Intervención breve e intervención extensa en el trabajo social sanitario

  • Dolors Colom Masfret

    Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Barcelona. Completa la formación en el ámbito del trabajo social sanitario y en los servicios de atención al cliente con estancias, primero, en el Bellevue Hospital Center de la Universidad de Nueva York, y luego en el Departamento de Servicios Sociales y el Departamento de Medicina Comunitaria, División Internacional, del Mount Sinai Medical Center, también en Nueva York. Es investigadora, docente, consultora y asesora en el ámbito social de establecimientos sanitarios y sociosanitarios, y también de establecimientos residenciales y servicios de atención a domicilio. Es escritora y socia fundadora del Instituto de Servicios Sanitarios y Sociales. Dirige y edita la revista Agathos, Atención Sociosanitaria y Bienestar. Directora académica y consultora del posgrado de Trabajo social sanitario de la UOC. Consultora del máster de Dirección ejecutiva de hospitales de la UOC. Profesora asociada del grado de Trabajo Social de la Universidad de Barcelona, asignatura Trabajo social y salud.

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Objetivos

  1. Situar la intervención en el contexto de los procedimientos y protocolos.

  2. Introducir el concepto de intervención relacionado con el factor tiempo de tratamiento.

  3. Ayudar a diferenciar la intervención breve de la intervención extensa.

  4. Profundizar sobre los tipos de intervención breve.

  5. Conocer y ampliar el concepto de necesidad.

1.El módulo en el contexto del máster

Éste módulo se vincula directamente con las asignaturas Herramientas para la intervención y Métodos de intervención. Su objetivo, no obstante, es la diferenciación de las intervenciones según la duración en el tiempo de acuerdo con los objetivos terapéuticos definidos y las dificultades planteadas por las personas. Por una parte, diferenciaremos las intervenciones breves de las intervenciones extensas para que, de acuerdo con la tipología de las personas atendidas, las características de los problemas que presentan y el entorno en el que se encuentran podamos proponer el mejor plan de intervención. Es distinto hablar de riesgo, lo que nos lleva más a las denominadas intervenciones breves, que hablar de problemas crónicos ya que estas últimas desgastan la vida propia (y la de quienes nos acompañan) y nos conducen hacia intervenciones extensas. El tiempo de la intervención va de acuerdo con la necesidad y el plan terapéutico, y evitaremos dar cualquier calificativo de mejor o peor a la tipología de intervención.
Algo que debemos recordar siempre desde el trabajo social sanitario es que nos encontramos en el sistema sanitario y no en el sistema de servicios sociales. Dentro del sistema sanitario hemos visto que hay diferentes tipos de establecimientos, cada uno con un sello particular. Por ejemplo, es distinta la atención especializada respecto a la atención primaria, y a su vez respecto a la atención social sanitaria. Este hecho imprime un sello particular a nuestras intervenciones que dentro de cada establecimiento u organización sanitaria girarán en torno a personas con alguna enfermedad o riesgo de padecerla, y dificultades que pueden afectar a su recuperación y/o mantenimiento. También atenderemos a su familia o allegados de acuerdo con los efectos que la enfermedad del familiar ejerce sobre ellos.
Dentro de las asignaturas señaladas, vimos concretamente en el apartado “Procedimientos, protocolos y procesos en el trabajo social sanitario, desarrollo de indicadores” que tanto los procedimientos como los protocolos se sostienen en tres fases básicas.
  • Primero: el estudio de la situación que presenta la persona enferma.

  • Segundo: el diagnóstico social sanitario de las dificultades que atañe a la persona enferma. Con relación a este diagnóstico social sanitario, llegamos a la tercera fase.

  • Tercero: el plan de intervención.

Recordemos que subdividiremos cada una de las fases en otras y que estas serán las que permitirán la mejor gestión de los diferentes momentos por los que va pasando la persona enferma y su familia.
Insistíamos en que el diagnóstico social sanitario justificaba nuestras intervenciones, y a falta de este, un prediagnóstico social sanitario. Este segundo se inscribiría dentro de la denominada intervención breve y el primero dentro de la intervención extensa. Nuestra intervención se sostendrá siempre en uno de estos dos tipos de diagnóstico.
Previamente, llevaremos a cabo un breve paréntesis para señalar que nos referimos al plan de intervención y no al plan de trabajo ya que este segundo nos lleva fácilmente a pensar en una actividad mecánica, burocrática, una ocupación casi fabril (1) . Sin embargo, en especial porque la idea de intervención se ajusta más al contenido de las acciones del trabajador social sanitario que es quien “interviene”. Por esta razón, numerosos autores se inclinan por este término.
Debemos analizar la intervención profesional en todo su conjunto y de manera desglosada, viendo las pequeñas intervenciones que se resolverán: las dificultades, las que articularán el cambio y facilitarán la transformación de circunstancias adversas, las que modificarán las actitudes bloqueantes de la persona y las que ayudarán a superar las dificultades inherentes a su personalidad. Primero, nos referimos a la persona enferma, después a su familia y en tercer lugar (solo en algunos casos) a la comunidad donde se encuentra. La intervención profesional breve o extensa es una acción racional que deriva del conocimiento, de la experiencia y de las teorías con intención y finalidad terapéutica, y que se desarrollan en esta tercera fase de cualquier procedimiento o protocolo después de haber elaborado el diagnóstico social-sanitario o el prediagnóstico social-sanitario.
A lo largo del máster hemos señalado en varias ocasiones que desde el primer contacto que se establece entre la persona y el trabajador social sanitario se está llevando a cabo algún tipo de intervención: proponerle buscar alguna información, devolverle algún pensamiento elaborado, preguntarle algo relacionado con su vivencia del futuro, contrastar esta vivencia en diferentes momentos, promover su relato interno y ayudarla a aceptarlo, resaltar los puntos fuertes de la situación que presenta, etc. También hemos señalado que desde el primer contacto entre cliente y trabajador social sanitario, sea cual sea la naturaleza de este encuentro, se produce una relación terapéutica.
Sigamos relacionando el apartado con otros del máster. Dentro del apartado “Diagnóstico social-sanitario”, vemos cómo este se constituye como el aval para la intervención posterior que modificará las circunstancias y realidades de la persona enferma y de las personas que la rodean. Y también asumimos el concepto acuñado en 1974 por Montserrat Colomer, de atención profesional individualizada. En la práctica, la atención profesional individualizada se desarrolla como una intervención reactiva necesaria e inevitable y que busca resolver problemas primarios generadores de necesidades básicas que se deben cubrir para garantizar el bienestar objetivo y subjetivo.
Hoy día, asociamos la atención profesional individualizada a una de las formas de la intervención breve que en este caso puede ser, además, la puerta de entrada a una intervención extensa.
Toda intervención desde el trabajo social sanitario está sujeta a un dinamismo que retroalimenta constantemente el presente de las personas implicadas, vinculándolas por un tiempo, más o menos extenso, al trabajador social sanitario que las atiende. De este modo, vincula a la persona enferma con el resto de los profesionales de la medicina y de la enfermería con los que trabaja en equipo y que tratan otras esferas vitales. Este vínculo que crea el trabajador social sanitario entre las personas enfermas y el resto de los profesionales del sistema sanitario que la están atendiendo va más allá de lo mecánico, de lo tangible, de lo objetivo y supone para los otros profesionales una gestión de su conocimiento ya que acceden a la intimidad de la persona en forma de vivencia, miedos, dificultades económicas, esperanzas, asunción de responsabilidades, etc. En definitiva, se ponen en evidencia los factores que actuarán a modo de posibilitadores o detractores, y que se vincularán a la recuperación y la reinserción de la persona.

