La rendición de cuentas en el trabajo social sanitario: dimensión individual, grupal y comunitaria

  • Dolors Colom Masfret

    Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Barcelona. Completa la formación en el ámbito del trabajo social sanitario y en los servicios de atención al cliente con estancias, primero, en el Bellevue Hospital Center de la Universidad de Nueva York, y luego en el Departamento de Servicios Sociales y el Departamento de Medicina Comunitaria, División Internacional, del Mount Sinai Medical Center, también en Nueva York. Es investigadora, docente, consultora y asesora en el ámbito social de establecimientos sanitarios y sociosanitarios, y también de establecimientos residenciales y servicios de atención a domicilio. Es escritora y socia fundadora del Instituto de Servicios Sanitarios y Sociales. Dirige y edita la revista Agathos, Atención Sociosanitaria y Bienestar. Directora académica y consultora del posgrado de Trabajo social sanitario de la UOC. Consultora del máster de Dirección ejecutiva de hospitales de la UOC. Profesora asociada del grado de Trabajo Social de la Universidad de Barcelona, asignatura Trabajo social y salud.

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Objetivos

  1. Introducir los conceptos relacionados con la rendición de cuentas.

  2. Ofrecer una cronología de la evolución del concepto de rendición de cuentas y de su aplicación en la práctica profesional.

  3. Facilitar la comprensión de la idea sobre las buenas prácticas y el buen gobierno.

  4. Señalar la necesidad de responder profesionalmente a las acciones profesionales emprendidas para alcanzar unos fines de bienestar.

  5. Aportar elementos teóricos al concepto de rendición de cuentas para comprender sus pilares.

  6. Motivar a los alumnos a rendir cuentas en su rutina habitual sin que se les deba solicitar.

  7. Generar la conciencia de que estamos en las instituciones por algo y nuestra presencia (contratación) obedece a unos encargos pensados para generar beneficios sociales y económicos.

1.La rendición de cuentas en el ámbito profesional: introducción y justificación

Los profesionales en general, los trabajadores sociales sanitarios en particular, transformamos conocimientos en servicios que ayudan a las personas a afrontar dificultades, adversidades y problemas. Investigamos realidades, las analizamos, las diagnosticamos y contribuimos a su mejora. Una mejora de la que formamos parte, pues la progresiva complejidad de la vida social requiere miradas diferentes que justifiquen la interdisciplinariedad. En el caso de los trabajadores sociales sanitarios esta transformación de conocimientos y teorías en servicios se centra en los aspectos psicosociales de las personas enfermas o relacionadas con la enfermedad, y de las que se encuentran en riesgo de enfermar. La particularidad, siempre desde el trabajo social sanitario, es que las personas a las que dirigimos los servicios son parte activa del servicio y en consecuencia, participan activamente de su propia recuperación y mejora de la autonomía psicosocial. En ningún caso, la intervención desde el trabajo social sanitario se da sobre personas pasivas cuyo papel es el de recibir.
Los servicios que prestamos se diversifican en diferentes planos: el individual, el grupal y el comunitario. Estos servicios que prestamos desde el trabajo social sanitario confluyen con los servicios que prestan otros profesionales (medicina, enfermería, gestión, etc.) y por lo tanto, no pueden colisionar entre ellos por falta de diálogo, coordinación y planificación entre otras cosas.
Veamos muy brevemente los eslabones de esta escalera del bienestar social. En nuestro medio, hablamos de Europa, los servicios que prestamos responden a modelos asistenciales del estado del bienestar. Básicamente hoy podemos hablar del modelo biopsicosocial, también calificado como modelo integral. Los hemos estudiando en créditos anteriores. Ambos se inscriben dentro de las políticas sanitarias y sociales de la mayoría de los países de la Unión Europea. Por lo tanto, nos encontramos ante una organización que responde a las siguientes coordenadas: la ciudadanía mediante las elecciones delega su confianza en los políticos que serán los responsables del Gobierno y del desarrollo social. Éstos, a su vez, delegan la ejecución de los programas en técnicos y profesionales que son los que materializarán los proyectos y/o darán continuidad a los servicios y programas. Es decir, los políticos y sus departamentos de economía asignan los presupuestos destinados a cada programa o proyecto, y los directivos de cada establecimiento u organización deben asegurarse de que el proyecto se desarrollará tal y como se ha planificado. Toda esta cascada de delegación de responsabilidades sociales modela y regula nuestros servicios, de modo que conforman una red de intervenciones que se acreditan por las políticas socio-sanitarias de los gobiernos y las administraciones en las que se inscriben.
Por lo tanto, es lógico y evidente que periódicamente (casi siempre anualmente) se produzca una devolución, un feedback, llamémosle un rendir cuentas de las funciones y responsabilidades que nos han sido otorgadas y delegadas de acuerdo a nuestros valores, conocimientos y formación, y también de acuerdo a los logros relacionados con la salud y el bienestar de la población atendida que ostenta la soberanía y que, insistimos, con su voto ha delegado su soberanía en los políticos que gobiernan.
Nota
No es el lugar pero abrimos una nota breve para señalar un clásico error de los políticos y directivos: identificar el cargo que representan (temporalmente) con su yo. Lo mismo puede ocurrirles a los profesionales que pueden confundir su responsabilidad con lo que les gustaría desarrollar. Por ejemplo, si un profesional que le gusta el campo de la pediatría se encuentra en un hospital geriátrico, sus proyectos deberán girar alrededor de la geriatría y no de la pediatría por más que su pasión sea la pediatría. Son muchos los ejemplos de políticos que sin una clara justificación han tomado partido y han desarrollado unos programas frente a otros, han promocionado unas fundaciones frente a otras, etc. Este hecho se produce porque se ven afectados en primera persona por el “objeto de intervención”. En su decisión se olvidan de que son responsables de toda una comunidad y se olvidan también de que están utilizando financiación pública, y que por lo tanto deben actuar de acuerdo a la prioridad y que ésta queda sujeta al coste beneficio. En este caso, una primera línea de la rendición de cuentas se encamina a justificar por qué un programa y no otro.
Siguiendo el mismo hilo conductor, si el sistema sanitario cuenta en sus plantillas con servicios de trabajo social sanitario es obvio que ello responde a una filosofía asistencial donde lo psicosocial está presente en lo sanitario. Este hecho responde a unos fines relacionados con la mejora de la salud de la población, pero también a una priorización del modelo biopsicosocial frente al modelo biomédico. Si bien no existe un estudio a gran escala que ponga de relieve que el modelo biopsicosocial es más eficiente que el modelo biomédico, sí que existen numerosas experiencias aisladas que dan fe de ello.
Cuando el sistema sanitario y su gobierno optan por incluir en sus plantillas trabajadores sociales sanitarios, se asume que estos profesionales necesitan recursos y medios para prestar sus servicios. También se asume que los trabajadores sociales sanitarios toman decisiones (conjuntamente con las personas afectadas aunque el peso lo lleven ellos) que afectan a las personas a las que se atiende y también a las organizaciones que cuentan con los recursos que complementan los servicios que prestan. Es importante que el alumno o alumna vea como las decisiones se van encadenando una tras otra, y como de igual forma van afectando a las diferentes esferas de la vida privada y pública. Siempre que hablemos de trabajo social sanitario es básico entender que todas las decisiones profesionales se apoyan en el diagnóstico social sanitario o en las hipótesis diagnósticas (prediagnostico social sanitario). Toda esta cadena de personas, profesionales y políticos utilizan recursos, presupuestos, instituciones y requieren la mejor práctica por parte de cada uno de ellos. Es decir, se precisa un buen gobierno para la mejor utilización y optimización de los recursos. Además, este proceso debe ser abierto y accesible para que la ciudadanía pueda consultarlo.
La rendición de cuentas es un concepto tradicional que acompaña a la actividad de todo ser humano a lo largo de su historia. En un inicio se orientaba sobre todo a las relaciones comerciales, las relaciones privadas entre profesionales, los establecimientos, los comerciantes y sus clientes. Es a medida que los gobiernos van asumiendo su papel de generadores de bienestar que la rendición de cuentas da el salto a la política y a los profesionales de las instituciones.
La rendición de cuentas en inglés equivale al término professional accountability.
Coloquialmente, la rendición de cuentas se explica como el acto de devolver la información a quien ha confiado en nuestros servicios profesionales, en nuestras capacidades políticas y en nuestras competencias para desarrollar y llevar a cabo algún tipo de proyecto. Implica promover la aclaración de circunstancias que han rodeado el proyecto, desarrollar la justificación de la toma decisiones y explicar las acciones diversas que se han realizado conforme a unos pactos o compromisos adquiridos previamente entre partes. Además, cuando este concepto refiera a servicios profesionales se deberán incluir documentos (avales técnicos, diagnósticos, resultados de investigaciones, etc.) que avalen lo hecho y lo relegado. En consecuencia, se trata de liberarse del secretismo que a veces acompaña a la gestión y la toma de decisiones en el plano de lo macro y de lo micro. Estas actitudes forman parte de otra época recientemente superada y que en la actualidad resulta moralmente obsoleta.
En el ámbito profesional o institucional, rendir cuentas no se diferencia mucho del ámbito coloquial:
  • Es dar explicaciones de los pasos seguidos para las decisiones estratégicas tomadas (las que suponen transformaciones que se buscan deliberadamente).

