El pensamiento sociológico (II). Los contemporáneos

  • Roger Martínez Sanmartí

     Roger Martínez Sanmartí

    Doctor en Sociología. Licenciado en Ciencias de la Información y en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor de los Estudios de Humanidades de la UOC. Ha publicado El gust juvenil en joc (con Jordi Pérez, 1997) y Cultura juvenil i gènere (2002).

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Tercera edición: septiembre 2019
© Roger Martínez Sanmartí
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Introducción

En el módulo anterior, "El pensamiento sociológico (I). Los fundadores", se trata el papel que tuvieron los clásicos de la sociología en la construcción de un canon. Hicieron sus respectivas aportaciones en un momento en el cual la sociología no existíacomo tal y establecieron el marco de referencia de la disciplina. También se explica el hecho de que no se puede entender la sociología sin el advenimiento de la modernidad y el auge de lo que denominamos "el hombre común".
Desde principios del siglo XX, la situación ha cambiado mucho. En la actualidad, mucha gente sabe que existe tanto una disciplina denominada sociología como una gran cantidad de sociólogos que estudian una serie de cosas. En la vida cotidiana es muy habitual decir que esta persona o este acontecimiento "es digno de un estudio sociológico", o afirmar que alguna cuestión tiene causas o razones "sociológicas" (acostumbramos a confundir la ciencia que estudia la realidad con la misma realidad, y así, en lugar de sociales decimos sociológicas, igual que en lugar de psíquicas decimos psicológicas).
En el presente módulo empezaremos por analizar cómo se ha producido esta institucionalización de la sociología, que de ser una disciplina nueva con la que ni siquiera se identifican algunos de los clásicos, ha pasado a ser bastante conocida, a pesar de que son pocos y pocas quienes saben a ciencia cierta qué es. Si bien es verdad que se tiene una imagen extremadamente borrosa e imprecisa de la sociología en general, también lo es que los mismos sociólogos han contribuido a esta situación con su gran variedad de perspectivas teóricas y especializaciones.
La sociología ha vivido un desarrollo centrífugo que ha conducido a la ausencia de un estereotipo. Hoy día, es casi imposible tener una visión global de la disciplina. Por ese motivo, en este módulo no encontraréis ninguna exposición sistemática de las diferentes corrientes y los inacabables descubrimientos empíricos, sino un intento, con la ayuda de tres ejemplos, de mostrar qué tipo de aportaciones ha llevado a cabo la sociología desde los clásicos hasta ahora.
En el módulo al que hacíamos referencia un poco más arriba, se habla de la importante conexión entre sociología y modernidad. Para que esto sea más explícito, los tres ejemplos harán referencia a los tres grandes lemas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Estos tres grandes principios ideales no tienen una aplicabilidad inmediata y transparente, sino que presentan problemas y límites importantes. El objetivo será mostrar la manera en que la sociología puede ayudar a identificar e iluminar estos problemas:
1) En primer lugar, los actos:vamos a reflexionar sobre el ideal de libertad no como libertad política, sino como autonomía, en el campo de la cultura, del individuo con respecto a la sociedad. ¿Cuáles son los límites de la autonomía individual? ¿Qué relación se establece entre el individuo y la sociedad?
2) En segundo lugar, los tratos:examinaremos, con la ayuda de la sociología de la educación, el ideal de igualdad de oportunidades. ¿Hasta qué punto la escuela garantiza o no la igualdad de oportunidades? ¿Qué relación hay entre educación e igualdad?
3) Y en tercer lugar, para acabar, hablaremos de los pactos y los vínculos:pasaremos a analizar el ideal de fraternidad en relación con los cambios que la modernidad y la globalización están produciendo en la identidad. También analizaremos la manera como la modernidad comporta un individualismo que afecta a nuestra conciencia y a nuestra relación con los demás. ¿Es cierto que el mundo moderno comporta una disolución de la comunidad y del sentimiento de pertenencia tradicionales? Si es así, ¿cómo se produce este fenómeno?

Objetivos

Al finalizar este módulo, el estudiante tiene que ser capaz de alcanzar los siguientes objetivos:
  1. Explicar el proceso de institucionalización de la sociología como disciplina autónoma durante el siglo XX en Estados Unidos y en Europa.

  2. Analizar la actual tendencia centrífuga de la disciplina, que conduce a la ausencia de un cuerpo unificado y homogéneo.

  3. Ilustrar con diferentes ejemplos el tipo de conocimiento que puede aportar la sociología y el interés que puede tener.

  4. Explicitar la relación de la sociología con los ideales modernos de igualdad, libertad y fraternidad.

  5. Comunicar algunas de las investigaciones y reflexiones sociológicas sobre la sociedad contemporánea.

1.Institucionalización y fragmentación de la sociología

Comte fue el primero en utilizar la palabra sociología y, sin embargo, casi un siglo después todavía no existía la disciplina tal y como la conocemos hoy. Weber utilizó la palabra en contadas ocasiones, mientras que Durkheim dedicó una parte de sus esfuerzos a su institucionalización académica, aunque, a pesar de todo, donde primero se consiguió esta institucionalización fue en Estados Unidos. En las universidades norteamericanas el control de la universidad no estaba tan centralizado como en las europeas, circunstancia que facilitó la introducción académica de una disciplina todavía joven como la sociología. También influyó la idiosincrasia del Medio Oeste americano, que, caracterizado por una especial predilección por las preocupaciones de la vida cotidiana, luchaba por imponerse al tradicionalismo y al aristocratismo cultural del Este y su orientación –igual que en el continente europeo– hacia el humanismo clásico.
La llamada escuela de Chicago contó, desde un principio, con una presencia organizada en revistas, asociaciones, etc. Durante las tres primeras décadas del siglo XX, con el impulso de la escuela de Chicago, se publicaron textos, se prepararon cursos, se impartieron conferencias y se escribieron tesis doctorales bien dirigidas. El interés público por la sociología aumentó y se crearon puestos de trabajo para sociólogos como profesores universitarios, así como una asociación profesional. La sociología de Chicago se extendió por todo el país y especialmente por el Medio Oeste.

