se preocupa de la imagen como fenómeno comunicativo. Se trata de la semiótica y, en menor grado, de la teoría de la información.

  • Finalmente, si el estudio se centra en la estructura formal, nos encontraremos con los análisis formalistas, que se inician con Adolf Hildebrand (1893), Alois Riegl (1901) y Heinrich Wolfflin (1915), y llegan a Henri Focillon (1935), pasando por las investigaciones sobre la percepción de la Gestalt (ya apuntadas), antes de desaparecer, prácticamente eclipsados por la tendencia lingüística.

Paralelamente al último período de esta tendencia, aparecen las corrientes del formalismo ruso, básicamente enfocado al estudio literario pero aplicable a la imagen, y de la Bauhaus, cuyas ideas sobre el diseño son una de las primeras aproximaciones importantes a la fenomenología específica de la imagen.
Ninguna de estas facetas de la imagen se tiene que interpretar de manera excluyente, sino que hay que comprender que todas juntas configuran su fenomenología. Aun así, los análisis de la imagen han tendido a la especialización y, por lo tanto, a la reducción de la idea de imagen a las características del modelo de análisis escogido.
Hasta ahora hemos propiciado un acercamiento formal a las imágenes, ya que nos hemos preocupado esencialmente de sus componentes específicos, es decir, de su visualidad concreta, por considerar que es en este terreno donde se encuentra la primera significación del fenómeno figurativo, aunque generalmente se trate de un ámbito que ha sido olvidado por la mayoría de los métodos.
Sin embargo, para eso no hemos apelado a ningún sistema específicamente formalista, ya que no nos hemos remitido a ningún conjunto de categorías que tengan que regir el análisis.
Primero, todos los métodos proponen, básicamente, una teoría sobre los mecanismos de representación, y después proceden al análisis, con la aplicación de las leyes establecidas por dicha teoría. De esta manera, los métodos pueden diferir sustancialmente, aunque hayan adoptado el mismo nivel de investigación.
Análisis formal de la imagen
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El sistema formalista de análisis de la imagen por excelencia es el propugnado por Wolfflin, a principios del siglo xx, como reacción a los análisis contextualistas que dominaban en aquella época. Los contextualistas se preocupaban básicamente del entorno sociocultural en el que se ubicaba la obra de arte, pero apenas daban importancia a su entidad, más allá de consideraciones generales sobre su grado de belleza, que es lo que, de entrada, determinaba su valoración como obra de arte.
Wolfflin, al centrarse exclusivamente en problemas de representación visual, fue capaz de dar cuenta de los cambios formales que se producen a través de las épocas y estableció las similitudes estructurales que hay en las obras de un mismo período.
Al comparar La última cena, de Leonardo da Vinci (1495-1498), y La escuela de Atenas, de Rafael Sanzio (1509), indica que las dos obras comparten una misma sintaxis formal, fundamentada en la ordenación simétrica, el carácter plano y los valores lineales.
Reproducción de La última cena, de Leonardo da Vinci (1495-1497).
Reproducción de La escuela de Atenas, de Rafael Sanzio (1510-1511).
Al mismo tiempo, Wolfflin estableció las configuraciones que rigen el estilo formal de las diversas épocas, a través de las contraposiciones siguientes:
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"Según un ejemplo del mismo Wolfflin, el barroco sería definible como una secuencia de polos categoriales: polo pictórico, profundidad, forma abierta, unidad, claridad relativa de la visión."

O. Calabrese (1987). El lenguaje del arte (pág. 20). Barcelona: Paidós.

Wolfflin entiende que estos estilos no tan solo se oponen entre sí, sino que significan una evolución en el tiempo, concretamente entre el estilo característico del siglo xv y el del xvii. Pero para que esta categorización de Wolfflin sea productiva, no únicamente para el análisis histórico (parcial) del desarrollo de las imágenes sino también para captar determinadas características de cualquier imagen, tenemos que considerar que estas tendencias no solo se oponen entre sí por pares, sino que es más adecuado pensar que existe la posibilidad de una interrelación.
Estilos según Wolfflin
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Actividad
  • Analizad esta imagen aplicando los criterios formalistas aprendidos.

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  • Confeccionad fichas con los resultados obtenidos de vuestra exploración y guardadlas para poder compararlas con los resultados de otros ejercicios que os propondremos más adelante.

2.2.1.El formalismo ruso
También para los formalistas, especialmente para Víctor Sklovski (1893-1894), uno de sus representantes más conocidos, la forma de la obra artística, que garantiza la autonomía del arte, está compuesta por una serie de procedimientos compositivos y estilísticos.
Vemos que, al igual que en el caso de Wolfflin, el interés se centra aquí en las estructuras que sostienen la forma, aunque en este caso no se confíe de entrada en una dialéctica entre polos opuestos, sino que se propugna un entramado de posibilidades más complejo que da lugar a la noción literaria de trama.
Se da el nombre de trama (siuzhet) al conjunto de elementos que forman el armazón de un determinado relato, tal como lo recibe el lector.
Teoría de la narración
Los fundamentos de la teoría de la narración según el formalismo ruso nos recuerdan que hay que distinguir entre la historia que se presenta (fábula) y su representación, es decir, la forma en que esta historia llega al lector (trama). Para comprender una historia, hay que ir conectando entre sí una serie de acontecimientos que se van presentando al lector, el cual construye una fábula. Pero estos acontecimientos aparecen de una manera determinada, con una estructura concreta, sostenida por una serie de recursos que hacen que dicha fábula tenga una entidad particular, única: se trata de la trama.
Mientras que la fábula nunca está presente, sino que es el producto de las inferencias del lector, la trama es la forma que adquiere realmente la historia en el medio en que se ha compuesto.
Aunque el concepto de trama se utilizará para analizar las obras literarias, es posible extenderlo al universo de la imagen. Básicamente, de tres maneras:
  • Como hace David Bordwell cuando estudia la narrativa fílmica: equiparando, en la trama, las películas con las narraciones literarias. Aquí el desplazamiento de la literatura a la imagen no es tan dramático, ya que, en este caso, el teórico norteamericano se preocupa solo de la estructura argumental de las películas.

  • Por el procedimiento inverso de extraer la visualidad de la estructura argumental de una obra literaria y estudiar después, desde el punto de vista de esta visualidad (imaginaria), la construcción de la trama: en principio sería el mecanismo que regirían las adaptaciones cinematográficas de obras literarias, y también cualquier tipo de ilustración visual de estas adaptaciones.

  • Finalmente, hay que trasladar directamente el método a las imágenes, considerándolas como un conjunto de elementos constitutivos de una trama. La diferencia de este método respecto de los acercamientos lingüísticos estaría en el hecho de que en este caso los elementos serían valorados icónicamente y no como signos.

De todos modos, la verdadera novedad que introduce Sklovski radica en su concepción de las relaciones entre forma y contenido.

"La forma crea su propio contenido, todo es la motivación de las formas, ya que el arte evoluciona por razón de su técnica. Lo más notable en él es que no rechaza el contenido ideológico del arte, sino que considera el llamado contenido como uno de los fenómenos de la forma."

J. García Gabaldón (1996). "Víctor Sklovski". En: V. Bozal (ed.). Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas (vol. II, pág. 48). Madrid: Visor.

Veamos el giro crucial que representa entender el contenido en el análisis de la imagen no como una cosa anterior a la composición que se quiere expresar a través de esta imagen, sino como algo que surge de la forma en sí.
Aquí aparece la idea, muy productiva, de que las imágenes puedan tener, al menos, dos contenidos:
  • Uno referencial: aquello a lo que la imagen hace referencia para comentarlo, ampliarlo y expresarlo. Es la típica concepción funcional de la imagen entendida como ilustración.

  • Otro, que surge de la misma composición de la imagen, de su forma (que expone su propio contenido), y que puede coincidir o no con la voluntad expositiva del contenido referencial de la imagen.

Consideremos esta caricatura de Agnes Meyer, hecha por Marius de Zayas:
a) Caricatura d'Agnes Meyer (1887-1970) hecha por Marius de Zayas (1880-1961). Carbón sobre papel (1912-1913); b) Retrato de Agnes Meyer Driscoll. Fuente: National Security Agency, USA.
a) Caricatura d'Agnes Meyer (1887-1970) hecha por Marius de Zayas (1880-1961). Carbón sobre papel (1912-1913); b) Retrato de Agnes Meyer Driscoll. Fuente: National Security Agency, USA.
Si recurrimos a una imagen del personaje caricaturizado para indagar, con la comparación, qué interpretación ha hecho el dibujante, estaremos estableciendo una distinción muy clara entre forma y contenido, cosa que implica que la forma no es otra cosa que el resultado de la interpretación de un contenido autónomo.
Para hacer esta operación nos ayudará saber que Agnes Meyer fue una famosa criptógrafa de la Marina norteamericana que diseñó algunas de las primeras máquinas descifradoras. Eso nos dará pistas sobre las metáforas geométricas y matemáticas utilizadas por Zayas en su composición.
Pero no podemos negar que la imagen de Zayas, al margen de su referencia a un personaje real, "crea su propio contenido", ya que, sin necesidad de referirnos a la figura de Meyer, podemos investigar el mundo formal que construye el dibujante con la utilización de líneas y tonos, y también la inclusión, a modo de cita, de una serie de fórmulas. El contenido, o significado, de esta composición no es necesariamente la criptógrafa Meyer, entendida como entidad absoluta con una apariencia determinada a la que se tiene que acudir para descifrar la imagen, sino que la misma imagen nos presenta una interpretación de Agnes Meyer diferente de todas las otras posibles e igualmente válida, a la vez que también representa una concepción determinada de la realidad.
En el primer caso, partimos de la imagen naturalista (o de su concepción ideal) entendida como elemento fundamental, mientras que en el segundo el proceso empieza realmente en la caricatura.
Según eso, a partir de la comprensión de una imagen, se puede acudir a cualquier otra para ampliar el conocimiento sobre el tema que comparten, pero no se puede considerar ninguna imagen como el patrón fundamental, porque todas serán susceptibles de una interpretación formal que ofrecerá un contenido propio, al margen o en paralelo al tema general.
Si adoptamos los términos del formalismo ruso, el personaje (no su imagen, por muy realista que sea) puede ser considerado la "fábula", es decir, la idea que nosotros, los espectadores, nos hacemos a partir de los datos que nos suministra el autor de la construcción visual (el personaje como una historia que se nos explica). Por lo tanto, esta construcción visual es la "trama" por medio de la cual se nos presenta la fábula.
No hay nada mejor que una imagen visual para comprender el concepto de trama, ya que lo que percibimos primero es precisamente la estructura material sobre la cual se fundamenta la anécdota. Esta anécdota se puede repetir en infinidad de imágenes, pero la trama será diferente en cada caso.
Si bien la imagen puede ser utilizada como medio de comunicación (para transmitir un determinado mensaje, ajeno a la imagen en sí), esta comunicación pasa siempre por el filtro del contenido de la imagen, es decir, por lo que expresa directamente la forma. Por lo tanto, la mejor manera de comunicar algo con la imagen es utilizar el lenguaje que le es propio, en lugar de pretender superponerle un contenido abstracto. Eso es precisamente lo que quiere decir la afirmación de Marshall McLuhan de que el medio es el mensaje.

2.3.Análisis culturales

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Aquí volvemos a tener la imagen que habéis analizado en el apartado anterior, según criterios estrictamente formalistas. Supongamos que ya hemos hecho un estudio histórico y que sabemos que, tal como se indica en el pie, se trata de una ilustración correspondiente a una revista popular norteamericana de 1951. ¿Qué más tendríamos que saber sobre esta imagen? Edwin Panofsky, autor del método iconológico de análisis de las imágenes, nos diría que, en primer lugar, tendríamos que conocer el tema de la imagen: ¿de qué trata la imagen?
Puede parecernos fácil, ante una imagen contemporánea, decidir cuál es el tema: lo reconoceríamos sin necesidad de examinarla a fondo. Asimismo, en el terreno de la historia del arte, dedicada a los grandes pintores y las obras famosas, tampoco tendríamos muchos problemas para determinar el tema que expone una obra. Pero Panofsky, y con él los componentes de la denominada Escuela de Warburg, dedicaba sus esfuerzos a imágenes menos conocidas, muchas veces dibujos, grabados y ornamentos que no permitían detectar el tema de una manera tan inmediata.
Para determinar el tema de las imágenes, Panofsky desarrolló su método iconográfico, que establecía una teoría sobre la composición de las imágenes y daba paso a una interesante hipótesis sobre su desarrollo.
Si la aproximación formal de Wolfflin apareció como reacción a la tendencia contextualista, las corrientes más famosas del análisis cultural, es decir, las surgidas de la Escuela de Warburg, y en especial el método iconológico de Panofsky, aparecieron como una síntesis de las dos líneas, ya que sitúan el análisis histórico o contextual no en el entorno de la imagen, sino en su composición figurativa.
Por otra parte, estas corrientes, con su tendencia simbolista basada en el neokantismo, se enfrentan a análisis puramente formales como los que, partiendo del concepto de pura visión de Alois Riegl, desembocarán en la psicología de la forma (Gestalt).