  • Es poder responder por qué estas y no otras, por qué con estos medios y no con otros, cómo se ha financiado, etc. Más que cómo se ha gastado el presupuesto diremos cómo se ha distribuido, y quedará claro que se ha gastado de la mejor manera posible en relación con el bien común. La idea de gastar un presupuesto es relativamente sencilla, lo importante es demostrar que el gasto se ha llevado a cabo de acuerdo al mejor servicio obtenido.

  • Es justificar cómo se ha utilizado un espacio común y las prioridades de su uso, así como los resultados que se han derivado.

  • Es mostrar cómo se han gestionado los recursos humanos, etc.

Vemos pues que rendir cuentas desde el trabajo social sanitario es, además de presentar resultados económicos y sociales, dejar al descubierto cómo se han obtenido. Es lograr unos objetivos dentro de los valores morales de la sociedad, armonizando las diferencias, y los valores corporativos de las instituciones y establecimientos que figuran en los diferentes planes estratégicos en los que han colaborado casi todos los profesionales del servicio y la organización. En la rendición de cuentas, el camino seguido cobra el mismo valor que los logros alcanzados. En el ejercicio de la rendición de cuentas se pone de relieve cuántas acciones programadas para un fin han llegado a este fin dentro del principio de lo benéfico, y es la capacidad de responder ante la sociedad y todas las personas implicadas, de la gestión efectuada considerando los recursos económicos, humanos, organizacionales, materiales, etc. A veces, podemos encontrarnos ante dilemas éticos. En este aspecto, en el módulo de ética hemos visto diferentes metodologías para tomar decisiones. La rendición de cuentas es ofrecer la información adecuada para erradicar cualquier duda sobre la mala utilización de recursos utilizados.
Valores corporativos de los planes estratégicos
Los valores corporativos de los planes estratégicos se asumen y aceptan por toda la organización. Recordemos que los planes estratégicos, a diferencia de la planificación a largo plazo (en la que solo intervienen directivos y ejecutivos) se caracterizan por el hecho que la organización en pleno consensua, asume y participa en su elaboración.
El día a día es un vergel de ejemplos: imaginemos un gerente que ha sido contratado para modernizar un área sanitaria y que introduce la tecnologías de la información y la comunicación en todos los servicios; un director médico que ha sido contratado para desarrollar nuevas especialidades en un hospital de alto standing; un trabajador social sanitario que ha sido contratado para crear un servicio de trabajo social sanitario en el que haya especialistas de trabajo social sanitario en medicina interna, traumatología, pediatría, salud mental y cirugía; un trabajador social sanitario del área de cirugía que recibe el encargo de crear un programa de apoyo a las familias de desplazados por intervención; el profesional que crea un servicio de apoyo a domicilio posquirúrgico; el que diseña un screening dentro del procedimiento de la planificación del alta; también el que elabora un protocolo de atención para los familiares de las personas atendidas en urgencias; o bien el que promueve recursos de apoyo innovadores, etc. Parece obvio que cada uno de ellos, debe cumplir con el encargo dentro del tiempo establecido y este hecho implica que pasado este tiempo, se rindan cuentas de lo que ha logrado, o la fase en la que se encuentran los logros, con aquellos recursos materiales y personales que se han puesto a su disposición y que ha gastado. Parece obvio que un profesional rinda cuentas para acreditar que sus acciones han sido las que un diagnóstico (sea institucional, comunitario, médico, social, etc.) consideraba necesarias. La rendición de cuentas es una manera clara y abierta de exponerse profesional e institucionalmente ante la ciudadanía, y pasar el examen de quienes han confiado en nosotros y nos han hecho el encargo correspondiente.
Sin embargo, la rendición de cuentas afecta tanto a la actividad pública como a la privada, y se relaciona con la eficacia, la eficiencia, la transparencia, la responsabilidad profesional y con el saber hacer probado y más allá de lo discursivo.
El día a día nos copa con cantidad de ejemplos. Imaginemos una entidad asociativa o colegial que ingresa cuotas de colegiados y, por ejemplo, decide encargar un libro a un profesional de reconocido prestigio sobre la historia de la profesión, y en virtud del trabajo que se le supone se adelantan unos pagos. Sin embargo, resulta que cambia la junta que hizo el encargo y el libro se va retrasando tanto que nunca se llega a escribir. Pero el dinero se entregó, se cobró y lo pagaron los colegiados o asociados. Ambas partes, la junta y el profesional, están engañando a los colegiados o asociados.
O una ONG dedicada a familiares de personas con alzhéimer que recibe una subvención para realizar una investigación o prestar unos servicios a personas afectadas por el alzhéimer, y la gastan con otros fines distintos a los pactados.
O una revista de una entidad que contrata servicios de impresión con la imprenta más cara mientras existen otras que pueden ofrecer la misma calidad de impresión pero a precios más asequibles. Es más cara porque luego hay reparto a espaldas de los socios.
La rendición de cuentas implica la ética individual (personal y profesional), la moral, la conciencia de saberse parte activa e intelectual de la acción en curso, del desarrollo social y lo que este hecho conlleva a nuestro quehacer como profesionales del Estado del bienestar que somos.
Lectura recomendada

G. A. Rodríguez; A. Gómez (2014). “El principio de imparcialidad en la vigilancia y control de los servicios públicos domiciliarios: Una mirada a través de la situación del sector solidario”. Derecho Público (núm. 32). Universidad de los Andes. Facultad de Derecho.

En línea: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4759733 [consulta 29 de junio del 2014].

Por tanto, lo que en este apartado vamos a tratar es la rendición de cuentas como profesionales de un servicio de trabajo social sanitario que tiene unos fines, unos objetivos, un presupuesto, unos recursos humanos y materiales, un servicio o unidad que forma parte de una organización superior, ya sea un hospital o un centro de salud que, a su vez, se inscribe en una institución: la institución sanitaria.
Observación
Aunque en nuestro medio no se acostumbra a pensar que nuestra presencia en las instituciones tiene un coste sobre los presupuestos públicos o de capital privado, es un hecho indiscutible que nuestra intervención implica un consumo de recursos que en última instancia afectan a la economía. Por tanto, este consumo de recursos debe traducirse en beneficios sociales y de salud que a su vez podremos traducir en beneficios económicos.