2.Introducción al concepto de intervención: revisión bibliográfica

El término intervención es polisémico porque se adapta a multitud de profesiones que desde su ángulo doctrinal hablan de intervención e intervienen sobre las personas, los grupos y la comunidad aplicando siempre sus principios, valores, teorías y métodos. Los procedimientos y los métodos de los distintos colectivos profesionales serán distintos pero darán entidad a esta disciplina que es su centro de gravedad particular de intervención.
A modo de ejemplo, es distinta la intervención que se atribuye a un cirujano de la intervención que la que se atribuye a un traumatólogo. Y por supuesto, es distinta la intervención que se atribuye a un político de la que se atribuye a un trabajador social sanitario o a un juez. También debe serlo y esto no significa que sean acciones opuestas. Al contrario, dentro de su diferencia se debe lograr la integración.
En todos los casos se encuentran diferencias que no deben entrar en colisión entre unas y otras disciplinas. Esta intervención deberá adoptar las coordenadas disciplinarias del experto en cuestión desde su línea de responsabilidad profesional.
En trabajo social sanitario, denominamos de distintas maneras a esta tercera fase del procedimiento o protocolo. Este hecho lo señalaron hace años Florence Hollis y Mary E. Woods, que trataron de clarificar qué encerraba cada concepto y qué matiz imprimía con relación al otro. Las autoras propusieron la siguiente clasificación:

“Para referirse al procedimiento de casework y al del trabajo social clínico, se emplean diferentes términos: tratamiento, procedimiento de ayuda o servicio, terapia e intervención. Cada uno tiene su propia adecuación aunque se usen indiferentemente.

Tratamiento: actuar o comportarse hacia otra persona de una manera determinada. La palabra es muy adecuada para las actividades del casework […] no pretendemos usarla en los mismos términos que la medicina.

Procedimiento de ayuda o servicio: se usa más ampliamente que tratamiento para cubrir todas las formas de la práctica del casework incluyendo actos específicos de práctica de ayuda.

Terapia: se refiere al trabajo en el que en lo social y lo psicosocial se emplean los medios para permitir a individuos hacer frente a los dilemas ambientales, interpersonales y/o intrapsíquicos y su interacción que son causa de estrés personal.

Intervención: se prefiere como un término general. Es común y no exclusivo de los terapeutas de familia o de grupos.”

M. E. Woods; F. Hollis (1980, págs. 4-5).

Siguiendo con la aportación de Florence Hollis y Mary E. Woods, cuando hablamos de intervención y decimos que estamos interviniendo o que vamos a intervenir, estamos poniendo de relieve que actuamos con conocimiento de causa sobre personas enfermas o relacionadas con la enfermedad. Sin embargo, además (y aquí está una de las fortalezas del trabajo social sanitario), esta intervención no se produce al margen de las mismas, sino con las mismas. La intervención, en sus muchas formas, siempre ayuda a enfrentar los hechos que las afectan y que son susceptibles de modificación. Sin embargo, en esta intervención (ya sea breve o extensa) las propias personas son el principal motor de cambio y da contenido a uno de los principios que sostiene el trabajo social sanitario.
Tanto la intervención breve como la intervención extensa implican actos clínicos. La clínica, lo hemos ido viendo, significa una atención cara a cara entre el trabajador social sanitario con la persona o grupo o comunidad afectada. Es una atención directa. En consecuencia, recordemos que cuando hablamos de trabajo social clínico (en nuestro caso, trabajo social sanitario clínico) también estamos hablando de intervención directa.
En estos últimos decenios, la palabra clínico se refiere especialmente al ejercicio de la medicina. Etimológicamente, la palabra clínica significa que hay camas. En griego, cama es kliné, término que a su vez viene de klinéin (inclinarse (2) . Podemos decir inclinarse en la cama donde yace el enfermo para la exploración. No obstante, el concepto de clínico o clínica ha evolucionado más allá de la medicina, significa el tú a tú, manteniendo su significado inicial de “atender al enfermo que está postrado en la cama”.
Dentro de la medicina, veamos cómo actualmente se define lo clínico en el Oxford English Dictionary:

“Relativo a la observación y tratamiento de los pacientes en lugar de teoría o estudios de laboratorio (de una enfermedad o condición) causando síntomas observables y fácilmente reconocibles.”

Referencia bibliográfica

Clinical (adj.). The Concise Oxford English Dictionary, Eds. Catherine Soanes y Angus Stevenson. Oxford University Press, 2008. Oxford Reference Online. Oxford University Press. Universitat Oberta de Catalunya. 7 de julio del 2012. <http://0-www.oxfordreference.com.cataleg.uoc.edu/views/ENTRY.html? subview=Main&entry=t23.e10565>

Los argumentos anteriores se refuerzan si aplicamos esta misma definición o explicación al ejercicio del trabajo social sanitario. Nos encontramos con el hecho de que cualquier trabajador social sanitario dentro de su función asistencial está desarrollando trabajo social sanitario clínico. ¿Por qué? Porque atiende directamente a la persona enferma, a su familia, ya que los está observando y escuchando e interactúa con ellos. Plantea el caso desde la realidad de los hechos que les afectan en lugar de hacerlo sobre supuestos casos teóricos o como meros problemas sociológicos, psicológicos, económicos, etc.
Por ejemplo, es diferente promover políticas de intervención para apoyar a los cuidadores de personas que se encuentran al final de su vida que desarrollar un plan de intervención particular para una persona en concreto.
Para ver el factor diferencial de lo clínico, pensemos en el profesional y su alumno de prácticas que está escuchando las explicaciones del primero respecto al caso que se encuentra atendiendo, aunque el alumno nunca llega a intervenir directamente. Los dos podrán debatir sobre las diferentes circunstancias que lo integran, sobre el diagnóstico social sanitario, sobre cómo se elabora este y sobre el plan de intervención (breve o extensa) que se propone. No obstante, el alumno no ve a nadie, no mantiene ningún contacto directo con las personas afectadas salvo por las explicaciones de la profesional que, a la vez, es su tutora. Lo que para la tutora es clínico, para el alumno sigue siendo teórico.
El trabajo social sanitario clínico también incluye la observación, el estudio de la persona enferma en su comunidad y en su medio ambiente. Lo clínico, por definición, implica el cara a cara, la relación directa entre el trabajador social sanitario y la persona o personas afectadas. Por esta razón, los procedimientos y/o protocolos que se apliquen siempre responderán al criterio del trabajo social sanitario clínico.
Siguiendo el mismo hilo conductor, este hecho implica un requisito: la recogida previa de información que es la que permitirá elaborar una composición de lugar y unas hipótesis diagnósticas hasta llegar al diagnóstico social sanitario o prediagnóstico social sanitario (ambos pilares de la intervención). En consecuencia, consideramos dos dimensiones básicas de la intervención desde el trabajo social sanitario:
  • La intervención sistemática a partir de la presencia de criterios de riesgo y a partir de programas. El programa de la planificación del alta es un buen ejemplo de este tipo de intervención.

  • La intervención a demanda a partir de la presencia de los problemas o dificultades expresadas por la persona, la familia u otros, contrastados y/o en fase diagnóstica por parte de algún trabajador social, o trabajador social sanitario.