1.1.Estados Unidos: funcionalismo y empirismo

Durante los años treinta hubo una gran cantidad de científicos e intelectuales europeos que, huyendo del nazismo, se instalaron en Estados Unidos. En el transcurso de la mencionada década de los treinta, la escuela de Chicago continuó siendo el centro de los estudios sociológicos en Norteamérica, aunque también fue la década de su declive. Tanto sus técnicas de investigación como su perspectiva teórica perdieron la preponderancia de que disfrutaron y otros centros pasaron a polarizar la sociología norteamericana. Este declive no fue solo el producto de la desaparición de sus grandes figuras, sino también del apaciguamiento del tipo de problemas que habían centrado su atención, tales como inmigración, desorden urbano y marginalidad, entre otros.
1.1.1.El funcionalismo de Parsons y el empirismo de Lazarsfeld
Desde la Universidad de Harvard, Talcott Parsons (1902-1979) se erigió en el gran focalizador de la sociología del país. A partir de la publicación en 1937 de La estructura de la acción social, su perspectiva teórica, el funcionalismo, se convirtió en la perspectiva hegemónica en Estados Unidos y, por extensión, en el mundo entero. Con este libro, Parsons pretendía revisar las nociones de autonomía y racionalidad individuales que fundamentan la teoría liberal utilitarista, y todo esto en el marco del gran desconcierto que se produjo tras el crac de 1929.
Parsons llevó a cabo una síntesis de los clásicos e intentó elaborar una teoría general, abstracta hasta la exageración, que se convirtió en lo que se conoce como funcionalismo o estructural funcionalismo. El sociólogo norteamericano combinaba, en un difícil equilibrio, voluntarismo y explicación funcional.
Al principio destacaba el voluntarismo, es decir, el énfasis en la voluntad de los individuos (como hace, por ejemplo, la economía clásica y neoclásica y su idea de homo œconomicus racional y maximizador de utilidad). Sin embargo, con los años fue dando cada vez más importancia a la explicación funcional, que se fundamentaba en la idea según la cual para estudiar cualquier sociedad era necesario analizar las diferentes partes o instituciones en relación con su función en el mantenimiento del todo, de la misma manera que se estudian los pulmones en relación con su contribución al mantenimiento de la vida del cuerpo.
El funcionalismo es, en el fondo, una adaptación a la sociología del mecanismo de explicación de la teoría de la selección natural darwiniana. En lugar de explicar, como en la física newtoniana, cualquier estado del mundo por sus causas anteriores, la explicación funcional pone de manifiesto un rasgo (el color blanco de la piel del oso polar en biología o una institución social en sociología) por sus características beneficiosas para la supervivencia o, en el caso de Parsons, del sistema social.
Los osos blancos sobrevivían más gracias al hecho de que se podían camuflar mejor, tanto frente a los depredadores como a sus víctimas. Como sobrevivían más años, tenían más posibilidades de llegar a la edad de tener hijos, lo cual hacía que se reprodujesen más que los osos oscuros y que el color blanco de la piel se transmitiese genéticamente a una proporción de osos cada vez mayor hasta que, al cabo de un tiempo de evolución, todos los osos de los polos acabaron siendo blancos.
La sociología y la antropología funcionalista, en una explicación análoga, analizaba cualquier institución social en relación con su función para el mantenimiento del sistema social, es decir, de la sociedad. Una danza ritual que invoca la lluvia, en apariencia irracional, se explicaba según esta lógica por su contribución a la cohesión de una tribu y, en consecuencia, a su supervivencia.
Los discípulos de Parsons se repartieron por todo el país y durante treinta años el sociólogo de Harvard fue la principal figura de la sociología no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero. El estructural funcionalismo fue el paradigma hegemónico y en este periodo se constituyó, por primera vez, una sociedad sociológica internacional.
El tipo de investigación empírica que había caracterizado a la escuela de Chicago dejó de ser el modelo de referencia en el que todos se basaban. En la época durante la cual tanto los mercados como los medios de comunicación pasaron de ser locales a nacionales, apareció otro tipo de investigación aplicada. Desde los años treinta, la investigación se decantó hacia el análisis de la comunicación de masas y los estudios de mercado. La etnografía y la entrevista, características de la escuela de Chicago, se sustituyeron por el sondeo, y los destinatarios de la sociología pasaron a ser las grandes corporaciones privadas (medios de comunicación, empresas, etc.).
La institución de Harvard designada para impulsar la investigación aplicada, el Laboratory of Social Relations, nunca cumplió las expectativas que se habían depositado en él.
Fue la Universidad de Columbia (Nueva York) la que, gracias a Paul Lazarsfeld (1901-1976) y al Bureau of Applied Social Research, se convirtió en el auténtico epicentro de la investigación social norteamericana.
Lazarsfeld desarrolló aquella investigación basada en los sondeos y las encuestas que todavía hoy una gran cantidad de gente identifica como sinónimo de sociología. El Bureau of Applied Social Research abrió sucursales en todo el país.
La Universidad de Columbia también fue sede de un ex alumno de Parsons, Robert K. Merton (1910), que acabó convirtiéndose en la otra figura del funcionalismo.
Merton desarrolló un funcionalismo un poco menos abstracto, más preocupado por la relación entre la gran teoría y la investigación empírica, demasiado a menudo muy alejadas la una de la otra. Por este motivo reivindicó la importancia de lo que él denominaba teorías de alcance medio, que se caracterizan por el hecho de unificar hipótesis y semejanzas empíricas que, de otra manera, se presentan disgregadas.
Merton también introdujo la distinción entre funciones y disfunciones por una parte, y funciones manifiestas y latentes por la otra:
  • Un rasgo disfuncional es el que en lugar de colaborar en el mantenimiento del todo lo entorpece.

  • Una función manifiesta es la que tiene consecuencias para una unidad específica (el individuo, el grupo, la sociedad, etc.) y que es el motivo consciente de los individuos y, por tanto, posee un carácter objetivo (función) y subjetivo (motivación). La función latente, en cambio, solo presenta el carácter objetivo (función), pero no forma parte de la motivación consciente de los individuos.

"Constantemente procuro enfocar la atención sobre las que se podrían denominar teorías de alcance medio: teorías intermedias entre las estrechas hipótesis de trabajo que se producen abundantemente durante las rutinas diarias de investigación y las amplias especulaciones que abarcan un sistema conceptual dominante del cual se espera que derive un número muy elevado de uniformidades de conducta social observadas de forma empírica."

Robert K. Merton (1970).

Al mismo tiempo, algunos alemanes de la llamada escuela de Frankfurt que emigraron a Estados Unidos aportaban un contrapunto a esta sociología norteamericana dominante. Representaban la herencia europea de Marx y Freud y, en el marco de su crítica al capitalismo, cargaban contra la especialización técnica y la falta de espíritu crítico de la ciencia social norteamericana.
Por escuela de Frankfurt se entiende el grupo de estudiosos del Institut für Sozialforschung de Frankfurt.Su producción intelectual se acostumbra a denominar teoría crítica, y sienta sus raíces en una revisión crítica del marxismo. El Institut se fundó en el año 1923, pero con el nazismo tuvo que cerrar y la mayor parte de sus figuras emigraron. Su destino final, tras pasar por París y diferentes universidades norteamericanas, fue el Institute of Social Research de Nueva York. En 1950 el Institut für Sozialforschung retomó sus actividades en Frankfurt.
Algunos nombres del Institut für Sozialforschung
Los nombres más conocidos son Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969) y Herbert Marcuse (1898-1979). Erich Fromm (1900-1980) y Walter Benjamin (1892-1940), que se suicidó en Portbou cuando huía de los nazis en el año 1940, también formaron parte del Institut, aunque solo de manera temporal o indirecta. Jürgen Habermas (1929), en activo actualmente, es heredero del Institut, aunque con una orientación y unas herencias intelectuales diferentes (la antigua generación que rodeaba a Adorno y Horkheimer consideraba la orientación de Habermas no solo ajena, sino incluso hostil al Institut).
1.1.2.La derrota del funcionalismo
Ya desde el principio, el funcionalismo tuvo críticos, pero su hegemonía había sido notable. Su declive no empezó hasta los años sesenta, cuando el estado del bienestar aumentó en gran medida la demanda de investigación social.
El estado necesitaba información sobre el resultado de sus políticas, y una sociología que le respondía que todo era "funcionalmente interdependiente" no le era de ninguna utilidad. La misma evolución teórica de Parsons también espoleó las críticas. De esta manera se llegó al final de la convergencia teórica, que de algún modo había sido proporcionada, por una parte, por el clima de unidad interna creado durante la Segunda Guerra Mundial y la guerra fría y, por la otra, por la profesionalización en la que estaba entrando la sociología.
El ataque de Wright Mills
En el año 1959, el norteamericano Charles Wright Mills (1916-1962) publicó La imaginación sociológica, libro donde atacó la sociología de su país porque era o bien una "gran teoría", como la producción en extremo abstracta y conceptual de Talcott Parsons, o bien un "empirismo abstracto", en referencia a las investigaciones meramente estadísticas de la mayor parte de la sociología norteamericana liderada por el modelo de Columbia.
Wright Mills, que murió en 1962, está considerado como un sociólogo radical que dirigió sus ataques a las elites y a los grandes intereses que manipulan al "hombre común". A pesar de que no se encontraba relacionado con ningún grupo político, su pensamiento influyó sobre la nueva izquierda norteamericana.
Con la aparición de los nuevos departamentos de sociología en universidades del oeste como UCLA (Los Ángeles) o Berkeley (San Francisco), tanto Harvard como Columbia perdieron su hegemonía y empezaron a aparecer perspectivas críticas ante el funcionalismo. Al mismo tiempo que el consenso social de la guerra fría dejaba paso a las protestas por la guerra de Vietnam y a la emergencia de nuevos movimientos sociales (feminismo, pacifismo, derechos civiles, etc.), en sociología se creó un nuevo consenso no en torno a la validez de una nueva perspectiva, sino acerca de la inviabilidad del paradigma funcionalista.
La explicación funcional del estructural funcionalismo cayó por su propio peso, ya que si bien en biología el mecanismo de la selección natural hace viable este tipo de explicación, en sociología nunca se había explicitado un mecanismo análogo que la justificase.
Si bien se puede explicar el color blanco de los osos polares por el mecanismo de la selección natural (más capacidad de adaptación a un entorno y, por tanto, mayor transmisión genética de un rasgo), no existe ningún mecanismo análogo que explique por qué las hipotéticas consecuencias beneficiosas de un ritual han contribuido a su permanencia.
La teoría funcionalista estaba perdiendo peso y, al mismo tiempo, se produjo una transformación en la investigación empírica. De la investigación con responsabilidad privada y local propia de los estudios de mercado y de comunicación de masas que habían caracterizado a Columbia se pasó –como consecuencia de las demandas del estado del bienestar– a una investigación con responsabilidad pública y nacional. La investigación en políticas públicas (social policy research) aumentó de manera espectacular y, a diferencia de las dos etapas anteriores de la investigación social (con predominio de Chicago primero, y de Columbia después), esta nueva fase se caracterizó por la dispersión y la ausencia de un centro focalizador.

