4.2.Cómo leer un conjunto
Las maneras de enfrentarse a un programa iconográfico son muy diversas. Si recordáis,
habitualmente las obras se leen de izquierda a derecha y de arriba abajo, como si
de un libro se tratara. El problema viene cuando nos encontramos con un conjunto tan
complicado como el de la Galería Farnese, donde existe un aparente «caos» en la distribución
de las escenas que nos puede dificultar el análisis. Tenemos distintas posibilidades
antes de realizar un estudio individual de cada una de las escenas representadas y
debemos tener claro qué orden seguimos con el fin de que la lectura sea comprensible;
incluso recomendamos que en la introducción cualquier reconstrucción de un programa
se indique cuál ha sido el procedimiento.
Habitualmente lo que se intenta es agrupar las escenas por tipologías formales, esto
es, mirar cuáles presentan una forma y/o composición similar, porque eso quiere decir
que están relacionadas y que su análisis debe realizarse conjuntamente. En la bóveda
de la Galería tenemos doce tipologías formales que serán las que nos marquen la aproximación
al significado y el orden de estudio. Hay que tener en cuenta, además, que puede ser
que algunas de estas tipologías no tengan ningún significado y que sean meros elementos
decorativos, hecho que también es necesario indicar en la interpretación de las mismas.
Una vez distribuidas las escenas dentro de estas tipologías formales, para un buen
estudio del conjunto se debería ir tipología a tipología analizando las concomitancias
en la estructura y composición, para, con ello, cumplir con los objetivos del nivel
pre-iconográfico. En cada una de ellas deberíamos buscar las fuentes visuales y textuales
entendiendo qué valor tenían en el momento de su concepción y qué significado le dan
los hermanos Carracci. Y ya, por último, realizar un estudio conjunto para entender
por qué estos artistas seleccionaron dichas escenas y no otras, advertidos ya, de
antemano, de que es un programa vinculado con unos desposorios. Para ello es necesario
estudiar el contexto histórico en el que fueron concebidas, el conocimiento de las
fuentes que pudieran tener los clientes y artistas y quiénes iban a ser los receptores
de dicho programa. Sobre ello hablaremos en la última parte del análisis. Ahora, como
muestra, analizaremos algunas de las pinturas citadas para que conozcáis los temas
mitológicos expuestos y cómo deberíamos de analizarlos.
Hércules e Iole
Esta escena nos sirve para volver a hablar de la importancia de las fuentes textuales
y visuales. Para comenzar, es necesario indicar que la estatuaria clásica es fundamental
para entender la concepción de la anatomía humana en los tipos físicos de los Carracci,
y que esculturas como la del Hércules Farnese serían un ejemplo. Fijaros en esta representación del mismo héroe pintada en el siglo
XVII y en el mármol que ilustramos a continuación (figura 18). Es evidente que los artistas
se basaron en la pieza clásica para definir la anatomía del mismo. También en el cuerpo
de la bruja Iole vemos reminiscencias a otros autores anteriores como Tiziano, tal
y como sucedía en la escena anterior, debido a la sensualidad y voluptuosidad de las
formas.
Por lo que respecta a las fuentes textuales, en este caso los Carracci se basaron
en dos textos clásicos, uno muy cercano en el tiempo, vinculado con ese Renacimiento
del paganismo citado, la Jerusalén Liberada (1575), de Torcuato Tasso, y otro anterior, el Ars Amatoria de Ovidio. Es necesario también indicar que las proezas de Hércules se deben reconstruir
a partir de la lectura de muchos clásicos de la antigüedad que nos van narrando con
detenimiento sus trabajos y su vida; no tenemos una sola obra que las compile todas.
Hijo de Zeus y la mortal Alcmena, Hércules es uno de los héroes más importantes de
la Antigüedad clásica. Es el paradigma de la virilidad, la fuerza, el coraje, el orgullo
y el vigor sexual. Existen numerosos relatos mitológicos sobre su figura, pero los
que debéis conocer con mayor detenimiento son los vinculados a los doce trabajos.