En el primer caso, como hemos señalado, se da una intervención sin demanda. Solo se requiere identificar unos atributos o criterios calificados de riesgo o que la persona se encuentre en algún servicio médico determinado padeciendo algún diagnóstico que se ha revelado con gran afectación de lo social. Profundizaremos más en este hecho cuando hablemos del screening del trabajo social sanitario como una modalidad de intervención breve.
En el segundo caso, la persona afectada y su familia expresan dificultades y/o necesidades. Son necesidades sentidas y expresadas que nosotros mismos podemos inferir considerando toda la situación y las variables que la influyen positiva o negativamente. Son necesidades y dificultades evidentes que el resto de los profesionales también pueden poner de relieve al mismo tiempo. Un paréntesis: si bien los otros profesionales las identifican, no pueden tratarlas porque para esto se debe aplicar el procedimiento, el protocolo de trabajo social sanitario correspondiente y elaborar el diagnóstico social sanitario que está en manos de los trabajadores sociales sanitarios. De igual modo que los procedimientos y los protocolos médicos los desarrollan profesionales de la medicina, los procedimientos y los protocolos de trabajo social sanitario los desarrollan profesionales del trabajo social sanitario. El compromiso con la formación previa al ejercicio profesional es el mismo.
Centrados en las teorías del trabajo social y del trabajo social sanitario, encontramos muchas maneras de explicar la intervención breve o extensa si bien todas convergen en lo obvio: implica introducir cambios, variar realidades modificando las actitudes de las personas y aportar maneras de afrontar sus problemas. Por esta razón, siempre debemos considerar los diferentes tiempos posibles que requiere lo que nos proponemos como terapeutas de lo psicosocial.
En The Social Work Dictionary, se define la intervención tal y como sigue:

“Intercediendo en o entre grupos de gente, acontecimientos, planificación de actividades, o en conflictos individuales internos. En trabajo social el término es análogo al término médico tratamiento. Muchos trabajadores sociales prefieren usar intervención porque incluye el tratamiento y otras actividades para resolver o prevenir problemas o alcanzar metas. Por lo tanto, se refiere a psicoterapia, abogacía, mediación, planificación social, organización comunitaria, encontrando y desarrollando recursos y muchas otras actividades.”

R. L. Barker (2003), The Social Work Dictionary (págs. 226-227). Washington. NASW.

En el mismo The Social Work Dictionary se hace referencia a la terapia breve como:

“Psicoterapia o intervención de trabajo social clínico en la cual las metas específicas y el número de sesiones están predeterminadas. La terapia breve generalmente está orientada a la meta, circunscrita, activa, enfocada hacia un problema o síntoma específico.”

R. L. Barker (2003). The Social Work Dictionary (pág. 51). Washington. NASW.

Esto nos invita a reflexionar sobre el hecho de que muchas de las intervenciones que se dan en la atención especializada, sobre todo en el área de hospitalización, se circunscriben a intervenciones breves dado que actualmente la propia naturaleza organizativa de la hospitalización de personas con enfermedad aguda tiende a la máxima brevedad. Muchas veces solo es posible efectuar intervenciones breves que orientarán el regreso a casa y a poder mantenerse en la misma el máximo tiempo posible. Sin embargo, esto no es óbice para que de acuerdo con la trabajadora social sanitaria de referencia de la persona (si la hay) en la atención primaria, se planteen si el diagnóstico social sanitario o prediagnóstico social sanitario justifica intervenciones extensas que tendrían lugar pasada la hospitalización y cuando la persona se encuentre de nuevo en su casa.
Partiendo del presente, pensando siempre en un futuro próximo y considerando la tendencia cada vez más común a integrar los establecimientos de las áreas sanitarias bajo una misma gerencia y un mismo equipo directivo, el futuro de las diferentes divisiones profesionales y especialidades seguirá el mismo camino de la integración de equipos profesionales. De este modo, los servicios de trabajo social sanitario de atención primaria, atención especializada y atención social sanitaria (donde la haya) acabarán siendo un solo servicio integrado bajo una misma jerarquía con presencia en los diferentes establecimientos y servicios médicos, pero sujetos a una única columna vertebral donde todos los profesionales (trabajadores sociales sanitarios) aplicarán los mismos procedimientos y protocolos de un sistema de información único. Esto permitirá ir analizando los tipos de intervención en el tiempo y asociarlos a determinadas circunstancias por haberse probado como más eficaces las más necesarias para la persona. Tenemos un gran reto por delante para ir validando diferentes tipos de intervención con los resultados obtenidos en materia de bienestar y la satisfacción de las personas atendidas.
Sigamos avanzando en el concepto de intervención. En el Diccionari de serveis Socials de la Generalitat de Catalunya la intervención encuentra dos acepciones: se diferencia entre la intervención social y la intervención socioeducativa, si bien no se encuentra ninguna referencia respecto al tiempo que debe durar la intervención. No obstante, deberemos ser capaces de ir profundizando sobre esto por nuestra propia cuenta.
La intervención social se define como:

“Actuación que se lleva a cabo para prevenir, modificar o resolver una situación de riesgo social, generalmente como parte de un proyecto o un programa más amplio.”

R. Colomer; J. Rustullet (2010). Diccionari de serveis socials (pág. 95). Barcelona. Generalitat de Catalunya. Departament d’Acció Social i Ciutadania.

La intervención socioeducativa se define como:

“Acción educativa intencional y sistemática en el ámbito social de población con necesidades específicas y con el objetivo de potenciar el desarrollo de la persona, de los grupos o de la comunidad y mejorar la calidad de vida a partir de los recursos que esta comunidad tiene a su alcance”.

R. Colomer; J. Rustullet (2010). Diccionari de serveis socials (pág. 95). Barcelona. Generalitat de Catalunya. Departament d’Acció Social i Ciutadania.

Recordemos que la función educativa es una de las que ya señalaron Mary E. Richmod, Ida M. Cannon y Richard C. Cabot en sus orígenes. Que luego se haya ido refinando y ampliando y haya dado lugar a una disciplina concreta no exime a los trabajadores sociales sanitarios de considerarla y ejercerla, ya que sigue siendo una función propia. Ahora bien, la educación social ha evolucionado y actualmente cuenta con una formación de grado universitario. Si consideramos que hay profesionales de la educación social es importante que los profesionales del trabajo social sanitario vean en qué momento la persona enferma debe derivarse a algún equipo de educación social por requerir algún tipo de orientación o tratamiento específico. Por lo tanto, a medida que el conocimiento se va desarrollando y se van formando nuevos profesionales, se deben ir conociendo los propios límites.
En la tercera edición de su libro Casework a psychosocial therapy, Florence Hollis y Mary E. Woods asocian el concepto de intervención al de influencia directa. Es más, cuando se busca intervención en el índice de términos uno se encuentra con un “búsquese también influencia directa”. Dicho esto, el concepto se explica de la manera siguiente.

“La influencia directa incluye varios caminos en los que el trabajador social intenta forzar en varios grados, según su opinión, un determinado tipo de conducta. Por ejemplo, un trabajador social puede dar consejos, o hacer sugerencias sobre la manera de tratar más ventajosamente con un empresario, consultar con el doctor, seguir con las recomendaciones médicas, manejar los hijos de cierta manera, y otros.”