1.2.La idiosincrasia europea

1.2.1.La ausencia de pensamiento original
Mientras tanto, en Europa, tras la aportación de los clásicos, la sociología no se había institucionalizado con la misma fuerza que en Estados Unidos. Sin una presencia significativa en las universidades ni una organización institucional sólida (revistas, congresos, cursos, etc.), la continuidad fue imposible y solo algunos autores aislados hicieron aportaciones consistentes.
La ausencia de institucionalización en Europa se explica, en parte, por el carácter tradicional y humanístico de la universidad europea, por la ausencia de investigación empírica que justificase la existencia de la disciplina y por el radicalismo anticapitalista de los intelectuales. La crisis europea de los años treinta y las dos guerras mundiales hicieron el resto.
En el periodo clásico de la sociología, mientras que en Estados Unidos se alimentaban de la rica tradición europea, en Europa los países principales (Alemania, Francia e Inglaterra) actuaban como si "desde el punto de vista sociológico" los demás no existiesen. Con el tiempo, la sociología norteamericana se convirtió en el centro y la europea en la periferia, y fue durante este dominio norteamericano cuando se creó una cultura sociológica internacional.
En Europa, solo figuras aisladas como Karl Mannheim (1893-1947) o Raymond Aron (1905-1983) mantenían viva la tradición, pero no había nada que se pareciese a la profesionalización norteamericana. Paradójicamente, el continente de donde habían salido los grandes clásicos no tuvo ningún papel destacado en la institucionalización de la disciplina.
1.2.2.El resurgimiento
Después de la Segunda Guerra Mundial esta situación cambió, ya que bastantes estudiantes europeos se fueron a Estados Unidos a estudiar sociología. En consecuencia, se desarrollaron nuevas universidades e instituciones que incorporaron la sociología y que, además, se convirtieron en una sede importante del movimiento antifuncionalista.
En unos cuantos años, la sociología europea volvió a contar con grandes figuras: el alemán Jürgen Habermas (1929), que partió de la obra de la escuela de Frankfurt; el francés Pierre Bourdieu (1930-2002), influido por el estructuralismo francés y el inglés; Anthonny Giddens (1938), que con su teoría de la estructuración intentó realizar una síntesis catalizadora. Las tres eran perspectivas teóricas ambiciosas, que, en oposición con las implicaciones conservadoras del estructural funcionalismo, se caracterizaban por un claro carácter crítico.

1.3.Los movimientos centrífugos

En las últimas tres décadas, la sociología ha sufrido una evolución que ha desvirtuado en gran medida su identidad en tanto que disciplina.
La etapa de unidad protagonizada por el funcionalismo queda lejos en el recuerdo, y una serie de movimientos centrífugos, como veréis a continuación, han complicado el mapa actual:
1) En primer lugar, la sociología más aplicada y empírica se ha especializado tanto que cualquier área imaginable puede tener su propia especialidad. Casi cualquier tema, por el simple hecho de colocarlo ante la etiqueta sociología de, se convierte automáticamente en una especialización sociológica más. Sociología de la salud, sociología urbana, sociología de la familia, sociología de la cultura, sociología rural y muchas más son ahora áreas del saber específicas y a menudo desconectadas unas de otras.
2) En segundo lugar, la evolución de las ciencias sociales ha conducido a la aparición de perspectivas antes inexistentes que atraviesan de forma transversal no solo la sociología, sino también la psicología, la antropología, la demografía, la economía, etc. (y que, por tanto, estimulan el contacto entre disciplinas –interdisciplinariedad– o, incluso, la mezcla –transdisciplinariedad–). Desde las protestas de los años sesenta se ha extendido, sobre todo en el mundo anglosajón, la presencia académica y extraacadémica de áreas como el estudio sobre la mujer, el desarrollo, los sistemas mundiales, el marxismo, los nuevos movimientos sociales, las minorías étnicas y sexuales, o como los estudios culturales, los estudios poscoloniales, el estudio de la globalización, etc.
3) En tercer lugar, también se ha producido una fragmentación teórica imparable, hasta el punto de que, en la actualidad, es casi imposible tener una visión de conjunto de las diferentes perspectivas existentes. Se han creado tradiciones autorreferentes con poca relación entre ellos con sus propios congresos y sin que haya una discusión real que confronte unas con otras.
Todos estos movimientos centrífugos han conducido a la sociología a una crisis de identidad, a que se desdibuje su conciencia de disciplina. Desde los años setenta, por ejemplo, la sociología ha perdido una gran parte de la popularidad que había tenido entre los estudiantes norteamericanos. El hecho de no tener monopolio sobre ningún objeto específico de conocimiento la convierte en una ciencia muy permeable y vulnerable. No obstante, durante este proceso en que se ha desdibujado esta conciencia de disciplina, la cantidad de producción sociológica ha continuado creciendo.

2.Los grandes temas: cultura, educación e identidad

Hemos visto que desde el periodo fundacional de la sociología, en el que los clásicos situaron las raíces de la disciplina, el panorama se ha ido haciendo cada vez más complejo. La multiplicación de especializaciones y perspectivas teóricas ha dividido cualquier posible unidad en más fragmentos de los que es posible controlar.
Por este motivo, el presente apartado toma como punto de partida la renuncia a ofrecer una visión comprensiva o representativa de lo que ha sido la sociología desde los clásicos hasta ahora. En lugar de ofreceros un inventario, nos limitaremos a ilustrar, mediante tres ejemplos, el tipo de aportaciones con las que puede contribuir la sociología. Como ya advertíamos en la introducción, para enfatizar la conexión entre sociología y modernidad organizaremos este ejercicio a partir de los tres elementos del lema de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Los principios ideales presentan, a la hora de su aplicación, importantes problemas. La sociología puede ser un buen instrumento para hacer un inventario de estos problemas, los cuales, de alguna manera, no son sino los límites de la modernidad.

