Alternativas al sistema capitalista

  • Àngel Cebollada

  • Esteve Dot

  • Ana Vera

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Introducción

Desde la década de 1980 hasta ahora, después de los decenios de fuerte crecimiento económico y el advenimiento de los estados del bienestar, la sociedad occidental plantea que el capitalismo como sistema no es compatible con los valores democráticos (la igualdad de oportunidades o la garantía de los derechos humanos universales), ni económicos (la acumulación de riqueza), ni productivos (la explotación laboral y la diferencia salarial por género), ni tampoco medioambientales (la contaminación atmosférica y el cambio climático). De este hecho, surge la pregunta: ¿qué otras nuevas opciones de sistema hay?
Algunas de las alternativas argumentan el decrecimiento como concepto político, económico y social. El término decrecimiento nace en la década de 1980 por la toma de conciencia de las consecuencias del consumo de recursos naturales por encima de su generación natural en el que se basa la sociedad de consumo. A posteriori, a partir de los años noventa empieza a tomar fuerza como movimiento. Uno de sus máximos ideólogos y exponentes es el economista Serge Latouche.
En este contexto de cambio, aparece el concepto de soberanía alimentaria, entendido como el derecho de los pueblos a determinar las políticas agrícolas y alimentarias que los afectan. El acceso a la tierra, a los recursos naturales, a la alimentación sana y saludable, y la ruptura con las políticas internacionales que han regulado la producción y el comercio agrícola son las bases de la alternativa alimentaria.
No obstante, existe el movimiento que defiende la soberanía energética alejándose del modelo económico que tiene como base material la extracción y la combustión de recursos fósiles (petróleo, gas, uranio y carbón), y que es gran generador de impactos, tanto en el medio como en las personas.
En el apartado de decrecimiento se trabaja:
  • La presentación de alternativas de organización económica y social diferentes al sistema capitalista.

  • La descripción de los orígenes del modelo que defiende el decrecimiento.

En el apartado de las nuevas soberanías:
  • Mostraremos qué se entiende por soberanía como una estrategia que rompe con las políticas neoliberales promovida por diferentes instituciones internacionales.

  • Introduciremos la soberanía alimentaria y energética para un desarrollo sostenible.

Y finalmente, en el apartado de indicadores para medir el desarrollo, se hace referencia a:
  • La aproximación al concepto de desarrollo y la manera de medirlo.

Objetivos

Los objetivos principales que se deben alcanzar son los siguientes:
  1. Describir los modelos económicos tradicionales del sistema capitalista.

  2. Presentar el impacto económico, social y ambiental de las políticas tradicionales.

  3. Considerar el debate entre desarrollo sostenible y decrecimiento.

  4. Estudiar algunas de las prácticas del decrecimiento como son las nuevas soberanías.

  5. Entender la aparición, la evolución y el estado actual de la soberanía alimentaria y energética.

  6. Identificar otros indicadores no económicos para analizar el bienestar de la sociedad.

1.Decrecimiento

Desde comienzos del siglo XXI, ha surgido un movimiento internacional que preconiza el decrecimiento como modelo social alternativo al modelo social y económico actual. De manera concisa, el decrecimiento es, básicamente, una crítica a la economía del crecimiento.
El debate actual en torno a este término se considera que arranca a principios de los años 2000. Por un lado, en la ciudad francesa de Lyon, raíz de protestas en favor de una ciudad libre de coches, de comidas comunales en las calles, de cooperativas de alimentos y de campañas contra la publicidad, se inicia la difusión de la propuesta de decrecimiento por parte de activistas en favor de un cambio social. Por otro lado, en el año 2002 se celebra en París la conferencia Defáire le développement, refaire le monde, convocada por la UNESCO, que posibilitó la conexión entre los activistas ecologistas y la comunidad académica por el posdesarrollo.

1.1.Los orígenes del término

La creación de la palabra decrecimiento es anterior a las protestas del año 2000, según los investigadores Giacomo de Alisa, Federico Kallis y Federico Demaria, del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la UAB. Lo sitúan en 1972, cuando el intelectual francés André Gorz utiliza el término décroissance. En los años inmediatamente posteriores, como reacción a la publicación del informe Los límites del crecimiento, aparecen más publicaciones usando este término.
En este sentido, hay que remarcar la publicación del mencionado informe en 1972 como un hito importante a la hora de marcar un aviso a los límites ecológicos del planeta. Este informe fue un encargo que el Club de Roma (que era un lugar de encuentro de expertos de diferentes países) realizó al Massachusets Institute of Technology (MIT). También se lo conoce como Informe Meadows porque dos de sus autores se denominaban así. Este informe creó un modelo en el que se recogía toda una serie de variables socioambientales (recursos, producción de alimentos, demográficas, económicas, de contaminación, etc.) para estudiar la evolución que habían tenido a lo largo del siglo XX y la previsión de futuro que se preveía que seguirían. Con el supuesto de un ritmo de crecimiento similar o superior al que se estaba dando, los autores pronosticaban que en pocos decenios el planeta entraría en colapso. Con unos ritmos de crecimiento más bajos, este fenómeno tan solo se retrasaría, pero inevitablemente también sucedería. Por eso los autores pensaban que la solución se encontraba en el crecimiento cero: estancamiento del crecimiento demográfico y mantenimiento de la producción económica estable en el tiempo.
La crisis del petróleo de 1973 animó la reflexión crítica en torno a los límites del crecimiento, pero una vez pasada la crisis, la política de enfrentamiento de bloques (Oriente y Occidente) y el neoliberalismo en el bloque occidental, el tema (y con él las aportaciones en torno al término decrecimiento) perdió interés hasta su reaparición en la escena pública (social y académica) a comienzos del nuevo milenio.
Figura 1. Los límites del crecimiento, 1972
Fuente: D. H. Meadows (1972). Los límites del crecimiento. Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad. México: Fondo de cultura económica.
Fuente: D. H. Meadows (1972). Los límites del crecimiento. Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad. México: Fondo de cultura económica.