"Iconografía: un estudio descriptivo y clasificatorio de las imágenes a partir de su aspecto exterior y de sus asociaciones, que busca descifrar el tema de una figuración.

No todos los estudios iconográficos se limitan a la mera descripción y clasificación de los temas, sino que a menudo también ofrecen una interpretación de los significados conceptuales, simbólicos y alegóricos subyacentes en las imágenes."

M. A. Castiñeiras González (1997). Introducción al Método Iconográfico (pág. 35-36). Santiago: Tórculo Ediciones.

Panofsky recurre a un gesto cotidiano (habitual en su época), como es el que hacía un hombre al cruzarse con otro en la calle: quitarse el sombrero, y lo estudia detalladamente para establecer las diversas categorías que entran en esta percepción, aparentemente tan simple.
Por la descripción precedente, detectamos que Panofsky establece dos grandes divisiones: en un extremo sitúa la materialidad de la imagen, el conjunto de líneas, volúmenes y colores que la constituyen antes de captarla como forma conocida (un terreno que podría interesar a los psicólogos de la percepción, por una parte, y a los partidarios del arte abstracto, por otra, pero que Panofsky considera insignificante), mientras que en el otro extremo coloca el nivel llamado iconológico de la imagen, diferente del puramente iconográfico, en el que se pueden incluir los esquemas formalistas de Wolfflin, así como también elementos simbólicos de la figuración.
Descripción de la imagen según Panofsky
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Así pues, ante una imagen nos encontramos con los niveles siguientes:
  • Preiconográfico: experiencias sensibles.

  • Iconográfico: remite a un conocimiento cultural (transmitido muchas veces a través de la literatura), que es el que se adjudica a los elementos o motivos de la imagen para configurar el tema.

  • Iconológico, que el mismo Panofsky define en esta cita:

"La involuntaria e inconsciente revelación de una actitud de fondo hacia el mundo, que es característica, en igual medida, del creador como individuo, de una determinada época, de un determinado pueblo, de una determinada comunidad cultural."

E. Panofsky (1972). Estudios sobre iconología. Madrid: Alianza.

El método de Panofsky se inscribe en la parte central del esquema, donde está la significación iconográfica de la imagen. Este sistema tiene algún elemento detectivesco, porque a semejanza del detective que se dedica a interpretar pistas para comprender un determinado acontecimiento, el investigador iconográfico también detecta los motivos para dilucidar el tema.
Veamos el método en funcionamiento, apelando a uno de los ejemplos que ofrece el mismo Panofsky en su Iconología e iconografía.
Esta imagen, del siglo xvii, pertenece a un artista llamado Francesco Maffei y se cree que representa a Salomé. Pero la adjudicación de este tema en la imagen comporta un problema cultural: la figura de Salomé se suele representar con una bandeja, nunca con una espada. Por lo tanto, existe la duda de que el tema de la imagen sea realmente el que se ha considerado tradicionalmente.
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Como vemos, nos hemos situado en un nivel muy concreto de la representación visual. Hemos dejado atrás todos los elementos que constituyen la imagen y ahora solo nos preocupa el significado de la composición de acuerdo con unos cánones culturales concretos. Panofsky apela para eso a una tradición cultural que incluye tanto textos como imágenes y se considera lo bastante estable para considerar que sus cánones son más o menos respetados (aunque no tanto para que no se puedan producir dudas como la que nos ocupa, ni tan poco como en la época moderna, en la que se podría esperar cualquier cosa de la libertad expresiva del artista).
A continuación, Panofsky recurre a otra figura bíblica que podría ser la que estuviera representada en el cuadro. Se trata de Judit, que si bien es normal que iconográficamente esté acompañada de una espada, no hay ningún motivo para que se la represente con una bandeja.
Por lo tanto, estamos ante un dilema: si la figura es Salomé, le sobra la espada; si es Judit, le sobra la bandeja. ¿Cuál es la verdadera figura del cuadro?
La solución, según Panofsky, se encuentra en la interpretación puramente cultural de las formas que componen la imagen, es decir, en la interpretación iconográfica:
  • Salomé, que hizo cortar la cabeza del Bautista, es un personaje negativo. La bandeja es un atributo que acostumbra a acompañarla, ya que presentó a Herodes la cabeza de Juan Bautista en uno de estos utensilios.

  • Judit, que cortó personalmente la cabeza del general Holofernes en un acto considerado heroico, es un personaje positivo. La espada le corresponde iconográficamente, ya que la empuñó para llevar a cabo su proeza. Sin embargo, la bandeja no parece tener sentido, ya que en su relato no se destaca la utilización de nada parecido.

  • Los dos personajes están en igualdad de condiciones, porque a cada uno le corresponde el atributo que al otro le sobra. Pero hay una ligera diferencia: la espada es un motivo enaltecedor en iconografía, mientras que la bandeja es neutro. Parece, pues, que hay más posibilidades de que un elemento neutro se haya introducido en una configuración heroica como la de Judit, mientras que, por el contrario, un atributo tan positivo como la espada difícilmente acompañará a un personaje claramente negativo como es Salomé.

La hipótesis que se adelanta, pues, es que el cuadro de Maffei no representa, como se pensaba, a la malvada Salomé, sino a la bienhechora Judit.
  • La hipótesis queda probada para Panofsky al considerar que, a lo largo de la historia de las imágenes, no hay ni una sola figura de Salomé con espada y, sin embargo, se pueden encontrar diversas Judits acompañadas de una bandeja.

Hay un colofón de este razonamiento que explica la aparición de la bandeja en las figuras de Judit. En determinado momento, la configuración cabeza cortada + bandeja se extrae de su situación concreta (representaciones de la historia de Salomé) y viaja separadamente por la iconografía, de manera que se utiliza incluso cuando solo hace falta la figura de una cabeza cortada como motivo iconográfico, tal como sucede con la figura de Judit.
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De este procedimiento podemos extraer las enseñanzas siguientes, que nos pueden servir para comprender cómo se introducen los elementos culturales en imágenes tan codificadas como las que estudiaba Panofsky (por ejemplo, las publicitarias o las que pertenecían a películas de género, etc.).
  • Las configuraciones se dividen en motivos y temas. El tema es el significado general, mientras que los motivos son los diversos atributos que acostumbran a acompañar un tema determinado y cuya presencia lo define.

  • Los temas se van formando a través de la historia, la literatura, la leyenda, etc., por el procedimiento de delimitar cuáles son los motivos que corresponden a cada tema. Las imágenes visualizan estas composiciones y refuerzan la caracterización de los temas.

  • Hay configuraciones visuales que pueden tener valor representativo independientemente tanto de las estructuras formales y los componentes estilísticos concretos como del tema. Así, por ejemplo, el conjunto que forman la bandeja y la cabeza cortada del caso que estudia Panofsky, que acaba siendo una forma decorativa.

Saxl delimitó su concepto de vida de la imágenes de esta capacidad figurativa por la que una configuración visual determinada se separa de su situación concreta y funciona como forma independiente que viaja a través de las épocas. A veces, esta forma puede ser un conglomerado de imágenes (cabeza + bandeja), y otras, una estructura visual casi abstracta, como un gesto.
Saxl da diversos ejemplos:
Según Saxl, estos conjuntos, una vez pierden su significación inicial, pueden ser utilizados para funciones muy diversas a lo largo de la historia. Son imágenes vivas mientras las nuevas significaciones que van adquiriendo en los diferentes contextos son operativas, capaces de comunicar, y, por el contrario, mueren cuando se limitan a una función decorativa, es decir, puramente visual, sin contenido cultural.
El dibujante norteamericano Will Eisner, autor del célebre cómic Spirit, hace referencia a formaciones de este tipo que se pueden detectar en la imaginería de este medio.
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Podéis consultar W. Eisner (1994). El cómic y el arte secuencial. Barcelona: Norma Editorial.
  • Determinadas imágenes, con o sin la voluntad expresa de quien las utiliza, están "embarazadas" culturalmente y funcionan con este valor añadido, al margen de la utilización concreta que se haga en un contexto determinado.

Así es como funcionan también la significación simbólica y la alegórica.
El símbolo es una forma ligada a un significado muy concreto y de comprensión inmediata en el seno de determinada cultura: por ejemplo, la cruz.
El mecanismo alegórico convierte las ideas en cosas, y en su momento álgido –Renacimiento y Barroco– hace referencia a un saber codificado que da lugar a un juego de imágenes muy determinado, como el que se puede encontrar en los llamados emblemas y que es susceptible de interpretarse iconográficamente, ya que hay una larga tradición que lo avala:
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Walter Benjamin estudió los mecanismos alegóricos contemporáneos por los que, invirtiendo el mecanismo alegórico clásico, las cosas se convierten en ideas. Los objetos (las llamadas mercancías) adquieren en la sociedad contemporánea la capacidad de significar los sueños y deseos del imaginario social, como comprobamos con la publicidad.
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2.3.1.La utilización de la iconografía por Roland Barthes
Roland Barthes, en su libro S/Z (1970), estudia un relato de Balzac, titulado Barrasine (1830), y describe los mecanismos que utiliza el novelista para componer el realismo narrativo. De su estudio extrae una serie de códigos que actúan conjuntamente para componer el tejido de la narración.
Áreas de codificación cultural
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"Los cinco códigos forman una especie de malla, de tópicos a través de los cuales el texto pasa (o mejor dicho, pasando a través de la misma, se hace texto). Si, por lo tanto, no tratamos de buscarle una estructura a cada código ni de los cinco códigos entre ellos, lo hacemos deliberadamente, para asumir la multivalencia del texto, su reversibilidad parcial. Se trata en efecto, no de manifestar una estructura, sino de producir una estructuración en lo que sea posible."

R. Barthes (1980). S/Z (pág. 27). Madrid: Siglo XXI.

Aunque Barthes no hace referencia en su estudio al método iconográfico de Panofsky, si observamos atentamente la configuración general del sistema de códigos que propone, nos daremos cuenta de que hay relaciones muy significativas e interesantes entre los dos sistemas. Eso nos puede llevar a comprender cómo la codificación que Barthes establece para la literatura también se puede aplicar a las imágenes.
Codificación de Barthes
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2.3.2.La utilización de la iconografía por Umberto Eco
Umberto Eco incluyó en su libro Apocalípticos e integrados (1965) un análisis del célebre cómic Steve Canyon, de Milton Caniff (verdadero fenómeno de masas a partir de su aparición: 1947), para el que utilizó métodos iconográficos claramente heredados del método de Barthes.
Este ejercicio de Eco nos sirve como ejemplo de la utilidad del método para determinar el significado profundo de configuraciones visuales contemporáneas, y también nos informa con más detenimiento de cómo se hacen visibles los elementos culturales.
Cómic Steve Canyon, de Milton Caniff (1947).
Cómic Steve Canyon, de Milton Caniff (1947).

Leed Lectura de "Steve Canyon", de Umberto Eco, del dossier de lecturas.

Actividad
Volved a utilizar la imagen que ya hemos analizado desde la perspectiva formal, e intentad ahora comprenderla culturalmente a partir de los diversos métodos expuestos. Es interesante que observéis los mecanismos por medio de los cuales el hecho cultural se convierte en visual: es muy posible que la simple aplicación de los métodos de análisis no os lleve a captar automáticamente la variedad de estas posibilidades ni su profundidad. Por eso, vale más la pena que intentéis profundizar vosotros mismos en la imagen y saquéis vuestras propias conclusiones (por ejemplo, con respecto a las cuestiones de género-sexo).
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2.4.Análisis lingüísticos

A lo largo del siglo xx se produjo un giro lingüístico en el pensamiento occidental, basado fundamentalmente en la obra de Charles S. Peirce (1839-1914) y en la de Ferdinand de Saussure (1857-1913). Poco a poco, se fue situando todo el conocimiento bajo la luz de los mecanismos del lenguaje, considerando que todo, desde el arte hasta la misma sociedad y sus formas culturales, estaba estructurado como un lenguaje.

"La concepción que nos muestra el conjunto de la filosofía antigua y medieval como concernida por las cosas, la filosofía que va del siglo xvii al xix interesada por las ideas, y la esclarecida escena filosófica contemporánea incumbida por las palabras es muy plausible."