Estos pueden reconstruirse a partir de diversos textos de autores clásicos, como Homero,
Hesíodo, Psino de Lindos o Pisandro de Cámiros. El origen de los trabajos está vinculado
con el asesinato de su mujer y de sus hijos, que él mismo cometió debido a un ataque
de locura provocado por Hera, esposa de Zeus, que siempre le persiguió por ser hijo
bastardo de su marido Zeus. Tras despertar de dicho ataque, el héroe griego se sintió
avergonzado y trató de buscar consuelo ante tal atroz acción. Acudió al Oráculo de
Delfos, donde la sibila le indicó que para sanar su alma debía de cumplir diez trabajos
dispuestos por Euristeo, uno de sus mayores enemigos.
Una vez finalizadas estas tareas, que detallaremos a continuación, Hera convenció
a Euristeo de que dos de ellas las había realizado con la ayuda de su sobrino Yolao,
y que, por tanto, no eran válidas, por lo que Hércules tuvo que realizar dos trabajos
extra. Los trabajos que tuvo que realizar fueron: matar al león de Nemea y despojarlo
de su piel, asesinar a la Hidra de Lerna, capturar a la cierva de Cerinea, capturar
al jabalí de Erimanto, limpiar los establos de Augías en un solo día, matar a los
pájaros del Estínfalo, capturar al toro de Creta, robar las yeguas de Diomedes, robar
el cinturón de Hipólita, robar el ganado de Gerión, robar las manzanas del jardín
de las Hespérides, y, por último, capturar a Cerbero y sacarlo de los infiernos. Estos
doce trabajos han sido representados en numerosas ocasiones y de las distintas victorias
que acometió fue configurando su iconografía. De ahí que podamos verlo representado
con la maza con la que asesinó a la hidra o con la piel del león de Nemea.
Centrándonos en la escena en sí, cuenta el mito que este héroe estuvo tres años bajo
el hechizo de Iole, una bruja que vivía en una isla. Durante este tiempo, dicha mujer
lo tuvo a su merced, obligándole a hilar, a tocar música, etc. Se eligió esta escena
en el palacio porque representa el poder del amor y su hechizo. Es tan fuerte el valor
del mismo que curiosamente los personajes han intercambiado sus atributos. Iole porta
la maza y la piel del león de Nemea, mientras que Hércules hace sonar la pandereta
y porta un delicado textil sobre su cuerpo. El hombre ha abandonado su quehacer debido
al embrujo de la mujer.
Esta escena nos ha parecido interesante para demostrar que no tenéis que analizar
a los personajes de modo individual, pues si intentamos buscar en las fuentes clásicas
qué dioses o héroes portan una pandereta y qué mujeres una piel de león nos sería
tarea complicada y caeríamos en un error interpretativo. Lo más importante es fijarse
en el conjunto de los atributos y buscar en los textos clásicos alguna representación
que encaje con aquello que estamos viendo, conocer la historia y el porqué de dicho
intercambio de elementos iconográficos entre Hércules e Iole. Como indicamos en páginas
precedentes, los estudios de mitología no se resumen en una identificación automática
a través de distintos atributos y quiénes los portan, sino de algo más complejo, donde
la propia historia narrada en las fuentes citadas puede modificar la distribución
de los elementos a analizar.
Júpiter y Juno
Esta escena está extraída de la Ilíada de Homero (Libro XIV, 314-316 y 328). En ella vemos representada a Júpiter junto
a su esposa, Juno (hija mayor de Cronos y Rea), que sufre las incesantes infidelidades
de su marido y por ello le pide a Venus que la haga deseable a su esposo. La diosa
del amor le da una cinta para que se la ate bajo el pecho y así atraer a su marido.
Bajo los efectos de dicho embrujo, Júpiter la mira con deseo, sentado en el borde
de la cama. Ha quedado tan seducido que el rayo se le cae al suelo y el águila aparece
representada con un gesto de contrariedad al entender que el dios supremo ha abandonado
sus obligaciones a causa del embrujo. Además, la finalidad de Juno es conseguir distraer
a su marido mientras, a sus espaldas, una serie de divinidades olímpicas ayudan a
los troyanos en la guerra, desobedeciendo sus órdenes, que era la de ser neutrales.
Si os fijáis, el eje central de la pintura es la propia cinta dada por Venus y la
mano de Júpiter poseyendo a Juno, todo ello envuelto en una ambientación que nos recuerda
a la pintura veneciana de Tiziano o al colorismo de Correggio.