1.2.Las críticas del decrecimiento al modelo social y económico

Los precursores del decrecimiento creen inviable que en un planeta limitado, con los recursos finitos, se pueda crecer indefinidamente. Pero además de la crítica a este elemento tangible, los difusores de la idea del decrecimiento preconizan un profundo cambio de mentalidad de la sociedad sobre ciertos aspectos que, de una manera acrítica, se dan por verdaderos. Uno de estos aspectos es lo que ellos denominan el mito del crecimiento. Por eso en la bibliografía sobre esta temática se utiliza el término descolonizar el imaginario.
La creencia social en el crecimiento es tal que, según los defensores del decrecimiento, se emplean otros términos como sinónimo de este. El principal es el concepto de desarrollo.
La palabra desarrollo, en su aceptación actual, es relativamente nueva. Se empleó por primera vez a finales de la década de 1940 en un discurso del presidente norteamericano Harry Truman en el que anunciaba los pilares de la política exterior de Estados Unidos para hacer frente a los peligros de la expansión territorial del área de influencia soviética. Estos pilares eran:
1) La disuasión militar por medio del armamento nuclear.
2) Las ayudas para la reconstrucción de Europa.
3) La ayuda a los países más pobres del planeta para que se pudieran «desarrollar de acuerdo con el modelo occidental».
El economista francés Serge Latouche (2009) considera que el término desarrollo definido así por Truman es, simplemente, sinónimo de crecimiento económico, y que el núcleo duro de la definición se relaciona con valores como el universalismo, el dominio de la naturaleza y la racionalidad cuantificable. Este mismo autor expone que es un concepto occidental y que no es compartido por la mayoría de las cosmovisiones diferentes a esta.
Probablemente, en la teoría de desarrollo en etapas, dentro de la teoría de la modernización de Rostow, es donde se muestra más claramente la asociación entre desarrollo y crecimiento.
Walter Rostow, economista norteamericano de origen ruso, escribió en 1960 un libro titulado Las etapas de crecimiento económicas. Un manifiesto no comunista (figura 3).
En esta obra, Rostow periodiza el proceso hacia el desarrollo con una serie de etapas por las cuales todos los países deberán pasar (si no lo han hecho ya). Por lo tanto, es un camino lineal en el que no caben alternativas, solo es cuestión de tiempo, y muestra claramente la relación desarrollo-crecimiento. El autor emplea una metáfora en la que cada país es un avión. Inicialmente, todos los aviones están en el aeropuerto; después de un periodo de calentamiento de los motores, el avión toma impulso y se eleva hasta lograr la altura necesaria de vuelo tranquilo. En total, cinco son las etapas previstas de crecimiento económico:
1) Sociedad tradicional, propia de la etapa preindustrial para los países del Norte Global y de los países que aún no han iniciado un proceso de industrialización. Se trata de una sociedad estática con una fuerte estratificación social. Su economía se basa principalmente en la agricultura de subsistencia y en unas pocas actividades artesanales. En esta etapa, el avión está parado en la pista y se puede pasar allí mucho más tiempo.
Figura 4. Modelos de crecimiento económico de Rostow
Fuente: Méndez y Molinero (1998, pág. 52).
Fuente: Méndez y Molinero (1998, pág. 52).
2) Etapa previa al despegue. Rostow considera que esta es la etapa decisiva, puesto que permitirá el desencadenamiento de una serie de procesos que guiarán al país al desarrollo. En esta etapa, se hace necesaria la inversión de capital en sectores básicos. Dada la imposibilidad de hacerlo con capital interno, este debe venir del exterior. Los sectores básicos son: infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, embalses, etc.), que permitirán la puesta en marcha de la economía, y la exportación de materias primas, que pondrá el país en el circuito comercial internacional. En esta etapa, se producen cambios sociales y aparece una nueva élite formada en el extranjero.
3) Etapa de despegue (take-off). Empieza a producirse un proceso de industrialización, primero con unos cuantos sectores de producción. Una parte significativa de la población trabaja en la industria, y a nivel social y politicoinstitucional se producen cambios que favorecen el crecimiento económico.
4) Camino de la madurez. Crecimiento de todos los sectores de producción. El crecimiento económico empieza a beneficiar a amplias capas de la población y las desigualdades sociales disminuyen.
5) Sociedad de consumo de masas. Advenimiento de la sociedad de los servicios. La producción industrial lleva añadido un alto valor tecnológico. Es la sociedad del bienestar, el país tiene un papel importante en las relaciones internacionales y el sistema político se basa en el parlamentarismo.