R. Rorty (1979). La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Con respecto a las imágenes, este giro lingüístico tiene dos facetas fundamentales.
  • Una ya fue expresada por Benjamin Lee Whorf cuando indicó que la estructura del lenguaje del ser humano influye sobre la manera en que comprende la realidad y su comportamiento ante esta realidad. Se trata de una concepción que también fundamenta las corrientes construccionistas contemporáneas.

Según esta concepción, una imagen solo sería comprensible cuando fuera posible traducirla a la estructura lingüística que organiza la percepción. Eso es lo mismo que decir que las imágenes son equivalentes a la estructura lingüística subyacente en su descripción textual.
  • La otra, corolario de la anterior, comporta adoptar los conceptos primordiales de la lingüística, y en concreto de la semiótica, y aplicarlos a la imagen, de manera tal que sus características visuales se desvanezcan detrás de la estructura lingüística emergente que supuestamente sostiene el significado.

Los componentes de la imagen se reducen a la categoría de signos y se estudian según sus características funcionales, que se consideran básicamente iguales en cualquiera de las disciplinas a las que se aplican.
Los signos según Peirce
Según Peirce, los signos, en relación con el objeto, pueden ser:
  • Iconos: tienen una cierta semejanza innata con el objeto a que hacen referencia.

    Ejemplo: un retrato, un diagrama, una fórmula.

  • Índices: dirigen la atención hacia el objeto indicado: la flecha me impulsa hacia una dirección, el humo me indica que hay fuego.

    Ejemplo: una flecha indicadora, una columna de humo.

  • Símbolos: tienen una relación arbitraria con el objeto a que hacen referencia.

    Ejemplo: la cruz, cualquier convención iconográfica.

"La semiótica ha sido definida (por Saussure) como «la ciencia de la vida de los signos en la sociedad». Definida de esta manera, tiene un alcance que es sorprendente por su simplicidad y amplitud. Según ello, todo en una cultura puede ser visto como una forma de comunicación organizada de forma parecida al lenguaje verbal, puede ser entendido en términos de un conjunto común de reglas o principios. En las instituciones académicas actuales el estudio de tales fenómenos acostumbra a fragmentarse y parcelarse en una multitud de disciplinas: psicología (en sus distintas escuelas), sociología, antropología, historia, filosofía, lingüística, literatura, arte y estudios fílmicos, para nombrar sólo las más prominentes. La semiótica ofrece la promesa de un estudio sistemático, coherente y comprehensivo de su totalidad, no sólo de algunas partes de las mismas."

R. Hodge; K. Gunther (1988). Social Semiotics. Nueva York: Cornell University Press.

2.4.1.El giro lingüístico y el declive de la visión
Valeriano Bozal sitúa en el cubismo el nacimiento del giro lingüístico en las artes plásticas (y, por extensión, en la imagen). Su razonamiento se puede resumir en los puntos siguientes:
  • El artista cubista abandona el punto de vista único y adopta puntos de vista diversos, múltiples, sobre un mismo objeto. Eso incide de manera decisiva sobre la organización de la imagen y la relación entre espacio figurado y espacio pictórico.

  • A medida que se multiplican los puntos de vista, los sistemas de representación tradicionales dejan de ser funcionales, el espacio figurado se rompe y no es posible articularlo como referencia de una mirada.

Bozal toma como referencia el cubismo porque es el estilo pictórico más representativo de la ruptura señalada, pero hay que tener en cuenta que no es un hecho aislado, ni siquiera en el mundo de la imagen, como veremos si pensamos en el fenómeno cinematográfico, que puede ser interpretado como una especie de "cubismo temporal" (en realidad, la interpretación se ha hecho más a menudo a la inversa: el cubismo como equivalente del montaje cinematográfico).
Pero si reparamos especialmente en la fragmentación del punto de vista único, típico de la perspectiva renacentista, y su transformación en un conjunto de puntos de vista diversos, un fenómeno que Bozal considera situado al inicio de la revolución cubista, veremos que también se encuentra en literatura, en escritores como Robert Louis Stevenson (The Master of Ballantrae, 1889) o Wilkie Collins (La dama de blanco, 1860). En los dos autores, especialmente en las obras indicadas, se rompe la unidad de la novela realista y la estructura del relato se compone de diferentes narrativas, correspondientes a puntos de vista distintos: se ha roto la objetividad idealista de la novela (equiparable a la de la representación) y se propugna una posible objetividad, compuesta por la suma de diversas subjetividades, hacia la cual se tiende, pero que nunca se puede alcanzar, ya que la centralidad que requiere ha desaparecido.
  • El espacio plano sobre el que se representan los motivos empieza a adquirir cada vez más protagonismo: el espacio plano sustituye al figurado y los motivos se empiezan a disponer sobre el espacio plano.

  • Desaparece la mirada como fundamento de la imagen pintada y, por lo tanto, del sujeto virtual que mira (fundamento, al mismo tiempo, de esta mirada).

  • Una vez que ha desaparecido el punto de vista, cualquier punto de vista, y que la imagen pintada no es término de ninguna mirada empírica, la pintura utiliza signos con un valor semántico que se configura a partir de las relaciones en el plano.

  • Al sustituir el espacio figurado tridimensional por el plano, la pintura introduce una alteración sustancial, porque la mirada empírica percibe un espacio tridimensional. La pintura se ha convertido en un signo que no se parece al objeto al que hace referencia y al que, a pesar de todo, representa.

Al desaparecer la mirada como eje organizador de la imagen, la construcción del significado se internaliza y se abre la posibilidad de un juego de signos inscritos sobre una superficie plana, parecido al de la escritura.
2.4.2.Análisis semiótico de Roland Barthes
Este anuncio de pasta italiana sirvió a Roland Barthes para escribir en su famoso artículo de 1964 (Retórica de la imagen) un detallado análisis de una imagen, basándose en la concepción lingüística de los signos.
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Leed Retórica de la imagen, de Roland Barthes, del dossier de lecturas.

Para extraer el significado de la imagen, Barthes prescinde (por ejemplo, de su composición) y la divide en niveles de significación:
  • El primero corresponde al mensaje lingüístico, en el que no hay ninguna imagen implicada, pero que, sin embargo, se convierte en el fundamento de toda la construcción visual, ya que "ancla" el significado: nos indica de qué trata la imagen.

  • El segundo hace referencia a la imagen en sí, pero para poder comprenderla se tiene que convertir en material lingüístico, es decir, en signos: se trata, por lo tanto, de un mensaje icónico codificado.

  • El tercero aparece cuando se observa que detrás de la imagen convertida en signo todavía queda una presencia icónica, es decir, la imagen propiamente dicha, cuya expresividad ha sido suprimida por la operación anterior. Se trata de un mensaje icónico sin codificar que, según Barthes, no significa nada más allá de sí mismo: es decir, un tomate hace referencia a un tomate, la bolsa de malla a la bolsa de malla, etc.

Niveles de significación
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La conclusión es que para significar algo más que su propia referencialidad la imagen tiene que estar organizada con signos, es decir, se tiene que poder articular.
  • El signo se desdobla en significante y significado: se busca el significado a través de un significante (la imagen) que solo sirve de puente hacia este significado.

  • El significado, al mismo tiempo, puede ser denotativo y connotativo: puede estar relacionado con lo que hace referencia directamente a la imagen, y también se puede relacionar con el contexto de este elemento.

Resumen
  • La utilización del paradigma lingüístico representó un gran avance en la comprensión de los mecanismos significativos de las imágenes. Al mismo tiempo, desplazó la atención del aspecto visual al lingüístico e hizo perdurar la antigua concepción que separa el fondo de la forma.

  • Tenemos que repensar las relaciones entre el significante y el significado para comprender qué significación primera se produce a través de los fenómenos visuales.

  • Hay que estudiar la forma del contenido, antes de proceder a comprender el contenido de la forma, porque este último nunca está completo por sí mismo.

2.5.Análisis fenomenológicos

Hemos repasado algunas de las metodologías a través de las cuales se puede extraer el significado de las imágenes. Estos métodos no consiguen agotar la significación de los productos visuales, en principio porque no son los únicos métodos posibles, como tendremos ocasión de ir viendo en el resto del módulo; y, después, porque siempre quedará una pregunta por hacer a la imagen, susceptible de iniciar una nueva exploración.
Los métodos son herramientas que nos ayudan a comprender diversas facetas de la imagen, pero tenemos que estar preparados para hacer nuestras propias preguntas, porque cualquier método siempre nos enseña más sobre sí mismo que sobre el objeto que estudia.
Volvemos al principio y, liberándonos de cualquier metodología, intentamos empezar de cero una nueva exploración sobre la imagen que estudiamos.
Hay que hacer una observación empírica de la imagen que nos permita captarla como objeto compuesto por una serie de datos.
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Para eso, en Gervereau:
Técnica
  • Nombre del productor o productores (autor, publicación, etc.).

  • Forma de identificación de los productores, editores, etc.

  • Fecha de producción.

  • Tipo de imagen (medio) y técnica.

  • Formato (dimensión).

  • Localización (donde se puede encontrar).

Estilística
  • Número de colores y estimación de las superficies y de la predominancia.

  • Volumen e intencionalidad del volumen.

  • Organización icónica (¿cuáles son las líneas directrices?).

Temática
  • Título y relación entre texto e imagen.

  • Inventario de los elementos representados.

  • Fecha de producción.

  • ¿Qué símbolos contiene?

  • Temas de conjunto (¿cuál es su significado más inmediato?).

Actividad
Haced vosotros mismos, sobre la imagen que estamos utilizando, el análisis que acabamos de proponer hasta donde os sea posible (teniendo en cuenta que no tenéis el original de la revista ni datos precisos que hagan referencia a ella).
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Podemos ampliar este tipo de análisis intentando dilucidar las relaciones de la imagen con su contexto:
Contexto fuente
  • ¿De qué ambiente técnico, estilístico, temático ha surgido esta imagen?

  • ¿Quién la ha hecho y qué relación tiene con su historia personal?

  • ¿Quién la encargó y qué relaciones tiene con la historia de aquel momento?

Contexto difusión
  • ¿Tuvo la imagen una difusión contemporánea en el momento de su producción, o bien una o varias difusiones posteriores?

  • ¿Qué datos o testimonios tenemos de su forma de recepción a través del tiempo?

Ya tenemos muchos datos sobre esta imagen, al margen de las interpretaciones sobre su significado que hemos hecho previamente. De la descripción empírica hemos extraído una serie de hechos objetivos y, con el estudio del contexto, podemos situar la imagen en un momento histórico determinado, a la vez que estaremos en condiciones de observar que la imagen tiene una historia propia que va variando los mecanismos comunicativos (y, en gran medida, el significado) según el contexto en que se encuentre.
Datos de la imagen
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Ya tenemos bastante información sobre el funcionamiento de las imágenes para darnos cuenta de que esta acumulación de datos no es en absoluto suficiente para comprenderla. En realidad, la proliferación de datos, si bien nos permite fijar la imagen como producto material e histórico, nos oculta su verdadera validez como composición visual provista de mecanismos propios de representación y significación.
La imagen es algo más que el saber factual acumulado a través de su descripción empírica y de la relación con el contexto.
Ya estamos lo bastante sensibilizados con la fenomenología de las imágenes para saber que podemos hacer otros ejercicios, además de los mencionados:
  • Penetrar verdaderamente en la imagen, en vez de observarla desde el exterior, para ver de qué fenómenos visuales se compone realmente.

  • Entender que toda imagen (como cualquier otro producto cultural) es siempre el centro de una red de implicaciones que la comunican, en circuitos de ida y vuelta, con otras imágenes. No basta con determinar en abstracto el contexto en que se inserta la imagen, sino que se ha de buscar la genealogía que la conecta con otras imágenes específicas.

  • Finalmente, sabemos que en la actualidad es posible intervenir en las imágenes, no únicamente por medio de una interpretación personal, sino físicamente, mediante las herramientas que nos proporcionan las nuevas tecnologías. Por eso tenemos que tener en cuenta esta posibilidad de apropiación de las imágenes, no únicamente con respecto a nosotros (lo que podemos hacer), sino también por las transformaciones que pueden haber experimentado desde su producción hasta la recepción actual.

