1.Antiguos modelos de ciudad y planeamiento
Sin duda alguna, la crisis que se vive hoy no es solo urbana. No es solo el resultado
físico y relacional de unas tendencias económicas, políticas y sociales; también representa
a su vez, y en gran parte, el esfuerzo truncado, no previsto, incompleto o incluso
también cómplice y concomitante de una disciplina, el urbanismo.
El urbanismo como disciplina y a través de su instrumento más conocido y desarrollado
en el tiempo, el plan general, plan regulador –y sus derivaciones en master plans–, ha mostrado sus potenciales y también limitaciones. Los potenciales de este urbanismo,
que tuvo su evolución en Europa occidental desde inicios del siglo pasado, y que estaba
basado en un fuerte convencimiento de llegar a resolver todas las problemáticas de
la ciudad, se han desgastado por el camino y hoy nos han mostrado sus debilidades.
Sin tratar de poner en cuestión el espesor cultural y teórico de la disciplina urbanística
y sus instrumentos de planificación, bien vale la pena plantear una necesaria revisión
a los antiguos modelos de ciudad que se han propuesto, que se han realizado y que
muchas veces no se han ejecutado. De esta revisión seguro que saldrán muchas enseñanzas
que nos permitirán afrontar la ciudad actual.
Es bueno recordar que el urbanismo siempre ha ido detrás de los problemas de las ciudades,
y que, con nuevos enfoques e instrumentos, ha propuesto variedad de soluciones. Dichos
enfoques cambiantes de acuerdo con cada época y según las tendencias imperantes o
problemáticas más acuciantes se han convertido en paradigmas; de alguna manera la
sucesión de respuestas a esos paradigmas es la que consolidaría el recorrido histórico
hasta nuestra problemática actual. A la par también, los inventos y la introducción
de nuevas tecnologías han producido cambios que han marcado profundamente este proceso.
La ciudad que hoy conocemos ha asistido por lo menos a tres grandes revoluciones industriales
que configuran a su vez unas etapas: etapa 1, formación de la ciudad industrial (siglo
xix); etapa 2, formación de las áreas urbanas y metropolitanas (siglo xx hasta los años setenta), y etapa 3, formación de la ciudad difusa, reutilización
y recalificación (de los años setenta a hoy).
Ciudad y revoluciones industriales
Etapa 1: formación de la ciudad industrial. Siglo xix. Primera revolución: desarrollo de la manufactura en el campo, concentración urbana
de las manufacturas. Etapa 2: formación de las áreas urbanas y metropolitanas. Siglo
xx hasta los años setenta. Segunda revolución industrial: taylorización, terciarización
de la ciudad central y formación de los CBD. Los crecimientos suburbanos. Etapa 3:
formación de la ciudad difusa, reutilización y recualificación. De los años setenta
a hoy. Tercera revolución industrial: descentralización productiva, contención del
crecimiento urbano, direccionalidad difusa en las ciudades centrales, nuevas jerarquías
urbanas, redes de asentamientos.
La confianza en el desarrollo tecnológico nos trajo el paradigma del industrialismo
(Haussmann, Cerdà, Soria y Mata). Y el racionalismo nos aportó un modelo de ciudad
funcional, con un planeamiento universal, dogmático y optimista, que a través de su
recorrido derivó hasta el paradigma moderno de los años cincuenta que quedaría reflejado
en los CIAM (Howard, Garnier, Le Corbusier, Hilberseimer, Van Esteren). La idea de
recuperar los centros históricos y volver a la ciudad construida, de hacer integración
funcional y proyectos complejos pero ejecutables de la mano del proyecto urbano y
la recuperación del espacio público fue el paradigma que tuvo su inicio con los postulados
de A. Rossi y R. Venturi (años setenta) y su continuidad con los mayores exponentes
del urbanismo de Barcelona de los años ochenta (Bohigas, Busquets, Solà Morales, etc.).
Ahora estamos inmersos en un proceso que nos lleva a asumir la problemática de la
ciudad dispersa y difusa desde los años noventa, desde un paradigma marcado por la
urgencia que representa lo medioambiental (Mc. Harg, R. T. Forman, Indovina, entre
otros), y a su vez también se prefigura una actual tendencia a afrontar la desigualdad
social y el derecho a la ciudad (Lefebvre, Harvey, Borja, Secchi, etc.).
Como hemos podido constatar, el planeamiento ha ido introduciendo cambios en el modelo
de ciudad; el proyecto de ciudad como una apuesta de futuro se ha ido apoyando en
nuevos paradigmas y nuevos instrumentos. Por épocas se ha puesto el foco en los temas
urgentes de cada momento, la necesidad de articular planificación física y economía,
los modelos de tráfico, la coordinación interadministrativa, la participación pública,
etc., son todos ellos aspectos tratados y que son una muestra de este proceso. A la
vez los instrumentos se han modificado, ampliado y especificado, con el interés de
abarcar más espacios y temas que aparecían como no tratados, planeamiento en distintas
escalas (en cascada: territorial, territorial parcial, metropolitano, urbano, etc.),
y planeamiento sectorial (diversificado: en planes de movilidad, de espacios de protección,
de infraestructuras, etc.).
Llegados a este punto nos interesa situarnos en la nueva crisis del urbanismo y de
la ciudad, y que cuestiona el modelo actual. Esta crisis se caracteriza por estar
regida por las consecuencias de la consolidación mundializada del modelo capitalista.
La expansión urbana con sus desequilibrios económicos, sociales y medioambientales
que hemos vivido en las dos últimas décadas y de manera particular en los años anteriores
a la crisis mundial económica es la imagen que mejor representa tanto las causas como
los efectos de esta crisis.
Este último modelo nos ha dejado un mapa de desarrollo urbano incompleto y de desigualdad
social, con infraestructuras infrautilizadas, equipamientos sin capacidad financiera
o sin uso, desarrollos de vivienda fallidos, espacios a medio urbanizar, una precarización
de los derechos sociales, y unos territorios poco sostenibles y fragilizados ambientalmente.
Desde la perspectiva de las políticas públicas de la ordenación del territorio, de
la planificación urbanística y, en general, de la gestión pública local, la dimensión
territorial y urbana sigue siendo hoy una incógnita para salir de la crisis; la única
gran certeza es que debemos cambiar de modelo.