2.1.La libertad

Uno de los fenómenos ideales de nuestra sociedad es la libertad. Aquí no vamos a hablar de la libertad política, sino de la noción de autonomía que subyace tras nuestra noción de individuo. Acostumbramos a pensarnos como individuos básicamente autónomos y, por tanto, hasta cierto punto autosuficientes de la comunidad que nos rodea. Esto hace que si nos gusta un tipo de ropa o si cometemos un delito, los responsables seamos nosotros mismos.
Por este motivo, el supuesto de autonomía es el que nos permite exigir responsabilidades a los individuos y, si lo creemos conveniente, enviar hombres y mujeres a la prisión o menospreciar –e incluso estigmatizar– a algunos individuos por su "mal gusto". Pues bien, la sociología, a la vez que se ha visto influida con fuerza por estas ideas, también ha aportado elementos interesantes para revisarlas, algo que ilustraremos con el ejemplo del estudio de la cultura.
2.1.1.Alta cultura e industria cultural
Desde los años veinte, los integrantes de la escuela de Frankfurt elaboraron una teoría crítica que, a pesar de estar fundamentada en el marxismo y en el análisis del sistema de la economía de intercambio, intentó penetrar el sentido de los fenómenos estructurales mediante la cultura y el comportamiento colectivo.
En oposición a la sociología norteamericana dominante, la escuela de Frankfurt no aceptaba las especializaciones a ultranza y defendía una teoría de la sociedad entendida como un todo. De otro modo, aseguraba, la ciencia social perdía el punto de vista de la globalidad, con lo cual acababa haciendo un análisis parcial e inocuo que no tenía otra función que la de la conservación del orden social existente.
En este marco se elaboró una crítica a la industria cultural. Max Horkheimer y Theodor W. Adorno advirtieron que las necesidades del mercado de masas imponían la estandarización y la organización, y que los gustos del público conducían a la producción de estereotipos y a una baja calidad de los contenidos. Para ellos, la máquina de la industria cultural desposeía al consumidor de su libertad, lo convertía en objeto en lugar de sujeto.
De esta manera, la escuela de Frankfurt realizó una crítica feroz de la cultura de masas, a la cual atribuía una función de dominación de los individuos. La lógica de la industria cultural (de la cultura de masas), en contraste con la alta cultura, obliga a consumir productos estandarizados, pobres y nunca innovadores. Los medios de comunicación de masas son, en definitiva, un instrumento de poder sobre la sociedad en manos de los más fuertes desde el punto de vista económico.
2.1.2.Estructura social y cultura
Horkheimer y Adorno se lamentaban del hecho de que la industria cultural roba a los individuos la capacidad del juicio que, desde Kant, había sido el fundamento de la estética occidental (y que, de hecho, es un elemento más de la noción de autonomía sobre la cual estamos dando vueltas). Decían, en otras palabras, que la cultura de masas es baja y que (en oposición con la alta cultura) influye de forma negativa en los individuos hasta convertirlos en objetos.
Según Horkheimer y Adorno, la cultura de masas hace que los dominados continúen siendo dominados, y que sean unos simples objetos del sistema capitalista. Por lo tanto, tras esta crítica subyacía una defensa de la alta cultura.
Unas décadas después, Pierre Bourdieu, en el libro La distinction,propuso una perspectiva radicalmente diferente, dado que en lugar de juzgar la cultura a partir de Kant, lo que hizo fue juzgar a Kant a partir de la cultura actual. De esta manera, puso en evidencia los elementos de dominación y distinción que se encuentran tras el gusto "distinguido" (el de la alta cultura).
Según el análisis de Bourdieu, tras las nociones de alta cultura y baja cultura, por ejemplo, subyacería un intento de distinción de las clases dominantes con respecto a las dominadas. La estética kantiana, por tanto, podría no ser la estética universal que pretendía el filósofo, sino el reflejo de la estética de una clase social en un momento histórico determinado.
Pensemos ahora en el sujeto que adopta el distanciamiento estético del que habla Kant (el mismo que tanto admiraban Horkheimer y Adorno). Se trata de un sujeto distanciado de las necesidades materiales y del propio cuerpo; un sujeto, de alguna manera, "civilizado". Pero ¿es esta una característica meramente individual?
Norbert Elias (1897-1990) dedicó muchos esfuerzos a investigar el carácter histórico del proceso de civilización occidental, con lo cual evidenció el papel de la corte y la burguesía en su expansión. La civilización ha comportado un control del cuerpo antes inexistente. En las sociedades modernas y contemporáneas, conductas que antes eran normales –como palabrotas, excreciones y movimientos bruscos– son sinónimo de falta de control, que se asocia a bajeza. El mayor o menor control del cuerpo tiene que ver con el hecho de ser más refinado o más rudo, respectivamente, y esto acostumbra a estar relacionado con la posición más alta o más baja en la estructura social. Reaparece, por lo tanto, Bourdieu y su idea de distinción mediante el gusto.

En El proceso de la civilización, Norbert Elias escribe:

"La imagen del ser humano aislado, como un ser completamente libre y completamente independiente, como una «personalidad cerrada», que depende de él mismo en su «interior» y que está separado de los otros individuos, tiene una larga tradición en la historia de las sociedades europeas. [...] En esta imagen del ser humano se olvida el hecho de que este llega al mundo como un niño y que pasa por un proceso de desarrollo hasta llegar a la edad adulta."

Norbert Elias (1993).

Bourdieu muestra en su investigación que el gusto es un elemento más de los que se interiorizan (que es incorporación, en sentido literal: in corpore) en función de la localización en la sociedad. De esta manera, el gusto es producto en gran parte del espacio social y, a la vez, es productor de esta. Puesto que, en cambio, los individuos lo consideramos un elemento producto de nuestro yo auténtico (y, por tanto, no demasiado determinado por la influencia social), cada vez que vemos a alguien con otro gusto lo juzgamos y lo valoramos según este gusto. Lo que hace el gusto, en consecuencia, es marcar las distancias de nivel social y cultural sin que nosotros seamos conscientes de ello.
Para elaborar esta crítica del gusto, Bourdieu utiliza la noción de habitus, es decir, que a cada posición del espacio social le corresponde un habitus que se "in-corpora" (se hace cuerpo, se interioriza), y este habitus es el que organiza tanto la percepción como la generación de las prácticas culturales.
Kant y los teóricos de la escuela de Frankfurt, entonces, podrían haber sido víctimas en sus construcciones teóricas de su habitus; en otras palabras, sus críticas al gusto de la necesidad y a la cultura de masas, respectivamente, podrían haber sido producto de su propia localización social.
Para Bourdieu, la sociología permite tomar conciencia de las propias determinaciones mediante la reflexividad o, dicho de otro modo, tomar conciencia del carácter no esencial, sino relacional (producto de nuestras relaciones) del gusto, de la identidad, etc.
De esta manera, la sociología, al poner en evidencia los determinismos sociales, relativiza los propósitos de libertad y autonomía inherentes al individualismo moderno. A la vez, sin embargo, se erige en instrumento para alcanzar esta libertad (para llegar a ser algo parecido a individuos autónomos, dice Bourdieu) al ayudarnos a tomar conciencia de nuestras propias determinaciones.
2.1.3.La cultura y el cuestionamiento del sujeto
Si no tenemos un gusto y una identidad esencial y auténtica, sino en gran parte condicionada por nuestras relaciones sociales, entonces ¿cómo podemos saber que un gusto es mejor que otro?
Pensemos, por ejemplo, en los teóricos de la escuela de Frankfurt, que creían que la cultura de masas era de tan baja calidad que transformaba a los sujetos receptores (el público que la consumía) en objetos. Hace dos siglos, las novelas que ahora consideramos clásicos o hace unas décadas, el jazz, eran considerados géneros menores. Del mismo modo, ¿cómo podemos saber que algunos de los seriales televisivos actuales no tendrán en el futuro una consideración similar a la música clásica, por ejemplo?
Y de la misma manera, si somos en gran parte el producto de nuestras relaciones, ¿por qué debemos continuar teniendo una concepción de la identidad que se fundamenta en una individualidad auténtica y esencial? ¿Por qué no aceptamos que somos el producto de nuestras relaciones? En otras palabras, la reflexividad de la sociología puede conducir a un relativismo desconcertante.
Pues bien, esta es precisamente la dirección que toma la sociología posmoderna, que asegura que estamos viviendo una transformación de la sociedad moderna hacia una posmoderna.
En esta sociedad posmoderna, la sociedad de consumo y la proliferación de estímulos e informaciones que nos ponen en contacto con realidades muy diferentes de la nuestra harían que los individuos estuviesen tomando conciencia del carácter socialmente construido tanto del gusto como de la identidad.
En otras palabras, estarían desarrollando una conciencia reflexiva que percibiría la identidad o el buen gusto como cuestiones socialmente definidas. Por este motivo, dejarían de tener sentido tanto la noción esencial de la identidad como las distinciones entre la alta cultura y la baja cultura, por poner dos ejemplos de los que hemos estado hablando.
Vamos a ilustrar estas ideas con cambios que se están produciendo; así, por ejemplo, la cultura juvenil, que a partir de los años sesenta se dejó de percibir como un estadio por el cual se pasaba durante el crecimiento y se convirtió en una alternativa viable a la alta cultura. El gusto snob, que menosprecia el resto de los gustos y los consideraba vulgares, dejaba paso a un gusto "omnívoro", basado en el relativismo cultural y que en lugar de menospreciar los otros gustos se intentaba abrir a ellos. O pensemos en el pop art, que tomaba anuncios y los convertía en arte de vanguardia. Según los posmodernos, estos ejemplos muestran que las fronteras se están diluyendo y podrían llegar a desaparecer por completo.
Un inciso sobre el término posmoderno
Como explica Mike Featherstone (2000), el adjetivo posmoderno es genérico y ha derivado en una serie de términos diferentes (posmodernidad, posmodernismo, posmodernité, posmodernización) sobre cuyos significados no hay consenso. De hecho, ni siquiera hay un consenso sobre la pertinencia del uso del adjetivo posmoderno. A pesar de todo, podemos establecer una serie de distinciones básicas: modernidad y posmodernidad hacen referencia al significado de una época; posmodernización define los procesos sociales y los cambios institucionales concomitantes a la posmodernidad; y posmodernismo es, en cambio, el movimiento artístico propio de la posmodernidad.
Esto implica un relativismo que contrasta con los principios universales propios de la modernidad, como por ejemplo la ciencia, los derechos humanos, la democracia, el individuo autónomo, la alta cultura, etc. Si los individuos son un reflejo de sus relaciones, ¿qué derecho tenemos de exigir responsabilidades penales por un delito? El autor siempre puede alegar que su conducta delictiva es el producto del entorno en el que se ha criado, y que, en consecuencia, él no es el responsable. En Estados Unidos ya se ha dado alguna sentencia judicial que ha aceptado argumentos de este tipo.
La posmodernidad, por tanto, lleva implícito un relativismo claro a pesar de que sus defensores nieguen que este suponga un impedimento para la acción moral o la defensa de unos ideales. Para ellos, solo pone en duda que estas defensas se puedan hacer en nombre de alguna idea universal y, por consiguiente, de cualquier posición intransigente y absolutista. Por este motivo defienden la noción de juego en la interacción social.