Fenómenos de la imagen
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Ya estamos en condiciones, pues, de determinar la diferencia esencial entre datos y fenómenos. La diferencia entre la información extraída de la interrogación tradicional y la obtenida de la interrogación compleja es precisamente la que va del dato al fenómeno.
El fenómeno visual es el resultado de la representación formal de los datos que obtenemos con el análisis empírico de la imagen.
Cualquiera de los elementos informativos sobre la imagen que hemos acumulado hasta ahora tiene un componente factual (nombres, fechas, estilos, etc.) y otro fenoménico (¿cómo se ha visualizado la relación con determinado autor, estilo, fecha, etc.?, ¿qué formas concretas hay en la imagen que nos permiten establecer el puente que une la imagen con los datos que la describen?).
Pero hay algo más: mientras que los datos aparecen de manera aislada y, como máximo, se pueden recoger listas de elementos autónomos relacionados por categorías, los fenómenos son siempre producto de interacciones. Es posible aislarlos para comprenderlos mejor, pero en ese caso corremos el riesgo de anularlos.
Un fenómeno puede ser simple, y referirse a la visualización de un solo dato, o complejo, y ser el resultado de la interacción de diversos datos o diversas visualizaciones.
Ejemplo de fenómenos de la imagen
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Sabemos que esta imagen fue publicada en 1951 en una revista del hogar: hay una multitud de elementos que visualizan esta circunstancia, desde el estilo de los vestidos hasta la forma y la categoría de los objetos. Cada una de estas formas visualiza aspectos del momento histórico y el contexto de edición y recepción: son fenómenos visuales simples, muy próximos a los datos empíricos.
Pero estos datos visuales (fenómenos) no actúan de manera aislada, sino que se enlazan con otros hasta formar redes prácticamente inextricables: el estilo de los vestidos, más las características de los objetos, más la disposición visual general, configuran un entramado que nos permite concretar la situación histórico-social de la imagen y afinar su significado. Estamos ante un fenómeno complejo que surge de una capa más profunda de la imagen que la que captábamos después de una primera observación enumerativa de elementos aislados.
De la misma manera, si en vez de extraer datos nos planteamos problemas –como, por ejemplo, la relación entre el imaginario masculino y el femenino, o el punto de vista tal como se desarrolla en la imagen–, automáticamente tendremos que encarar fenómenos visuales complejos que relacionen diferentes elementos visuales.
Por ejemplo, el problema del punto de vista nos llevará a plantearnos, cuando menos, las siguientes relaciones que se establecen en estos sectores de la imagen:
Figura 1
Figura 1
Figura 2
Figura 2
Figura 3
Figura 3
Es obvio que en la imagen se plantea un problema de contraposición de puntos de vista, masculino y femenino. ¿De qué manera se expone la dicotomía?
Las preguntas que nos tenemos que formular en este sentido pueden ser, entre otras, las siguientes:
  • ¿Qué mirada produce las escenas de las figuras 2 y 3?

  • ¿Qué diferencia hay entre la mirada inscrita en la figura 1 y el resultado de las miradas que se representa en las figuras 2 y 3?

  • ¿Cómo queda afectada nuestra mirada de espectadores de la imagen en el juego de miradas que se desarrolla en sus diversos sectores?

Finalmente, nos tenemos que plantear si el significado de la imagen tal como se expone (es decir, la simple muestra de las diversas expectativas de los dos personajes) representa el último significado posible o si, por el contrario, la imagen visualiza un problema ideológico más profundo: ¿se presentan las expectativas de los dos personajes de una manera equilibrada como expectativas igualmente razonables? ¿O por el contrario, nos predispone el ambiente general de la imagen en favor de una, concretamente la masculina?
Si eso es así, la decantación hacia uno de los personajes es un asunto completamente visual: ¿qué elementos contribuyen a ello? La noche de tormenta es el más efectivo: ¿a quién se le ocurre salir de casa en una noche como esta? De esta manera, las expectativas de la mujer no están al mismo nivel que las del marido: el dibujo, más allá de querer hacernos sonreír con el posible choque que seguramente se producirá cuando los dos personajes expresen sus deseos, toma partido (con su exposición personal) por uno de los personajes.

3.Imagen y cultura

3.1.Antropología visual

3.1.1.Observación y mirada
Cuando salgáis de casa, deteneos un momento y echad un vistazo a vuestro alrededor. Concentraos en lo que veis como si lo vierais por primera vez. Pensad en los edificios, las personas, los letreros, los carteles, los automóviles, los objetos, en todo lo que os rodea, como si fueran los documentos de una cultura cuyo contenido tenéis que explicar a otras personas que, como vosotros, lo desconocen. Al fin y al cabo, una cosa parecida es lo que todos hacemos cuando visitamos otro país: lo que hace todo turista.
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Sin embargo, como turistas no nos planteamos muchos problemas sobre la captación de los elementos que queremos conservar: hacemos fotografías, compramos reproducciones de objetos y después nos los llevamos a casa como partes materiales de nuestra memoria personal del viaje, literalmente como recuerdos (souvenirs).
Esta actuación tan extendida en las sociedades occidentales de la era contemporánea comparte con la antropología visual dos cuestiones fundamentales:
  • El problema de la mirada: ¿cuáles son las relaciones entre el observador y el objeto observado?

  • El problema de la representación: ¿cómo impregnan estas relaciones la visualización del objeto?

Aunque son elementos consustanciales de cualquier tipo de imagen, solo en el caso de la visión antropológica se plantean de manera tan clara y, sobre todo, solo es aquí donde la fenomenología de la mirada se utiliza como herramienta hermenéutica, especialmente en las últimas tendencias, superadoras del mito del llamado cine observacional.
En un primer momento se consideró posible que se pudiera captar la realidad como si el observador y los elementos técnicos no estuvieran en ella. Esta creencia va unida a la idea equivalente de que la mirada del observador también tiene la capacidad de captar la realidad sin mediaciones de ningún tipo. El ojo y la técnica se equiparan en su presunta objetividad.

"El film etnográfico es un film que permite interpretar el comportamiento de los componentes de una cultura por medio de planos de personas que están haciendo precisamente lo que harían si la cámara no estuviera allí."

W. Goldschmidt (1972). Ethnographic film: definition and exegesis. PIEF Newsletter of the American Anthropological Association.

Leed El hombre y la cámara, de Jean Rouch, del dossier de lecturas.

Más tarde, no tan solo se consideró imposible que el observador y la cámara dejaran de afectar a la realidad que estaban captando, sino que incluso se creyó deseable incluir estas variantes en la misma representación. Esta actitud coincide con la crisis de la objetividad que representa considerar que la mirada es una construcción. La mirada y la técnica se equiparan en su calidad de construcciones.
Entre el cine observacional y el cine que acepta de manera madura todas las implicaciones de sus instancias representacional y comunicativa está el llamado cine auto-reflexivo, en el que, muchas veces, se introducen elementos del rodaje, como por ejemplo la cámara, en la imagen del mismo documental.
Realmente, eso no es más que un intento de conseguir la máxima objetividad del film (que se conseguiría representando incluso la técnica de representación).
Aunque significa un avance con respecto a la actitud observacional, muchas veces el cine auto-reflexivo plantea muchos más problemas que los que resuelve.
En este vídeo del grupo inglés Monty Python se pone de manifiesto el absurdo de pretender que la introducción de la figura de la cámara en el espacio de representación sea una solución al problema de la mirada.

"Más allá del cine observacional existe la posibilidad de un cine participativo que se convierta en testimonio del acontecimiento del film y transforme en un potencial lo que la mayoría de las películas se esfuerzan en ocultar. Aquí el cineasta reconoce su entrada en el mundo de sus sujetos y, sin embargo, les pide que refrenden el film con su propia cultura."

D. MacDougall (1985). "Beyond Observational Cinema". En: Bill Nicholl. Movies and Methods (vol. II, págs. 274-287). Berkeley: University of California Press.

3.1.2.La imagen antropológica
Los antropólogos acostumbran a moverse en situaciones fronterizas:
  • Frontera espacial: se sitúan en la confluencia con otras culturas, justo en la línea que separa su espacio cultural y el de la cultura observada.

  • Frontera epistemológica: de su ignorancia sobre lo que observan extraen la curiosidad y el frescor necesarios para ver lo que, desde dentro de la cultura observada, parece invisible.

  • Frontera temporal: su interés se acostumbra a dirigir a objetos que se encuentran en proceso de desaparición, corren peligro de desvanecerse, porque parecen pertenecer a otro tiempo.

"Por todo el mundo, en cada continente y cada isla, en los escondidos suburbios de cada ciudad industrial, y también en los valles escondidos a los que solo se puede ir en helicóptero, están desapareciendo valiosas costumbres, totalmente irreemplazables e irreproducibles, mientras que los departamentos de antropología continúan enviando trabajadores de campo con una libreta y un lápiz como único equipo."

M. Mead (1995). En: Paul Hockings (ed.). Principles of Visual Anthropology. Berlín [etc.]: Mouton de Gruyter.

En las palabras de Margaret Mead se refleja la preocupación por las tres fronteras mencionadas: en los suburbios (de las ciudades), en los valles escondidos (de la naturaleza controlada), hay costumbres que desaparecen (que pertenecen, pues, a otro tiempo). El problema es qué hacemos en relación con esta cuestión: utilizamos, dice la antropóloga, instrumentos inadecuados.
La respuesta a la pregunta de por qué son inadecuados estos instrumentos (textuales) pasa por delimitar las características de la imagen antropológica y establecer la superioridad con respecto al texto antropológico: es, por lo tanto, un problema de epistemología.
Bruno Latour constata la importancia que tuvo la incorporación de la imagen a la ciencia del siglo xv, ya que la imagen tenía la ventaja de ser fija y móvil al mismo tiempo:
  • Fija, porque el dibujo captaba las características visuales de los objetos de manera inalterable (mientras que los textos se podían interpretar mal por su ambigüedad).

  • Móvil, porque era transportable de un lado a otro sin que el desplazamiento le implicara ninguna modificación (los textos, o los relatos orales, sufrían importantes modificaciones en las operaciones de traducción y translación).

"¿En qué reside la importancia de las imágenes e inscripciones que los científicos e ingenieros se esfuerzan por obtener, dibujar, inspeccionar, calcular y debatir? En primer lugar, en la ventaja única que ofrecen en situaciones retóricas o polémicas. «¿Dudas de lo que te digo? Te lo demostraré». Y sin desplazarme más que unas pocas pulgadas, despliego ante tus ojos figuras, diagramas, láminas, textos, siluetas, y en el mismo momento y lugar presento cosas que se hallan en lugares lejanos con las cuales a partir de ese momento se establece una conexión de doble sentido. No considero que se pueda sobreestimar la importancia de este sencillo mecanismo."

B. Latour (1998). "Visualización y cognición: pensando con las manos y con los ojos". La Balsa de la Medusa (n.º 45-46, pág. 96).

Ahora bien, aunque estas características de las imágenes sean ciertas y hayan contribuido en su momento a la creación de un conocimiento objetivo, nos tenemos que preguntar hasta qué punto quiere decir eso que las imágenes creadas estaban desprovistas de cualquier cualidad que no correspondiera al objeto observado por el autor. Es decir, ¿hasta qué punto no estaba incluida su mirada y, por lo tanto, su espacio, su tiempo y su epistemología en la imagen antropológica captada directamente de la realidad y transportada de vuelta a la civilización?
Observemos estas tres imágenes, producto de una mirada antropológica correspondiente a tres épocas diferentes.
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La primera pertenece a Albert Eckhout, que había sido enviado al Brasil para ilustrar los descubrimientos que hiciera una expedición holandesa organizada por el príncipe Mauricio en el siglo xvii. La segunda proviene de un libro de viajes por Rusia de Laurence Oliphant, de 1850, y está realizada por el propio autor. La tercera pertenece al llamado ensayo fotográfico del fotógrafo Walker Evans durante la Depresión norteamericana.

"El equipo de observadores o descriptores escogidos por el príncipe Mauricio es un hecho sin precedentes: se compuso de hombres versados en ciencias naturales y en cartografía, así como dibujantes y pintores. Recogieron una documentación gráfica excepcional en la tierra brasileña, de sus habitantes, su flora y su fauna. Se trató de retratar fundamentalmente todo lo previamente desconocido o curioso. Albert Eckhout produjo las primeras pinturas de tamaño natural de los nativos brasileños. Son insólitas, no sólo en virtud de su escala, sino también por el cuidado con que reflejan sus proporciones, el color de la piel, vestidos, aderezos y material social y natural. Un retrato de Eckhout constituye una etnografía o mapa humano. Compárese el interés descriptivo con los relatos fabulosos del Nuevo Mundo que seguían circulando."

Svetlana Alpers (1987). El arte de describir (pág. 231). Madrid: Hermann Blume.