2.La regulación legal de la rendición de cuentas

La rendición de cuentas es un poliedro de muchas caras. La regulación por ley es una de ellas si bien como se verá es un requerimiento escaso y relativamente nuevo. Y uno no puede dejar de preguntarse: ¿hay que regular la rendición de cuentas? ¿Acaso no es una obviedad que debemos rendir cuentas?
A modo de ejemplo, haciendo una búsqueda en el BOE sobre las órdenes relativas a la rendición de cuentas se encuentran ocho entradas que incluyen los términos en el título. La primera referencia a la necesidad de rendir cuentas por parte de una fundación está fechada en 1960 y puede leerse textualmente:

“Orden de 15 de julio de 1960 por la que se clasifica como de beneficencia particular docente la Fundación Escuelas Gratuitas de Santo Tomás de Sabugo, instituida en Avilés por doña Josefina Fernández Balsera, relevándose al patronato de la obligación de presentar presupuestos y rendir cuentas anuales de su gestión al Protectorado del Estado.”

La siguiente referencia a la rendición de cuentas que se puede encontrar corresponde al año 1963 y resulta muy particular porque en este caso, a diferencia de la anterior en la que se pedía a la fundación citada rendir cuentas, se libera al patronato de otra fundación de la citada obligación de rendir cuentas. Cita textualmente:
Fuera de estas dos referencias que muestran los dos extremos, la obligación y la exoneración de rendir cuentas, las ocho órdenes encontradas siguen la órbita de los dos ejemplos resaltados. Algunas se refieren a la obligación de rendir las cuentas y otras a la descarga de hacerlo.
Algunas preguntas inevitables son: ¿qué inconvenientes puede implicar la rendición de cuentas? ¿Quién, gestionando dinero y recursos ajenos puede negarse a rendir cuentas? Y lo que es peor: se lo permiten y reconocen. Es preciso que reflexionéis sobre el hecho. ¿No forma parte del propio desarrollo de la gestión ofrecer los resultados bajo la fórmula de la rendición de cuentas?
En este apartado vamos a aprender a asumir dicha responsabilidad desde el primer momento. Vamos a aprender a incorporarla a la rutina de nuestros servicios para que en la práctica se normalice y no se vea como algo extraordinario sino como algo totalmente ordinario. La confianza que han depositado en nosotros quienes nos han contratado y nos han escogido frente a otros aspirantes requiere que les rindamos cuentas.
Sin embargo, más allá de la anécdota de estos ejemplos y el relato que los acompaña, incluso las controversias que todos podemos haber atestiguado sobre el rechazo o aceptación de rendir cuentas es un hecho que en los últimos años el concepto se aleja de ser una entelequia y ha saltado a la palestra de la política y la ciudadanía, cobrando un protagonismo exponencial tanto en entidades públicas como privadas. Una futura línea de investigación y de trabajo es el estudio del creciente reclamo a la rendición de cuentas y su posible vinculación a la creciente crisis económica. Una crisis económica que mientras, por una parte, reduce los ingresos en general de entidades y servicios del Estado de bienestar, por la otra, ofrece un goteo constante de casos de corrupción, unas veces probada, otras bajo instrucción judicial, y otras latiendo sobre la gestión de entidades, asociaciones y servicios, estando además implicados políticos, directivos, ejecutivos y profesionales diversos. Siempre son entidades en que lo público, el altruismo y la ausencia de ánimo de lucro forman parte de sus estatutos. En todos los sumarios, las sospechas se ciernen sobre un denominador común: el dinero no ha servido para financiar lo que debía financiar. Es obvio que la rendición de cuentas hubiera evitado mucha mala praxis.
Por todo ello, durante los últimos años (sobre todo a partir de los últimos meses del año 2013) y más allá de las portadas de periódicos y titulares de noticias de radio y televisión, la rendición de cuentas ha ocupado parte de la actividad política y legislativa, y se ha aprobado precisamente en diciembre del 2013 la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno.
Os recomendamos la lectura de la Ley. Dentro de la misma, veréis que se hace referencia al artículo 137. Obligación de rendir cuentas de otra ley aprobada diez años antes, la Ley 47/2003, de 26 de noviembre, general presupuestaria.
Como vemos, encontramos documentación que pone de relieve que rendir cuentas está previsto y regulado, pero es uno de esos puntos que se van pasando por alto, al menos en los parámetros que se están recogiendo en la actualidad.
La transparencia que implica la rendición de cuentas no es un ejercicio puntual y debería surgir como una actitud natural entre los profesionales. No puede ser una pose o una apariencia para contentar a unos cuantos: debe ser una manera de actuar y de ejercer consciente cuando se trata de gestionar lo ajeno, sea público o privado.
Una observación: aunque la citada Ley 19/2013 se refiere a entidades, organismos estatales y sociedades mercantiles debemos recordar por todo lo dicho anteriormente que todas las organizaciones están integradas por personas y que son las personas las que en primera y última instancia toman las decisiones y las ejecutan. A veces, ambas figuras coinciden y quien toma la decisión la ejecuta. Así pues, para que estos organismos estatales puedan rendir cuentas, los profesionales que los integran deben rendirlas. Una breve reflexión al respecto: cada alumna o alumno debe reflexionar si al final del año ha elaborado algún tipo de memoria sobre la actividad en que esté trabajando o ya haya hecho. Es un hecho que cada vez se llevan a cabo más ejercicios de autoevaluación. Y alguien puede decir: “introducimos los datos y los servicios informáticos del establecimiento nos elabora los cálculos”. Cierto, pero volvemos a lo mismo: la evaluación y la memoria del servicio de trabajo social sanitario no puede quedar reducida a unas cuantas estadísticas y suma de visitas.
Por lo tanto, la rendición de cuentas, la que se realiza como parte de las buenas prácticas, evitará diluir las acciones entre los diversos entes que participan (jurídicos, tecnológicos, informáticos,etc.) y las vinculará a las personas que siempre son las primeras y últimas responsables. No podemos dejar de ver a la persona, al profesional. Es habitual escuchar expresiones en las que lo primero que se observa es que se diluye a las personas y se depositan las responsabilidades en el sistema, la plataforma, el equipo, la junta, el consejo de administración, el patronato, el comité de expertos, etc.

3.Breve revisión bibliográfica, cronología y evolución de la rendición de cuentas dentro y fuera del trabajo social sanitario

La progresiva sofisticación de la prestación de servicios junto con el hecho de que quien los presta, se acaba convirtiendo en un intermediario (de la administración, de la empresa, de la organización, etc.) frente a las personas atendidas añade argumentos a la necesidad de rendir cuentas periódicamente.
Una primera referencia que indirectamente nos lleva a ello la encontramos en 1884, cuando Zilpha D. Smith abordó el asunto de la efectividad de las visitas de los voluntarios visitadores e introdujo la remuneración para poder exigirles unas mínimas responsabilidades.
Más tarde, en 1903 Mary E. Richmond insistía y profundizaba sobre ello añadiendo que la diferencia entre el pago del trabajador y el pago que se produce en una actividad comercial radicaba en que los profesionales del trabajo social estaban formados. Justificó también que los profesionales debían recibir unos honorarios por sus servicios porque era la vía para poderles reclamar, cosa que no procedía si eran voluntarios. Además, señaló que el pago también procedía porque eran profesionales preparados y aptos para desarrollar este ejercicio.
A lo largo del siglo XX podemos encontrar numerosos artículos relacionados con la rendición de cuentas y el trabajo social. Con el paso del tiempo veremos que los argumentos van adquiriendo matices que ayudan a comprender la rendición de cuentas en toda su amplitud, y la combinación de elementos y variables que la integran de acuerdo a los servicios que prestamos dentro de la acción profesional. Vamos a analizar algunos de los más destacados.
Más allá de Zilpha D. Smith y Mary E. Richmond, el artículo más antiguo encontrado relativo al trabajo social y con un sentido más actual se remonta a 1934 y llegó de la mano de Kenneth L. M. Pray, decano de la Escuela de Trabajo Social de Filadelfia. Lo hizo en su conferencia sobre las responsabilidades del trabajo social público y privado. El texto relativo a la rendición de cuentas es el que sigue:

“Asumiendo una línea horizontal dibujada de polo a polo como la necesidad social a la prestación del servicio social adecuado para la cobertura de esa necesidad, yo sostengo que no hay ningún punto en esa línea en la que, en la naturaleza de las cosas, el sentido y el principio permanente de las responsabilidades del trabajo social público y privado se pueda dividir con seguridad. Ambos pueden funcionar de manera segura y satisfactoria en cualquier punto de toda la gama de operaciones sociales imaginables, desde los servicios más simples, más rutinarios y más objetivos a los más complicados, a los más delicados y más flexibles.