2.2.La igualdad

Cuando, en el subapartado anterior, hemos visto que la sociología aporta elementos interesantes para el debate sobre la autonomía del individuo en relación con su localización social, ya hemos hablado de diferencias sociales por lo que respecta al gusto y a la cultura que, de hecho, tenían que ver con relaciones de desigualdad social. Si bien es habitual analizar la desigualdad en relación con las condiciones económicas que caracterizan los análisis de clase social, a continuación nos disponemos a examinar la distancia entre el ideal de igualdad y la desigualdad real en relación con la escuela. Veremos el papel que ha tenido la sociología en el debate en torno a la desigualdad de oportunidades, sobre todo a partir del crecimiento del estado del bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Efectivamente, el análisis de los fundamentos de las desigualdades producidas por diferencias de género, tipificación étnica o clase social, así como la influencia que en estas desigualdades han ejercido las diferentes intervenciones políticas, han sido un objeto de atención importante por parte de la sociología. Por este motivo, constituirán una buena forma de ilustrar las aportaciones que ha hecho la disciplina a la hora de analizar los límites del ideal ilustrado de igualdad. Por tanto, llevaremos a cabo un repaso de la sociología de la educación.
2.2.1.Educación, meritocracia e igualdad de oportunidades
Ya desde finales del siglo XVIII, la Ilustración vio en la educación una herramienta fundamental para alcanzar sus ideales de libertad, igualdad y democracia, pero también de preparación de la mano de obra necesaria para la economía industrial naciente. A pesar de todo, la implantación universal y obligatoria de la educación en los países más industrializados no fue un hecho hasta más tarde. La educación primaria se universalizó solo en algunos países en la segunda mitad del siglo XIX, y la secundaria, después de la Segunda Guerra Mundial.
A la educación se le encargan diferentes tareas:
  • Por una parte, se le pide que forme ciudadanos responsables y autónomos y, al mismo tiempo, preparados para que sean la fuerza de trabajo (cualificados para trabajar); es decir, que ejerza una función socializadora.

  • Por otra parte, también se le exige que permita a todos los individuos, con independencia de su origen, desarrollar sus capacidades y aptitudes.

Como tarea esencial, a la educación se le pide que asegure el carácter meritocrático de la sociedad, es decir, que se valore a cada uno según sus méritos, no según sus herencias sociales.
La sociología se aproxima a esta institución social de varias formas:
  • Por un lado, existe una tradición que analiza la educación como medio para la integración social y la consecución del ideal meritocrático en el sentido de distribución de la mano de obra en las posiciones adecuadas. El funcionalismo es un ejemplo de esto.

  • Del mismo modo, hay otro punto de vista que enfatiza la incapacidad de la escuela para garantizar la igualdad de oportunidades.