1.3.El debate entre desarrollo sostenible y decrecimiento

De manera prácticamente coetánea y compartiendo parcialmente las mismas fuentes de crítica, en los últimos decenios del siglo XX apareció un concepto que ha tenido una gran difusión y predicamento: el desarrollo sostenible.
Este concepto, a pesar de que apareció ya en 1980 en el documento de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), titulado la Estrategia Mundial para la Naturaleza, no toma relevancia pública hasta que no se publica en 1987 el informe Nuestro futuro común, encargado por Naciones Unidas a la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland (por eso este documento se ha popularizado con el nombre de Informe Brudtland). En este trabajo, se acuña la definición de desarrollo sostenible que se ha extendido más. En esta definición se dice que el desarrollo sostenible ha de ser capaz de satisfacer las necesidades de la población actual, pero sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas. Por lo tanto, en un planeta con recursos finitos y con una capacidad de absorción de los impactos también limitada, a priori hace falta un replanteamiento del modelo productivo, de la distribución de la riqueza y de la definición de las necesidades humanas.
En la década de los noventa del siglo XX, se produce una lucha por la apropiación del concepto de desarrollo sostenible.
Es significativo, por ejemplo, el título de un artículo de 1995, del economista Jorge Riechmann, titulado «Desarrollo Sostenible: la lucha por la interpretación». Por un lado, están los que defienden que para alcanzarlo es necesario un cambio profundo y radical del sistema social. Por otro, quienes consideran que en el marco del propio sistema capitalista es posible conseguirlo.
Finalmente, el concepto de desarrollo sostenible ha quedado integrado como objetivo de modernización del sistema social y productivo, como lo demuestra la apropiación que han hecho de él tanto las instituciones políticas y financieras como las grandes transnacionales. Sin embargo, otros autores, como el ya citado Serge Latouche, siempre han considerado que el propio término desarrollo sostenible es un oxímoron: no puede haber desarrollo (entendido como sinónimo de crecimiento) de una forma sostenible.
A lo largo de este último decenio, por lo tanto, encontramos dos opciones diferenciadas frente a una misma lectura de los impactos y límites ambientales del planeta.
Por un lado, los defensores del desarrollo sostenible, entendido como modernización ecológica, es decir, continuar dentro de la lógica del paradigma de la modernidad, pero incorporando el adjetivo ecológico o verde. En este caso, no se cuestiona el modelo socioeconómico y se cree que la tecnología y los mecanismos de mercado tendrán la capacidad de mantener los ritmos de producción sin usar tantos recursos.
Por otro lado, quienes creen que hay que construir una nueva sociedad con lógicas e intereses diferentes, redefiniendo las prioridades humanas y replanteando de arriba abajo las relaciones sociales y ambientales. Desde el decrecimiento no se cree que la modernización ecológica permita seguir con el modelo vigente sin llegar al colapso. Algunos de sus argumentos son los siguientes:
  • El objetivo último de los seguidores del desarrollo sostenible es el crecimiento económico y no la protección ambiental.

  • A pesar de la disminución de la intensidad en la extracción de los recursos naturales (es decir, hacer más con menos), el aumento generalizado de la producción anula con creces esta mejora.

  • No se produce la desmaterialización de la sociedad de los servicios, pues también estos requieren infraestructuras físicas materiales y, por lo tanto, recursos.

  • Difícilmente se dará una redistribución de la riqueza en cuanto que los intereses sociales son muy contradictorios para satisfacerlos a todos.

1.4.El decrecimiento como aglutinador de alternativas

Como se ha comentado al inicio de este apartado, el decrecimiento es una propuesta de transformación social y económica. Pero es también un conjunto de prácticas sociales transformadoras. Por lo tanto, no puede entenderse como una propuesta cerrada, sino más bien como un proceso transformador en curso.
Sin embargo, hay una serie de elementos globales que ayudan a comprender mejor esta propuesta. De una manera resumida puede decirse que:
  • El decrecimiento no es simétrico a crecimiento. Por lo tanto, no puede asociarse decrecimiento a crecimiento negativo. Como es bien sabido, un crecimiento negativo en el sistema capitalista significa crisis y pérdidas de derechos y oportunidades por parte de los colectivos más vulnerables de la sociedad. Pero el crecimiento tampoco significa bienestar. Si hasta ahora se los ha relacionado es porque el bienestar se asociaba a la posibilidad de acceder a bienes materiales, en definitiva, a tener capacidad de consumo.

  • El decrecimiento quiere un cambio cualitativo en la definición de las necesidades humanas y en aquello que nos acerca a la felicidad. No solo se trata de poner énfasis en el «menos», sino sobre todo en el «diferentes». Hay que replantear los tres pilares en los que se sustentan las sociedades de consumo: la publicidad, el crédito y la caducidad de los productos (o la obsolescencia).

  • El decrecimiento propone la politización de la ciencia en oposición a la tecnocratización de la política actual. Tal como argumenta Kallis y otros (2015, pág. 47), «es imposible mantener una distinción clara entre ciencia y política cuando se trata de temas relacionados con la economía mundial o el cambio climático, áreas donde se producen “guerras de verdades” y los valores condicionan los conocimientos que tienen los diferentes actores».

  • El decrecimiento quiere integrar conocimientos alternativos y pretende que la toma de decisiones no sea solo fruto de «comunidad de expertos», sino que se desplace esta toma de decisiones hacia «comunidades expertas».

Así, la propuesta del decrecimiento, que enfatiza que lo pequeño puede ser bonito, se relaciona con una serie de significados esenciales para incorporar a las prácticas cotidianas de las personas y que obligan a repensar los indicadores que sirven para medir el progreso social.
En cuanto a las prácticas cotidianas, que alcanzan la totalidad del quehacer diario de las personas, se basan en valores como el compartir, la simplicidad, la convivencialidad y el cuidado. En definitiva, se trata de establecer una nueva jerarquía de valores que ponga en el centro a la propia persona y su entorno, social y ambiental, en vez de poner en el centro de interés la búsqueda de la obtención de beneficio económico.
En los apartados siguientes se estudiarán:
  • algunas de las prácticas del decrecimiento, como son el ejercicio de las nuevas soberanías, y

  • la revisión de los indicadores que deben servir para medir de manera más coherente la evolución de los parámetros principales de la propuesta del decrecimiento.

2.Las nuevas soberanías

2.1.¿Qué entendemos por soberanía?