Esto presupone que las otras condiciones primarias subyacen al sentido del servicio, están mano a mano de la conciencia de la necesidad, de la aceptación de la responsabilidad, y de la rendición de cuentas profesional con relación a los medios y los fines. Tal concepto niega la existencia en la naturaleza del gobierno de cualquier barrera para un servicio altamente personalizado y exigente con las necesidades individuales, siempre y en la medida en que la propia comunidad reconozca la existencia de esa necesidad para discriminar el tratamiento individualizado, y tenga la confianza en la capacidad profesional y la integridad de los profesionales que administran la necesidad.”

Como puede observarse, habla de “los fines y los medios” y cuando se refiere al trabajo social, podemos añadir el sanitario, lo desliga de su financiación y por el contrario, lo vincula a unos principios y valores que son los que prevalecen sea cual sea la forma de pago de los servicios profesionales.
También podemos ver que la asociación del trabajo social puede ser extensible al sanitario, casi en exclusividad a los servicios públicos. Nuestro medio se ha forzado sobre una falacia ya que si consideramos la esencia y la naturaleza del trabajo social sanitario comprobaremos que esta relación no es necesaria. Por ejemplo, Estados Unidos es una nación muy restringida a personas con situaciones muy precarias y en la que lo público se expresa con limitaciones. De todos modos, resulta que en este país encontramos unas plantillas de trabajadores sociales sanitarios que de momento en el Estado español son inimaginables. Por lo tanto, si pensamos en el futuro de la profesión es importante romper ese binomio trabajo social sanitario - sistema público de salud. Los problemas psicosociales relacionados con la enfermedad, con el hecho de enfermar, con el cuidado de una persona enferma no tienen que ver con el patrimonio ni las cuentas corrientes, tienen que ver con la persona, con su capacidad individual para afrontar las vivencias de la enfermedad y en consecuencia, nosotros como trabajadores sociales sanitarios no podemos ejercer discriminación alguna en relación a la capacidad económica de la persona, que en cualquier caso condicionara el pago por el servicio pero no la prestación del servicio.
El siguiente texto expone una realidad a la que no se es capaz de hacer frente aun sabiendo diagnosticar el problema o la incapacidad institucional. Valga para reflexionar sobre el peso de lo narrativo y la levedad de las acciones que se deben emprender para subsanar lo que sabemos, debilitar los servicios y reducir sus beneficios. Es un ejemplo de la importancia de la acción y la rendición de cuentas que en este caso particular, como se verá, no existió:

“Cuando las ciencias médicas conquistaron las enfermedades agudas se dio una tasa de supervivencia mucho mayor [...] era probable que estas personas se convirtieran en víctimas de las enfermedades crónicas. […] Cuando se recorre la literatura médica y social sobre el problema de los enfermos crónicos, uno se sorprende por el uso frecuente de los términos suponemos, podríamos, queremos, lo que sugiere la inmensidad de nuestra ignorancia y la frustración que sentimos frente a esta ignorancia cuando deseamos la acción. […] Ahora surge el problema –el cuidado de los enfermos crónicos–, lo que obliga a la integración y la cooperación de estos campos... […] Por fin, el paciente se convierte en una personalidad y no solo en un caso de corazón, o un caso de pensiones, o un indigente.

[…] La naturaleza del problema es tal que es necesario un enfoque orgánico, pero los trabajadores sociales (sanitarios) saben muy bien que es necesario el examen de la situación global del paciente, de sus finanzas, de su trabajo, de su casa, de su enfermedad, y de su futuro. […] El paciente es parte de una familia y la familia es parte de una comunidad, y en la comunidad, los servicios existentes deben coordinarse con el fin de que la acción resulte parcialmente eficaz.

[…] Una cita de una bien conocida autoridad en la enfermedad crónica nos da una idea de la caótica situación actual: ‘Las instalaciones existentes para el cuidado de los enfermos crónicos presentan una imagen muy confusa. Pacientes en casa que deberían estar en los hospitales. Pacientes viviendo en hogares para las personas mayores que no están preparados para atender a sus necesidades. Pacientes en hogares de convalecencia ocupando camas necesarias para otro fin... Hay una confusión caótica de los pacientes y de las instituciones. Los pacientes luchan por encontrar un refugio donde sea, las instituciones los admiten a regañadientes y asumen que no les proporcionan el cuidado que necesitan. Es una escena de gran desorden’.

[…] Cada uno de ellos acepta a regañadientes la carga de los enfermos crónicos e intenta transferir la responsabilidad a otra agencia que no está mejor preparada para la tarea. Para poner orden en este caos, parece necesario desarrollar una logística de la atención de los enfermos crónicos […] Hasta ese momento, hemos sido incapaces de establecer un sistema de prioridades en el orden de la acción.”

El texto está extraído de la conferencia de Odin W. Anderson “Resources for care of the chronically ill: nature and need” impartida en 1946. Este texto parece escrito en nuestro tiempo, pues podemos seguir suscribiendo muchos de sus argumentos y afirmaciones. Por ejemplo, destaca como desde el inicio se pone énfasis en llamar la atención sobre las personas con enfermedades crónicas. El rendir cuentas periódicamente no admite la falta de acción porque en el mismo ejercicio se pone de relieve la inacción y de manera progresiva, se pierde la confianza de quienes han confiado en nosotros.
Dentro de las mismas conferencias anuales, hasta 1976 no se vuelve a encontrar otra referencia a la rendición de cuentas y llega con una exposición de Patrik McCuan a la que titula “Expandiendo la gestión de la tecnología y la rendición de cuentas en los programas de servicios sociales”.
Es necesario que contextualicemos el momento y que señalemos que el sistema sanitario, sobre todo en Estados Unidos, ya se estaba iniciando en la alta gestión de programas, siendo el embrión del sistema sanitario que conocemos hoy. McCuan señaló dos principios con relación a la rendición de cuentas:

“1. Un énfasis mayor en la necesidad de suscribir la confianza en las relaciones interpersonales, entre los estamentos de gobierno, y entre los organismos de los sectores público y privado del campo del bienestar social. Un ambiente de confianza llevaría a una mayor flexibilidad operativa en la satisfacción de las necesidades del cliente.

2. Un sistema efectivo de rendición de cuentas debe desarrollarse en términos de medición de resultados en lugar de medir una multiplicidad de acciones. Ese enfoque en los resultados se basa en el desarrollo de las metas del programa claramente formuladas y concisas de acuerdo a los objetivos con el cliente.”

La aportación de McCuan señala un cambio de tendencia y se adentra claramente en lo empírico y lo cuantitativo de los programas frente a lo retórico. Ni siquiera se habla sobre la importancia de lo cualitativo. McCuan centra la medición de resultados ante la medición de acciones efectuadas sin saber sus efectos sobre las personas y su entorno. No nos podemos olvidar del entorno. Su exposición nos lleva a la siguiente pregunta: ¿para qué sirve lo que estamos haciendo?
Un año más tarde, en 1977, Helen Reinherz, Barbara Berkman y otros publicaban un artículo en el que apuntaban a la progresiva participación de los trabajadores sociales sanitarios en múltiples procesos relacionados con la rendición de cuentas.