En el siguiente subapartado estudiaremos estos dos puntos de vista.
2.2.2.Optimismo de posguerra y examen del ideal meritocrático
Ya desde Comte la educación ha sido objeto de atención por parte de la sociología, pero hasta después de la Segunda Guerra Mundial no aparece la sociología de la educación como disciplina autónoma.
En el marco del optimismo que acompañó al rápido crecimiento económico de los años cincuenta y sesenta, se dirigió la atención a la importancia de los recursos humanos para el desarrollo tecnológico y económico. De aquí surgió la expansión educativa y, como correlato, la teoría del capital humano, que considera que la inversión en capital humano (educación) produce beneficios individuales (mejor productividad y salario) y sociales (renta nacional más elevada).
A mediados de los años cincuenta, la sociología se empezó a preguntar sobre el ideal meritocrático que residía en la base de la teoría del capital humano. Si el sistema educativo garantiza el desarrollo de las capacidades y las aptitudes de los individuos con independencia de su origen social, ¿cómo es posible que las clases superiores tengan una probabilidad más elevada de acceder a los estudios universitarios, tal y como evidenciaban las estadísticas?
A partir de entonces ha habido infinidad de aportaciones que han puesto en duda, por diferentes motivos, tanto la teoría del capital humano como el papel de la educación en tanto que instrumento para vehicular la igualdad de oportunidades. Aquí nos centraremos en estas últimas, que surgen en el momento en que se constata que la igualdad de acceso a la enseñanza, alcanzada en los años sesenta y setenta, no implicaba igualdad de resultados.
Si los resultados no se distribuían por azar, sino que a una posición más privilegiada le correspondía una probabilidad más elevada de obtener un buen resultado escolar, esto quería decir que había una desigualdad relacionada con el origen social, que podía ser de capacidad genética o de influencia cultural. Algunos autores han investigado e investigan la posibilidad de que exista una mejor predisposición genética a la escuela por parte de los hijos de familias acomodadas, pero la gran mayoría de las investigaciones se dirigen a estudiar la influencia del origen social.
De esta manera aparecieron las primeras teorías del handicap cultural, que fijaban la atención en la extracción social y familiar de los individuos. El informe Coleman demostró que la principal variable para explicar el rendimiento escolar no era la escuela y sus equipamientos, sino el origen social y familiar de los alumnos. Asimismo, puso en evidencia que los hijos de familias desfavorecidas desde el punto de vista económico mejoraban su rendimiento cuando tenían amigos de una posición social más elevada.
Ahora bien, ante una posible imagen de la educación como agente neutro que no hace sino constatar una serie de desigualdades preexistentes de origen, también hay autores que han destacado el papel activo de la escuela en la consagración de estas desigualdades.
Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, por ejemplo, advierten que el hecho de que la cultura escolar coincida con la de la clase dominante hace que la desigualdad se reproduzca mediante lo que llamamos ideología del don. Esta ideología consiste en la inclinación que tiene la escuela (desde el momento en que atribuye a los alumnos con mejores resultados la posesión de un don especial) a reforzar la seguridad en sí mismos de los alumnos que se encuentran mejor preparados no tanto por condiciones genéticas como por influencias familiares.
De este modo, el handicap cultural puede no ser ningún handicap, sino sencillamente una diferencia de arbitrariedades culturales: mientras que las clases privilegiadas tienen una cultura familiar análoga a la de la escuela, las clases inferiores tienen una que en la escuela carece de valor. Esto hace que Bourdieu y Passeron aseguren que cualquier acción pedagógica implica una violencia simbólica consistente en considerar como universal la cultura de la clase dominante.
Basil Bernstein es el autor de una aproximación similar que se fundamenta en la distinción entre el código lingüístico utilizado por los alumnos de diferentes procedencias sociales: el código restringido y el código elaborado.
a) El tipo de discurso de los alumnos de clase baja representa un código restringido, muy relacionado con un contexto cultural y con supuestos no explícitos y, por tanto, adecuado para la experiencia práctica.
b) Los alumnos de clase media, en cambio, acostumbran a utilizar un código elaborado, mucho más abstracto y sistemático, con independencia del contexto particular. En la clase media, la educación de los niños y niñas no se basa tanto en la recompensa o la recriminación directa como en la clase trabajadora, sino en un control fundamentado en la explicación de las razones y los principios que lo guían. Este tipo de código se adecua mucho mejor a las exigencias de la escuela, la cual se fundamenta en un conocimiento abstracto y sistemático.
Otros autores enfatizan lo que consideran la verdadera función de la escuela, que subyace tras la incapacidad de garantizar la igualdad. Esta verdadera función consistiría en dar respuesta a las necesidades del capitalismo industrial de asegurar el respeto a la autoridad y la obediencia, ambas indispensables para incorporarse al puesto de trabajo. Iván Illich, en esta dirección, advierte de la importancia del currículum oculto de las escuelas: todo lo que se aprende, con independencia del contenido formal de las lecciones, es a pasarse horas y horas sentado sin hablar, prestando atención a una serie de monólogos de profesores que los alumnos consideran muy aburridos, o someterse a un horario rígido y a una organización racional del tiempo. En otras palabras, a saber cuál es el puesto de cada uno y quedarse allí quieto sin moverse. Illich defendió la desescolarización de la sociedad.
El inglés Paul Willis es el autor de un estudio etnográfico que se ha convertido en un clásico en este tipo de debates. Willis analizó con detenimiento un grupo de alumnos de una escuela inglesa a partir de la que se ha denominado cultura de la resistencia (de abierta oposición a la institución escolar). El estudio evidenció que, a pesar de que estos jóvenes poseían un conocimiento mucho más preciso de las relaciones de autoridad propias de la escuela que los alumnos aplicados, no lo utilizaban para colaborar y tener éxito, sino para enfrentarse a la institución. Eran alumnos que querían acceder al mundo del trabajo lo antes posible para adquirir el estatus adulto derivado del mundo laboral, lo cual les movía a reproducir la posición social subordinada de sus padres de clase trabajadora.
Otros autores elaboran modelos que, para explicar el éxito escolar desigual, presentan los cálculos racionales de los alumnos y sus familias. Mientras que los obreros tenderían a subestimar por inciertas las ventajas futuras de una educación prolongada y a sobrestimar sus costes presentes, las clases altas seguirían la dirección opuesta, con lo cual se explicarían las diferencias en el éxito escolar. Según Raymond Boudon, la combinación de este análisis con las perspectivas de la subcultura de clase y del handicap cultural constituyen la mejor solución al rompecabezas planteado por las desigualdades de éxito escolar.
Ante este tipo de estudios que acentúan la reproducción social mediante la escuela, también hay otros que, en una aproximación más microsociológica, han estudiado qué sucede en los centros y qué variables pueden ayudar a reducir esta reproducción de las desigualdades. De esta manera, se han descubierto variables internas a la escuela que sí tienen un papel determinante en el éxito escolar, a pesar de que las escuelas que reúnen las variables identificadas como positivas acostumbran a ser aquellas a las que asisten los estudiantes de origen social más elevado.
Por tanto, el debate sobre la educación y la igualdad de oportunidades no está cerrado y, a pesar de la incapacidad de la sociología para construir una respuesta unitaria, las diferentes aportaciones que ha realizado han sido importantes.
2.2.3.El género y la escuela
Así como hasta ahora hemos expuesto las aportaciones sociológicas en la relación entre clase social y escuela, también se ha estudiado, a pesar de que no tan extensamente, la relación entre género y la institución escolar. Aunque la presencia de las mujeres en la universidad ha aumentado mucho, ¿cómo es posible que haya carreras en las que todavía se encuentran en clara minoría? ¿Es por una cuestión genética que conforma su cerebro para un tipo de conocimiento diferente del de los hombres, tal y como algunos estudios se atreven a afirmar? Y ¿hasta qué punto la educación conjunta de los chicos y las chicas es sinónimo de reducción de las desigualdades de género y de una educación igualitaria?
Diferentes investigaciones han evidenciado que el currículum oculto de la escuela promueve las diferencias sexuales, tanto por lo que respecta a la forma de vestir como a la de comportarse.
Los alumnos reciben, durante su paso por la escuela (y evidentemente también fuera de ella), multitud de influencias sexistas, con frecuencia de manera involuntaria, tanto de los compañeros y compañeras de clase como del personal docente y los libros de texto. Incluso el trato por parte del profesorado más comprometido con la igualdad de género acostumbra a diferenciar, de manera inconsciente, si el alumno es de sexo masculino o femenino.