M. E. Woods; F. Hollis (1980, pág.116).

A pesar de esto, no vamos a cambiar el nombre y seguiremos utilizando el término intervención para evitar la dispersión de los términos que al final acaban queriendo decir lo mismo. Ahora bien, es importante conocer esta denominación que las autoras hicieron para referirse a la intervención para aceptar que se está hablando de lo mismo. Hollis y Woods la explican como pequeñas acciones que apoyan a las personas en sus pesquisas para gestionar sus propias realidades generadas por la presencia de la enfermedad en nuestro caso. En esta misma tercera edición de su libro, hacen una referencia clara a la extensión del tratamiento, el tiempo de contacto entre el trabajador social (sanitario) y las personas afectadas junto con su entorno. Las autoras (3) explican cómo durante años la pregunta acerca de cuál debía ser la extensión del tratamiento ha estado presente y ha preocupado a los trabajadores sociales. En este caso, podemos añadir el calificativo de sanitarios pues ellas, Hollis y Woods, estaban vinculadas al campo de la salud, concretamente al de la salud mental. No obstante, con su escrito ponen un hecho de relieve que vamos a resaltar porque es nuestro presente y sigue primando en toda intervención profesional. Es el siguiente:

“Queda la cuestión sobre el tiempo de tratamiento. Durante muchos años se asumió un contacto continuado hasta que la ayuda necesaria se hubiera dado o bien hasta que el cliente o trabajador social se retirase. Muchos clientes se retiran después de unas pocas entrevistas. Otros continúan durante meses, algunas veces por varios años. La Escuela Funcional de Trabajo Social ha defendido durante mucho tiempo la fijación de límites al tiempo de contacto y al inicio. Los defensores consideraron que el cliente funcionaba mejor dentro de estos límites. Forma parte de la concepción Rankiana del crecimiento a través de la voluntad negativa. En gran parte debido a esta base teórica, otros trabajadores sociales se opusieron a lo que les parecía un ajuste arbitrario de límites.”

M. E. Woods; F. Hollis (1980, págs. 438-440).

Efectivamente, el tiempo de intervención y la vinculación de los objetivos terapéuticos a una cronología no se incluyen en los planes de intervención de nuestros servicios de trabajo social sanitario. Vamos a remolque de los acontecimientos en lugar de posicionarnos junto con la persona. De este modo, entramos en una nueva modalidad de plantear la intervención vinculada a unos tiempos.
Siguen las autoras explicando que con la declaración de la Segunda Guerra Mundial los clientes de los trabajadores sociales se incrementaron de manera ostensible y, por lo tanto, los modelos psicosociales (que incluían la elaboración del diagnóstico social sanitario) contribuían a crear largas listas de espera. Como consecuencia, surgió una nueva corriente y se empezó a prestar ayudas de manera más rápida y dando más protagonismo a las teorías de Rank y su Escuela Funcional.
La Escuela Funcional
La Escuela Funcional equivale al modelo biomédico: este se centra en la enfermedad y la Escuela Funcional, en los problemas. Sus tesis defienden que si se cura y se atiende la enfermedad, lo demás se reajusta de nuevo. El modelo de la Escuela Funcional puede equipararse a esta misma corriente de pensamiento. Cada alumno deberá decidir cuál es su modelo en cada caso. Debe existir una conciencia de esto. Y nada impide que, como veremos, en determinadas circunstancias se deba actuar sobre el problema básico porque es lo primero.
De este modo, podemos señalar que la denominada intervención breve nació en gran medida en estas circunstancias. Fue más una adaptación organizada según la realidad del tiempo de la Guerra que una decisión premeditada por parte de los colectivos de profesionales. Es un ejemplo de gestión de la realidad y de adaptación del conocimiento que se impone por medio de procedimientos y protocolos a nuevas circunstancias sin que se traicionen las teorías, los principios o los valores profesionales. Por ejemplo, en nuestra época las cirugías ambulatorias vinieron a cambiar algunos procedimientos relacionados con la planificación del alta que debía planificarse antes de que se produjera esta cirugía. Hollis y Woods explican cómo primero este hecho fue una medida de emergencia pero muchos trabajadores sociales vieron en esta nueva práctica una manera de resolver más problemas, y se subraya la palabra problemas en menos tiempo y con pocas entrevistas. Sin embargo, la medida fue proliferando, y en algunos casos se llevó a desvincular la solución de la propia persona que se debe acoger a unas ayudas estándar que muchas veces la dejan fuera de la solución.
Otro ejemplo es la intervención en crisis, concepto que vamos a ampliar en el apartado “Intervención breve”.
Sigamos con otra autora de nuestro país, Elisa Pérez de Ayala, experta en la intervención familiar y que explica la intervención social de la manera siguiente.

“La intervención es la acción llevada a cabo con conocimiento y habilidades para conseguir una meta específica. Es además, el ‘qué hacer’ y el ‘cómo hacer’ en el ‘aquí y el ahora’ de una realidad ya que en este nivel se insertan los valores ideológicos interiorizados, los aprendizajes técnicos asimilados y asumidos y la orientación que a la suma de estos dos enfoques se hace.

[…]

Si pensamos que la intervención social nos lleva actualmente a la modificación y al cambio de aquella problemática demandante, tenemos que comprender que en la práctica existen diferentes tipos de intervención que presentan entre sí diferentes grados de dificultad ya que se superponen unas con otras y a su vez se complementan en la acción. Nos inclinamos a proponer la clasificación tradicional de intervenciones:

- Directa o psicosocial.

- Indirecta o socioeconómica.

Básicamente, entendemos por intervención directa la que se lleva a cabo con relación cara a cara y modificación conductual.

Por intervención indirecta entendemos la que se produce cuando se trabaja desde las instituciones y si hay un cariz investigador.”

E. Pérez de Ayala (1999). Trabajando con familias. Teoría y práctica (págs. 19-20). Zaragoza: Editorial Certeza.

Elisa Pérez de Ayala pone de relieve el amplio abanico de acciones que se dan cita dentro de la intervención y que admiten, siguiendo su esquema, una clasificación para su posterior análisis e investigación de los datos obtenidos, siempre de acuerdo con las funciones asistenciales, docentes, investigadoras, preventivas y de gestión clínica.

3.La intervención breve y extensa en el casework: la experiencia desarrollada por William J. Reid y Ann W. Shyne

William J. Reid, citado por Holis y Woods, es uno de los autores que más ha profundizado sobre la intervención de casework breve y la intervención de casework extensa. En 1969 publicó junto con Ann W. Shyne el libro Brief and extended casework apoyado por la Columbia University Press. El libro presenta su investigación sobre 120 familias que pidieron ayuda en diferentes servicios en 1964. Colaboraron trabajadores sociales e investigadores del Community Service Society of New York, con el apoyo parcial del Social and Rehabilitation Service of the US Department of Health, Education and Welfare.
Contrariamente a lo esperado, la intervención breve (que se limitó a ocho entrevistas) supuso mejores resultados. Los autores sostienen que la limitación de tiempo provoca en los clientes y en los mismos profesionales un mejor aprovechamiento de los recursos humanos, materiales y los propios dado que cada encuentro queda restringido al contrato establecido en el encuentro anterior.
Debemos contextualizar la investigación en la época actual, entendiendo por actual la que empieza a tomar los recursos sanitarios como finitos y la que empieza a desarrollar estrategias de gestión que aminoren los costes. Sin embargo, este hecho no puede ir en detrimento de la mejor atención posible. Por esta razón, la investigación es importante ya que pone de relieve que los resultados del servicio no tienen nada que ver con la mejor o peor atención sino con el hecho de que los profesionales deban saber cuándo aplicar uno u otro tipo de intervención. Escriben:

“Los conceptos de qué puede ser un tratamiento breve y qué puede ser un tratamiento extenso son, por supuesto, completamente relativos el uno del otro. En las últimas décadas, los más prestigiosos modelos de tratamiento interpersonal han sido proporcionados por el psicoanálisis y la psicoterapia orientada psicoanalíticamente y dado que estas formas de tratamiento generalmente se considera que tienen una duración de uno a varios años, el tratamiento breve ha llegado a significar una duración que se mide en meses y no en años.”