“El concepto de rendición de cuentas es en sí mismo complejo y se deben considerar muchos componentes y circunscripciones. Sin embargo, frente a los grupos a los que los trabajadores sociales [sanitarios] deben rendir cuentas están las agencias en las que se practica, el consumidor-cliente que es el objetivo de los servicios y la profesión que provee a los trabajadores sociales [sanitarios] de legitimidad.”

Es importante señalar que desde el principio del texto las autoras dan relieve al hecho de que los trabadores sociales [sanitarios] que pertenecen a agencias que proveen servicios de salud se ven confrontados desde el primer momento a la rendición de cuentas. Para las autoras, algunos profesionales tenían problemas para asumirla debido a la falta de formación y a la falta de entrenamiento en dicha práctica de la rendición de cuentas. Escriben que algunos sentían que estaban participando en procedimientos que creían que no tenían que ver con ellos, pero también afirman que no era cierto y que sí que tenían que ver con su profesión. A lo largo de todo el texto las autoras insisten en la necesidad de formar sobre esta nueva asignatura porque en la misma se encuentra parte de la base que permitirá proponer nuevos programas y servicios que responderán mejor a las necesidades reales de la sociedad. En su artículo presentan la experiencia del Simmons College School of Social Work, donde los alumnos participaron activamente en estudios relacionados con la rendición de cuentas. Siempre siguiendo el hilo argumental de las autoras, los alumnos del Simmons College School of Social Work aprendieron a rendir cuentas ante los clientes y ante la profesión. Citan a Scott Briar (1927-1998) quien en 1973 señaló: “los trabajadores sociales han sido incapaces y no han estado dispuestos a definir sus objetivos en términos concretos y observables”. Las autoras ponen el foco en desarrollar entre los estudiantes la “habilidad de poner en operaciones y por tanto medir los componentes de varios tipos de intervención”.
Iremos viendo que la rendición de cuentas se apoya en la aplicación de procedimientos, protocolos y la definición de procesos (los servicios), que recordemos, se requieren dentro de la Ley 16/2003, de 28 de mayo, de cohesión y calidad del sistema nacional de salud donde, como hemos visto, se define el catálogo de prestaciones y la cartera de servicios del sistema nacional de salud.
Un par de años más tarde, en 1979, de nuevo en las conferencias de bienestar social, Elizabeth Mutschler y Aaron Rosen abordaban la evaluación del tratamiento del trabajador social.

“La conciencia de los profesionales del trabajo social [sanitario] sobre la necesidad de demostrar la eficacia de la práctica se ha expresado con frecuencia tanto en la práctica reciente como en la literatura de investigación. El tema es importante no solo en términos de responsabilidad profesional con relación a nuestros clientes y al público en general, sino también para el profesional individual que debe evaluar constantemente el progreso de su práctica y, en consecuencia, debe revisar el tratamiento. Los temas relacionados con la evaluación de los resultados del tratamiento son numerosos y bastante complejos”.

Entre otras cosas, los autores señalan que muchas veces esta evaluación se hace de acuerdo con los instrumentos utilizados, a las tareas efectuadas, a las gestiones que ha supuesto la intervención pero nunca en términos de cambios psíquicos en las personas tratadas, de tal manera que les permitan modificar de manera observable las conductas o las realidades que las acechan. Recordemos en este punto que cuando estudiamos el método de Casework vimos que entre otros aspectos, se trataba de llevar a cabo acciones que señalamos como deliberadas para lograr los cambios en la persona y su entorno, siendo la persona el eje vertebrador.
También en 1979, Chauncey A. Alexander, director ejecutivo de la National Association of Social Workers, prologaba el libro Professional accountability for social work practice, editado por Helen Rehr, en aquellos momentos directora del Departamento de Trabajo Social en el Hospital Monte Sinaí. En este prólogo el autor señalaba cómo en los años setenta en EE. UU. la rendición de cuentas la requería tanto el Gobierno estatal y federal como quienes la asumieron como un ejercicio de obligado cumplimiento. Alexander escribió al respecto:

“La profesión del trabajo social [sanitario], por su origen y misión, tiene incorporada la rendición de cuentas. Jane Addams, Mary E. Richmond, Bertha Reynold, Harriett Barlett, sus colegas y sucesores, establecieron una profesión dirigida hacia la responsabilidad social para ayudar a satisfacer la necesidad social e individual que surge de las interacciones de las personas y sus instituciones sociales. Esta responsabilidad formó un ingrediente esencial en el uso disciplinado y controlado de uno mismo y en el reconocimiento de la esencia de la libre determinación, en cada ser humano. Se nutre de la naturaleza del aprendizaje de la educación del trabajo social, en el perfeccionamiento constante de los procesos de supervisión y consulta, en los controles sociales de la configuración de la práctica y los estándares de la asociación profesional.

[…]

El área funcional de la elaboración de normas y la aplicación se ha convertido en el lugar principal de los esfuerzos de rendición de cuentas.

El diseño de una clasificación diferencial de seis dimensiones de la intervención de trabajo social [sanitario] y su promulgación en el terreno ayudaron a esclarecer las dimensiones de responsabilidad profesional:

1) La adjudicación activa de agravios para la práctica poco ética.

2) La impresión y difusión de un registro del trabajo social clínico para promover las normas y la rendición de cuentas.

3) Revisión de los estándares de los servicios de departamentos de trabajo social [sanitario] en los hospitales con una conducción celosa por la Joint Commission on Accreditation of Hospitals (JCAH).

4) Entrada oficial y reconocimiento de la profesión de trabajo social en los consejos de acreditación de la Joint Comission en la acreditación de los hospitales.

5) Promoción de los estándares del servicio por medio del reconocimiento profesional por el Gobierno, las compañías aseguradoras y las agencias, que proveen de estatus al trabajo social [sanitario].”

Como podemos observar, en la base de la rendición de cuentas varios pilares permanecen presentes: la necesidad de regular la profesión y sus intervenciones, y la necesidad de desarrollar estándares de intervención y de logros para contar con elementos de comparación a partir de valores medios. Por ejemplo, sabemos que el servicio prestado es el más adecuado porque antes hemos definido el proceso pero a su vez, éste es fruto de un análisis racional de muchos profesionales que han estado evaluando los parámetros relativos a la actividad. Es decir, cuando afirmamos que el tiempo medio de una primera visita de screening dentro del procedimiento de la planificación del alta y aplicando el instrumento “X” es de 15’, lo decimos porque anteriormente hemos registrado un número representativo de tiempos de las primeras visitas del citado screening y la media de todas las mismas arroja un valor de 15’. Si decimos que una primera visita de acogida al servicio de toxicomanías es de 45’, lo decimos también porque se han calculado los tiempos recogidos a lo largo de muchas primeras visitas. La anécdota jamás es categoría aunque la acumulación de casos nos permita conformar una a la larga.
En 1996 Phil Slater escribía sobre la nueva corriente que aspiraba a conferir al trabajo social un “gran estatus profesional en su ocupación”. Se apoyaba en un artículo de Toren (“Semi-professionalism and social work: a theoretical perspective”) escrito en 1969 y que hablaba del semiprofesionalismo para abordar la rendición de cuentas como parte de la cultura del trabajo social [sanitario]. Señalaba los siguientes componentes de toda profesión:

“El tipo ideal de Toren de una profesión, con la que el trabajo social se mide y se ha encontrado que faltase, se compone de cinco componentes o ‘rasgos’: primero, una base de la teoría sistemática; en segundo lugar, la autoridad reconocida por la ‘clientela’; en tercer lugar, la más amplia aprobación de la comunidad de esta autoridad; en cuarto lugar, un código de ética que regule las relaciones entre los profesionales y clientes; y en quinto lugar, una 'cultura profesional' sostenida por las asociaciones profesionales oficiales”.