A lo largo de la historia, el concepto soberanía se ha ido redefiniendo en función de los cambios políticos, sociales y económicos. El concepto nació en Francia de la lucha constante de la realeza francesa por establecer su independencia del Imperio romano-germánico, y también mostrar su superioridad interna a los señores feudales. La primera definición la hizo el intelectual francés Jean Bodino en 1576 en su obra Los seis libros de la República, en la que definía que la soberanía era de potestad suprema y a perpetuidad. Bodino nunca dejó de considerar que el poder del Estado también era divino y de derecho natural. Estas afirmaciones se utilizaron para reafirmar la autoridad y el poder del rey sin ninguna limitación. En su obra, el autor identificaba dos tipos de soberanía: 1) la soberanía positiva, que la explicaba a partir de la unidad y centralidad del poder, y 2) la soberanía negativa, en la que era la independencia frente a los otros poderes lo que suponía la desaparición de las potencias supranacionales.
Posteriormente, el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) en Leviathan (1651), un tratado sobre la naturaleza humana y sobre la organización de la sociedad, justificó la soberanía para dar el poder absoluto al Estado. La sociedad daba todas sus libertades al monarca. En 1762, el escritor y filósofo francobelga Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), en su obra de filosofía política El contrato social, vuelve a reflexionar sobre el concepto de soberanía y hace referencia a la libertad e igualdad de los hombres de un Estado mediante un contrato social entre este y la población.
En el siglo XXI, el concepto de soberanía ha continuado redefiniéndose en términos geoeconómicos. El capital financiero actual es transnacional, las inversiones especulativas y los procesos constantes de deslocalización son algunos de los elementos que redefinen la soberanía y la manera como se ejerce. En el nuevo marco global, el estado tiene menos posibilidades de intervenir y, de hecho, comparte la soberanía con las grandes corporaciones, las agencias de acreditación internacionales y los organismos económicos globales.
Por ejemplo, los cambios de gobierno del año 2011 que Grecia e Italia tuvieron que hacer por la imposición de las reformas económicas exigidas por parte de la troika, formada por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central.
De las ideas de Rousseau, posteriormente surge el concepto de soberanía popular. Estas ideas están directamente relacionadas con las propuestas de soberanía alimentaria y soberanía energética, que situaría por encima de la soberanía el servicio del capitalismo global, que está siendo el principal impulsor de los recortes en derechos sociales de las clases populares europeas.

2.2.Las nuevas soberanías: soberanía alimentaria y soberanía energética

2.2.1.Soberanía alimentaria
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) estima que para el año 2015 hay aproximadamente unos 795 millones de personas que sufren desnutrición. Según la FAO, hay alimentos de sobra; el problema no es la falta de alimentos, sino tener acceso a ellos. La solución al problema del hambre no es producir más alimentos, sino producirlos localmente y hacerlos accesibles a toda la población.
Figura 5. Mapa del hambre en el mundo, 2015
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (2015) http://www.fao.org/3/a-i4674s.pdf.
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (2015) http://www.fao.org/3/a-i4674s.pdf.
En la década de 1960 se pensó que para luchar contra el hambre era necesario aumentar la producción de alimentos, subvencionar la exportación y optar por el libre comercio. La revolución verde era la herramienta para acabar con el hambre en el mundo, con los monocultivos de laboratorio y el uso abusivo de los fertilizantes químicos y pesticidas. Durante los veinticinco años de la revolución verde, la producción de trigo, arroz y maíz se duplicó, pero el hambre ha continuado creciendo y han aparecido nuevos problemas, como por ejemplo la población expulsada de la tierra por la extensión de los monocultivos, contaminación de las aguas y del suelo y la dependencia de las empresas transnacionales. El actual modelo económico potencia la producción de alimentos para la exportación sin tener en cuenta cuáles son las necesidades de la población local, y provoca que los ingresos de los trabajadores del campo dependan de la bolsa internacional. Además, aumentar la explotación y querer dominar la naturaleza para promover el desarrollo económico y acabar con la pobreza sirve para justificar nuevas tierras de regadío, la expansión agropecuaria, los procesos de deforestación o la pesca industrial. Los impactos más grandes son los que se generan de manera directa e indirecta por la destrucción y la degradación del medio ambiente. La pérdida de fertilidad del suelo, la tala de bosques y la ruptura del ciclo hidrológico con la construcción de grandes trasvases y presas para obtener electricidad, el desarrollo turístico o el regadío de productos destinados a la exportación, como por ejemplo el algodón, afectan a los pueblos más vulnerables y favorecen la desaparición de los pequeños productores locales.
La crisis del sistema alimentario no habría existido sin las políticas destructivas que han hecho que muchos países destinen prácticamente el 100 % de su producción agrícola a la exportación, en detrimento de su mercado nacional y producción local. Las producciones nacionales se fueron destruyendo, y los pequeños productores locales deben producir para las empresas multinacionales, mientras que estos países que se podrían proveer de alimentos han de comprarlos a estas multinacionales en el mercado mundial.
A continuación se exponen los tres ejemplos que Gustavo Duch, en su libro No vamos a tragar (2014), expone para mostrar cómo los acuerdos de liberalización del sistema internacional de comercio han hecho perder la soberanía nacional en materia alimentaria:
1) México producía maíz para poder abastecer al conjunto de la población, pero firmó el acuerdo de la NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y pasó de ser un país exportador a un país dependiente del maíz extranjero. Actualmente, el 30 % del maíz que se consume en México es importado, y además el precio del producto ya no depende de variables nacionales. En el año 2007, el precio se disparó hasta niveles muy elevados y provocó la crisis conocida como crisis de la tortita mexicana.
2) Hasta el año 1992, Indonesia podía abastecer de soja a su población. Pero cuando se empezaron a importar alimentos, la soja barata de Estados Unidos inundó el mercado. La consecuencia fue que la producción nacional de la soja se destruyó y actualmente el 60 % de la soja que se consume en Indonesia es de importación. En enero de 2008, el precio récord de la soja de importación hizo doblar el precio del tempeh y del tofu (la carne de los pobres).
3) Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), entre 1995 y 2004 el déficit de alimentos aumentó en un 81 %. En este periodo, la importación de alimentos aumentó un 102 %, el azúcar aumentó un 83 %, los productos lácteos un 152 % y las aves un 500 %. Según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, esta región tiene un potencial de producción de alimentos suficientes, pero un acuerdo forzado por la Unión Europea con los estados de África, el Caribe y el Pacífico (ACP) por el Acuerdo de Colaboración Económica para la liberalización del sector agrícola, tuvo consecuencias adversas para la producción de alimentos para abastecer a la población.
El concepto de soberanía alimentaria lo utilizó por primera vez la Vía Campesina, un movimiento internacional que aglutina 164 organizaciones de campesinos, pequeños y grandes productores rurales, mujeres rurales, comunidades indígenas, trabajadores agrícolas migrantes y sin tierras, y se encuentra en 79 países diferentes. En el año 1996, se celebró en Roma la Cumbre Mundial de la Alimentación, de manos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura; paralelamente, las organizaciones no gubernamentales celebraron el Foro Mundial de la Seguridad Alimentaria.
La Vía Campesina define el concepto como:

«el derecho de los pueblos a definir su propia alimentación y agricultura; a proteger y regular la producción y comercialización nacional a fin de lograr objetivos de desarrollo sostenibles; a determinar la medida en que quieran ser autosuficientes; a restringir el dumping (vender el producto a menor precio que su coste de producción); y a proporcionarle a las comunidades de pescadores artesanales la prioridad en la administración del uso de recursos acuáticos y los derechos sobre estos. La soberanía alimentaria no invalida el comercio, sino más bien fomenta la formulación de políticas y prácticas de comercio que sirvan a los derechos de los pueblos a la alimentación y a la producción inocua, sana y ecológicamente sostenible».

(http://www.viacampesina.org/es).

A partir de la definición anterior, hay cuatro características que hay que tener en cuenta:
1) Se trata de un concepto que ha nacido de los movimientos sociales.
2) Remarca la capacidad de los pueblos para definir el sistema alimentario, y la facultad de generar políticas que democráticamente estimen oportunas para establecer qué y cómo se produce, qué y cómo se distribuye, y quién y cómo los consume.
3) Propone un modelo de desarrollo socioeconómico alternativo al modelo agroindustrial: la agroecología y la economía campesina. El sistema alimentario debe ser culturalmente adecuado, ecológico y de producción extensiva (biodiversidad, agua, semillas, tierra); que sean energéticamente eficientes; que garanticen un ingreso económico justo para los productores; que se desarrollen en condiciones óptimas de reproducción social; que se basen en un sistema de distribución que garantice los criterios ecológicos, sociales y económicos, y que se respete el principio del derecho humano básico a la alimentación saludable y segura para la población.
4) Es una propuesta política alternativa a la agricultura industrial. La soberanía alimentaria tan solo hace referencia a la disponibilidad y acceso a los alimentos por parte de la población, no incide en los modelos alimentarios.
En resumen, la soberanía alimentaria incorpora la necesidad de garantizar la sostenibilidad ecológica, económica y social local, no solo de acceso a los alimentos. El modelo agrario que plantea la soberanía alimentaria y el modelo agroindustrial son antagónicos. La agroindustria es el resultado de las políticas neoliberales del Consenso de Washington, y se basa en grandes cadenas globales de producción y distribución controladas por empresas transnacionales, en la producción intensiva en monocultivo en grandes extensiones, la intensificación de la producción en un corto periodo de tiempo a través de tecnología variada (como los organismos genéticamente modificados o transgénicos), la propiedad intelectual y un mercado financiero específico que decida los precios internacionales de muchos productos alimentarios básicos.
2.2.2.Soberanía energética
En el conjunto de la Unión Europea, España, en el años 2015, es el país con la tarifa de la luz más alta, y al mismo tiempo es el país donde el beneficio que obtienen las empresas es el doble que el de las empresas europeas del mismo sector, según el Banco Central Europeo. El encarecimiento de las tarifas eléctricas, el aumento de la pobreza energética y la nula capacidad por parte de la población sobre el modelo energético son tres factores clave que han llevado a la sociedad a buscar alternativas al modelo energético actual.
La distribución desigual de recursos ha sido y es una cuestión geopolítica. El desarrollo económico de cada país ha estado directamente relacionado con el recurso de cada país, pero también con quien gestionaba la explotación.
Por ejemplo, la extracción de uranio está repartida entre Australia, Canadá, Kazajistán, Namibia y Níger; y en todo el mundo tan solo hay cinco empresas que tratan el mineral, y de estas, cuatro dominan el enriquecimiento del uranio.
En resumen, se trata de un desarrollo con consecuencias que afectan a toda la población, pero el control está en manos de muy pocos. Los recursos y los países que tienen el poder sobre estos han ido cambiando con el tiempo.
Por ejemplo, durante la Revolución Industrial los principales recursos eran el carbón y el vapor, y Gran Bretaña fue la principal potencia; a continuación, la explotación del gas, del petróleo y la energía nuclear fueron lideradas desde gran parte del siglo XX por Estados Unidos.
Los gobiernos están interesados en un mayor control de los recursos finitos del planeta, pero la sociedad está decidida a un cambio en la gestión de los recursos energéticos y a tener capacidad de decidir sobre temas como la extracción, distribución o precio de los recursos, para que no quede bajo el control de los lobbies sectoriales de cada país. Hasta ahora, los lobbies económicos y políticos eran los que decidían el recurso que se debía explotar. A partir del ejemplo de la soberanía alimentaria, la sociedad demanda el derecho de los individuos a tomar decisiones en cuanto a la generación, distribución y consumo de la energía, de modo que esta tenga criterios ecológicos, sociales, económicos y culturales y que no afecten negativamente a terceras personas. Cada uno de los individuos que forman parte de una comunidad debe tener derecho a una cantidad de energía y debe poder elegir el tipo de energía que quiere para su vida cotidiana y su familia, así como los recursos necesarios para mantenerla, siempre que no se externalicen impactos ambientales, sociales y económicos negativos.
Para no inferir en el consumo negativo de otras personas, es necesario el consumo responsable y racional de los bienes comunes. Las externalidades negativas son el resultado de una explotación no responsable que puede afectar a futuras generaciones, ya sea a través de problemas energéticos como el cambio climático, o la generación de residuos altamente radiactivos. Por este motivo, es necesario una relocalización de los procesos y de la distribución energética en un doble sentido: acercándose a los puntos de consumo y facilitando la participación de la sociedad en los procesos de toma de decisiones.
Algunas de las iniciativas para cambiar el sistema actual son cooperativas de consumo, como por ejemplo la Plataforma para un Nuevo Modelo Energético, que presenta dos ideas clave: la primera es la necesidad urgente de un cambio energético por razones sociales (la lucha por la pobreza energética), ecológicas (el uso de la energía renovable y la lucha contra el cambio climático) y económicas (el precio de las energías renovables es más bajo que el precio de la energía que depende de los combustibles fósiles y el uranio). Y en segundo lugar, la necesidad de la participación ciudadana para poder pasar de un monopolio, que durante décadas está en manos de unas pocas organizaciones que están ganando mucho dinero, hacia una nueva fórmula de producir y gestionar la energía, que es un bien común. Según los expertos, el actual modelo energético viola los derechos humanos y es altamente antidemocrático porque usa recursos finitos, que cada vez son más escasos, y contribuye al cambio climático, el gran reto al que se deberá enfrentar la sociedad actual.
La sociedad ha visto cómo las compañías, con la complicidad de los gobiernos, han abusado de ella, y hace falta un cambio; por eso se ha empezado a organizar para buscar alternativas. Una alternativa son las cooperativas.
Un ejemplo es la cooperativa Som Energia, un proyecto de participación ciudadana creado en 2010 en Cataluña, que tiene la finalidad de cambiar el modelo energético actual, no solo en el tipo de energía producida, sino también en la transparencia de los costes de gestión y de beneficios. La cooperativa produce energía en instalaciones de generación a partir de fuentes renovables (sol, viento, biomasa, biogás, entre otras), está financiada con las aportaciones voluntarias de los socios y comercializa la energía verde según la certificación de garantía. El transporte y la distribución que utiliza son propiedad de las compañías distribuidoras estatales; por lo tanto, en este caso, la cooperativa no participa en ningún proceso de toma de decisiones en lo referente a la red. Este fenómeno no está aislado en Cataluña, sino que hay otras cooperativas en Madrid, Valencia, Navarra y las Islas Baleares.
La soberanía energética es necesaria para transformar las estructuras del poder oligopólico y crear nuevas realidades desde la sociedad y para la sociedad. Es importante resaltar que no se basa exclusivamente en la producción de energías renovables, sino que va más allá. Se trata de romper con las diferencias de soberanía que se generan entre el centro y la periferia, que están estrechamente ligadas a la soberanía territorial, y poder aumentar el índice de felicidad del conjunto del planeta buscando mejoras en su bienestar.