Las palabras de Alpers nos describen una intención de fidelidad al modelo y de objetividad que se puede aplicar a las tres imágenes, y con más motivo a la imagen fotográfica de Evans, que culmina este ideal de captación de la realidad con la producción técnica de la imagen.
De todos modos, si buscamos los trazos de las fronteras que caracterizan la antropología (espacial, epistemológica y temporal), no tardarán en aparecer.
Observad cómo las tres imágenes, de tres siglos diferentes, tienen el mismo punto de vista general (cosa que nos indica hasta qué punto la imagen más pretendidamente objetiva de todas, la fotográfica, está impregnada de una mirada construida históricamente). Después, en las tres imágenes hay una calificación del sujeto que pertenece más a la valoración cultural del observador que a sus cualidades:
  • La india tarairiu de Eckhout: es claramente exótica a priori: en ella todo destila los elementos de esta curiosidad que, según Alpers, tenía que ser el impulso que había de dirigir la mirada de los expedicionarios. Ahora bien, la india en sí no tenía que ser necesariamente exótica ni curiosa, por lo tanto podemos aventurar que los detalles fidedignos que pueblan la imagen no aparecen porque sean los que la describen mejor sino porque fueron los que más llamaron la atención al dibujante (quien, además, dibujaba pensando en la impresión que sus dibujos causarían en Holanda).

  • La chica de Tcherkask: como la india, está fuera de su contexto específico y colocada en un contexto indeterminado ("paisajístico"): adopta una actitud y desprende una actitud que han sido proyectadas obviamente por Oliphant. El dibujo es indudablemente realista, pero a una distancia de más de un siglo y medio no produce la misma impresión de realismo que podía ofrecer en la época, lo cual nos indica que el realismo no tiene tanto que ver con la objetividad como con el hecho de que los trazos visibles de una imagen sean reconocibles por las expectativas de determinada cultura.

  • La mujer norteamericana de Evans: acumula todo lo que se ha dicho antes: la cámara establece un punto de vista que es heredero de una tradición observacional; y la curiosidad que movía a Eckhout o Oliphant ha sido sustituida aquí por la intención de elaborar un documento social sobre la miseria (no es que no hubiera miseria en el este medio norteamericano de los treinta, sino que aquí la mujer se convierte en emblema de esta miseria y está fotografiada de manera que muestre sobre todo estos caracteres emblemáticos).

A pesar de eso, la imagen se ha convertido en la herramienta ideal de la antropología, quizá porque esta disciplina es ante todo una cuestión de miradas, como hemos visto.
El problema al que se enfrenta la visión antropológica, con respecto a la persecución de la objetividad, es que el observador no se puede desprender nunca ni de su espacio, ni de su tiempo, ni de su concepción de la realidad y, por lo tanto, acarrea siempre estos ámbitos, que son los que establecen las fronteras al encontrarse ante los ámbitos a observar.
Por lo tanto, las imágenes antropológicas son siempre el producto de esta confrontación de diversos espacios, tiempos y epistemologías: de hecho, podemos decir que las imágenes antropológicas son la representación del juego de estas fronteras.
Por lo tanto, la presencia del observador modifica siempre lo que se observa, como sucede, según Heisenberg, en las observaciones relacionadas con la física atómica. La antropología es un buen ejemplo de la extensión de este "principio de incertidumbre" a otros ámbitos.
El principio de incertidumbre de Heisenberg dice lo siguiente:

"Si determinamos la posición de un objeto con precisión, al mismo tiempo no podemos determinar exactamente a qué velocidad se mueve, y a la inversa."

Heisenberg (1927). Uncertainty Paper.

Podéis consultar la siguiente página web: http://www.aip.org/history/heisenberg/p08c.htm
La antropología visual resuelve este problema básicamente de dos maneras diferentes:
  • Desarrollando un interés por la cultura propia, con lo que, en principio, se disuelven los problemas fronterizos (aunque se pueden desarrollar otros).

  • Aceptando la paradoja y desarrollando métodos para utilizarla a favor de la investigación.

    Esta segunda actitud deja pasar tres modos de actuación, que pueden funcionar separada o conjuntamente:

    • Confeccionar representaciones visuales: es decir, estudiar una determinada sociedad construyendo imágenes.

    • Examinar imágenes ya existentes: es decir, utilizar las imágenes como documento.

    • Colaborar con los actores sociales para producir representaciones visuales, es decir, combinar los dos pasos anteriores en una síntesis creativa.

Al proponer la confección de las imágenes como herramienta de conocimiento, se subvierte la concepción tradicional según la cual se consideran simples transmisoras de un significado que no reside en ellas. Las imágenes antropológicas de este tipo dan forma específica al conocimiento.
Al proponer la posibilidad de combinar las imágenes como herramienta de conocimiento y las imágenes como documento, con la colaboración del antropólogo en la producción de las representaciones propias de la cultura analizada, se da un gran paso hacia la confección de imágenes complejas, capaces de comprender las relaciones entre sujeto investigador y objeto investigado y salvar las distancias proverbiales que hay entre ellos.
Actividad
Estudiad el proyecto de documental que Leni Rienfenstahl quiso llevar a cabo sobre unas tribus africanas que la obsesionó durante muchos años, e intentad encontrar la manifestación de las fronteras que se han expuesto.
Luces y sombras, de Ray Muller. Documanía, Canal Satélite Digital, © 1993 OMEGA FILM GmbH-Nomad Films S.P.R.L.
Luces y sombras, de Ray Muller. Documanía, Canal Satélite Digital, © 1993 OMEGA FILM GmbH-Nomad Films S.P.R.L.
Vuestros análisis no pueden ser ajenos, sin duda, a las características especiales de la biografía de la realizadora, que trabajó durante el período nazi y simpatizó con este movimiento.

3.2.Visualizaciones de la cultura

3.2.1.La mirada documental
En el apartado anterior hemos hablado de la mirada antropológica. La mirada documental se sitúa muy cerca: en las diferentes etapas encontramos una creencia inicial idéntica en la capacidad objetiva de la imagen, y también la misma desconfianza posterior hacia este convencimiento. En este sentido, el cine documental y el cine antropológico han evolucionado de manera paralela desde la simplicidad ingenua de los orígenes hasta la compleja madurez de la actualidad.
Pero no podemos decir que todos los documentales sean necesariamente cine antropológico, ni viceversa, aunque evidentemente la antropología puede encontrar en cualquier documental una mina de materiales sobre una cultura determinada.
Tabú y Moana
Robert Flaherty es uno de los máximos representantes del cine documental. Moana es su segundo film y fue realizado entre 1922 y 1923 (estrenado en 1926).
Friedrich Wilhelm Murnau es uno de los directores más importantes del llamado cine expresionista alemán. Realizó Tabú en 1931, durante su etapa norteamericana y en colaboración con Robert Flaherty.
Tanto las características de Tabú como las de Moana les acercan al cine antropológico, aunque uno sea un film de ficción y el otro un documental.
Moana, de Robert Flaherty (1926).
Moana, de Robert Flaherty (1926).
Tabú, de Friedrich Wilhelm Murnau (1931).
Tabú, de Friedrich Wilhelm Murnau (1931).
La diferencia entre el cine documental y el cine antropológico radica en el hecho de que en el primero siempre ha habido una intención narrativa, mientras que en el segundo se buscaba el aspecto testimonial. Mientras que el documental es persuasivo, el film antropológico es demostrativo.
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Estamos hablando de situaciones ideales. Cuando el cine antropológico ha descubierto la inconsistencia de la pretensión objetivista, se ha lanzado a experimentar en zonas que limitan claramente con el documental:

"Ser reflexivo, en términos de trabajo antropológico, es insistir en que los antropólogos revelen sistemática y rigurosamente su metodología y su posición personal como instrumentos en la generación de datos. Dado que es posible afirmar que la narración es el medio lógico para exponer la etnografía, el cine como medio inherentemente narrativo (al menos en nuestra cultura) tiene gran potencial como medio de comunicación en antropología."

Ruby, J. (1995). "Revelarse a sí mismo: reflexividad, antropología y cine". En: Elisenda Ardevol; Luis Pérez Tolon. Imagen y cultura (págs. 161-201). Granada: Diputación Provincial de Granada.

En este sentido, el cine antropológico no se distingue del documental. En el ejemplo que podéis ver a continuación, nos encontramos con esta inversión del trabajo antropológico que da lugar a un documental. Y aquí de manera expresa, ya que se trata de un documental sobre el viaje a París para visitar a Jean Rouch que hace un personaje de un país africano donde el cineasta había rodado uno de sus filmes etnográficos. Se invierte así la mirada antropológica: el objeto de estudio se convierte en sujeto observador, y viceversa. Del proceso informa, como no podía ser de otra manera, un documental que a veces se acerca al film antropológico.
Jean Rouch à l'envers, de Manthia Diawara. Canal Arte Eine Production der Formation Films im Auftrag des ZDF in Zusammenarbeit mi Arte, © ZDF 1995.
Jean Rouch à l'envers, de Manthia Diawara. Canal Arte Eine Production der Formation Films im Auftrag des ZDF in Zusammenarbeit mi Arte, © ZDF 1995.
Si tenemos en cuenta lo que se dijo anteriormente en el curso, tendremos que aceptar que ni la mirada documental ni la antropológica garantizan ningún tipo de objetividad y que, por lo tanto, las imágenes de un documental no tienen que ser necesariamente más valiosas para el estudio de una cultura que las que provienen de una película de ficción.
En muchos casos, los antropólogos pueden encontrar que los filmes de ficción o narrativos presentan de manera mucho más visible los rasgos culturales que un cine documental que se pretenda objetivo y que, por lo tanto, sea tan aséptico y hermético como la misma realidad.
Podemos considerar que el cine documental moderno y el cine de ficción no son formas tan opuestas como parece. Lo que distingue el cine documental del de ficción es que busca los materiales en la realidad: es un cine de lo que es real. Pero después tiende hacia la ficción, ya que reelabora los materiales, los dramatiza o los convierte en narrativos (o bien utiliza, en general, todo tipo de figuras retóricas). Por su parte, el cine de ficción emerge del imaginario, de lo que es inventado, pero de búsqueda inmediata, cuando menos en su forma clásica: el realismo, la verosimilitud; pretende presentarse al espectador con tanta dosis de objetividad como un documental.
Cine de ficción
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Ejemplo de planteamiento de un documental
El tema de este documental de Jon Bang Carlsen es la confección de otro documental anterior del mismo director. Se demuestra que no hay mucha diferencia entre la manera en que se plantea una película de ficción y se encara un documental. La distinción básica está en el hecho de que un documental utiliza materiales directamente extraídos de la realidad, aunque después los procese de la misma manera que si fueran producto directo de la imaginación.
Cómo inventar la realidad, de Jon Bang Carlsen. Canal Arte. © Carlsen&Co 1996.
Cómo inventar la realidad, de Jon Bang Carlsen. Canal Arte. © Carlsen&Co 1996.
Documental iraní La conductora, de Pachachi Naysoon. Canal Arte. © Legend Production Limited MCMXCIX.
Documental iraní La conductora, de Pachachi Naysoon. Canal Arte. © Legend Production Limited MCMXCIX.
Film de ficción iraní El espejo, de Jafar Panahi (2000).
Film de ficción iraní El espejo, de Jafar Panahi (2000).
3.2.2.La visualidad cultural
El documental moderno es la herramienta perfecta para exponer las particularidades de una cultura, no para que sea capaz de captar su esencia de manera inmediata, sino precisamente para todo lo contrario: porque tiene recursos para poder argumentar con los materiales de esta cultura hasta hacer surgir todo lo que no es visible inmediatamente.
Pero las culturas también desarrollan diversos estilos visuales. ¿Basta esta capacidad hermenéutica del documental para captar la especificidad visual de una determinada cultura? Es obvio que no, porque entre los cines, documentales o no, de diversas culturas, no existen las diferencias visuales que, en cambio, se manifiestan en otros medios.
a) Branch Hill Pond, Hampstead Heath, de John Constable (1828); b) Paisaje, de Dong Qichang (1555-1636).
a) Branch Hill Pond, Hampstead Heath, de John Constable (1828); b) Paisaje, de Dong Qichang (1555-1636).
En el ámbito de la pintura, por ejemplo, estas diferencias visuales son muy palpables, como podemos ver en estos paisajes.
No tenemos que confundir el paradigma visual de una cultura con los diversos estilos que se pueden manifestar en su seno. Un paradigma marca unas constantes, establece un marco general en cuyo interior tienen lugar las diferentes variaciones estilísticas.
Es obvio que, hasta ahora, el cine no ha expresado diferencias de visualidad cultural tan palpables como las que nos ha mostrado la pintura. ¿Por qué?
La respuesta es muy simple: mientras que prácticamente todas las películas, occidentales y orientales, han jugado con un formato parecido al del paisaje de Constable, prácticamente no hay ninguna que haya utilizado el formato del paisaje chino. De la misma manera, la fotografía ha fundamentado su estética primordialmente en la visión naturalista de la perspectiva, y ha reducido, hasta hace muy poco, todo tratamiento pictórico de la imagen a la categoría de ornamento.
En algunas películas en las que se juega con la pantalla partida, puede ser que alguno de los recuadros tenga esta forma vertical, aunque eso no quiere decir que la composición se adapte al encuadre, como hace la pintura china: el cuadro, en este caso, será vertical, pero la forma de entender la composición de la imagen continuará siendo la misma que en el cuadro horizontal.
En la pintura occidental también encontramos formatos verticales, de la misma manera que en la pintura oriental también se utiliza la forma horizontal; por lo tanto, lo que distingue los dos paradigmas visuales es algo más que esta diferente ordenación, aunque en el caso de los paisajes abunde más una que otra en cada una de las culturas:
a) Perseo y Andrómeda, de Giambattista Tiepolo (1730); b) Paisaje, de Tang Yin (1470-1523).
a) Perseo y Andrómeda, de Giambattista Tiepolo (1730); b) Paisaje, de Tang Yin (1470-1523).
Los cuadros de Tiepolo y Tang Yin, a pesar de haber intercambiado los formatos con respecto a los paisajes anteriores, conservan las peculiaridades visuales de cada cultura:
  • El cuadro de Tiepolo está organizado de abajo arriba (con una perspectiva muy forzada, porque se trata de un proyecto para un fresco que se colocaría en un techo: pretende, por lo tanto, prolongar la mirada del espectador hasta los límites de la visión que propone el cuadro).