W. J. Reid; A.W. Shyne (1969, págs. 3-4).

Los autores señalan tres categorías de intervención breve:

“Primero, la etiqueta se ha aplicado a los casos que han terminado de manera temprana en un curso proyectado a largo plazo. Este hecho se debe pensar como que se ha dado una intervención breve no planificada o por una intervención extensa abortada.

Segundo, la intervención breve puede serlo por las limitaciones de la naturaleza del problema o los objetivos de tratamiento.

Tercero es el tipo testado en el experimento, la intervención que se diseña breve. El curso del tratamiento se define con antelación ya que comprende tantas entrevistas en tantos meses.

[…]

La intervención extensa también asume una variedad de formas. Puede ser de una larga duración pero de baja intensidad (entrevistas ocasionales en un periodo de años); puede ser (aunque rara vez) creado para durar un tiempo específico pero relativamente largo; puede ser una parte de un programa de cuidado continuado tales como la institucionalización, asistencia pública, plazas domiciliarias Foster, etc.”

W. J. Reid; A. W. Shyne (1969, págs. 3-4).

Las ventajas de la intervención breve se debaten en que aportan concreción, objetivos claros y acciones específicas. Es importante resaltar que los autores comparan sus resultados con los obtenidos en otros estudios que coinciden con los beneficios señalados. Sin duda son nuevas líneas de práctica y ejercicio profesional que debemos considerar y conocer para delimitar qué tipo de intervención conviene aplicar.

4.La intervención breve en el trabajo social sanitario

En el día a día de las personas atendidas en el sistema sanitario, nos encontramos con circunstancias que si bien padecen una gran diversidad de personas, las actitudes y fortalezas son diferentes en cada una. Por lo tanto, a priori no podemos determinar qué situaciones requieren o se pueden solventar con intervenciones breves o si por el contrario, se requieren intervenciones extensas. De todos modos, sí que podemos afirmar que aquellos problemas y circunstancias que puedan contaminar de manera seria el vivir de las personas requerirán intervenciones breves para evitar cuanto antes su proliferación. Los problemas y dificultades coyunturales los podremos enfocar mediante la intervención breve, mientras que los problemas y dificultades estructurales y fuertemente enraizadas los abordaremos desde la intervención extensa.
A continuación, vamos a ver tipologías de intervención breve.

4.1.Intervención profesional individualizada

En el punto anterior, hemos destacado la aportación de Montserrat Colomer cuando habló de la atención profesional individualizada como la intención de dar respuesta a personas con circunstancias apremiantes y de primera necesidad que debían resolverse con urgencia. Algunos ejemplos actuales de nuestros servicios son:
  • Gestión urgente de alimentos para la persona enferma que acaba de acudir a urgencias y debe regresar a su casa.

  • Gestión para el cuidado de un familiar mientras el cuidador está siendo atendido en urgencias, o ingresa en planta.

  • Acompañamiento y soporte psicosocial ante la pérdida traumática de un ser querido.

  • Intervención en crisis originadas en torno a la persona enferma.

  • Acompañamiento al centro de salud para visita con el médico de familia.

  • Ayuda en la compra.

  • Búsqueda de la familia (4) cuando se está atendiendo al enfermo en urgencias.

  • Etc.

La atención profesional individualizada justifica las acciones emprendidas por la urgencia de la situación generada. De todos modos, las acciones se apoyan en hipótesis diagnósticas que directa o indirectamente habrá que validar a posteriori.
Debemos diferenciar entre la secuencia de acciones y decisiones para resolver problemas puntuales (intervención breve) y la secuencia de acciones y decisiones que forman parte de un plan de intervención terapéutico para modificar realidades que se encuentran en el origen de los problemas (intervención extensa). Las dos posibilidades se incluirán en el diagnóstico social sanitario.
La atención profesional individualizada es una fórmula asistencial común en el hospital (sobre todo en urgencias) ya que se aplica ante situaciones que requieren una acción profesional rápida y estratégica. No podemos confundirla con una acción improvisada como haría cualquier otra persona (incluso los otros profesionales). Son acciones deliberadas pero apoyadas en el conocimiento y que se orientan a resolver problemas siguiendo los principios y valores del trabajo social sanitario, a la vez que cuentan con la pericia y experiencia del trabajador social sanitario.
Sabemos que en la atención especializada se da una realidad que año tras año se incrementa: el tiempo de hospitalización cada vez es menor, lo que favorece intervenciones breves. Los procesos médicos cada vez se resuelven en menos tiempo, sobre todo por la ayuda de la tecnología. Este hecho en ningún caso debe interpretarse como algo que va en detrimento de la misma asistencia sino como algo que tiene que ver directamente con los nuevos mecanismos de atención médica y que el uso de las TIC permite optimizar los recursos estructurales y funcionales del establecimiento y los servicios médicos. De todos modos, este hecho es positivo porque la persona se expone menos tiempo a los riesgos relacionados con la hospitalización.
Por ejemplo, con relación a los aspectos psicosociales suele suceder que en casos de infecciones secundarias se aviven dificultades y problemas sociales que necesiten más tiempo que el que dura la hospitalización.
Hace unos años, cuando la estancia era más larga, muchos problemas psicosociales podían tratarse en paralelo respecto a los problemas orgánicos, sobre todo si el hospital contaba en su cartera de servicios con algún programa de planificación del alta que permitía iniciar el estudio de trabajo social sanitario entre las veinticuatro o cuarenta y ocho horas. Sin embargo, el hecho de que la tendencia sea reducir el tiempo de hospitalización indica que el servicio de trabajo social sanitario dispone de menos tiempo absoluto para intervenir y, por lo tanto, se encuentra bajo una nueva presión.

4.2.Intervención en crisis

Como hemos visto en líneas anteriores, Hollis y Woods señalan la denominada intervención en crisis como un ejemplo de intervención breve. La consideran un servicio y la explican de la manera siguiente.

“Este tipo de servicio se produce cuando la persona ha perdido el equilibrio por algún evento peligroso de la vida, de carácter limitado en el tiempo, al cual él o ella es incapaz de hacer frente. Generalmente la ansiedad es muy alta y este hecho puede producir reacciones que llevarán al cliente a una clínica psiquiátrica donde se llevarán a cabo más tratamientos de crisis. Estas características se producen en un periodo en el que el sistema de la personalidad ha perdido el equilibrio y es un estado de flujo con grandes cambios en muy poco tiempo. Por lo tanto, con el fin de conocer qué tipo de ayuda se necesita, en términos de objetivos y metodologías, se debe efectuar un diagnóstico rápido bien fundamentado en la teoría. El tratamiento tiende a ser bastante activo. Las interpretaciones pertinentes se hacen rápidas. Las metas son limitadas pero muy definidas. Puede darse un alto número de entrevistas en un periodo corto de tiempo.”

M. E. Woods; F. Hollis (1980, pág. 439).

Cuando intervenimos en una situación de crisis, debemos prestar mucha atención a los objetivos que nos marcamos y saber cuándo esta intervención breve requiere continuidad para convertirse en una intervención extensa.