2.3.Alternativas al ejercicio de la soberanía

Las alternativas económicas a la soberanía son el movimiento slow, las cooperativas de consumo responsable y los huertos urbanos, entre las más representativas.
El movimiento slow es un movimiento contracultural de la década de 1970, cuando la sociedad tenía la necesidad de desacelerar el ritmo de vida. Propone controlar el tiempo priorizando las actividades que favorecen el desarrollo personal, reforzando la importancia de encontrar un equilibrio entre el uso de la tecnología orientada al ahorro del tiempo, y realizando aquellas actividades tomando el tiempo que sea necesario para disfrutar de la actividad que se está llevando a cabo, como por ejemplo un paseo o una comida. Los pensadores de esta filosofía creen que, a pesar de que la tecnología puede acelerar el trabajo, como por ejemplo los procesos de producción y distribución y otras actividades de la sociedad, las cosas importantes no se deben acelerar.
El origen del movimiento slow food se sitúa en Roma en 1986. Cuando la cadena de restaurantes McDonald’s quiso abrir un restaurante en la Piazza Spagna, un grupo de activistas protestaron por el hecho de abrir un restaurante de comida rápida. Se quería reivindicar el hecho de que comer no era tan solo un acto de subsistencia, sino un acto para hacer relaciones sociales y relaciones con el entorno.
Las cooperativas de consumo ecológico son un movimiento que lucha contra el modelo consumista global hacia un consumo crítico, ético, consciente e integral, y reivindica la producción y el consumo cercano al lugar donde se habita. Las cooperativas tienen tres ejes: la protección ambiental es un apoyo de una agricultura respetuosa con el medio ambiente; acuerdos entre los consumidores y productores, especialmente en los circuitos cortos de comercialización de los productos y, finalmente, el respeto y la salud de las personas al promover la producción y el consumo de alimentos sin residuos ni aditivos químicos y libres de transgénicos. En estas formas de cultivos se mezclan la agricultura ecológica, la producción local, los precios justos y el consumo de productos de temporada, que tiene menores costes ambientales.
No hay un modelo único de cooperativa, sino que hay varios: las cooperativas que agrupan a los consumidores y productores, y las cooperativas de consumidores. La mayoría de las cooperativas tienen marcados unos requisitos mínimos para formar parte de ellas, por ejemplo, un consumo mínimo temporal, la participación en las diferentes comisiones que forman la cooperativa o la asistencia a las asambleas. En algunos casos, la cesta de las cooperativas de consumo son productos de frutas y verduras cerrados, mientras que en otros casos el consumidor tiene capacidad para decidir cuáles son los productos que quiere en cada momento. También hay cooperativas en las que el trabajo de gestión es realizado por los propios consumidores, mientras que en otros casos la gestión es más profesional. Generalmente son asociaciones que se gestionan democráticamente por socios que se han agrupado para dar un servicio y obtener un beneficio común, y generar una mayor conciencia para conocer los productos que se consumen.
La filosofía de las cooperativas no es solo poder acceder a productos de consumo ecológico, puesto que hay tiendas especializadas en este tipo de productos, sino que tienen como objetivo poner en cuestión el modelo económico y social imperante en la actualidad, eliminar el máximo número de intermediarios y que el consumidor y los productores puedan tener contacto directo. Los miembros de las cooperativas saben cómo se producen las frutas y verduras que comen, dónde se encuentran los campos y las técnicas que se usan y quién es el agricultor que les trabaja las tierras. Es decir, se plantea recuperar la confianza como elemento clave entre las relaciones de los consumidores y proveedores.
Por lo tanto, el modelo cooperativista supone recuperar el control por parte de los productores y los consumidores de los circuitos de comercialización. Unos circuitos que, para evitar los prejuicios ambientales que causan los medios de transporte, se basan en las cadenas cortas. De aquí salen los productos de proximidad, también conocidos como km 0. Esta nueva idea de consumo supone un consumo inteligente y responsable.
Los huertos urbanos están presentes en las ciudades europeas desde el siglo XIX. Eran cesiones de terreno en el interior de las ciudades para que fueran cultivados por los obreros. La finalidad era sanitaria, puesto que los trabajos en el huerto mejoraban el estado de ánimo de los trabajadores, que llevaban una vida más saludable y los mantenía alejados de las tabernas.