  • El cuadro de Tang Yin está organizado de arriba abajo, siguiendo las directrices de la llamada perspectiva invertida, característica de la pintura china, por la que los objetos lejanos se representan en un tamaño mayor que los próximos, al contrario que la perspectiva occidental.

La perspectiva china se organiza tradicionalmente según las distancias:
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Quizá parezca que no vale la pena preguntarse nuevamente por qué ha prevalecido el formato rectangular en la forma de la imagen cinematográfica, ya que seguramente a todos nos parecerá, sin lugar a dudas, que la forma horizontal es mucho más adecuada para el encuadre que la vertical: se nos hace difícil imaginar qué se podría hacer con una pantalla vertical.
Pensemos que en la historia de la representación occidental ha dominado de manera muy importante el formato rectangular, de unas determinadas proporciones: recordemos la arquitectura clásica, el escenario teatral, etc. Quizá nos ayude eso a entender por qué nos parece tan natural un formato y tan imposibles todos los demás.
La estética clásica occidental se basa en la llamada sección áurea, conocida desde la Antigüedad y utilizada de nuevo a partir del Renacimiento con especial intensidad.
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Especialmente la pintura narrativa o teatralista utiliza esta forma rectangular clásica, basada en la sección áurea y que es la que fundamenta, a través de la forma del escenario teatral, la configuración de la pantalla cinematográfica.
Los lictores llevan a Bruto los cadáveres de sus hijos, de Jacques-Louis David (1787).
Los lictores llevan a Bruto los cadáveres de sus hijos, de Jacques-Louis David (1787).
Escena de El rey Lear, de Shakespeare, representada por Eugène Delacroix (1843-1844).
Escena de El rey Lear, de Shakespeare, representada por Eugène Delacroix (1843-1844).
El uso de otro formato no significa el cambio de organización de la imagen, que sigue los parámetros del punto de vista teatral, a pesar de la nueva disposición. Tal como sucede en el cine, la utilización de los diversos planos no varía la estructura general de la composición: solo representa lo que se ha subrayado de una parte de la escena.
Escena de Hamlet, de Shakespeare, representada por Eugène Delacroix (1843).
Escena de Hamlet, de Shakespeare, representada por Eugène Delacroix (1843).
Ningún cine de ninguna cultura parece capaz de mostrar una visualidad cultural determinada, precisamente porque la técnica cinematográfica es una invención occidental que lleva incorporada en sus dispositivos una forma determinada de representar el mundo de una manera tan rígida que dificulta muchísimo cualquier maniobra en otro sentido.
Al no estar tan sujetas a las leyes del realismo óptico como la imagen occidental, las imágenes de otras culturas han tenido más libertad a la hora de expresar visualmente ideas, emociones o situaciones complejas.
A pesar de que las artes industriales, de origen occidental, han promovido una homogeneización de las formas, en los medios en los que la confección de las imágenes no está tan ligada a la técnica como en el cine y la fotografía la libertad tradicional de otras culturas ha influido en la temprana adopción de estrategias de gran expresividad que, al principio, parecían prohibidas a la imagen occidental del mismo tipo.
Un ejemplo de eso lo podemos ver en esta página de un cómic japonés (1978), de Y. Obayashi & Y. Tagawa (izquierda), en el que se combinan diversos puntos de vista (en el pie) con el desglose de un determinado movimiento (viñeta principal) y la presencia metafórica de un personaje (fondo).
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En esta página correspondiente a una biografía de Nasser en cómic, de Muhammad Nu'm ân al-Dhâkirî (1973), observamos una ruptura con la estrategia occidental de hacer transparente la estructura narrativa, con la homogeneización de las viñetas. Aquí, la metaestructura que forman es lo que organiza la percepción del conjunto y su lectura.
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De todas maneras, el cómic occidental, sobre todo a partir de los años sesenta (con algunas excepciones anteriores), también ha hecho numerosos experimentos de este tipo, de la misma manera que hay cómics de otras culturas que han adoptado el formato estándar de Occidente.
  • Cada cultura percibe la realidad de una manera diferente. Por lo tanto, produce diversos mapas de la visión-realidad.

  • Cada cultura tiene diversas técnicas de representación (o asimila de una manera específica las técnicas foráneas).

  • Cada cultura produce situaciones (campos de realidad) diferentes, producto de problemas y soluciones que le son específicos.

  • Todas las culturas están cada vez más interrelacionadas y, por lo tanto, tienden a producir mestizajes entre las diversas formas de representación.

Las imágenes son el resultado de la conjunción (en diferentes grados de intensidad) de estos elementos. El contenido (lo que se pretende expresar) se construye a partir de la estructuración de estas capas formalizadas.
Resumen
  • Cada cultura tiene su propia visualidad, que se construye con la utilización que los diversos estilos hacen de su tradición visual, surgida de la interpretación particular de la realidad.

  • El cine clásico, con su pretendido realismo, no está preparado para captar las diversas visualidades que le ofrecen las diferentes culturas: en cambio, puede interpretar, a partir del documental, las interrelaciones entre la cultura del documentalista y la cultura que es investigada.

  • En el resto de las imágenes es muy fácil rastrear el trazo de la visualidad de las diversas culturas, precisamente porque es la relación primera de la imagen con nuestra mirada.

3.3.Arquitecturas del imaginario

El sentido de la vista parece tan inmediato que tenemos la sensación de ser capaces de comprender inmediatamente todo lo que capta. Por lo tanto, lo mismo sucede con las imágenes, que parecen una translación directa de lo que ha visto al autor. En nuestra cultura, ver es tan equiparable a comprender que en muchas de sus lenguas hay una expresión equivalente al "hay que verlo para creerlo" del castellano: cuando vemos algo, no creemos tan solo que haberlo visto sea para nosotros la prueba máxima de su existencia, sino que también suponemos que basta haberlo visto para comprender su significado.

"Sólo resta cerciorarnos de que la sensibilidad contemporánea nos predispone paradójicamente a la profecía y no a la historia. Vivimos en un mundo de imágenes que preceden a la realidad. Los paisajes alpinos suizos nos parecen simples réplicas de las maquetas de los trenes eléctricos de cuando éramos niños. El guía del safari fotográfico detiene el jeep en el emplazamiento exacto donde los turistas puedan reconocer mejor el diorama del museo de historia natural. En nuestros primeros viajes nos sentimos inquietos cuando en nuestro descubrimiento de la Torre Eiffel, el Big Ben o la estatua de la Libertad percibimos diferencias con las imágenes que nos habíamos prefigurado a través de postales y películas. En realidad no buscamos la visión, sino el déjà-vu."

J. Fontcuberta (1998). El beso de Judas. Fotografía y verdad (pág. 71). Barcelona: Gustavo Gili.

Tenemos, pues, una serie de patrones preconcebidos que delimitan, filtran y adjetivan lo que vemos y que, por lo tanto, también estructuran, sobre todo, la manera cómo representamos lo que vemos. Estos patrones forman nuestro imaginario, que se puede considerar dividido en diversas capas acumulativas:
  • El imaginario personal, relativo a nuestra cultura visual particular: las imágenes que conocemos y nos afectan personalmente. Varía de una persona en la otra, aunque está muy interconectado con los otros imaginarios.

Ejemplo del imaginario personal
Postales, cromos, ilustraciones de libros, fotografías de familia, películas o programas de televisión favoritos, decoración de las casas familiares, viajes, etc. Todo eso configura el imaginario personal (en la vertiente más puramente visual: sin embargo, también tendríamos que incluir las "imágenes" que proceden de descripciones textuales: novelas, etc., que son visualizaciones en segundo grado, es decir, el aprovechamiento del patrimonio imaginario para conferir visualidad al relato textual).
Como se puede ver, nos encontramos ante elementos cuya influencia se mueve entre lo que es individual y lo que es social en diversos grados: las imágenes de una película pueden haber influido especialmente en una persona o en toda una generación, mientras que las fotografías familiares o las imágenes de un viaje siempre son una cosa más privada. Podemos establecer, pues, una clasificación que sitúe los elementos de determinada cultura visual entre los dos polos de la vertiente privada y la vertiente social, de manera que nos permita obtener el perfil de un determinado individuo. Por ejemplo (limitado):
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Cada perfil varía según el grado de influencia que cada individuo adjudique a los elementos que han configurado su cultura visual. En el ejemplo, la afición a la fotografía tiende a ser algo que se puede compartir con el imaginario social, mientras que la influencia de determinadas fotografías es más particular. Cuando hablamos de la lectura no tenemos que limitarnos a considerar las ilustraciones de los libros leídos, sino sopesar también la impresión que la imaginería producida directamente por el texto ha tenido en una persona en particular, que puede ser más intensa que las mismas imágenes del libro.
Actividad
Confeccionad el perfil de vuestra propia cultura visual o el de alguien conocido que os pueda suministrar la información necesaria. Para ello, reflexionad profundamente sobre el papel que consideráis que ha tenido cada influencia sobre vosotros (o sobre la otra persona). Modificad la estructura general del gráfico si creéis que es necesario para expresar los matices de una cultura visual particular.
  • El imaginario social, correspondiente a la visualidad relativa a la sociedad en la que estamos inmersos. Hay diversos grados, que pueden ir del entorno social más inmediato, por ejemplo una ciudad o un país, a estructuras sociales más complejas, como una clase social. Aunque los medios de comunicación contemporáneos tienden a homogeneizar las visualidades y, por lo tanto, a diluir las distinciones entre las diversas visualidades personales, sociales y de clase, la verdad es que todavía se dan profundas diferencias entre ellas, debidas a cuestiones psicológicas e ideológicas.

  • El imaginario cultural, referido a la visualidad cultural de que hablábamos en el apartado anterior: cada sociedad dicta no solo lo que se puede ver, sino también cómo se puede ver.

  • El imaginario antropológico, relacionado con las estructuras profundas que dan lugar a la formación de las imágenes. En este apartado encontramos desde el funcionamiento del inconsciente freudiano hasta los arquetipos de Jung, pasando por los llamados temas de encuadre de Bialostocki.

"Las imágenes arquetípicas son la expresión de los hechos más importantes de la existencia humana. Lo malo es expresado por medio de un dragón, una serpiente o cualquier otro animal monstruoso; los conflictos entre potencias humanas e inhumanas, por medio de un hombre que lucha contra un monstruo (Mitra, Hércules, Perseo, San Jorge); la imagen de la noche y del día, vestida en forma del mito de los héroes agonizantes y resucitados: todos éstos y muchos más son los motivos básicos arquetípicos más generalmente difundidos.

Estas imágenes representan experiencias concretas de la humanidad, conservadas en el inconsciente, que son transformadas en un lenguaje general de símbolos. Jung subraya a menudo que cuando dice «arquetipos» no quiere decir «imágenes heredadas», sino continuas transformaciones de la psique, que crea imágenes análogas, partiendo de materia conservada en el recuerdo humano, que corresponde a los «principios reguladores» existentes en el inconsciente."