2.3.La fraternidad

Hasta ahora hemos podido constatar la relación entre la sociología y los límites en la aplicación de los ideales de libertad e igualdad. Para hacerlo, hemos propuesto algunos ejemplos parciales y concretos que nos han permitido tratar de forma algo más directa estos ideales tan abstractos: para hablar de los actos, de la libertad, nos hemos centrado en la autonomía individual en el campo de la cultura, y para hablar de los tratos, de cómo es tratada la gente, el tema elegido ha sido la igualdad de oportunidades en la escuela.
Ahora acabaremos el recorrido por los tres ideales de la Revolución Francesa con el de fraternidad, otro concepto abstracto y nebuloso que ilustraremos con una cuestión concreta. Para tratar el ideal de la fraternidad desde un punto de vista un poco más concreto, es decir, de los pactos y los vínculos, hablaremos del proceso de globalización.
¿Qué relación se establece entre el ideal de fraternidad y la globalización?
Si pensamos en la misma palabra fraternidad en sí, veremos que proviene del latín frater (‘hermano'). El sentimiento de solidaridad no nace de la nada, sino en un marco de referencia concreto (la familia, la nación, etc.). Este marco es el que define en gran parte quiénes somos, lo cual está condicionado por la forma como nos ven los demás. Y este quiénes somos hace referencia a cómo nos pensamos. En función de cómo está definido nuestro marco de referencia (familia, nación, amistades, barrio, etc.), pensaremos la fraternidad de una manera o de otra.
La solidaridad en un mundo globalizado
El ejemplo de las organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD) o del confusamente llamado Movimiento Antiglobalización son muy ilustrativos, ya que nos permiten observar que la solidaridad tiene, hoy día, algunas nuevas características. La solidaridad y la fraternidad hacia el Tercer Mundo solo tienen sentido en un mundo globalizado en el que los individuos de Barcelona, por ejemplo, piensan de alguna manera en términos de una sociedad mundial. Hace unos cincuenta años, a mucha menos gente se le pasaba por la cabeza crear organizaciones de este tipo o participar en ellas.
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2.3.1.Mundo global y sociología
Una buena forma de empezar es definiendo el mismo concepto de globalización, que determina el proceso que hace que la población del mundo se encuentre cada vez más relacionada con una única sociedad. Hace referencia, por tanto, a la mundialización. Por la televisión (un aparato japonés) veíamos series norteamericanas y noticias de África; y vamos a trabajar en un coche alemán escuchando música de Estados Unidos. A esto nos referimos cuando hablamos de una sociedad cada vez más mundializada, a pesar de que la mayor parte de las interacciones las continuamos teniendo en el ámbito local.
Es habitual que cuando hablamos de una sociedad pensemos inmediatamente en un país o una nación determinada. Sin embargo, la verdad es que las interdependencias entre las diferentes partes del mundo son cada vez mayores y los flujos de intercambio, en consecuencia, más importantes.
Desde la vida social extremadamente local de la Edad Media europea, por ejemplo, a la magnitud de los intercambios económicos, culturales y políticos de hoy día, el cambio es impresionante, y la estructura de la conciencia de los individuos –y, por tanto, su identidad– no queda al margen.
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, nuestro contacto con una realidad que no es exclusivamente local es continuo: las noticias nos hablan de países que nunca visitaremos y justo después informan de un accidente de coche que ha habido en una calle cercana a la nuestra; consumimos con normalidad productos que han sido elaborados o diseñados en la otra punta del mundo; nos divertimos de una manera muy parecida a como lo hacen en Estados Unidos o en el resto de Europa, etc. Esto es la mundialización, la aparición progresiva de una sociedad de alcance mundial que caracteriza el fenómeno de la globalización.
La noción de globalización se extendió durante los años ochenta, y durante los años noventa apareció en la ciencia social lo que denominamos paradigma de la globalización, que se caracteriza por prestar una especial atención al espacio en detrimento del tiempo. Hasta ahora la ciencia social ha dado importancia a los modelos de explicación temporales, como por ejemplo el que fija el estadio en el que se encuentra cada sociedad (sociedad tradicional, sociedad moderna o sociedad posmoderna, por citar algunas). El paradigma de la globalización, en cambio, prefiere estudiar cada realidad social de acuerdo con su interdependencia con el resto de las realidades sociales contemporáneas: no analiza la realidad de un país en relación con el hecho de que está en vías de desarrollo, sino que se fija en las relaciones de interdependencia con el resto del planeta en un mismo momento de tiempo.
El objetivo es, por tanto, estudiar los procesos socioculturales y las formas de vida que están emergiendo en el nuevo marco global de la vida social (en sustitución del marco establecido por el estado nación). No estudian la sociedad de un país, sino la sociedad mundial.
Este nuevo marco global de la vida social no es nuevo, sino que viene de lejos. Ya en la antigüedad, los viajes, las guerras y el comercio trascendían el carácter local de la vida social. Ahora bien, con el impulso colonizador y la industrialización, el impulso del proceso globalizador tomó un nuevo cariz, y durante las últimas décadas está alcanzando unas dimensiones sorprendentes.
Fijémonos, muy brevemente, en algunas de las aportaciones que ha hecho la sociología en relación con tres de las cuestiones que plantea:
1) cuáles son las características fundamentales de la globalización;
2) si la globalización conlleva o no una homogeneización cultural, y
3) la manera como esta misma globalización afecta a la organización de las desigualdades sociales.
2.3.2.Características fundamentales
La sociología a menudo nos recuerda que aquello que nos parece nuevo no es sino una acentuación de dinámicas que vienen de muy lejos y que se presentan como nuevas por el alcance que toman en un momento dado. La globalización no es una excepción. Anthony Giddens, por ejemplo, nos ofrece pistas para comprender los elementos centrales de la globalización a partir de sus reflexiones sobre la modernidad. Giddens propone hablar de desenclave de los sistemas sociales, entendido como el resultado de "desenganchar" las relaciones sociales de sus contextos locales de interacción y su reestructuración consiguiente en intervalos espacial y temporalmente indefinidos.
El autor inglés explica que, para este desenclave, debe existir con anterioridad un distanciamiento espacial y temporal (los medios de comunicación como el coche, el tren, la televisión o el teléfono, y por descontado Internet, permiten romper la continuidad entre espacio y tiempo). Una vez se rompe la continuidad, se hace una reconstrucción, una recombinación de los elementos en extensiones indefinidas. Esta recombinación es, de hecho, una abstracción y requiere la noción de fiabilidad. En otras palabras, la separación entre espacio y tiempo provoca que, cuando yo cojo un avión o miro un informativo por televisión, como no conozco a los mecánicos ni a los periodistas que redactan las noticias, tenga que confiar en que habrán hecho bien su trabajo. Si hago una donación a una ONG, tengo que confiar en que este dinero será utilizado correctamente. La separación del espacio y el tiempo implica que continuamente tenemos que confiar en sistemas simbólicos y expertos sin los cuales no podríamos vivir.
Estas reflexiones en torno a la modernidad, no hay ni que decirlo, entroncan directamente con las características del proceso de globalización. De alguna manera podemos considerar el proceso de globalización como una acentuación de las dinámicas implícitas en la modernidad. Manuel Castells utiliza el concepto de sociedad red, que se fundamenta en la globalización de las actividades económicas y su organización en redes, pero también en los cambios en el trabajo en la dirección de una mayor flexibilización e inestabilidad laboral. Las bases materiales de la vida, el espacio y el tiempo se transforman en un espacio de flujos y un tiempo atemporal, que produce conflictos con identidades locales que se resisten a estos cambios. Es en este sentido en el que se podrían analizar tanto lo que algunos consideran un retorno del nacionalismo, como la misma Al Qaeda, pero también lo que Richard Sennett denomina la corrosión del carácter.
2.3.3.Homogeneización y diversidad cultural
A la hora de discutir las implicaciones culturales de la globalización, algunos autores aseguran que la mundialización nos lleva a una homogeneización progresiva (cultural, económica, social) que eliminará la diversidad. Así pues, afirman que todos comeremos lo mismo, veremos los mismos programas de televisión y nos divertiremos de la misma manera. Según ellos, en la Coca-Cola, la pizza, McDonald's y Hollywood tenemos la viva muestra de esta homogeneización.
Otra forma de analizar la situación es la que ahora presentamos: a pesar de que es cierto que se está produciendo una mundialización progresiva, también lo es que siempre habrá una producción de diversidad local que limitará esta homogeneización. Incluso se ha creado un nuevo concepto, el de "glocalización", que hace referencia a la creación global de la localidad. La globalización progresiva, es decir, la creación de un marco de referencia global, estaría creando la necesidad de referentes concretos y próximos para identificarse y abocar en ellos los sentimientos. La creación de marcos de referencia locales que satisfagan esta necesidad producida de manera global sería lo que se conoce como "glocalización".
Coca-Cola
Un ejemplo que puede aclarar esta idea es el hecho de que la Coca-Cola, el símbolo de la globalización por excelencia, promociona el particularismo anunciándose en cualquier espectáculo, fiesta mayor o concierto, por muy particular que sea (al mismo tiempo, claro está, crea anuncios que se ven en todo el mundo sin necesidad de adaptarlos a ningún particularismo).
Otros teóricos van más allá y niegan cualquier tipo de globalidad universal y aseguran que, después de la modernidad protagonizada por el estado nación, desde los años sesenta estamos viviendo el momento de la globalización caracterizada por el interculturalismo y la hibridación conflictiva. El estado nación se habría convertido, desde este punto de vista, en aquello que idearon las elites del siglo XIX para proporcionar un marco de referencia a las personas, donde se incluían el individualismo, la elección y la democracia. La pregunta que se hacen en estos momentos es la siguiente: ¿qué va a pasar ahora, cuando este vínculo o marco de referencia se está rompiendo?
2.3.4.Organización de la desigualdad
Al principio habíamos hablado de las ONG para el desarrollo y del denominado Movimiento Antiglobalización como muestras de la transición de un marco de referencia local, estatal o nacional a otro mundial. En estos dos ejemplos vemos cómo el fenómeno de globalización afecta a la conciencia de las personas y la manera como planteamos nuestros vínculos. A la globalización también hay que mirarla como el proceso que transforma nuestra manera de entender los conflictos sociales y las desigualdades. El poder de la información y la comunicación, y el juego de flujos e interdependencias hace que se transformen las maneras de entender los conflictos sociales.
Zygmunt Bauman, una de las voces más respetadas para entender los cambios sociales contemporáneos, apunta que la globalización no es un proceso de homogeneización del planeta, sino de separación y polarización entre los flujos de poder que trascienden la territorialidad, por un lado, y las localidades lentas y pesadas, por otro. Según este punto de vista, las localidades y aquellos que están allí "atrapados" quedan sujetos, en gran parte, a los flujos de poder deslocalizado.
Los cambios implícitos en el proceso de globalización, por lo tanto, hace que cambie no solo nuestro marco de referencia, sino la manera de pensar los conflictos y las alianzas sociales. Esto hace necesario el desarrollo de nuevas formas políticas y sociales para organizar nuestra vida colectiva. La fraternidad ya no se puede contemplar en el marco del estado-nación, sino que requiere nuevas instituciones que se adapten a los cambios sociales. Organizaciones del siglo XX como las Internacionales Socialistas y las Naciones Unidas eran intentos primerizos –y poco logrados– de dar forma a esta necesidad. Actualmente, ganan fuerza organizaciones o movimientos como los foros económicos y sociales, las plataformas antiglobalización o instituciones como el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial de la Salud. Son tentativas, muy diferentes unas de otras, que buscan institucionalizar nuevas maneras de organización social y los conflictos que provocan, pero lo cierto es que, en general, la organización en torno al estado-nación –y la competencia entre estados-nación– continúa monopolizando el funcionamiento de las instituciones políticas. No hay duda, sin embargo, de que la manera como pensamos la fraternidad se ha transformado irreversiblemente.
Cerramos así este rápido recorrido por la sociología, desde los clásicos hasta ahora. Ante el peligro de manejar nombres, escuelas y teorías, estas tres ilustraciones han sido nuestra manera de acercaros a esta ciencia social que llamamos sociología.