Los huertos urbanos proliferan durante las etapas de entreguerras y en periodos de crisis, como la del petróleo de 1973 y la crisis de la década de 2010. Hay diferentes prácticas de huertos urbanos, que van desde terrazas, balcones, ventanas, hasta la recuperación de solares vacíos, con varias formas de gestión y objetivos. Pero todos tienen en común que están en entornos urbanos y que se consumirán en un entorno cercano.
Los huertos urbanos aprovechan espacios vacíos de la ciudad. Por este motivo muchas veces hay conflictos entre los intereses privados y colectivos. A menudo los grupos inmobiliarios y las propiedades privadas han mostrado resistencia a la cesión de estos espacios privados para convertirlos en espacios colectivos.

3.Indicadores para medir el desarrollo

El significado y el origen de las diferentes expresiones utilizadas de manera corriente para referirse a la cuestión del desarrollo presenta problemas a la hora de comprender la compleja realidad que presenta el mundo. Aun así, la medida del nivel de desarrollo también es controvertida, y se puede hacer desde diferentes ópticas.
De manera muy general y simplista, hay un conjunto de características que son comunes a un gran número de países. Se puede decir, por ejemplo, que los países subdesarrollados, del Tercer Mundo, o del Sur Global coinciden mayoritariamente en los siguientes indicadores:
Bajos niveles de:
  • industrialización

  • urbanización

  • alfabetización

  • esperanza de vida

  • consumo de calorías

  • renta per cápita

Altos niveles de:
  • mortalidad infantil

  • crecimiento demográfico

  • pobreza

  • endeudamiento externo

  • desigualdades internas

3.1.Renta per cápita

Durante el siglo XX, ha habido propuestas de una serie de indicadores para cuantificar el desarrollo (seguramente desde un punto de vista sesgado, occidental y economicista). De este modo, coincidiendo con la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 1945 se pusieron en marcha las primeras políticas internacionales para fomentar el desarrollo de los países más pobres. De aquí salió la adopción por parte del Banco Mundial (BM) de un indicador económico para medir el nivel de vida de los diferentes países: se trata de la renta per cápita.
Este indicador mide la riqueza que produce cada país (renta) y la pone en relación con el volumen de población (cápita) que el país tiene a lo largo de un año. El objetivo del indicador es orientar sobre la riqueza general del país, pero también sobre la distribución media de la riqueza entre sus individuos. Es obvio que una de las ventajas de la renta per cápita es su sencillez, por lo que se utiliza de manera muy generalizada.
Figura 6. PIB per cápita (dólares americanos a precios actuales), 2015
Fuente: Banco Mundial (2015). http://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.PCAP.CD/countries?display=map.
Ahora bien, este indicador presenta algunos problemas. Entre los más destacados estarían:
a) La renta per cápita es una media a nivel nacional que no muestra las disparidades en la distribución interna de los ingresos en cada país.
b) Comparar la renta por habitante no tiene mucho sentido si no se analiza hasta qué punto esta riqueza se traduce en calidad de vida: por ejemplo, la India dedica una parte importante de sus presupuestos anuales a mantenerse como una de las principales potencias militares del planeta.
c) La renta per cápita, y todos los indicadores económicos en general, presenta otro problema, que es que solo tiene en cuenta los sectores más modernos de la economía, que son los que tienen precios reconocidos oficialmente y actúan dentro de los mercados regulares. Es sabido que en muchos países la actividad económica no pasa por los mercados oficiales; es lo que se denomina «sector informal» o «economía sumergida». Y, por supuesto, esta tiene una gran importancia en los países más pobres y no se ve reflejada en la contabilidad nacional.
d) No hay una correlación directa entre la renta per cápita y la satisfacción de ciertas necesidades esenciales.
Un ejemplo ilustra perfectamente este último problema. En el año 2014, Brasil tenía un PIB per cápita superior al de China (8.707 € frente a 5.697 € / cápita). En el mismo año 2014, según el CIA World Factbook del 2015, este país, en cambio, presentaba una esperanza de vida ligeramente más alta (73,28 años en Brasil, y 75,15 en China).