En la escena podemos ver representados los principales atributos de ambos dioses.
Justo detrás de la esposa de Zeus podéis ver un pavo real, un símbolo solar –relacionando
las plumas abiertas del animal con la forma del astro– vinculado con la fecundidad,
de la que Juno es la protectora. En el caso de su esposo vemos representados sus dos
principales atributos: el rayo y el águila. El primero de ellos está vinculado a su
papel de dios del firmamento y de los agentes atmosféricos. Con él mantiene el orden
y la justicia en el mundo. Un significado similar tendrá el águila, el animal que
controla los cielos. Por otro lado, no olvidemos, como ya hemos indicado anteriormente,
que Júpiter se transformó en este animal para poseer a Ganímedes en unos de sus arrebatos
amorosos.
Podríamos decir que el hecho de que los artistas hagan tan visibles los atributos
de ambos dioses en esta escena, así como el lazo que sirve para el embrujo de Júpiter,
es debido a la claridad que los Carracci quieren dar a la escena, proveniente de un
fragmento de la Ilíada, fuente esencial de muchas de las representaciones de este ciclo pictórico, dando
coherencia al conjunto. De nuevo, el poder del embrujo y las malas artes de las mujeres
aparecen aquí representados.
Polifemo enamorado y furioso
En este caso vamos a realizar un estudio conjunto de dos escenas que se encuentran
enfrentadas en los lados menores de la Galería: el Polifemo enamorado y el furioso,
ya que muestran el inicio y el fin de una acción y deben de ser leídas conjuntamente
para entender el significado de las mismas.
Como hemos indicado, se trata de dos escenas que se encuentran situadas en los extremos
de la Galería, una en frente de la otra. La fuente textual utilizada es la obra de
las Imágenes de Filostrato. Polifemo, hijo de Neptuno y de la ninfa Tosa, el más célebre de los
cíclopes, es reconocido por poseer un solo ojo y una gran nariz. Una de sus principales
características es, además, ser considerado uno de los máximos devoradores de hombres,
tal y como describe Hesíodo en su Teogonía. En las pinturas de la Farnese se representa cómo queda prendado de Galatea, una
nereida, que fue también representada por Rafael en la Farnesina –El triunfo de Galatea es un fresco pintado por Rafael entre 1510 y 1511 en la Vila Farnesina, en Roma–,
mientras la ve a lo lejos surcando el mar, sobre una concha tirada por delfines y
tritones. Polifemo hace sonar un instrumento musical para atraerla. Como veis, la
música tiene un valor fundamental en el amor, tal y como sucedió en el caso de Orfeo
y Eurídice –los encantos y los efectos del poder musical de Orfeo le permitirán salir
airoso en su descenso a los infiernos, posiblemente el mito más conocido de este personaje,
en el que tratará, con éxito, de retornar a la vida a su esposa muerta–. Encandilada
por la música, Galatea coge las bridas para frenar y dirigirse hacia Polifemo, ayudada
por Céfiro, dios del viento, que agita sus vestidos, y llega hasta a él. De todas
maneras, el flechazo es efímero, pues la historia no acaba bien, como representa la
segunda escena del conjunto.
Cuando Galatea se acerca a Polifemo y ve su aspecto monstruoso, lo rechaza, entregándose
al hermoso pastor Acis, que se encontraba por allí cerca. Polifemo, preso de la ira,
aplastó a Acis con una roca que arrancó del monte. Los Carracci representan a la perfección
los dos momentos culmen: el del encanto musical que atrae a Galatea y el otro, más
trágico, cuando Polifemo lanza violentamente la piedra mientras que los dos amantes
huyen despavoridos unos momentos antes de la tragedia, convirtiéndose en la composición
más dinámica del conjunto. Para conseguir dicho sentimiento de tragedia, los artistas
se basan en distintas fuentes visuales que ayudan a ello, como el Torso de Belvedere
–se trata de un fragmento de la estatua de un desnudo masculino firmado por el escultor
Apolonio de Atenas, descubierto en la ciudad de Roma a principios del siglo XVI–, por una parte, o, para representar la belleza ideal, se centran en los frescos
de Rafael de la Farnesina (figuras 21 y 22).