4.3.Contactos por un tiempo limitado

Hollis y Woods proponen otro tipo de intervención breve utilizando también el término servicio breve. Como en el caso anterior, mantenemos una única denominación de la intervención breve y en este caso se refiere a “contactos por un tiempo limitado”. Las autoras lo explican tal y como sigue:

“Mientras que el tratamiento de crisis tiende a estar autolimitado ya que gira en torno de la crisis, en los contactos por un tiempo limitado se establece un tiempo específico para terminar, si bien puede variar desde un poco, como una o dos entrevistas hasta más (un periodo de tres meses). Hay muchas maneras de ajustar el camino donde se discute bajo decisiones iniciales (5) . Los trabajadores sociales varían en la medida en que utilizan un dispositivo de tiempo.”

M. E. Woods; F. Hollis (1980, pág. 439).

A continuación, las autoras citan a Reid y Epstein que estuvieron años estudiando el tiempo idóneo de tratamiento combinando el uso de técnicas de planificación e implementación, recomendándolo como un enfoque útil para una amplia gama de problemas. Con relación a Reid, hemos visto parte de su trabajo con Shyne en el apartado anterior.
Hollis y Woods siguen señalando que muchos trabajadores sociales hacen uso de los pequeños contactos porque creen que los problemas que sufren las personas no requieren más tiempo y es mejor para la persona estos pequeños apoyos, o una intervención breve frente a una intervención extensa. Nos encontramos de nuevo ante una decisión profesional que se basa en el conocimiento y la formación, no en una intuición aleatoria. Hollis y Woods diferencian la orientación funcional de la psicosocial, esta última basada en acciones apoyadas en el diagnóstico social sanitario. Siempre referidas a Reid y Epstein, las autoras señalan la importancia en las intervenciones extensas de considerar cuándo la persona enferma a la que atendemos aspira a una mayor compresión y ayuda en sus dificultades por parte del trabajador social sanitario.
Como trabajadores sociales (sanitarios), las autoras alertan de nuevo el riesgo de sobreestimar la intervención breve y la señalan como una tentación para los administradores y gerentes. En este caso, somos los profesionales los que debemos poder sentar las bases de cada tipo de intervención pues es una decisión profesional y no gerencial.
La decisión del trabajador social sanitario de llevar a cabo una intervención breve o una intervención extensa debe quedar plenamente justificada de acuerdo con los criterios que la propia práctica va poniendo de relieve, aunque siempre habrá detrás un diagnóstico social sanitario o un prediagnóstico. Debemos recordar que detrás de toda demanda de ayuda laten infinidad de problemas que han llevado a la persona a no poder afrontar la situación que la pone en la situación de pedir ayuda. Por lo tanto, este hecho no puede resolverse a modo de mecano. La elección de uno u otro tipo de intervención no puede estar sujeta a variables como tener más o menos tiempo, porque entonces la decisión se apoyaría en aspectos relacionados con el profesional o el establecimiento, y no con la persona y sus verdaderas necesidades de ayuda.

4.4.Screening

El screening es otro tipo de intervención breve que nos lleva a poder determinar la necesidad de una intervención extensa. Estamos acostumbrados a escuchar cómo los médicos aplican screenings para tal o cual enfermedad, por ejemplo, para algunos tipos de cáncer, diabetes, etc. Desde el trabajo social sanitario, cuando en 1985 pusimos en marcha el primer programa de planificación del alta hospitalaria, empezaba una nueva época en la que el screening de trabajo social sanitario pasaba a formar parte de un determinado tipo de intervención que hoy clasificamos como intervención breve. La OMS lo explica como sigue:

“Por cribado se entiende la utilización de pruebas sencillas en una población sana con el fin de detectar sistemáticamente a las personas que aún no presentan ningún síntoma pese a sufrir una determinada enfermedad. Pueden citarse como ejemplos el cribado del cáncer de mama mediante mamografía y el del cáncer del cuello del útero con métodos de detección citológica, en particular la prueba de Papanicolaou. Los programas de cribado deben llevarse a cabo solo cuando su eficacia se ha demostrado y cuando se dispone de recursos (personal, equipo, etc.) suficientes para abarcar el grupo destinatario casi por completo y de instalaciones para confirmar el diagnóstico y proceder con el tratamiento y el seguimiento de las personas que han dado resultados anormales, y cuando la prevalencia de la enfermedad es lo suficientemente elevada como para justificar el esfuerzo que supone el programa de cribado y sus costes.”

Fuente: http://www.who.int/cancer/detection/es/ [consulta 30 de junio del 2014].

Con la aplicación del screening, identificamos las circunstancias sanitarias, las patologías desencadenantes de efectos y quiebras en el plano de lo psicosocial y validamos si este hecho se produce, o por el contrario, lo subsana aun dándose la propia red social. El progresivo estudio de circunstancias y su confirmación con relación a características de la persona enferma, de su entorno y de su comunidad constituirán la base para establecer unas leyes básicas, como indican Hollis y Woods, de prevención y atención. ¿Cómo se altera la dinámica psicosocial de la persona enferma a raíz de la enfermedad que padece? Puede que requiera algún tipo de intervención extensa, o quizá baste con la intervención breve que justifica el screening.
La separación entre casos sociales positivos que requieren intervención breve o intervención extensa y los casos sociales negativos que no requieren ningún tipo de intervención (6) se lleva a cabo mediante un screening previo. Vamos a tomar un screening basado en la intervención del trabajador social sanitario ante la presencia de una determinada enfermedad. El algoritmo es el siguiente:
Si se da A (enfermedad) → se hace B (screening de trabajo social sanitario) = puede suceder lo siguiente:
  • X = la persona no precisa ayuda social sanitaria.

  • Y = la persona precisa un seguimiento y se elaborará un diagnóstico social sanitario que puede indicar, o no, la necesidad de algún tipo de intervención (7) .

  • Z = la persona precisa ayuda y se requiere iniciar la intervención social sanitaria que será breve o extensa según la naturaleza de los problemas y dificultades.

(7) Pensemos que la elaboración del diagnóstico social sanitario puede desembocar en que la persona no requiere ningún tipo de ayuda. Debemos evitar vincular el diagnóstico social sanitario a algo negativo o peyorativo, a problemas sociales, sobre todo cuando se aplica la técnica screening que implica que se dan unas circunstancias de riesgo pero que cabe verificar.
¿Cómo se da la distribución de casos? ¿Cuántos cambios de situación, cuántos no se convierten en a lo largo del tratamiento social sanitario y viceversa? De este modo, se irá construyendo una base de datos sobre causas en las que se establecerá una relación con la tipología de intervención.

4.5.Terapia breve centrada en las tareas

De nuevo, nos encontramos ante una modalidad de intervención breve. The Social Work Dictionary la define de la manera siguiente:

“Modelo de trabajo social de intervención breve en el que el trabajador social y el cliente identifican problemas y las tareas que se necesitan para cambiarlos, desarrollan un contrato en el que varias actividades se deben llevar a cabo en un periodo de tiempo, estableciendo incentivos y una racionalidad para su logro y analizan y resuelven los obstáculos que han identificado. Al cliente también se le debe ayudar a satisfacer las tareas mediante simulaciones y guías prácticas en la oficina del trabajador social antes de hacerlo él de manera independiente durante la semana. El trabajador social también facilita un análisis contextual para ayudar al cliente a identificar, localizar y usar recursos y modificar las percepciones distorsionadas o expectativas irreales.”