Vemos que este artículo aporta elementos nuevos a los señalados por Flexner en 1915 y que además coinciden en el primer punto: la existencia de una base teórica. Los demás puntos se orientan a la presencia y al estatus social que la profesión ostenta en la comunidad y este hecho quizás es lo que remueve el pasado inmediato del trabajo social sanitario hasta el 2009, fecha en que se inició el posgrado de Trabajo social sanitario, que desembocó en el máster universitario de Trabajo social sanitario (2013). La falta de formación especializada de los trabajadores sociales sanitarios les llevó a orientar los servicios a modo de réplicas de los servicios sociales y con ello perdieron la identidad que las pioneras dieron a la profesión dentro del ámbito sanitario. No podemos olvidar que la primera plaza se crea en un hospital. Toren no se refiere a los aspectos relacionados con el conocimiento y el método científico sino al reconocimiento en las instituciones, uno de los puntos que cabe recuperar. Por su parte Slater elabora la siguiente reflexión:

“Tomemos, por ejemplo, la referencia a la ‘cultura profesional’, con su énfasis concomitante en los procesos de ‘rendición de cuentas’, y consideremos su significado en la práctica del trabajo social actual. ¿Es esta la ‘responsabilidad’ de un proceso interno y esotérico que refuerza la mística de los profesionales, y por lo tanto, la exclusión de los laicos? ¿Es un proceso, por la vía del contraste total, por el cual los ‘usuarios’ llevan a cabo el ejercicio presupuestario y de control sobre los ‘ayudantes’ que emplean? ¿O, como una estrategia de empoderamiento que opera entre estos dos extremos, es la ‘responsabilidad’ de un proceso de elaboración de las diferencias de poder existentes explícita y negociablemente, a lo largo de las líneas de la ‘profesionalidad democrática’ avanzada por el propio Hugman?”

El enfoque de Slater apunta a que la rendición de cuentas tampoco debe verse como algo que ocurre en el plano individual del profesional sino como algo que forma parte del activo de la profesión, de todos los profesionales en ejercicio y que en este nuevo formato incluye también a los estudiantes de trabajo social. Es importante la referencia que hace sobre el esoterismo que a veces envuelve a los análisis, las evaluaciones y los profesionales que deben explicar por qué la información aparece diseminada y resulta poco representativa.

4.Revisión bibliográfica sobre la rendición de cuentas entrado el siglo xxi

Son muchos los factores que contribuyen a sofisticar la evaluación de los servicios, pero uno de los más importantes es el desarrollo y socialización de las TIC, lo que a su vez permite disponer de información estadística a tiempo real y permite también un ejercicio interno y constante de rendición de cuentas.
Últimamente se oye hablar a menudo del hecho ético y moral de rendir cuentas como un fenómeno asociado a la transparencia. De este modo, las primeras preguntas que surgen son: ¿quién debe rendir cuentas? ¿Ante quién se debe rendir cuentas? ¿Quién? Todo profesional que intervenga, sea en el plano que sea y también dentro de la función (asistencial, investigadora, preventiva, educativa) que sea. ¿Ante quién? Ante la sociedad, y para no caer en la despersonalización ante cada persona que se interese o se preocupe. Nadie puede quedar excluido de poder acceder a la información que permite conocer lo que se ha hecho además de cómo, cuándo, dónde y para qué se ha hecho y todo esto acompañado de los costes y los beneficios.
Desde el trabajo social sanitario debemos orientarnos al futuro desde otros parámetros y otras coordenadas que los que marcan el pasado. No podemos volver sobre nuestras huellas porque sería caer en la repetición, la misma que desde 1980 nos ha mantenido en el limbo del sistema sanitario. Y si bien en el presente la legislación no nos obliga a esto, salvo excepciones, hemos de pensar en términos generales y debemos sentirnos parte de la institución sanitaria. Si en el entorno en el que nos movemos la rendición de cuentas es habitual, también debemos empezar a rendirlas. Es un ejercicio de higiene que no caerá en saco roto. Sea cual sea la estructura organizativa dentro de la que nos encontremos, sean cuales sean los requerimientos que nos hagan los mandos superiores, nuestra actitud deberá estar siempre abierta a rendir cuentas de nuestras acciones profesionales y de nuestras propuestas, entre otras cuestiones.
La rendición de cuentas va más allá de la mera presentación de balances si bien la contabilidad y la contabilidad analítica se consideran instrumentos esenciales. La rendición de cuentas va más allá de memorias de actividad o estadísticas descriptivas. Al igual que la calidad es un conjunto de elementos e indicadores que se retroalimentan, la rendición de cuentas debemos verla con los matices oportunos que permitan comprender y justificar la evolución del servicio. La misma expresión presentación de cuentas define la presentación de unos presupuestos con un dinero de entrada y un dinero de salida que cuadra entre sí. En la rendición de cuentas deberemos justificar además que el dinero se haya gastado bien y que se mantiene la relación calidad-coste. Una tabla de cálculo con ingresos y gastos basta para cuadrar los balances pero no es rendir cuentas: es presentar un balance al que le falta la explicación del detalle y la implicación en los logros buscados, además de mostrar que se ha logrado con el mínimo coste posible. Y como hemos señalado, la elaboración de estadísticas de actividad tampoco es rendir cuentas porque nos dejamos fuera si podíamos haber hecho más de otra manera.
Lectura recomendada

M. N. Burneo (2014). “La Contabilidad como instrumento para rendir cuentas”. Auditoría Pública (núm. 62, págs. 83-87). En línea: http://www.auditoriapublica.com/hemeroteca/Pag%2083-87%20N%C2%BA%2062.pdf [consulta 22 de junio del 2014].

Por su naturaleza y objetivos, en un servicio de trabajo social sanitario cada profesional deberá rendir cuentas de sus intervenciones que serán parte del todo que informe del servicio al completo. Además, se analizará cómo su intervención genera bienestar y salud en la comunidad donde se inscribe. Si no logramos dar este paso, la profesión entrará en zona de turbulencias y su continuidad peligrará. No es una reflexión corporativa: la sociedad no puede permitirse perder una profesión como es el trabajo social sanitario ya que su presencia y sus servicios contribuyen a crear riqueza social.
Son muchos los autores que en los últimos años han abordado la rendición de cuentas como un instrumento al alcance de la sociedad.
Amie Batson, Robert Hecht, Logan Brenzel, por ejemplo, explican la rendición de cuentas con relación a los servicios de salud en los países en desarrollo con los siguientes términos:

“Lo más probable es que el financiamiento de los servicios de salud en función de los resultados continúe en el futuro, e incluso cobre mayor importancia, debido a una serie de factores, como el interés de los gobiernos y los donantes en mejorar los resultados en esta materia y obtener una medida más exacta de esos resultados, el mayor hincapié en la rendición de cuentas frente a los clientes y los gobiernos por parte de los proveedores de atención de la salud, y también frente a los organismos donantes por parte de los gobiernos, y el convencimiento de que, a veces, las ONG y el sector privado prestan servicios de salud esenciales a los pobres con más eficiencia que el sector público. Es necesario que los interesados en el desarrollo sigan fiscalizando con suma atención estas experiencias de financiación basadas en resultados y difundan y apliquen las enseñanzas extraídas con la mayor rapidez posible para maximizar los beneficios de la asistencia para el desarrollo y tratar de alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio.”

Referencia bibliográfica

A. Batson; R. Hecht; L. Brenzel (2004). “Salud y rendición de cuentas”. Finanzas y desarrollo (núm. 1, vol. 41, pág. 16). Publicación trimestral del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

En línea: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2417686 [consulta 21 de junio del 2014].