Resumen

En el módulo que acabamos de presentar hemos intentado dar a conocer un mapa general de lo que ha sido la sociología desde los años treinta hasta este siglo. En primer lugar hemos visto que, después de los clásicos, la sociología se desarrolla sobre todo en Estados Unidos. En un principio, mientras que en Europa la institucionalización de la disciplina fue muy débil, en los Estados Unidos –y en especial en Chicago– fue rápida y enérgica. A partir de los años treinta, pero sobre todo de los cuarenta, el funcionalismo de Talcott Parsons y Robert K. Merton se convirtió en el paradigma hegemónico, y los sondeos de opinión de Lazarsfeld, en el modelo de investigación empírica por excelencia. Tras las tradiciones nacionales de la época de los clásicos, esta fue la primera vez que se conformó una cierta cultura sociológica internacional.
La década de los sesenta supuso el declive del funcionalismo. La guerra de Vietnam, las demandas de investigación social del estado del bienestar y el surgimiento de movimientos de protesta convirtieron el paradigma funcionalista en poco adecuado. Después del consenso en torno al funcionalismo, se alcanzó un nuevo acuerdo, en este caso no sobre la validez de algún paradigma nuevo, sino sobre la inviabilidad del funcionalismo. La investigación social evolucionó del sondeo de opinión y el estudio de mercado a la investigación en políticas públicas.
Mientras tanto, en Europa, tras pasar la Segunda Guerra Mundial, se inició un resurgimiento de la sociología. Y Jürgen Habermas, Pierre Bourdieu y Anthony Giddens, tres autores críticos, se erigieron como las nuevas figuras europeas.
También hemos hablado de los movimientos centrífugos de la sociología actual. Las inacabables especializaciones empíricas, la aparición de áreas de estudio interdisciplinarias (el estudio de la mujer, de las minorías étnicas y sexuales o de los nuevos movimientos sociales, por ejemplo) y la gran variedad teórica han hecho que la sociología carezca en la actualidad de un perfil bien delimitado. Al mismo tiempo, sin embargo, la producción sociológica continúa creciendo.
Ante esta complejidad actual, hemos renunciado a ofrecer una visión comprensiva de las aportaciones teóricas y empíricas que ha efectuado la sociología desde la escuela de Chicago hasta ahora. En lugar de esto, mediante tres ejemplos hemos mostrado qué tipo de cosas aporta. Con el fin de hacer más explícito el carácter "moderno" de la disciplina, cada uno de estos ejemplos estaba relacionado con uno de los tres ideales de la Revolución Francesa: la libertad, la igualdad y la fraternidad.
La sociología de la cultura nos ha servido para reflexionar los límites del ideal de libertad y de la autonomía individual. Hemos visto que la idea de un individuo autónomo y autosuficiente es una ficción con limitaciones empíricas importantes. Con la sociología de la educación hemos analizado el ideal de igualdad en relación con la igualdad de oportunidades en la escuela. En este caso también hemos tomado conciencia de algunos de los límites en la aplicación de este ideal. Y, para finalizar, con el estudio del proceso de globalización, hemos podido observar que la fraternidad está tomando nuevas formas diferentes de aquellas a las que estábamos acostumbrados.

Actividades

1. Buscad en algún buscador de Internet, qué entradas hay para ciencias sociales y sociología. Pensad si en efecto veis reflejados los movimientos centrífugos de los que hemos hablado en este módulo.
2. Tomad en consideración la trayectoria escolar de gente que hayáis conocido y analizad la posible influencia de su origen social (familia, amigos, barrio, etc.).
3. Analizad vuestro gusto en relación con vuestro entorno social e intentad relacionar otros gustos con orígenes sociales diferentes. Imaginad la reacción de la gente que os rodea si mostraseis un gusto muy diferente del que tenéis en la actualidad.
4. Pensad si Internet acentúa o modera el desenclave del que habla Anthony Giddens. ¿Cómo creéis que puede influir sobre el marco a partir del cual se construye la identidad?

Ejercicios de autoevaluación

1. Determinad cuándo y dónde se consolidó la sociología como disciplina académica.
2. ¿Cuándo se configuró una cultura sociológica internacional?
3. ¿Cuáles son y por qué se caracterizan las tres grandes fases de la investigación en Estados Unidos durante el siglo XX?
4. ¿Qué se entiende por reflexividad de la sociología?
5. ¿Hasta qué punto la escuela garantiza la igualdad de oportunidades y, por extensión, la posibilidad de movilidad social?
6. ¿Qué entendemos por globalización? ¿Guarda alguna relación con la identidad individual?
7. ¿Son sociología los estudios de la género?

Solucionario

Ejercicios de autoevaluación
1. Durante las primera décadas del siglo XX en Estados Unidos, primordialmente en Chicago.
2. Durante la hegemonía del funcionalismo, entre los años 1940 y 1960.
3. La primera fase es la protagonizada por la escuela de Chicago (1900-1930), que se caracterizó por el estudio de problemas sociales –como la inmigración o la marginalidad– con técnicas como la entrevista y la etnografía. La segunda fase (1930-1960) estuvo liderada por Paul Lazarsfeld y la Universidad de Columbia, y se caracterizó porque estudiaba audiencias y mercados con la ayuda de los sondeos y las encuestas. La tercera y última fase (desde el año 1960) se caracterizó por los estudios de políticas públicas y no tuvo ningún centro que la liderase. Coincidió, además, con una demanda creciente de investigación social por parte del estado del bienestar.
4. La reflexividad de la sociología es la capacidad de tomar conciencia de las propias determinaciones o, dicho de otra manera, del carácter no esencial, sino racional (producto de nuestras relaciones) del gusto, de la identidad, etc. Para Bourdieu, la reflexividad es lo que puede permitir la aparición de algo parecido a un ser humano autónomo.
5. Diferentes investigaciones sociológicas han demostrado que la escuela por sí misma no es garantía de igualdad de oportunidades, ya que en gran parte solo acaba reproduciendo la estructura social existente. A pesar de todo, algunos estudios han conseguido identificar variables microsociológicas de los alumnos a causa de su origen social.
6. La noción de globalización hace referencia al proceso que hace que la población del mundo esté cada vez más relacionada con una única sociedad, es decir, a la mundialización. Es lo que podríamos llamar la aparición de una sociedad de alcance mundial. Este cambio de marcos de referencia comporta consecuencias importantes para la identidad.
7. Los estudios de la mujer son áreas de estudio interdisciplinarias o transdisciplinarias que, como otras áreas que han ido apareciendo desde los años sesenta, participan de las antiguas ciencias sociales (psicología, sociología, economía, historia, etc.).

Bibliografía

Bibliografía básica
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Bauman, Z. (1999). La globalización: consecuencias humanas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
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Giddens, A. (1991). Sociología. Madrid: Alianza.
Gil Villa, F. (1994). Teoría sociológica de la educación. Salamanca: Amarú Ediciones.
Bibliografía complementaria
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Berger, P. L.; Berger, B.; Kellner, H. (1979). Un mundo sin hogar (modernización y conciencia). Santander: Sal Terrae.
Bourdieu, P. (1988). La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.
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