Una de las claves para identificar al cíclope es que aparece pintado con un solo ojo,
su maza, herramienta habitual de batalla –que comparte con otros personajes como Hércules–
y su musculatura exuberante. Más complicado es identificar a Galatea, más allá de
por la corte marina que la acompaña, al ser hija de Neptuno. Una vez más, el estudio
de los atributos debe de ser completado con el propio análisis de las leyendas mitológicas
con el fin de entender e identificar qué es lo que aparece representado.
Pan y Diana
Situado en el eje central de la Galería, vemos representado a Pan, uno de los sátiros
más importantes de la mitología griega, vinculado con el pastoreo, la fertilidad y
la sexualidad masculina, al estar dotado de un gran apetito sexual y su costumbre
de perseguir por los bosques a las ninfas. Formaba parte, además, del cortejo de Dionisos/Baco.
Para identificarlo debemos centrarnos en dos aspectos: el primero es que la mitad
de su cuerpo es de cabra y no de ser humano y, otro más importante, vinculado a otra
historia que aparece representada en la Galería, que se muestra portando una siringa,
instrumento musical de viento formado por cañas.
La representación de Pan con este instrumento está relacionada con un pasaje de las
Metamorfosis de Ovidio (Libro I, 688-711), donde se cuenta cómo Pan se quedó prendado de la ninfa
Sirinx (o Siringa), quien para no ceder a sus deseos solicitó cuando iba a ser violada
por el sátiro que la transformaran en un cañaveral. Preso de la suavidad del tacto
de dichas cañas y en recuerdo por la atracción sentida, Pan decidió construir un instrumento
musical, conocido como Siringa, que le acompañó en todas sus aventuras.
Por su parte, vemos representada a Diana, una de las diosas virginales más crueles,
hermana de Apolo. Pan decide llamar la atención de Diana ofreciéndole un vellón de
lana blanca. Podemos identificar a la diosa gracias a la media luna que decora su
cabello y al arco, por su labor de cazadora. Ella queda prendada por la suavidad del
mismo, aunque no llegan a culminar el acto sexual. Esta historia viene narrada en
las Geórgicas de Virgilio (Libro III, 391-392) y está vinculada a los dones del amor, en relación
con el intercambio de bienes que los esposos Ranuccio y Margarita iban a realizar
en su matrimonio.
Mercurio y Paris
En este mismo eje central nos encontramos con una escena que ya hemos explicado en
epígrafes anteriores. Se trata del momento en el que Mercurio le da a Paris la manzana
traída por la Discordia para la más bella de las diosas en las bodas de Tetis y Peleo.
Como indicamos, aquí se inició la Guerra de Troya al elegir Paris a Venus para que
le otorgara el amor de Helena, que luego fue raptada dando comienzo a la guerra entre
troyanos y griegos, fruto de la cual nacieron otras representaciones míticas amorosas
que hemos ido narrando en el ciclo de los Farnese.
Obviamente, en este caso los atributos que nos ayudan a reconocer a los personajes
son: la vara de pastor y el perro, símbolo de la fidelidad, que acompañan a Paris;
la manzana de la Discordia, clave de la historia, y, en el caso de Mercurio, sus tobillos
y el casco alados. Pero, por otra parte, si recordáis, el máximo atributo de este
dios era el caduceo, una especie de cetro, muchas veces circundado por serpientes.
Debéis fijaros que, en este caso, se ha cambiado por una trompeta. Este hecho se ha
querido relacionar con el inicio de la Guerra que supone la elección de Venus; es
como si Mercurio hiciera sonar la fanfarria que da inicio al combate. Así, pues, de
nuevo, vemos un cambio en los elementos iconográficos que definen a los personajes,
si bien el casco y los tobillos alados nos dan la clave para la identificación.
Baco y Ariadna
Esta escena es la más grande y compleja desde el punto de vista compositivo e iconográfico
de todo el conjunto. Tradicionalmente se ha interpretado como el triunfo de Baco y
Ariadna, como si de un cortejo nupcial se tratara, pero, como veremos, otros autores
opinan que representa, más bien, el triunfo de la unión del amor sacro y el profano.