Vemos que la presentación de resultados en términos de salud no es un capricho sino que es la manera de poder seguir ejerciendo y aportando mejoras sociales en todos los ámbitos. No dudamos de que nuestras intervenciones son benéficas y que generan bienestar, pero estos hechos deben demostrarse en términos que lo entiendan el resto de la comunidad profesional y la ciudadanía en general.
Goetz y Jenkins aportan la siguiente reflexión sobre la rendición de cuentas y en este sentido, ponen de relieve ese encadenamiento que se produce entre los implicados, tanto profesionales como clientes. Escriben:

“La rendición de cuentas es una lucha perpetua cuando el poder de muchos se delega en unos pocos para los intereses de la gobernabilidad. Para complicar aún más las cosas, en la mayoría de los sistemas de gobierno la tarea de controlar a quién ha sido delegado el poder muestra que ellos lo han delegado también –de nuevo- a un relativamente pequeño número de individuos: los jueces de alto rango, los auditores generales, los miembros del legislativo y comisiones de cuentas públicas. La pregunta de quién va a vigilar al perro guardián es tan antigua como inevitable.

[…]

Es significativo que las críticas de la democracia, en muchos casos, se han enmarcado en términos de la falta generalizada de rendición de cuentas. Que la atención se ha centrado en las injusticias sobre las comunidades pobres y marginadas visitadas, se ha visto como un cambio radical en la comprensión popular de lo que los gobiernos democráticos deben responder. La impaciencia con las instituciones sesgadas, ineficaces y absolutamente corruptas ha llevado a las gentes a buscar nuevas formas de compromiso con los sistemas de rendición de cuentas existentes y a inventar otras nuevas cuando la necesidad parece dictarlo. Cuando no pueden participar directamente en los cerrados procesos oficiales de supervisión, los grupos cívicos a menudo han imitado sus funciones a través de, por ejemplo, las auditorías de los gastos del gobierno o audiencias públicas sobre los impactos ambientales de proyectos de infraestructura propuestos.

El cambio tecnológico ha ayudado: el ciberespacio ofrece nuevas herramientas y espacios para la investigación y la exposición de negligencias. Incluso algo tan simple como las fotocopias de las cuentas de los gobiernos locales en la India rural, o el uso de teléfonos celulares para reportar el crimen en las urbes de Pakistán puede alterar la naturaleza del intercambio de información entre los ciudadanos y los funcionarios públicos, socavando el secretismo que disfraza la incompetencia y que la corrupción permite florecer. El significado de la rendición de cuentas está cambiando gracias a los esfuerzos de los ciudadanos por destacar los actores poderosos en la cuenta”

Analizando el texto anterior podemos observar que se refuerza el argumento que nuestras intervenciones jamás se dan aisladas, sino que son eslabones de una serie de acciones que a su vez, condicionan las intervenciones de otros profesionales de igual forma que nuestras intervenciones también se encuentran condicionadas por las de otros. Por lo tanto, nos encontramos en un espacio interactivo y dinámico en el que entre otros agentes se movilizan clientes, profesionales, instrumentos de intervención y recursos materiales que requieren una gestión de la realidad que se va conformando de acuerdo a la evolución de la persona en su salud física y psicosocial. ¿Cómo garantizamos que estamos ofreciendo el mejor servicio, la mejor intervención, la más óptima, la que va a obrar la mejor ayuda? Estos elementos constituye la base de la rendición de cuentas.
En nuestro país, Belén Morala y José Miguel Fernández explican la “rendición de cuentas en las entidades públicas” de la siguiente manera:

“La transparencia de la gestión en las entidades públicas ha sido y sigue siendo una demanda constante de los ciudadanos en su triple condición de electores, usuarios de servicios públicos y contribuyentes. Los gestores públicos deben rendir cuentas de su gestión de una manera clara, adecuada y oportuna en el ejercicio de las responsabilidades que han contraído. Para facilitar la consecución de este equilibrio inestable entre lo que los ciudadanos demandan y la demostración de responsabilidades de los gestores, los pronunciamientos contables más avanzados en el ámbito de la contabilidad pública incluyen una batería de indicadores presupuestarios, económicos y financieros que pueden ayudar a la interpretación de los mensajes informativos emitidos por los Organismos Públicos.”

Referencia bibliográfica

M. B. Morala Gómez; J. M. Fernández Fernández (2006). “Anàlisi d’entitats públiques mitjançant indicadors: Instrument de rendició de comptes i demostració de responsabilitats”. Pecunia (revista de la Facultad Ciencias Económicas y Empesariales) (núm. 2, págs. 79-100).

Si bien hablan de los gestores públicos, debemos añadir por lo que hemos ido viendo desde el trabajo social sanitario que los gestores privados, salvada la valla de lo público y lo privado, también deben rendir cuentas siempre.
Jimmy Bolaños González define la rendición de cuentas en los siguientes términos:

“La Rendición de Cuentas (RC) es la obligación de toda persona a la que le es conferida una responsabilidad, de dar cuenta del encargo recibido, haciendo un descargo que puede ser satisfactorio o insatisfactorio, debiendo provocar en el primer caso reconocimiento o efectos favorables, y en el segundo caso desaprobación o consecuencias negativas.”

Bibliografía

J. Bolaños (2010). “Bases conceptuales de la rendición de cuentas y el rol de las entidades de fiscalización superior”. Revista Nacional de administración (núm. 1, vol. 1, págs. 109-138). En línea: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3698542 [consulta 27 de junio del 2914].

El artículo de Bolaños resulta de gran interés porque además ofrece a su vez una revisión bibliográfica sobre la definición de la rendición de cuentas. Por tal motivo se recomienda su lectura a la alumna o alumno.
José-Manuel Freire y José Ramón Repullo proponen diferenciar entre las organizaciones el gobierno, la administración y la gestión. En los semestres anteriores hemos abordado la diferencia entre administrar (aplicar unas normas) y gestionar (adecuar las normas a las circunstancias que escapan a lo previsto). Los autores dicen al respecto:

“De la función de gobierno emanan las estructuras, normas y estrategia que rigen la organización, con las cuales opera el gestor; la función de éste es la de ejecutor, es decir: ser responsable del día a día, y rendir cuentas de su gestión al órgano colegiado de gobierno (patronato, consejo de gobierno o de administración). Esta distinción, tradicional en muchas instituciones públicas, especialmente hospitales, frecuentemente ha quedado devaluada por la pérdida del papel que corresponde a los órganos de gobierno. Este punto es crucial, porque un argumento central de este trabajo es que la recuperación de la función del gobierno de los órganos colegiados tiene un gran potencial para renovar la gestión de las organizaciones públicas de servicios de salud y mejorar su desempeño.

Los principios del buen gobierno corporativo son similares en el sector público y en el privado: rendición de cuentas (accountability), transparencia, integridad, respecto a las reglas, eficiencia, efectividad, calidad, respetar los derechos de terceros (afectados, implicados, etc.). Es de especial interés práctico conocer los instrumentos (estructuras y procedimientos) del buen gobierno corporativo que contribuyen a un desempeño óptimo de las organizaciones.”