R. L. Barker (2003). The Social Work Dictionary (pág. 430). Washington. NASW.

Vemos una actitud muy activa por parte del trabajador social sanitario que implica al cliente y lo prepara psíquicamente para afrontar sus retos. Por ejemplo, una conversación con algún familiar que influye mucho sobre él.
En The Blackwell Encyclopaedia of Social Work, la terapia centrada en las tareas se explica tal y como sigue:

“El trabajo social centrado en la tarea es un método de práctica que provee un claro marco de guía de la intervención profesional, es el aquí y ahora, la resolución de problemas, el método que se construye sobre las fortalezas de las personas.”

M. Doel (2009). Task-centered Social Work. En: M. Davies. The Blackwell Encyclopaedia of Social Work (págs. 343-345).

Queda patente que las circunstancias sobre las que se actúa quedan muy bien definidas y que el cliente sabe exactamente a lo que se enfrenta y los límites que se asocian a esto. También implica una concreción por parte del trabajador social sanitario.

4.6.Intervención breve frente al consumo de riesgo y perjudicial del alcohol

En nuestro país, la intervención breve ha sido motivo de debate y estudio. En el año 2001, la Conselleria de Benestar Social de la Generalitat Valenciana conjuntamente con el Departamento de Salud Mental y Dependencia de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud publicaban el Informe de Intervención breve para el consumo de riesgo y perjudicial de alcohol. Un manual para la utilización en Atención Primaria.
Referencia bibliográfica

Informe de intervención breve para el consumo de riesgo y perjudicial de alcohol. Un manual para la utilización en Atención Primaria: http://www.who.int/substance_abuse/activities/en/BImanualSpanish.pdf [consulta 29 de junio del 2014].

El informe completo se encuentra disponible en Internet. Se recomienda su lectura porque aporta un ejemplo muy práctico sobre la intervención breve o la intervención extensa, en este caso relativa al riesgo de consumir o al consumo de alcohol. El manual está orientado a los profesionales de la atención primaria pero también cuenta con un gran interés para los profesionales de la atención especializada ya que muchas veces se encuentran con personas atendidas por otros servicios médicos que no son de salud mental pero con síntomas de alcoholismo o con criterios de riesgo de padecerlo. Veremos que además de los buenos resultados que se observan en este tipo de intervención breve, sus costes son menores. Aquí debemos añadir otro aspecto: el preventivo, ya que se produce antes de que el problema se enraíce. Se actúa mediante una intervención breve ante el consumo de riesgo de alcohol y no cuando la persona ya es dependiente del alcohol. En este caso, ya hablamos de una intervención extensa por la propia naturaleza del problema que padece la persona. La decisión final está en manos del trabajador social sanitario que es quien conoce las variables del caso y el tipo de intervención más adecuada. Ya opte por la intervención breve o por la intervención extensa, detrás debe haber una decisión racional y calculada según el beneficio que la una o la otra aporta a la persona.

5.El concepto de necesidad asociado a la intervención

La intervención, breve o extensa, desde el trabajo social sanitario, se apoya en la identificación y el estudio de las necesidades. Noel Timms escribió que el valor del diagnóstico social radicaba en que significó un cambio de paradigma en el trabajo social, ya que con su elaboración los trabajadores sociales podemos añadir sanitarios por lo que empezaron a analizar las demandas de ayuda, las necesidades expresadas por las personas y que intervenían de acuerdo con el diagnóstico (que reflejaba necesidades), y no de acuerdo con demandas que indicaban problemas subjetivos. Esto era, para él, el trabajo social moderno.

5.1.El concepto de necesidad

El concepto de necesidad, cómo la determinamos y sobre la base de qué criterios intervenimos para solucionarla, cubrirla y resolverla (siempre de manera conjunta con la persona y los suyos) significa una de las fortalezas del trabajo social sanitario frente a otros tipos de intervención. El Diccionario de la RAE define necesidad como “aquello de lo que el ser humano no puede prescindir”.
Desde el trabajo social sanitario intervenimos, e iniciamos el estudio de necesidades que la persona enferma no puede cubrir sola o con los recursos (materiales y humanos) propios. No sustituimos la red natural.

5.2.Necesidades reales y necesidades potenciales

Son dos conceptos con los que trabajamos constantemente. Las necesidades reales se identifican a partir de las necesidades potenciales y las posibilidades propias de la persona enferma o su familia para atenderlas y resolverlas sin que esto lleve a su claudicación.
La definición de la necesidad real se apoya en procedimientos y protocolos integrales en los que intervienen los profesionales de la medicina y de la enfermería del trabajo social sanitario.
Los profesionales sanitarios determinan la dependencia funcional (el plan de intervención y cuidados, etc.) y el tratamiento necesario para que la persona se restablezca o mantenga la máxima autonomía. Este hecho se conceptualiza como necesidades potenciales.
Para determinar las necesidades reales cabe un segundo estudio, el de los trabajadores sociales sanitarios, con el objetivo de determinar los recursos propios y hasta qué punto estos pueden satisfacer las necesidades potenciales establecidas por los equipos médicos y de enfermería. De este modo, las necesidades reales son las necesidades potenciales que la red natural no puede cubrir con independencia de la causa.
En una segunda fase, esta causa se analiza y diagnostica para diseñar el mejor plan de intervención. Aceptaremos una intervención breve si las causas son coyunturales y una intervención extensa si son estructurarles.

5.3.La pirámide de necesidades de Maslow en la atención profesional individualizada

Tomemos el supuesto teórico de la pirámide de necesidades de Maslow. Muchas de las circunstancias que motivan la atención profesional individualizada surgen de la falta de lo básico, de lo elemental: falta de comida, falta de compañía, ausencia de recursos económicos, etc. Por esta razón, para desarrollar este punto nos apoyamos en la pirámide de necesidades de Maslow, un referente aceptado y validado por la mayor parte de la comunidad científica. La pirámide se constituye a partir de cinco grupos básicos de necesidades que el autor ordenó de básicas a superiores. Los grupos son:
1) Necesidades fisiológicas. En la base de la pirámide encontramos el grupo de necesidades fisiológicas, por ejemplo la alimentación, y que son una necesidad común a todas las personas. Sin embargo, esta necesidad básica de alimento variará entre un recién nacido, un adolescente, una persona mayor, un deportista, o alguien que sigue una dieta. Si a este hecho le añadimos una o varias enfermedades, esta necesidad común pasa a presentar características particulares. Los trabajadores sociales sanitarios nos centramos en este punto.
2) Necesidades de seguridad. Sobre las necesidades fisiológicas encontramos las necesidades de seguridad: nos referimos a la necesidad de apoyo y de estabilidad, que son comunes a todas las personas. Como en el caso anterior, su satisfacción variará de una persona a otra. Por ejemplo, es diferente una persona que vive sola a otra que debe cuidar de su cónyuge enfermo. O un adolescente con diabetes a un adolescente sin ninguna enfermedad reconocida. La necesidad de algo se conceptúa de igual manera, pero el hecho de contextualizarla en la persona, la cobertura y la satisfacción dependerán de las características que marcan sus diferencias. Y lo mismo si a este hecho se le añade la presencia de la enfermedad: estas necesidades de seguridad variarán. La seguridad vendrá de la mano de los cuidadores, de los médicos, de las enfermeras, también del trabajador social sanitario y, quizá, de los servicios sociales.
3) Necesidades de afiliación y sociales. Dentro de las necesidades de afiliación y sociales están las que satisfacen la relación con otras personas. Sin embargo, de nuevo la personalidad y el carácter de cada persona, su cultura, sus costumbres y la manera de relacionarse variarán de las otras. Esa variación vendrá dada, o influenciada, por el factor de grupo de pertenencia.
4) Necesidades de reconocimiento y estima. Aquí nos encontramos ante la necesidad de que lo que uno lleva a cabo sea reconocido por el valor moral que se le pueda dar. Entramos en los roles de cada persona dentro de su núcleo familiar y núcleo relacional. Para una persona enferma, es vital sentirse estimada, apreciada incluso en la enfermedad.
5) Necesidades de autorrealización. Entramos de lleno en las metanecesidades, el plano espiritual, religioso, las aspiraciones relativas al bienestar emocional, psíquico y encontrar la paz interior. Encontramos la necesidad de reconciliarse consigo mismo y con quienes le rodean. La enfermedad aviva situaciones de todo tipo, antiguas y presentes, y este hecho jamás puede afrontarse desde una intervención breve porque los tempos emocionales, sentimentales y espirituales no pueden someterse a límites temporales.
Vamos a convenir, por lo tanto, que el listado de necesidades humanas comunes y generalizables es largo, pero cada persona asume una manera particular de satisfacerlas. Aunque parezca un tópico, el hecho de que no hay dos personas iguales es una realidad. La satisfacción de las necesidades cuenta con una parte muy subjetiva pero la investigación ha permitido poner de relieve necesidades básicas objetivas.