Como sabéis, la lectura de una obra de arte siempre debe realizarse de izquierda a
derecha. En el lateral aparece el dios Baco sedente sobre su carro, ricamente ornamentado
con motivos clásicos, tirado por tigres, animal relacionado con oriente, procedencia
mítica de dicho dios. Podemos identificar a este personaje mitológico, además de por
su cortejo, porque porta entre sus manos un racimo de uvas, como origen del vino,
y por la corona de hojas de hiedra que decora en su cabeza.
Junto a él aparece Ariadna, coronada por doce llamas. En este sentido, debéis andar
con tiento a la hora de interpretar quién es la representada. En la iconografía cristiana,
una mujer entronizada o de pie con doce estrellas rodeando su cabeza representaría
la Inmaculada Concepción, de ahí que debamos tener presente en qué géneros nos estamos
moviendo para realizar una correcta interpretación. En este caso, la corona es un
regalo nupcial entregado por Baco a su amada. Esta fue confeccionada por Hefesto-Vulcano
y está relacionada con la constelación de la aurora boreal.
Ariadna es la hija del rey de Creta Minos y de Pasifae. Su historia, en un principio,
está relacionada con el héroe mitológico Teseo, quien necesitó de su ayuda para ganar
en la lucha contra el Minotauro en la isla de Creta y salir victorioso del laberinto
creado por el padre de esta princesa. Teseo, a cambio de sus recomendaciones, le prometió
su amor y su compañía eterna, cosa que no cumplió, pues una vez conseguido su objetivo,
la abandonó en la isla de Naxos mientras su prometida estaba durmiendo. Ariadna no
tuvo ocasión de lamentar por mucho tiempo el abandono de su amado, porque muy pronto
apareció Baco conduciendo un carro tirado por tigres y rodeado de su cortejo de sátiros,
ménades y Sileno, y le propuso matrimonio.
Ariadna, además, aparece representada dos veces en esta escena. En una esquina, dormida,
tal y como la dejó Teseo, y, en la parte opuesta, como indicamos, en el cortejo de
Baco. La identificamos en este primer caso no por poseer ningún atributo, sino por
la propia historia y, sobre todo, por las relaciones formales entre ambas figuras,
esto es, los pintores han reproducido de modo casi idéntico sus facciones en sendas
representaciones para que el espectador pueda identificarlas.
Los machos cabríos que tiran del carro de Ariadna, parte habitual del cortejo báquico,
son símbolo del desenfreno y la lujuria, dos de las características típicas de las
fiestas organizadas por este personaje mitológico a las que acudían, por ejemplo,
los sátiros, que como indicamos en la escena de Pan y Diana, empleaban gran parte
de su tiempo en intentar violar a las ninfas. Para conocer el significado de los animales,
aunque sea una fuente de origen tardo-antigua o medieval, podéis acudir a los conocidos
Fisiólogos o Bestiarios donde se explica el valor simbólico de cada uno de ellos.
En este cortejo aparece representado otro personaje importante en la mitología clásica.
Se trata de Sileno. Hijo de Pan y una ninfa (o según otras fuentes, nacido de las
gotas de sangre de Urano cuando fue mutilado por Cronos), es un habitual en las celebraciones
de Baco. Siempre es descrito y representado muy feo, con la nariz achatada y una gran
barriga. También aparece en muchas ocasiones, como en esta, cabalgando un asno, porque
estaba siempre tan borracho, debido a que el resto de personajes que lo circundaban
no le dejaban tener la copa vacía, que no podía ni mantenerse en pie. Debido a su
adicción al vino, aparece siempre coronado con hojas de hiedra, que tienen valor curativo
de la resaca; como veis, físicamente se parece muy poco a Baco, quien también porta
dicho atributo, pues aparece mucho más esbelto y joven, además de que nunca monta
un asno como en el caso de Sileno. Para que podáis focalizar mejor el modo en que
este personaje aparece representado, y, con ello, distinguirlo de Baco, a continuación
incluimos una pintura de José de Ribera, pintor barroco nacido en Xàtiva pero que
vivió la mayor parte de su vida en Roma, que, con cronología un tanto posterior, representó
a Sileno ebrio en sus cuadros.