J. Bialostocki (1973). Estilo e iconografía (pág. 117). Barcelona: Barral Editores.

Esta posibilidad de una "memoria arquetípica" de la humanidad no hay que entenderla en un sentido metafísico, sino de una manera mucho más pragmática: se trata de aceptar la hipótesis de que, en un nivel muy primario (antes de la simbolización que aporta el lenguaje), las situaciones básicas (y traumáticas) a que se puede enfrentar una comunidad se pueden representar en el imaginario apelando a las formas que estén más disponibles: ya sea porque son elementales (un círculo, una cruz, etc.), ya porque forman parte del patrimonio cultural (el enfrentamiento con las bestias, etc.). Eso da lugar, a lo largo de la historia, a determinadas representaciones que se repiten y sirven de comodín a la hora de representar situaciones o emociones parecidas.
Memoria arquetípica
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Actualmente, las grandes catástrofes (inundaciones, choques de trenes o la misma caída de las Torres Gemelas de Nueva York) son acontecimientos que, más allá de su explicación racional, desencadenan sentimientos que pueden dar lugar a estructuras míticas parecidas a las de otras épocas: estos mitos se pueden representar apelando a imágenes arquetípicas tradicionales o bien confeccionando nuevas imágenes de carácter mítico.
Ejemplo de una imagen mítica
Esta imagen, por ejemplo, cumple todas las condiciones necesarias para devenir mítica: no tan solo porque tiene asegurada su persistencia como objeto histórico, sino porque contiene todas las condiciones necesarias de simplicidad, misterio y testimonio para representar un momento histórico concreto en su contenido profundo, emocional.
Copyright © 2001 Todd Rengel. AllRights Reserved. Used by permission. www.rengel.net.
Copyright © 2001 Todd Rengel. AllRights Reserved. Used by permission. www.rengel.net.
Las imágenes que pertenecen a las representaciones de la alquimia funcionan de manera parecida, aunque menos profunda: pretenden representar movimientos del espíritu a través de procesos materiales, simbolizados por medio de figuras básicas o arquetípicas.
Estas imágenes quieren simbolizar al mismo tiempo los elementos químicos y los procesos espirituales de quien manipula dichos elementos. Así, por medio de estas imágenes, se interrelacionan el cosmos y el microcosmos.
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Las imágenes religiosas tienen un funcionamiento similar:
  • Están formadas por elementos visuales fuertemente codificados por una tradición.

  • Estos elementos representan al mismo tiempo características escatológicas (del universo religioso) y emociones humanas.

  • La imagen pretende conectar, por lo tanto, dos mundos: el espiritual-religioso y el espiritual-personal.

  • Al mismo tiempo, estas imágenes tienen, como las alquímicas, un componente "mágico", ya que la creencia popular considera que tienen poder de actuación sobre el mundo material.

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Las imágenes simbólicas (las que conectan directamente con nuestro imaginario para reformarlo o expresarlo) están muy presentes en nuestras vidas:

"En un primer momento, el simbolismo animal parece muy vago, porque está muy extendido. Parece capaz de hacer referencia a valoraciones tanto negativas, con los reptiles, las ratas, los pájaros nocturnos, como positivas, con la paloma, el cordero, etc., en general, los animales domésticos. De todas maneras, a pesar de esta dificultad, toda arquetipología se tiene que abrir a un bestiario y empezar por reflexionar sobre su universalidad y banalidad.

De todas las imágenes, en efecto, las de animales son las más frecuentadas y comunes. Podemos decir que no hay nada que nos resulte más familiar, desde la niñez, que las representaciones de animales. Incluso en el pequeño ciudadano occidental, osos de peluche, gato con botas, Mickey, Babar vehiculan extrañamente el mensaje teriomórfico. La mitad de los títulos de los libros para la infancia están consagrados al animal. En los sueños de los niños, reportados por Piaget, sobre una treintena de observaciones más o menos claras, nueve hacen referencia a sueños sobre animales. No deja de ser destacable, además, que los niños no hayan visto nunca la mayoría de los animales con los cuales sueñan, ni los modelos de imágenes con que juegan."

G. Duran (1992). Les structures anthropologiques de l'imaginaire (págs. 71-72). París: Dunod.

En las imágenes de los superhéroes contemporáneos hay un gran componente mítico, no tan solo porque se representan proezas que los emparientan con los antiguos héroes y dioses, sino porque, como el resto de las imágenes de este tipo, son capaces de relacionarse muy directamente con nuestro imaginario.
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Observad los componentes de estas viñetas: la mayoría de las aventuras de los héroes del cómic tienen lugar en grandes ciudades (que tienen como prototipo Nueva York y, en concreto, la zona de Manhattan). Teniendo en cuenta eso, es decir, el hecho de que los grandes rascacielos son el paisaje emblemático del imaginario moderno, no nos tiene que extrañar que las imágenes del ataque a las Torres Gemelas, como la que hemos visto antes, tengan un potencial mítico tan extraordinario: están confeccionadas con materiales del acontecimiento real (este documentalismo sería una novedad del mito contemporáneo) y también con imágenes arquetípicas clásicas, como los rascacielos.
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Este tipo de imágenes tienen, como vemos, una característica común: son representaciones visuales de las estructuras del imaginario cultural, social y personal. Han sido profundamente estudiadas por antropólogos, historiadores culturales y de las mentalidades, etc., pero no se les ha prestado mucha atención desde el campo propio de la imagen, por lo cual queda por dilucidar cómo funciona la conexión con el imaginario: cómo lo representan e influyen en él cuanto que estructuras formales.
Para Walter Benjamin, se trataría de imágenes dialécticas, capaces de representar elementos materiales de determinada sociedad y también estados mentales.

"¿Cómo debe entenderse la «imagen dialéctica» como forma de representación filosófica? ¿Qué es lo que esta imagen «sacude»? ¿La moda? ¿A la prostituta? ¿A las exposiciones? ¿Las mercancías? ¿A los Pasajes mismos? [Benjamin hace referencia a elementos propios del París de finales del siglo xix]. Seguramente sí, sin embargo, no en tanto estos referentes están empíricamente dados, incluso no en tanto son críticamente interpretados como emblemas de la sociedad de mercancías, sino en tanto están dialécticamente «construidos» como objetos históricos, mónadas políticamente cargadas, «arrancadas» del continuo histórico y «actualizadas» en el presente. Esta construcción de objetos históricos implica la mediación de la imaginación del autor. La experiencia cognitiva de la historia, no menos que la del mundo empírico, exige la activa intervención del objeto pensante."

Susan Buck-Morss (1995). Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes (págs. 246-247). Madrid: Visor.

Cada imagen que tiene la capacidad de inscribirse en el imaginario y, por tanto, de pasar a la historia como un elemento característico de una determinada configuración social, es un conglomerado que aglutina constituyentes fundamentales de la psique de esta sociedad.
Una imagen no es, pues, un elemento histórico solo porque pertenezca a un determinado período y esté anclada por su factura y por la misma biografía del autor o autores. Lo es, o lo puede ser, dependiendo de su intensidad, porque representa la visualización del imaginario de este momento.
3.3.1.Modelos mentales
Hay tres ramas del pensamiento que confluyen en una determinada explicación sobre las estructuras del imaginario que nos pueden ayudar a comprender su funcionamiento:
  • Los temas de encuadre tal como los describe Jan Bialostocki (1966):

"No sólo podemos hablar de una «fuerza de inercia» de los tipos iconográficos, sino también de un fenómeno que podríamos llamar fuerza de la gravedad iconográfica. La fuerza y la dirección de estas transformaciones fue determinada por leyes diversas en las diferentes épocas.

La fuerza de gravedad iconográfica se concentra alrededor de imágenes sobrecargadas de un significado especial y típico, y en las que también se pueden encontrar mezclados contenidos tanto cristiano-religiosos como profanos... En cierta ocasión propuse llamar a estas imágenes, de extraordinaria importancia humana, «temas de encuadre» cuando emprendí el intento de encontrarlas en las pinturas de Rembrandt. Creo que conseguí seleccionar algunos «temas de encuadre», como por ejemplo la figura del «héroe caballeresco», la escena del sacrificio, la de la divinidad que se aparece al hombre, o la figura femenina desnuda, cargada de asociaciones eróticas, que se encuentra echada en la cama o en un paisaje."

J. Bialostocki (1973). Estilo e iconografía. Barcelona: Barral Editores.

  • Las ideas de Wittgenstein (1921) con respecto a la relación entre las imágenes y los enunciados:

"La proposición es una imagen de la realidad.

La proposición es un modelo de la realidad, tal como nosotros nos la imaginamos."

L. Wittgenstein (1989). Tractatus Logico-Philosophicus (pág. 4011). Barcelona: Editorial Laia.

"En un principio un enunciado –por ejemplo, un enunciado sacado de una página impresa– no parece una imagen de la realidad a la que hace referencia. Pero las notas musicales escritas tampoco parecen al principio una imagen de un segmento musical, ni tampoco nuestras anotaciones fonéticas (el alfabeto) parecen una imagen de nuestra habla. Y, sin embargo, estos signos lingüísticos son imágenes, incluso en el sentido ordinario de la palabra, de lo que representan."

L. Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus (pág. 4011).

  • Que una proposición se estructura como una imagen (digamos visual, estructuralmente, en conjunto) o que se desprende una imagen.

  • Que esta imagen refleja, repito, no la realidad, sino la realidad estructurada por la proposición: al hacer una proposición, proyecto sobre la realidad las estructuras de la proposición y de esta forma es como las dos se parecen en una imagen común.

"Las imágenes del Tractatus son […] traducciones, isomorfismos, homologías estructurales: estructuras simbólicas que obedecen a un determinado sistema de reglas para su traducción. Wittgenstein las llama, a veces, 'espacios lógicos', y el hecho de que le parezcan aplicables a las notaciones musicales, la escritura fonética e incluso los surcos de un disco gramofónico indica que no tienen que ser confundidas con imágenes gráficas en sentido estricto. La noción de imaginería verbal de Wittgenstein puede ser ilustrada, como hemos visto, mediante el modelo que muestra las relaciones entre la imaginería mental y la material en los modelos empíricos de la percepción. No es que el modelo se corresponda con determinada imagen mental que podamos tener cuando pensamos en este asunto. Se trata simplemente de que muestra en un espacio gráfico el espacio lógico determinado por un conjunto de enunciados empíricos." (pág. 21)

Una proposición es, pues, una imagen de la realidad, pero no de la realidad cruda, sino de la realidad en tránsito de significar. Por lo tanto, la imagen que se desprende de la proposición se parece a la realidad de lo que se habla. Aquí hay diversas cosas importantes:
Según W. J. T. Mitchell (1987). En: Iconology. Image, Text, Ideology. Chicago: University of Chicago Press:
Es decir, no se trata de un intercambio de imágenes visuales, sino de estructuras lógicas que en los dos casos se desarrollan visualmente (la imagen gráfica tiene un sustrato "lógico", la proposición lógica tiene un "metaestrato" figurativo). La expresión espacios lógicos parece la más adecuada para este proceso, ya que se trata de una lógica desarrollada en el espacio, cuyas "formas" son equivalentes (analógicas) a las de la realidad, de la misma manera que los surcos de un disco son analógicamente equivalentes a la música que suena cuando los "interpreta" una aguja.
Una grabación digital no sería equivalente a una proposición lógica, ya que en este caso la disposición del espacio lógico es absolutamente arbitraria. Podríamos considerar que la relación entre el texto (o los enunciados) y la imagen de la realidad que representa tampoco es analógica, pero pensamos que la configuración que "metaorganiza" este texto establece una disposición estructural que equivale (como el surco en la nota) a lo que describe, por lo cual sí es posible la equiparación entre la estructura del enunciado y la estructura de la imagen de la realidad.
  • La teoría de los modelos mentales: son representaciones psicológicas de situaciones reales, hipotéticas o imaginarias. Según la teoría de los modelos mentales, postulada por Kenneth Craick (1943), la mente construye modelos de la realidad a pequeña escala con el fin de prever acontecimientos, razonar y esbozar explicaciones. Estos modelos son el resultado de diversos elementos, entre ellos la comprensión del discurso o la imaginación. Una de sus características fundamentales es que su estructura corresponde a lo que representan: serían parecidos a los modelos que hacen los arquitectos de los edificios o a los modelos de moléculas complejas que elaboran los químicos.

En los tres casos hay una voluntad similar de delimitar las características de una organización mental que gestiona la relación con la realidad a través de estructuras espaciales. Aunque Bialostocki haga referencia a imágenes físicas (que, sin embargo, establecen zonas de atracción que son claramente perceptivas antes de devenir culturales y que, una vez son culturales, determinan nuevamente la percepción), en cambio, tanto los espacios lógicos de Wittgenstein como los modelos mentales de Craig son estructuraciones del imaginario, y en todas las hipótesis está la idea de que la mente y la realidad se relacionan a través de una arquitectura que se puede considerar homóloga.