Como trabajadores sociales sanitarios insistiremos en la pregunta que se va repitiendo a lo largo del crédito y que es la que nos permite rendir cuentas más allá de lo discursivo, de lo narrativo, un rendir cuentas basado en la acción como promotora de los mejores resultados en la salud de las personas que atendemos y de sus comunidades. Es decir, ¿qué hacemos y para qué sirve lo que hacemos?
Hemos señalado en varias ocasiones a lo largo del máster que “toda” actividad profesional se apoya en tres pilares fundamentales: los conocimientos, los procedimientos y las actitudes. La rendición de cuentas se puede considerar un cuarto pilar ya que se sostiene sobre todo en una actitud: la voluntad de eliminar cualquier duda sobre las intervenciones, la persona y la colectividad. Este hecho responde también al acto de dar a la sociedad garantías de que los recursos utilizados lo han sido de la forma más eficiente y eficaz posible, y que no ha existido engaño ni falsificación. Es un sinónimo de evaluarse y dejarse evaluar por otros colectivos y entidades públicas o privadas dado que nuestra profesión es una de las consideradas éticas.
La rendición de cuentas contribuye a la capacidad de aumentar la confianza en los servicios que prestamos y en los profesionales (trabajadores sociales sanitario) que los prestan porque periódicamente mostramos los resultados y beneficios sociales aportados con los mismos.
En este apartado, estamos abordando el siempre complicado ejercicio de la rendición de cuentas, entendido como el acto racional y voluntario de contraponer los planes de intervención (individuales, grupales y comunitarios) con el logro de los objetivos planteados. En términos coloquiales, se trata de contraponer lo dicho con lo hecho y a la par, en caso de que los objetivos no se hayan alcanzado totalmente, ser capaces de señalar en qué medida sí se han logrado y qué necesitamos o requerimos para alcanzarlos en su totalidad si bien en lo social, la totalidad es difícilmente alcanzable porque siempre nos encontramos con el factor humano que matiza los hechos. El hilo conductor es el vínculo de la acción profesional con el diagnóstico social sanitario, el plan de intervención y los resultados obtenidos.
Es frecuente escuchar hablar sobre la gran cantidad de actividad que se está desarrollando en los servicios de trabajo social sanitario pero junto a esta afirmación, es frecuente encontrar la dificultad en responder: “¿para qué ha servido toda esta actividad?”.
No es un asunto del momento actual, pero sí que el cambio de escenario en relación con la crisis económica y de financiación de los servicios, junto con las dudas crecientes sobre el Estado de bienestar le dan al hecho de rendir cuentas una entidad particular en un momento histórico concreto.

5.Lo común y lo profesional

En el primer semestre estudiamos y debatimos la diferencia entre la filantropía, la caridad y el trabajo social, centrándonos en concreto en el trabajo social sanitario, primero como disciplina (los conocimientos) y luego como profesión (el ejercicio y la aplicación de dichos conocimientos). Vimos que había una actividad común, instintiva y que la observación de la realidad, de la práctica y la aplicación del método científico permiten generar nuevos conocimientos y teorías. Este hecho era lo que nos permitía ejercer desde lo objetivo y apoyarnos en los que conocemos porque lo hemos aprendido. Señalábamos que el trabajo social sanitario implicaba una formación, una práctica sostenida en procedimientos y protocolos donde el diagnóstico social sanitario o prediagnóstico social sanitario avalaba toda intervención. Además, señalamos que el diagnóstico social sanitario (siempre situados desde la escuela diagnóstica) daba entidad profesional a la disciplina ya que era la que justificaba el porqué de una intervención frente a otra. Hoy podemos añadir que además permite elaborar estándares profesionales sobre los cuales medirse.
Llegados a este punto, vemos que han sido varios los autores que han buscado establecer esta diferencia entre lo profesional y lo que se apoya en el conocimiento de una disciplina, siendo un conocimiento elaborado y generado según el método científico y la improvisación, lo instintivo, lo que resulta de una opinión o sensación.
Recordemos una de las primeras voces, Garnet Isabel Pelton y que señalaba el diagnóstico social [sanitario] como el que nos diferenciaba de otras expresiones de ayuda. Por lo tanto, aquí encontramos un primer elemento a incluir en el ejercicio de la rendición de cuentas: ¿incluyen las intervenciones el diagnóstico social sanitario? Si no, ¿incluyen al menos un prediagnóstico social sanitario? Si la respuesta a esta pregunta es no, no podemos admitir la intervención como propia del trabajo social sanitario y por lo tanto, no podemos rendir cuentas dado que no hemos aplicado el primer requisito que identifica a la profesión. No valen excusas, o se aplican los métodos y teorías o no puede considerarse que se hayan aplicado métodos de trabajo social sanitario en la actividad resultante. Este hecho no significa que la actividad no haya resultado de utilidad a la persona, tan solo que es una actividad más cercana a la filantropía y la caridad que a lo profesional.
Debemos también recordar que unos pocos años más tarde a esta autora la siguió Abraham Flexner quien, en su citada conferencia promulgada en 1915 “Is social work a profession?” cuestionó públicamente que el trabajo social [sanitario (1) ] fuera una profesión y a raíz de este hecho explicó los puntos que la convertían en una actividad común en profesional. Recordemos sus palabras:

“Las profesiones implican en esencia operaciones intelectuales con una gran responsabilidad individual. Derivan su materia prima de la ciencia y del aprendizaje. Este material lo trabajan hasta un extremo práctico y definido. Poseen una técnica educativa comunicable; tienden a la auto-organización; llegan a ser cada vez más altruistas en la motivación.”

En 1985 María Teresa Angera señalaba la diferencia entre lo científico y lo común de la observación. Escribía:

“[…] el fundamento de la observación científica reside en la comprobación del fenómeno que se tiene frente a la vista, con la única preocupación de evitar y precaver los errores de observación que podrían alterar la percepción de un fenómeno, o la correcta expresión de éste. En tal sentido, el observador se distingue del testigo ordinario de los hechos ya que este último no intenta llegar al diagnóstico de uno de ellos y, además, son muchos los sucesos que pasan desapercibidos.”

Años más tarde, en 1993, un grupo de reputados profesionales del Mount Sinai Medical center publicaban un artículo que iniciaban con el siguiente texto:

“Ser profesional es ser responsable ante alguien o ante un grupo, de poseer una plena y completa información sobre la cual tomar decisiones. Decisiones que son resoluciones relativas a un programa, una población, o un paciente y su familia. En términos profesionales, la rendición de cuentas profesional es la capacidad y la habilidad para asumir la responsabilidad de todos aquellos actos y conductas emprendidos para lograr los objetivos identificados.”

El texto lleva implícita la rendición de cuentas. Decimos que debemos desarrollar una intervención “X” para obtener unos logros y unos cambios en una persona, en una familia o entorno comunitario. Sin embargo, no solo lo decimos, sino que también lo hacemos y los cambios llegan y se pueden medir. Para ello seguimos unos procedimientos o protocolos que previamente hemos validado y consensuado. Dentro de estos procedimientos o protocolos, según corresponda, hemos definido los principales procesos con los correspondientes indicadores. Pero recordemos que una cuestión es elaborar indicadores y la otra es rendir cuentas de las acciones emprendidas. ¿Han servido para aquello que dijimos que servirían? ¿Las personas atendidas han sido conscientes de estas acciones?
Debemos ver una ética en la acción de rendir cuentas. Una ética individual como profesionales del trabajo social sanitario y una moral con unos valores sociales y corporativos que se van construyendo sobre todo estos últimos años con relación al buen uso de los recursos, tanto públicos como privados. Si como profesionales interiorizamos el valor de la rendición de cuentas disfrutaremos de una credibilidad que en muchos casos se ha perdido.
Pensemos en las organizaciones, agrupaciones y asociaciones profesionales de las que desconocemos absolutamente todo salvo que cada año nos pasan el recibo. Pero es imposible saber si la gestión ha sido la mejor, si se ha hecho de acuerdo a lo que nos dijeron que harían, si se han generado incompatibilidades de intereses, etc. Y no se trata de decir que como todos somos amigos no es necesario rendir cuentas. Esto nada tiene que ver con la amistad. Al contrario, si hay amistad de por medio es más importante que nunca el rendir cuentas para no contaminar lo profesional y alejar toda duda.

Resumen

La rendición de cuentas es la acción que busca ofrecer las máximas explicaciones e informaciones sobre el proceder profesional, político, etc. Debe formar parte de los procedimientos de evaluación profesional y sobre ello hacer crecer y desarrollar los programas y servicios. Pero en la rendición de cuentas también se encuentra la realidad que puede llevar a clausurar determinados programas o servicios en los que no se aprecia beneficio social alguno. Si bien de momento a los trabajadores sociales sanitarios no se nos incluye en esta actividad debemos empezar a incluir por iniciativa propia en nuestros sistemas de evaluación la rendición de cuentas como actividad habitual.

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Referencias web
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