5.4.Las necesidades según Bradshaw

Otro estudioso de las necesidades sociales es Bradshaw, quien propuso diferentes maneras de analizarlas y satisfacerlas. La satisfacción de una necesidad siempre va asociada a una intervención. De este modo, expuso:
  • La necesidad normativa, definida como aquella necesidad del cliente identificada por los profesionales que antes han establecido un umbral deseable de provisión y de acceso a los servicios.

  • La necesidad experimentada, considerada la máxima expresión de subjetividad aunque también se asume como una medida inadecuada de lo que será la necesidad real. Difícilmente la llegamos a conocer.

  • La necesidad expresada es la desembocadura de la necesidad experimentada, pero es la necesidad que el cliente conceptúa en la demanda de un servicio o soporte determinado que puede ser o no adecuado para cubrir la necesidad.

  • La necesidad comparada surge de la investigación profesional y se establece en la base de diferentes personas enfermas atendidas con características similares y los diferentes servicios o programas que pueden utilizar. Se determina tomando como medida de necesidad un valor X que se establece a partir de las medias aritméticas y los servicios utilizados.

Por la propia evolución de los servicios de trabajo social sanitario y profundización en los sistemas de estudio, a estas necesidades se les pueden añadir otras como:
  • La necesidad diagnóstica basada en el diagnóstico biopsicosocial establecido por los profesionales implicados en el proceso de atención y curación de la persona, dejando de lado la normativa existente. Se establece con un análisis individualizado de la situación de cada persona, y se sostiene en el diagnóstico social sanitario. A veces la normativa no se ajusta a la realidad.

  • La necesidad administrativa y que establece la administración. A partir de unas características objetivas se asigna un indicador que cuando está presente permite acceder a determinadas prestaciones. En realidad, es la menos fiable dado que se apoya en las posibilidades de la Administración del momento y no en las necesidades reales de la persona. Un ejemplo actual es el ajuste que se va viendo en la aplicación de la Ley de la dependencia, o en su momento lo que supuso el “cheque bebé”.

  • La necesidad satisfecha tiene lugar cuando la necesidad deja de ser tal por haberse facilitado los medios que han permitido superar la situación que la provocó. Cabe conocer las necesidades satisfechas con recursos propios y evitar la asociación entre necesidades y la utilización de recursos públicos o privados.

El trabajador social sanitario se enfrenta a un caudal de vivencias desatadas a partir de la enfermedad de la persona (familiar, amistad, conocido, etc.) y a matices inacabables de este todo complejo que conforma a la persona enferma. Por esta razón, cabe objetivar esta realidad subjetiva con herramientas técnicas y de información. La dolencia, la enfermedad, el sufrimiento y la percepción constituyen una plataforma de necesidades subjetivas y objetivas que, sin homogeneizar realidades, justifican el desarrollo de procedimientos y protocolos de intervención.
El trabajador social sanitario en el estudio del caso social, después de conocer el estado físico de la persona, ahonda en esta subjetividad y en la de su familia. La preserva porque en la misma se encuentra la fuerza motora para restablecerse. Nadie puede hacer grandes cosas si no las siente y en este sentir se apoya la subjetividad que muchas veces se puede objetivar, ya que está sostenida en la realidad empírica. La solución de problemas tiene mucho de subjetivo, pero en el Estado del bienestar, también mucho de objetivo. Una vez conocido el diagnóstico y el pronóstico médico, la subjetividad acerca de cómo se puede resolver y afrontar la situación de carencia es el punto de partida del trabajador social sanitario y que, además, hace partícipe a la persona de los pasos que se van dando. En la subjetividad, en la autopercepción, se dan los primeros pasos en la elaboración del diagnóstico social sanitario y después se inicia una intervención breve o una intervención extensa conforme a lo que hemos señalado con el objetivo de devolver a la persona enferma y a su familia la máxima autonomía psicosocial posible. Articulamos un conjunto de acciones deliberadas y planificadas para favorecer esta autonomía personal y partimos de los propios recursos y de los de su propio medio, salvo cuando este suponga un riesgo evidente o se muestre, con claridad, insolvente por la falta de medios. Una persona con toxicomanía no se rehabilitará en el ambiente donde se ha estado moviendo, pero sí que puede encontrar en otra persona toxicómana que haya superado su toxicomanía un apoyo vital, y un primer paso hacia la recuperación. En el campo social siempre se producen ciertas superposiciones entre el problema y el encauzamiento de la solución.

Bibliografía

Barker, R. L. (2003). The Social Work Dictionary. Washington: NASW.
Bradshaw, J. (1983). Una tipologia de la necessitat social. Generalitat de Catalunya, Departament de Sanitat i de Seguretat Social. Instrument de Prospecció de Serveis Social.
Colomer, M. (1974). “Método de trabajo social”. Revista de Trabajo Social (núm. 55).
Colomer, R.; Rustullet, J. (2010). Diccionari de serveis socials. Barcelona. Generalitat de Catalunya. Departament d’Acció Social i Ciutadania.
Doel, M. (2009). Task-centered Social Work. En: M. Davies. The Blackwell Encyclopaedia of Social Work.
Maslow, A. H. (2005). El management según Maslow. Barcelona: Paidós Empresa.
Pérez de Ayala, E. (1999). Trabajando con familias. Teoría y práctica. Zaragoza: Editorial Certeza.
Reid, W. J.; Shyne, A. W. (1969). Brief and extended casework. Nueva York: Columbia University Press.
Timms, N. (1971). General editor’s introduction. En: E. Sainsbury. Social Diagnosis in Casework. Londres: Routledge & Kegan Paul.
Woods, M. E.; Hollis, F. (1980). Casework. A psychosocial therapy. Boston: McGraw Hill. 1980.
Referencias web
http://www.elcastellano.org/palabra.php?id=922 [consulta 29 de junio del 2014].
http://www.who.int/cancer/detection/es/ [consulta 30 de junio del 2014].