3.4.Imagen e identidad

Uno de los muchos mitos fundacionales de la imagen que hay hace referencia al personaje de Narciso. Según este mito, Narciso descubre su imagen reflejada en la superficie de un lago y sucumbe a la atracción de su propio reflejo.
Eco y Narciso, de John Williams Waterhouse (1903).
Eco y Narciso, de John Williams Waterhouse (1903).
Otro mito fundacional es el que relata Plinio el Viejo. Hace referencia a una joven corintia que quiso guardar un recuerdo de su querido antes de su partida. Para eso trazó con su propia mano la silueta que dejaba la sombra del amante. En la pintura siguiente los papeles se han cambiado, pero la idea es la misma.
La invención del dibujo, de Karl Friedrich Schinkel (1830).
La invención del dibujo, de Karl Friedrich Schinkel (1830).
Este mito es complementario del de Narciso. En el mito de Narciso se narra el descubrimiento del yo, mientras que en este se expone la captura del Otro a través de la imagen. De la misma manera que la identidad personal nace al descubrir el propio reflejo, es decir, la imagen de uno mismo, también se crea la idea de que el Otro puede ser igualmente imagen: que la imagen puede guardar la esencia del Otro de la misma manera que guarda la nuestra.
Se trata de uno de los relatos míticos más ricos que hay, una leyenda que, además, nos ilustra sobre el poder explicativo que tiene el mito, especialmente cuando su imaginería virtual se reproduce visualmente en una imagen. Entre los elementos que forman el mito de Narciso tenemos que destacar los siguientes:
  • Da una explicación mítica de un fenómeno lógicamente histórico, ya que el primer espejo tuvo que ser forzosamente una superficie líquida.

  • Constata el nacimiento de la imagen. Este primer espejo líquido permitió, por primera vez, que un ser humano pudiera contemplar su propia figura, su propio rostro.

  • Explica el nacimiento de la imagen y lo relaciona con el de la identidad. Al verse reflejada, la persona toma conciencia de su cuerpo, lo cual sentó las bases para la aparición de una nueva forma de identidad.

  • Establece las bases para una psicopatología. La identidad nacía escindida entre una conciencia y una imagen externa de esta conciencia. En esta disposición había el germen de una patología, que después se ha llamado lógicamente narcisismo, y que representa una adoración excesiva de uno mismo.

  • Propone la comprensión de las relaciones con el Otro relacionadas con uno mismo, ya que la imagen reflejada es parecida a la imagen del Otro.

El Otro aparece también como imagen equiparable a mi imagen reflejada: puedo ver las dos imágenes, pero la del Otro no me pertenece del todo, aunque no por eso deja de ser mía, ya que puedo captarla con la vista, de la misma manera que la vista me muestra la mía propia. Si mi imagen es la prolongación de mí mismo, de mi conciencia, ¿debe ser también la imagen del Otro su prolongación, la de su conciencia?
Recordad que en muchas culturas es habitual reaccionar contra las fotografías por pensar que "roban" el alma de quien está representado. Eso está directamente ligado con la relación que se acostumbra a establecer entre determinados objetos o figuras y las personas.
Hasta aquí, el contenido tradicional del mito. Todo el mundo conoce el mito de Narciso, aunque sea muy superficialmente. Pero contemplemos la pintura de Waterhouse: ¿no hay nadie más, aparte de Narciso?
Aquí empieza una segunda parte del mito, una parte subterránea que nuestra cultura parece haber reprimido, a pesar de que los trazos estaban a la vista. El mito no hace solo referencia a Narciso, sino también a la ninfa Eco (1) . Y lo que nos explica de ella no es menos importante que lo que nos revela de él y, además, es complementario. La anulación cultural de la mitad del mito de Narciso y Eco es, en sí misma, reveladora de la estructuración de nuestra cultura. ¿Qué contiene, pues, el reverso del mito y qué significa que no se haya expresado con la claridad con que se ha expuesto la otra parte?
  • Contiene a la mujer como observadora de los actos de Narciso. Eco no se enamora de un reflejo, sino del verdadero Narciso. Su mirada es el complemento forzoso de la otra mirada, ya que es la mirada objetiva que puede dar cuerpo a la mirada subjetiva. La imagen, pues, nace claramente escindida entre el espejo y el reflejo, lo que es subjetivo y lo que es objetivo. En el mito, Eco es el Otro con todas sus consecuencias. En la historia de la evolución del mito, Eco es el Otro reprimido por la abstracción narcisista de nuestra cultura y puede representar perfectamente el papel de la mujer (y otras minorías) dentro de una cultura patriarcal.

  • Mientras que Narciso descubre la imagen, Eco descubre el sonido. El concepto de eco viene precisamente del nombre de esta ninfa que se dedicaba a repetir las palabras que le decía Narciso. Eco también era, pues, otro tipo de espejo, un espejo sonoro en el que se reflejaba la voz de Narciso, de la misma manera que su imagen se reflejaba en la superficie del agua. En la historia del mito, Eco representa el sonido que siempre le ha faltado a la imagen, incluso en el cine sonoro, y su represión explica las reticencias para incorporarlo al estudio de la imagen.

  • La parte reprimida del mito es sintomática, pues, de nuestra estructuración cultural particular que diluye el papel de la mujer (el Otro) y el sonido (la globalidad sensorial), privilegiando al hombre (el Yo centrado y absoluto) y la imagen (la imagen espectatorial, fija y mimética). El mito de Narciso y la imagen es también el mito de Eco y el sonido, en el sentido amplio que le estamos dando.

3.4.1.La identidad en el espejo
Uno de los postulados más famosos del psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) es una perfecta transposición del mito de Narciso. Se llama fase del espejo.
Lacan indica que el niño o la niña pasan por una fase de desarrollo psicológico en la que una imagen externa del cuerpo (reflejada en un espejo, o representada al pequeño a través de la madre) produce una respuesta psíquica que da lugar a una representación mental del "Yo". La niña o el niño se identifican con la imagen, que sirve como figura de las percepciones emergentes de la identidad, pero, dado que la imagen del cuerpo unificado no se corresponde con su condición vulnerable y débil, esta imagen es estable como el Yo ideal hacia el que se ve compelido el sujeto durante el resto de su vida.
Para Lacan, la fase del espejo hace al ego fundamentalmente dependiente de objetos externos, de otro (como reflejo ideal de sí mismo). La dialéctica entre este otro (que es parte imaginaria de uno mismo) y el Otro (representante de todo lo que no es uno mismo) configura la identidad personal.
Esta identidad tiene, para nosotros, un punto de partida fenomenológico muy concreto que nos convierte en espectadores subjetivos de una realidad externa y objetiva. La teoría de la perspectiva pictórica se basa en esta división entre sujeto y objeto, al mismo tiempo que la reafirma y ayuda a construirla como dispositivo de relación entre el Yo y el Otro.
En esta ilustración se representa el campo visual monocular de Ernst Mach: la perspectiva visual del mundo desde el cuerpo como eje nodal de toda percepción.
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"Lo que Max Ernst, analizando sus sensaciones, llamó ego fenoménico es una representación literal de su campo visual, con su ojo derecho cerrado, mientras estaba recostado en una chaise longue del siglo xix. Su nariz delimita el campo a la derecha y su bigote aparece abajo. Su cuerpo y el cuarto están dibujados detalladamente, si bien él no podía verlos con detalle sin mover el ojo. Se presentan las márgenes del campo como si fueran precisas y nítidas, en tanto que, por supuesto, su apariencia real era muy vaga. El punto de fijación no puede mostrarse en el dibujo, en realidad es el centro del campo y ésta debería ser la única parte que se mostrara con toda claridad."

James Gibson (1974). La percepción del mundo visual (pág. 49). Buenos Aires: Infinito.

Este autorretrato de Fiki (izquierda) colgado en una página web el miércoles 28 de agosto del 2002 a las 9.44:52 AM PST (según se indica), con el título de Just me under the apple tree, constituye la contrapartida perfecta del campo visual de Mach: es como si dijéramos su contraplano. La cámara fotográfica que Fiki sostiene en la mano (fuera de cuadro) es al mismo tiempo la mirada del Otro y el espejo en que nos vemos reflejados nosotros mismos. El grabado de Escher (derecha) lo corrobora, ya que cierra el ciclo y deja el Yo en su interior.
a) © 2002 Jordan Kathleen Batty; b) Mano con esfera reflectante (1935) All M.C. Escher works © 2003 Cordon Art - Holland. All rights reserved. Used by permission. http://www.mcescher.com
a) © 2002 Jordan Kathleen Batty; b) Mano con esfera reflectante (1935) All M.C. Escher works © 2003 Cordon Art - Holland. All rights reserved. Used by permission. http://www.mcescher.com
3.4.2.La identidad en el reflejo
El terreno del autorretrato es obviamente el lugar donde se disputan más directamente estas contradicciones entre la mirada objetiva y la mirada subjetiva. La identidad aparece como una pantalla situada entre la mirada personal subjetiva y la mirada objetiva del Otro: en esta pantalla la imagen es claramente la visualización del otro, es decir, de la identidad ideal del autor expresada de manera que se pueda contemplar por los dos bandos. El autor pretende extraer de la mirada objetiva del Otro la constatación de que su Yo ideal, su otro, es fidedigno.
El autorretrato tradicional corresponde a una mezcla de la idea romántica de la identidad personal con la idea modernista: en los dos casos el individuo es un centro unificado, en uno de creatividad y sensaciones, en el otro de racionalidad y conceptos. Pero durante el siglo xx se empieza a producir la disolución de este centro integrador:

"La saturación social nos proporciona una multiplicidad de lenguajes del yo incoherentes y desvinculados entre sí. Para cada cosa que sabemos con certeza sobre nosotros mismos, se levantan resonancias que dudan y hasta se burlan. Esa fragmentación de las concepciones del yo es consecuencia de la multiplicidad de relaciones también incoherentes y desconectadas, que nos impulsan en mil direcciones distintas, incitándonos a desempeñar una variedad tal de roles que el concepto mismo de «yo auténtico», dotado de características reconocibles se esfuma."

K. J. Gergen (1997). El yo saturado. Dilemas de la identidad en el mundo contemporáneo (pág. 26). Barcelona: Paidós.

Al desaparecer el concepto de "Yo auténtico", se difumina también el concepto de "Yo ideal", este Yo imaginado que se representaba en las imágenes. En el siglo xix se concreta la figura del doppelgänger, una expresión alemana que significa el doble como sombra de la propia identidad.
Sobre todo en la literatura romántica, pero también en sus ramificaciones, que llegan hasta la literatura fantástica (William Wilson, de Edgar Allan Poe, Dr. Jekill and Mr. Hyde, de Stevenson, etc.), va proliferando este desdoblamiento de la personalidad, que Jung denominará claramente sombra, apelando como ejemplo a un cuento de Andersen de ese mismo título, La sombra. El Yo se fragmenta al mismo tiempo que aparece la representación de la parte negativa de este Yo.
El cómic, por su propia estructura, representa una primera plasmación de esta desintegración de la identidad, ya que distribuye sobre una superficie diferentes imágenes de un mismo personaje supuestamente unitario. El lector capta la anécdota a través de la dialéctica entre una imagen ideal del personaje (la internalización de la idea tradicional de persona) y una imagen real claramente fragmentada.
En esta historieta de Winsor McCay (1869-1934), correspondiente a una serie que se empezó a publicar en 1905, podemos ver cómo se añade a la estructura fragmentaria propia del cómic una efectiva fragmentación del personaje. Las imágenes objetivizan el proceso por el que la identidad personal se disgrega y se distribuye en diversas personificaciones.
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Entre 1886 y 1889, Van Gogh pintó más de treinta autorretratos de sí mismo. Parece como si el pintor estuviera realmente persiguiendo de manera obsesiva la representación imposible de una presencia que se le escapaba continuamente. El espejo de Narciso se ha roto en mil pedazos y no es posible recomponerlo.
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Cuando Andy Warhol hace sus retratos serializados, la fragmentación del Yo ya se ha estandarizado. La multiplicación de la identidad, que corre paralela a la proliferación de copias industrializadas de las representaciones, no significa necesariamente diversos vectores de la personalidad: es simplemente la formalización estética de un fenómeno.
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Sin embargo, esta estandarización de la identidad fragmentada representa la culminación de la crisis de la representación clásica de la personalidad. La imagen ya no puede servir de espejo en cuya superficie se recoge una identidad homogénea. En todo caso, empieza a ser expresión del contenido íntimo de esta crisis. Las pinturas de Francis Bacon (1909-1992) son la crónica de esta disolución de la imagen superficial del Yo que da paso a una representación más profunda.
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La superficie de la imagen será, de ahora adelante, un escenario para el inconsciente. La representación del inconsciente se constituye como identidad verdadera.
Charlotte Salomon (1917-1943) compuso su autobiografía en una serie de más de mil imágenes, que tituló significativamente Teatro o vida, antes de morir en un campo de exterminio nazi. La superficie de la imagen se convierte así en un verdadero teatro de la vida en el que los episodios del consciente y del inconsciente se unen para ofrecer un nuevo panorama de la realidad.
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