3.2.Índice de desarrollo humano

Desde finales del siglo XX, han aparecido nuevas aproximaciones para medir el estado del mundo, con indicadores más adecuados que puedan solucionar los problemas que presentan los indicadores clásicos. La necesidad de utilizar un indicador socioeconómico más completo ha conducido a la adopción del llamado índice de desarrollo humano (IDH) por parte de la ONU, que lo incorpora desde 1990. Este índice usa la ya conocida renta per cápita, en cuanto que medida económica, combinada con otras dos medidas:
a) La esperanza de vida (indicador demográfico).
b) El grado de alfabetización y escolarización (indicador cultural).
Por lo tanto, el IDH mide el avance conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, tener acceso a la educación y tener un nivel de vida digno. El IDH es la media geométrica de índices normalizados que miden los éxitos en cada dimensión, y utiliza varios indicadores para su cálculo: esperanza de vida al nacer, años de media de escolaridad y años esperados de escolarización e ingreso familiar disponible o consumo per cápita.
Figura 7. Índice de desarrollo humano, 2014
Fuente: 2014 UN Human Development Report Quartiles, BlankMap-World6, compact.svg: Canuckguy y otros. Trabajo derivado: Tomtom2732 (talk). Archivo: BlankMap-World6.svgData: http://hdr.undp.org/en/2014-report. Bajo licencia CC BY-SA 4.0 vía Wikimedia Commons, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:2014_UN_Human_Development_Report_Quartiles.svg#/media/File:2014_UN_Human_Development_Report_Quartiles.svg.
Fuente: 2014 UN Human Development Report Quartiles, BlankMap-World6, compact.svg: Canuckguy y otros. Trabajo derivado: Tomtom2732 (talk). Archivo: BlankMap-World6.svgData: http://hdr.undp.org/en/2014-report. Bajo licencia CC BY-SA 4.0 vía Wikimedia Commons, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:2014_UN_Human_Development_Report_Quartiles.svg#/media/File:2014_UN_Human_Development_Report_Quartiles.svg.
Los resultados del IDH se obtienen en un intervalo que va de 0 a 1. Aquellos valores inferiores a 0,500 significan un IDH bajo; aquellos valores entre 0,500 y 0,799, medio; y desde 0,800 y hasta 1, alto.
Pero como sucedía también con la renta per cápita, el IDH coincide, a la hora de posicionarse en los primeros lugares de la clasificación, con los mismos países. Así, encabezan los niveles de desarrollo países como Estados Unidos, Noruega o Canadá. En consecuencia, se trata de indicadores que comparten una visión concreta de lo que es el desarrollo. La medida de la interdependencia y desigualdad de los espacios mundiales en el siglo XXI continúa siendo complicada debido a la enorme variedad de fenómenos demográficos, económicos, sociales y culturales que se dan en el mundo, que hace que se tienda a caer en una cierta simplificación.
El avance en la obtención de indicadores sociales ha hecho que se exploren otras maneras de medir el desarrollo en el mundo en términos ambientales, tecnológicos, sociales o emocionales (de acuerdo con las nuevas tendencias que consideran que el desarrollo no puede olvidar un uso equilibrado de los recursos naturales y personales). El cálculo de la huella ecológica, el índice de igualdad de género y el índice del Planeta Feliz son algunos ejemplos de ello.

Actividades

1. La actividad tiene dos objetivos. Primero, familiarizarse con los datos estadísticos referentes al IDH que nos proporciona el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ayudaos del enlace siguiente para trabajar la clasificación sobre el desarrollo humano (2007) de los países del mundo: http://hdr.undp.org/en/statistics/.
Segundo, completad la tabla adjunta y, a continuación, construid la gráfica para representar los resultados más destacados del IDH.

Índice de desarrollo humano

Esperanza de vida

Educación

Producto nacional bruto

2007

Afganistán

0,310

0,354

0,393

Armenia

0,810

0,909

0,675

Australia

0,940

0,993

0,977

Barbados

0,867

0,975

0,866

Estonia

0,799

0,964

0,887

Kazajistán

0,666

0,965

0,782

Líbano

0,781

0,857

0,770

Malta

0,910

0,887

0,908

Níger

0,340

0,431

0,282

0,307

Nigeria

0,378

0,657

0,497

Noruega

0,971

0,925

0,989

1,000

España

0,929

0,975

0,960

Togo

0,620

0,534

0,345

Uganda

0,449

0,698

0,394

Ucrania

0,720

0,960

0,707

Hay que valorar diferentes aspectos: cuál es el país con el IDH más alto/más bajo; a qué continentes pertenecen los primeros países con el IDH más alto, y los últimos con el IDH más bajo; a qué nivel se encuentran los índices de los países de Europa del Este y los de América Latina, etc., y otros aspectos que queráis resaltar. ¿Los resultados de los países de la muestra del año 2007 son parecidos si se elige un año más reciente como, por ejemplo, el 2014?

Bibliografía

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